Sale de la sombra una parte más del fenómeno que permite que plantas y bacterias conviertan la luz solar en energía y sostiene la vida en el planeta –la fotosíntesis. En un trabajo conjunto, publicado en Nature, investigadores de Inglaterra, Estados Unidos y Holanda descubrieron cómo actúan las tres estructuras esenciales para la transformación del gas carbónico y del agua en azúcares y oxígeno.
De acuerdo con uno de los coordinadores de este estudio, Neil Hunter, de la Universidad de Sheffield, Inglaterra, ésta es la primera vez que se ve, por medio de un microscopio de fuerza atómica, cómo trabajan conjuntamente los componentes implicados en la fotosíntesis, ya conocidos individualmente. Se sabía que la luz es captada por estructuras en forma de antena –conjuntos de proteínas llamadas LH1 y LH2 (del inglés light harvesting complex, o complejo de captación de luz)– y luego enviada a un centro de reacción, que la convierte en energía química.
Estudiando la membrana de un linaje silvestre de la bacteria Rhodobacter sphaeroides, el equipo de Hunter descubrió que grupos de entre 10 y 20 moléculas de LH2 captan la luz y la pasan entre sí hasta que uno de ellos haga contacto con un LH1. La energía entonces circula por ese LH1 o pasa a otro LH1 hasta llegar a un centro de reacción.
Cuando la luz es escasa, los complejos de captación de luz se unen de manera ingeniosa y captan el máximo posible de energía. Si un complejo LH1 capta luz mientras el centro de reacción más cercano está ocupado, la energía luminosa se traslada a los LH1 adyacentes, hasta que se encuentre un centro de reacción libre para recibirla. El mecanismo es más complexo y eficiente de lo que inicialmente se suponía, con una eficacia superior al 95%.
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