Daniel BuenoLas agencias de fomento e instituciones de investigación científica han comenzado a preocuparse con un tipo aún escasamente discutido de mala conducta científica: la copia o fabricación de datos para solicitudes de becas y recursos para proyectos de investigación. Según la National Science Foundation, la cantidad de casos de plagio y fraude hallados en pedidos de financiación de investigaciones remitidas a agencias de Estados Unidos se ha triplicado durante la última década. En un artículo publicado en la revista electrónica The Chronicle of Higher Education, la directora del Departamento de Investigación y Desarrollo de la University of Rhode Island, Karen Markin, afirma que tales fraudes no son sólo prácticas comunes de los estudiantes, sino también de investigadores experimentados. Para los casos de plagio, Markin recuerda que se cuenta con software capaces de identificar tramos copiados y enumera algunas recomendaciones que siempre debe tener en cuenta un investigador: no olvidarse de utilizar comillas; saber parafrasear correctamente, es decir, reescribir un concepto con otras palabras, no tan sólo reemplazando una por otra; revisar cuidadosamente el texto final y recibir una capacitación especial sobre buenas prácticas y ética en la investigación científica.
En tanto, cuando se fabrican datos, su descubrimiento puede tardar un cierto tiempo. En noviembre, el US Office of Research Integrity (ORI) –organización estadounidense encargada del desarrollo de políticas regulatorias y monitoreo de casos de mala conducta en investigaciones científicas– anunció el resultado de una operación que investigó, durante dos años, una serie de falsificaciones en artículos e informes de investigación de un experimentado profesor de la University of Kentucky. El biomédico Eric Smart, experto en enfermedades cardiovasculares y diabetes, fue acusado de adulterar datos en investigaciones durante los últimos 10 años.
Mediante una comunicación oficial, el Departamento de Salud de Estados Unidos (HHS, según sus siglas en inglés) afirmó que Smart publicó datos experimentales que jamás existieron y fraguó 45 imágenes en cinco pedidos de subvención, tres informes de investigación y una decena de papers, algunos de ellos con más de 100 citas. Según el reportaje publicado en el sitio web de la revista The Scientist, muchas de las imágenes fraguadas eran de western blots, un método utilizado en biología molecular para la identificación de proteínas. Los especialistas consultados por la revista dijeron que los artículos de Smart fueron altamente citados y que resulta difícil evaluar los impactos del caso.
Smart recibió 8 millones de dólares en concepto de financiación por parte de empresas y organizaciones federales. Desde que comenzaron las investigaciones, en mayo de 2011, el biomédico abandonó la universidad y comenzó a dictar clases de química en una escuela local. Durante los próximos siete años, Smart tiene prohibido concursar para cualquier subvención federal, un plazo que supera las sanciones tradicionales que estipulan de tres a cinco años de inhabilitación.
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