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Ciencia

Los peces y los tabúes del río Negro

La posición de las especies en la cadena alimentaria determina el modo de consumo o su prohibición

RENATO SILVANO / UNICAMPLa pesca cerca de Manaos: el consumo de una gran variedad de peces minimiza el impacto de la explotación por especieRENATO SILVANO / UNICAMP

Durante dos años, entre 1850 y 1852, el naturalista inglés Alfred Russel Wallace recorrió el río Negro, uno de los principales afluentes del Amazonas. Fue una de las primeras expediciones científicas a la región y resultó en la descripción – por medio de dibujos y anotaciones – de 212 especies de peces, solamente ahora presentadas en libro. Por esas mismas aguas color café, un siglo y medio después, anduvo un equipo de la Universidad Estadual de Campinas (Unicamp), que realizó entrevistas en poblaciones ribereñas – en el tramo ubicado entre Ponta Negra, cerca de Manaos, y el río Jaú, en la orilla derecha – y registró los tabúes alimentarios que regulan el consumo de pescados.

Las mujeres que están menstruando y las personas enfermas, por ejemplo, no pueden comer ciertos tipos de peces carnívoros, probablemente porque, según los investigadores, están en el tope de la cadena alimentaria y tiene mayor probabilidad de acumular toxinas. Están también los peces prohibidos para el consumo normal, debido a que son para su uso predominantemente en el área medicinal. La raya, por ejemplo, no es carnívora, pero constituye un fuerte tabú alimentario: su grasa es usada contra el asma, la tos y la neumonía.

“La dieta constituye una manera de tratar las enfermedades”, comenta Alpina Begossi, responsable del proyecto, que resultó también en el libro Peixes do Alto Rio Juruá (coedición entre la Prensa Oficial, la Edusp y la FAPESP). “Existen especies de peces recomendadas para el consumo por parte de personas enfermas y otras explícitamente medicinales”. Según Begossi, las prohibiciones alimentarias – registradas también entre los lugareños del Bosque Atlántico paulista, entrevistados en investigaciones financiadas por la FAPESP desde 1992 – pueden ser producto de la influencia de la colonización portuguesa: por su intermedio, estas poblaciones habrían asimilado antiguos preceptos sanitarios provenientes de la medicina hipocrática e incluso de las reglas de pureza que la Biblia establece en el libro Levítico .

Carnívoros y frugívoros
En la región del río Negro, entre los peces carnívoros que constituyen tabúes alimentarios para los enfermos se destaca el surubí atigrado (Pseudoplatystoma fasciatum ), mientras que el llamado pacú (Mylosssoma rubripinnis) y el oscar (Astronotus ocellatus) están en el extremo opuesto: comen invertebrados o frutas y son altamente recomendados. Otros piscívoros evitados – vistos como cargados o perjudiciales para el consumo humano – son la piraña (Serrasalmus spp), el mandí (invertido de nariz grande – Pimelodus albofasciatus), el piraiba o saltador (Brachyplatystoma filamentosum) y la pirarara (Phractocephalus hemeliopterus).

Los descubrimientos en el río Negro refuerzan datos obtenidos en otras regiones de la Amazonia, como en los ríos Araguaia, Juruá y Tocantins, que los investigadores de la Unicamp recorrieron enfocando la relación de los ribereños con los recursos acuáticos y vegetales en dos vertientes. La primera es la etnobiología, que aborda la percepción y la clasificación de la flora y de la fauna, y la segunda, la ecología humana, que define el uso del espacio, las tácticas de obtención de recursos y los modelos de subsistencia de las comunidades ribereñas.

El equipo de la Unicamp pretende utilizar las informaciones que obtuvo para orientar proyectos de desarrollo sostenido en una región amenazada: según los habitantes de la zona, la región del río Negro ubicada arriba de Barcelos, estado de Amazonas, es disputada por empresarios para la explotación del ecoturismo en áreas cerradas, sin acceso para los pescadores locales. En ese punto, el estudio refuerza observaciones realizadas en otras regiones investigadas. “En las áreas bañadas por el río Araguaia, la pesca deportiva, apoyada por las agencias ambientales gubernamentales, contribuyó para destruir la pesca artesanal, una fuente de subsistencia y de ingresos en la zona, con posibilidades de manejo e integrada al ecosistema”, comenta Alpina. Uno de los objetivos del trabajo que la investigadora coordina consiste precisamente en demarcar legalmente las áreas de pesca, como hizo Japón hace años.

La receta para el manejo estaba allí mismo – solamente fue reconocida por los investigadores. El saber de los habitantes ribereños contiene una serie de orientaciones que sirven perfectamente de receta para el manejo sostenido. Una de éstas es el recurso a la mayor diversidad posible de plantas medicinales, una forma de minimizar el impacto de la recolección por especie. En la agricultura, los habitantes ribereños del río Negro valoran la diversificación y la mejora genética de los cultivares – el caso de la mandioca (Manihot esculenta) es el mejor ejemplo. Nivaldo Peroni, investigador del grupo, constató la existencia en la región de nada menos que 88 variedades de mandioca o yuca, todas resultantes del manejo llevado a cabo por las poblaciones locales, probablemente como herencia del saber indígena.

En el caso de las plantas, se buscó estimar con qué intensidad la selva es usada – un parámetro para la eventual creación de una reserva de extracción. Se descubrió que allí se aprovecha una gran diversidad vegetal: los 73 entrevistados, correspondientes a la mitad de los habitantes de la desembocaduras de los pequeños afluentes de la margen derecha del río Negro, mencionaron 99 especies que conocen y eventualmente explotan con diversas finalidades. Un estudio similar, realizado en el Araguaia medio por el mismo equipo de la Unicamp, reveló una diversidad aún mayor: 151 especies citadas por 96 entrevistados – ciertamente debido a la mayor riqueza ambiental de la región, que incluye especies de la sabana esteparia (cerrado).

Del mismo modo, el conocimiento y el consumo de una gran variedad de peces minimiza el impacto de la explotación por especie. La existencia de tabúes alimentarios, justamente por imponer restricciones, diminuye la presión predatoria. Por último, dos prácticas con implicaciones para el manejo: la explotación de la diversidad ambiental con tecnologías de pesca diferentes, de acuerdo al área y la especie, y la división informal de territorios de pesca entre grupos de habitantes, que impide la superposición de pescadores.

En un análisis de desembarque pesquero en la ciudad de Barcelos, punto focal de la investigación, en donde Andréa Leme desarrolla su tesis de doctorado, se constató que la táctica de pesca más usada (92%) es la llamada zagaia, un tipo de lanza de madera. Practicada a la noche, esta modalidad requiere un conocimiento detallado del hábitat y del comportamiento de los peces. Al mantenerse la baja densidad poblacional en la región, la zagaia es una práctica no predatoria: el pescador captura apenas el ejemplar que desea. Los peces más apreciados para consumo, sin tabúes, son el tucunaré (Cychla monoculus), la boga (Leporinus spp), el sábalo (Brycon cephalus), el pacú y el oscar, llamados peces de carne blanca.

Para evaluar el conocimiento de los lugareños sobre los peces, los investigadores recurrieron a un procedimiento simple: montaron un conjunto de 24 fotos de especies, presentándoselas a cada entrevistado en orden aleatorio. Se las mostraban al pescador y le pedían que dijera qué pez era aquél, qué comía, dónde vivía y que parientes (en la jerga local) tenía. “Fue espectacular el conocimiento demostrado con relación a la ecología de los peces”, comenta Renato Silvano, integrante del equipo. “Las respuestas de los pescadores fueron a tal punto acordes con lo que afirma la literatura científica que podrían servir de directriz para la investigación biológica.”

Pero los investigadores se sorprendieron por otra razón. “Nosotros usamos la morfología para clasificar a las especies”, dice Alpina, “y los habitantes ribereños se valen también de la ecología”. Para los científicos, por ejemplo, las pirañas o palometas y los pacúes forman parte de la misma familia: la Serrasalmidae. Pero no es así para los hijos del río Negro, que separan esas especies, teniendo en cuenta sus respectiva dietas: los pacúes se alimentan de invertebrados y frutas – por eso son recomendados para el consumo por parte de enfermos -, mientras que las pirañas o palometas son carnívoras.

Las informaciones obtenidas indican hasta qué punto los impactos externos modifican la dieta de los lugareños. En este caso, la balanza pende a favor de las poblaciones del río Negro, en comparación con las del Araguaia. Mientras que en la región del Negro el 75% de la proteína animal de la dieta se obtiene localmente, vía pescados, en el Araguaia, la pesca artesanal prácticamente ha acabado, sustituida por la pesca deportiva. Alpina enfatiza: “Cualquier política de manejo debería tener en cuenta los conocimientos de estas poblaciones y las reglas de uso existentes relativas a recursos naturales”. Pero no eso lo que efectivamente ocurre. Según ella, la política ambiental del país aún tiende a ir de lo general a lo particular en busca de soluciones, pese a que la investigadora cree que puede ser diferente.

Una espera de 150 años
Finalmente se está realizando el sueño del naturalista inglés Alfred Russel Wallace (1823-1913), que dividió con su compatriota Charles Darwin (1809-1882) el descubrimiento de los mecanismos de evolución de las especies. El libro Peixes do Rio Negro, organizado por Mônica de Toledo-Piza Ragazzo, del Instituto de Biociencias de la Universidad de São Paulo (USP), recientemente lanzado por la Edusp y por la Prensa Oficial, reúne 212 ilustraciones y anotaciones realizadas por Wallace en el viaje realizado entre 1850 y 1852 por los ríos Negro y Uaupés. Son delicados dibujo hechos en lápiz, logrados muchas veces en condiciones muy adversas, sobre todo para un europeo.

A su regreso a Inglaterra, Wallace perdió en un naufragio todos los especímenes recolectados. Solamente logró salvar una caja de metal en la cual estaban los dibujos de los peces y de las palmeras, que guardó consigo durante 50 años, sin conseguir publicarlos. En 1905 donó esos dibujos y escritos al Natural History Museum, con la esperanza de que fueran editados. Casi 90 años después, Mônica rescató ese material olvidado (lea en Pesquisa FAPESP nº 55).

“Por ahora, todas las especies ilustradas aún pueden ser encontradas en el río Negro”, dice la investigadora. Entre éstas existen variedades de gran porte e importancia comercial, como el blanco pobre (Brachyplatystoma vaillantii), el saltador, la curvinata (Plagioscion squamosissimus) y el surubí atigrado. Pero Wallace se atuvo también a las especies pequeñas, como el transparente candiru (Paravandellia ) y otra a la cual los indios llamaban pez lluvia (Rivulus tecminae), pues suponían que caía del cielo con la lluvia.Fascinado por la riqueza de la fauna ictícola amazónica, Wallace también era acompañado en su viaje por los lugareños de la época, que le traían todos los días nuevos peces, conservados en cachaza. De las tribus indígenas del río Uaupés, el investigador inglés obtuvo artefactos, igualmente perdidos en el naufragio.

EL PROYECTO
Uso de Recursos del río Negro: Etnoictiología y Etnobotánica de los Habitantes Ribereños
Modalidad
Línea regular de auxilio a la investigación
Coordinadora
Alpina Begossi – Universidad de Campinas
Inversión
R$ 67.603,98

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