LÉO RAMOS
Publicado en Octubre de 2012
A costumbrado tanto a los estudios genéticos y hematológicos como a los sinuosos meandros de la política científica, Marco Antonio Zago asumió la Prorrectoría de Investigación de la Universidad de São Paulo (USP) en 2010 y enseguida se topó con un desafío. ¿Cómo lograr que los más exitosos investigadores volviesen a interesarse nuevamente en la universidad que les brindara formación? Zago notó en muchos científicos de la casa un cierto alejamiento de la institución. Para él, resulta importante establecer las condiciones como para que todos adquieran un mayor compromiso con la universidad y, de esa manera, con la propia sociedad. “Se necesita dotar de una cierta coherencia a la investigación dentro de la universidad”, sostiene.
Las medidas adoptadas por el prorrector aparentemente tomaron el rumbo deseado. La creación de los multidisciplinarios Núcleos de Apoyo a la Investigación (NAPs), por ejemplo, a imagen del modelo de los Centros de Investigación, Innovación y Difusión (Cepid) –el programa creado por la FAPESP en el año 2000– atrajo a 118 grupos de investigadores a partir de 2010. La Agencia USP de Innovación trabaja junto a los investigadores y los ayuda en las cuestiones concernientes a las patentes. Los nuevos docentes que ingresan a la universidad reciben estímulos para buscar recursos externos e integrarlos a los equipos de investigación. “Sin duda, logramos mejorar algunos aspectos de la universidad”, dice Zago. La buena posición alcanzada en todos los rankings de evaluación de universidades corrobora ese análisis, más allá del gigantismo de la USP, algo poco común en las mejores instituciones que invierten en investigación científica.
Marco Antonio Zago se graduó en la Facultad de Medicina de la USP de Ribeirão Preto. Pasó parte de su carrera de investigador trabajando también como médico. Fue director clínico del Hospital de Clínicas y director científico del Hemocentro, ambos en Ribeirão Preto. En 2007 presidió el Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPq) y fundó los Institutos Nacionales de Ciencia y Tecnología (INCTs), en un intento por modificar el modelo de producción científica del país.
Como investigador, contribuyó con el estudio de la anemia falciforme y de la talasemia, trabajando afanosamente para establecer métodos de diagnóstico y tratamiento para esas enfermedades. Luego estudió genética de poblaciones y demostró de cuáles regiones de África provenían los esclavos traídos a Brasil. También cumplió una destacada participación en el área de genómica, al trabajar en la secuenciación de la bacteria Xylella fastidiosa y en el genoma del cáncer. Como líder del Cepid de Terapia Celular, durante los últimos años concentró sus esfuerzos en el estudio de las células madre. A continuación, los principales tramos de la entrevista.
¿Cuál es la función de un prorrector de Investigación en una universidad del tamaño de la USP?
Entiendo que consiste en brindar una cierta dirección y unidad a la investigación que se hace en la universidad. Y cuando digo una cierta dirección, no me refiero a hacer o promover investigación dirigida, en el sentido tradicional del término, de definir el lineamiento de la investigación. Eso no es posible en una universidad como la USP. Somos, en tamaño y en términos de amplitud, una de las mayores universidades del mundo. Resulta difícil encontrar un área o subárea del conocimiento que no cuente con expertos calificados en la USP. Por ende, la actividad investigativa es muy heterogénea, presenta varios formatos.
¿Y qué sería entonces esa “cierta dirección?
Tal vez, aportar coherencia y sinergia a la investigación en el ámbito de la universidad. Al llegar acá me di cuenta de que el sentido de unidad de la USP se hallaba reducido. Los grupos más exitosos eran aquéllos que menos se relacionaban con la propia universidad, ellos lograban independencia alegando que sus recursos provenían afuera, y no de la propia USP.
Existía un cierto despegue…
Así es, un despegue de la universidad, lo cual conduce a un estado de disgregación.
¿En qué lugar se ubicaría la USP entre las mayores del mundo?
La Unam [Universidad Nacional Autónoma de México] cuenta con 270 mil alumnos; la Universidad de Buenos Aires anda cerca de ese número. Son instituciones que no poseen numerus clausus y, por consiguiente, todo alumno que quiera inscribirse puede hacerlo. Por otra parte, cuando nos fijamos en las mejores universidades del mundo –aquéllas que todos citan como ejemplos de universidades para dar a entender que es ahí donde queremos llegar–, las más significativas de Estados Unidos, Inglaterra, Japón y Corea del Sur son universidades con 17 mil alumnos, en promedio. Y muchas de ellas cuentan con más de un 60% de sus alumnos en los posgrados.
¿Y la USP?
Tenemos 91 mil alumnos, de los cuales el 30% realizan posgrados. Una de las características comunes entre las universidades que ponen el énfasis en la investigación, más allá de la enseñanza, es el compromiso de producir investigación científica y transferencia de conocimiento. La USP se encuadra en eso. Debemos resaltar el hincapié en la enseñanza. Eso es importante porque muchos piensan que, a veces, soy monomaníaco, pensando que la universidad solamente debe realizar investigación. No pienso así. Entiendo que el rol fundamental de la universidad es el de la educación: formar individuos calificados de nivel superior.
¿La USP se encuadra y se ubica en una buena posición entre las universidades de investigación?
Está muy bien situada en todo tipo de ranking. Por unanimidad, en América Latina, la USP es la primera universidad. Hay otras buenas en Brasil, pero son pocas. El club de las universidades de investigación brasileñas es muy reducido.
¿Cómo hacer que esa universidad múltiple dote de coherencia a la actividad de investigación que desarrollan tantos grupos con distintos objetivos?
En primer lugar hay que lograr que ellos vuelquen su atención nuevamente hacia el centro, que es la universidad. Y a través de la universidad, que retomen su relación con la sociedad. Nosotros no realizamos investigación por diletantismo, sino porque buscamos conocimiento nuevo, que puede tener una aplicación inmediata o no. Investigar no es sólo una actividad exclusiva de laboratorio, es toda actividad creativa, incluso el desarrollo de la cultura, que es responsabilidad de la universidad.
¿Incluso al arte?
Artes y humanidades, que representan un aporte importantísimo en la USP. Si observamos algunos rankings que subdividen el desempeño de la universidad, la USP está muy bien ubicada en humanidades. Esto es algo que debemos promover: un diálogo mucho más intenso entre esas culturas académicas. Cuando hablo de dotar de unidad o coherencia, me refiero a captar la atención de los investigadores, fundamentalmente de los más exitosos, para que se vuelque nuevamente hacia la universidad y, a través de ella, hacia la sociedad. Uno de los caminos que encontramos para eso fue aportar recursos propios para apoyo a la investigación. Algo que nunca había habido, en forma intensa, en ninguna universidad brasileña. Comenzó aquí, aunque la cantidad de recursos no sea muy abultada comparada con lo que la USP ya emplea en investigación. Invertimos alrededor de 2 mil millones de reales anuales en investigación, aunque la gente no lo note.
¿Ese monto contempla los recursos aportados por la FAPESP y el CNPq?
No. Los 2 mil millones de reales son los recursos presupuestarios que la USP distribuye para sus actividades. Una parte considerable se destina a pagar técnicos, infraestructura de laboratorio, refacciones, agua, luz, la fracción de dedicación exclusiva correspondiente a la actividad investigativa… Todo lo paga la universidad. En las universidades estadounidenses esos recursos provienen del grant del investigador. Él utiliza esos recursos para solventar becas, técnicos, la cuenta telefónica y las reformas del laboratorio, todo. Sucede que la utilización de ese dinero es diversa. Nosotros proveemos la infraestructura básica y algunos recursos que constan en el recibo de sueldo y la gente no lo nota. Además, está el dinero de la FAPESP, distribuido en propuestas sometidas a evaluación externa, donde predomina el mérito. Eso introduce un componente de calidad para la distribución del dinero.
¿Cómo es el programa de apoyo a la investigación creado por la Prorrectoría?
Mediante dos pliegos, internos y sucesivos, aportamos 73 millones de reales durante el primer año de gestión, que fue el de 2010/ 2011, y luego otra cantidad igual en 2011/ 2012. Para ello invitamos a los investigadores a presentar propuestas de investigación, que serían evaluadas según el mérito, que contemplaran la formación de un grupo con una duración limitada, y que obligatoriamente presentara una connotación multidisciplinaria. También deberían enfocarse en algún problema importante de la sociedad, con aplicación inmediata o de análisis teórico. Así, entre ambos pliegos, seleccionamos 43 propuestas el primer año y 75 en el segundo, de tal manera que contamos con 118 núcleos, o centros de investigación. Los denominamos NAP, Núcleos de Apoyo a la Investigación.
¿Los NAPs se superponen de alguna forma con los Cepid y los INCTs?
Ustedes están hablando siempre con la misma persona. Por supuesto que la idea de que la gente confluya en torno a un tema salió de ahí. Yo coordino un Cepid desde el año 2000. Cuando fui presidente del CNPq, también teníamos la idea de intentar hacer algo que tuviera la característica de congregar grupos. Utilicé el modelo del Cepid y dentro de lo que era posible hacer a nivel nacional, creamos los INCTs, que fueron y todavía son el mayor programa de ciencia y tecnología que coordinó el CNPq.
¿Los NAPs tienen entonces el claro objetivo de tratar de congregar a los investigadores en la universidad?
Claro. Otra disposición complementaria emana de la Agencia USP de Innovación, actualmente dependiente de la Prorrectoría de Investigación. Esa dependencia se renovó completamente y posee una importante función, consistente en resolver problemas de los docentes investigadores vinculados, por ejemplo, con la escritura de patentes, para tratar ese tema desde el punto de vista legal y negociar con las empresas que deseen licenciar patentes, entre otras tareas. Los investigadores reconocen que hoy en día el panorama ha cambiado. Tanto es así que la USP es la universidad brasileña que deposita el mayor número de patentes en el INPI [el Instituto Nacional de la Propiedad Industrial].
Ese dato resulta interesante porque siempre que se habla de las patentes de universidades, se menciona recurrentemente a la Unicamp.
Eso es una cuestión de historia porque, efectivamente, la Unicamp se organizó mucho antes que la USP. Es altamente competente en ese aspecto. Durante el período entre 2000 y 2006, la USP depositaba, en promedio, 29 nuevas patentes por año, creciendo hasta 81 nuevas patentes anuales entre 2007 y 2011. Entre 2009 y 2011, los datos acumulados en tres años son: USP 231, UFMG 178 y Unicamp 170. Además, la Agencia de Innovación sumó otras funciones. Por ejemplo, actuar decisivamente en el área educativa. Como el principal aporte de la universidad es la educación, también debemos formar gente con espíritu innovador. No son las patentes que depositan los investigadores lo que modificará el panorama del país. Lo que puede cambiar algo es educar jóvenes que egresarán de la universidad y producirán el cambio. Este año creamos un curso de emprendedorismo al que asisten 200 alumnos de grado.
En 2009, usted decía que los INCTs podrían modificar el modelo de producción científica en el país. ¿Se logró algo de eso?
Creo que ese ideal y parte de los objetivos se abandonaron. Ahora el proyecto nacional de ciencia y tecnología pasa por enviar estudiantes al exterior. Cuando creamos los INCTs contábamos con un programa en el cual había un gran número de componentes, no sólo como financiadores, sino como planificadores y realizando un seguimiento. Convencimos a las FAPs [las fundaciones de apoyo a la investigación científica] para que participen. La primera en hacerlo fue la FAPESP, y la siguieron otras. Teníamos un primer gran programa con un único objetivo, en el cual participaban el CNPq, la Capes, las principales FAPs, Petrobras, el BNDES. Si se hubiera mantenido ese rumbo inicial, hubiera crecido el rol del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, no sólo como financiador. Se podrían captar muchos más fondos de los que el ministerio es capaz de movilizar y utilizarlos para dialogar y compensar las diferencias, los contrapesos de una mayor influencia del sudeste en relación con el nordeste y el norte, y así sucesivamente.
¿Qué otros proyectos pueden impulsar a los investigadores de la USP a congregarse en torno a la universidad?
Todo nuevo profesor contratado obtiene recursos como para satisfacer sus primeras necesidades como docente, siempre y cuando demuestre haber presentado una solicitud de apoyo a la investigación ante la FAPESP. El éxito de este programa, desde 2010 hasta ahora, es enorme, porque cuando uno hace la cuenta de cuánto invertimos y lo que ellos aportan en apoyo a la investigación, resulta que es siete veces mayor.
Hablemos de los rankings. ¿La USP está escalando en todos ellos porque de hecho ha mejorado, o porque se está mostrando en forma más eficiente?
Creo que son ambas cosas. Mejoró en algunos aspectos y en otros se está mostrando mejor. Hay rankings extremadamente objetivos, que no dependen de análisis de opinión, tales como el Webometrics Ranking of World Universities. Éste trabaja con mediciones del tráfico en internet y cantidad de documentos disponibles. En ese ranking mejoramos enormemente [la USP está ubicada en el puesto 15º]. Eso ocurre porque, en parte, la universidad se ha organizado mejor. Y, en parte, el hecho de que comienza a ser más conocida lleva a que el tráfico en internet aumente.
¿Y en otros rankings?
Hay otros que se basan en el desempeño. En un ranking importante como es el de Shanghái, que otorga un valor preponderante a la investigación, al observar los scores notamos que la USP presenta un desempeño excepcionalmente bueno. Sin embargo, ellos utilizan algunos criterios que son importantes para el desempate en los primeros puestos y en esos, nosotros no cumplimos tan buen desempeño. Ellos toman en cuenta la cantidad de ganadores de premios Nobel que enseñan en la universidad, el número de ex alumnos ganadores del Nobel y de la medalla Fields, etc. Esto resulta importante para el desempate entre Cambridge, Harvard, el MIT. Por otra parte, puede provocar un enorme desequilibrio si alguna institución contara con alguno; por ejemplo, si una universidad mal clasificada en el ranking contratara a un ganador del Premio Nobel, subirá mucho. ¿Eso significa que la universidad ha mejorado enormemente? Por supuesto que no.
¿Y los rankings que miden opinión?
Sin duda que algunos se ven influidos por factores como ésos. Para evaluar la investigación, ya sea para bien o para mal se dispone de datos, tales como el número de trabajos publicados, la cantidad de citas y el impacto de las revistas. Se trata de un conjunto informativo, que esboza una idea del estado en que se encuentra la investigación, al menos en las áreas experimentales. Recientemente comenzaron a aparecer otros instrumentos de evaluación que lo perfeccionan. Está el Google Académico, que ya es una buena medida del impacto de las ciencias sociales. A veces, se recurre a la opinión de expertos.
Se trata solamente de otro criterio…
Subjetivo, pero es un criterio. El ranking más valorado, cuyo resultado se publicaría en estas semanas, es el que elabora Times Higher Education, o THE. Un 30% de su análisis se basa en el denominado ranking de prestigio. Esto es, ellos preguntan a una gran cantidad de personas de todo el mundo cuál es su evaluación al respecto de diferentes universidades. Y eso pesa en el ranking final. Y este aspecto quizá sea el más influyente en el hecho de que la USP haya cobrado visibilidad, o lo haya hecho de mejor manera. Qué piensa un individuo en París o en Hong Kong, de la USP o de otras universidades. Esa opinión puede verse influida por conocer gente de aquí, al visitarnos, o por gente de aquí que visitó sus universidades.
¿Esas opiniones influyen en el ranking del THE?
Tienen un impacto muy positivo. En el ranking de prestigio que publicó el THE al comenzar el año, la USP se ubicó entre las 70 mejores del mundo. Y seguramente impactará en el ranking que está por salir porque éste presenta un 70% de evaluación objetiva, que proviene de indicadores, y un 30% proveniente de la opinión.
¿Qué hizo la USP en lo concerniente a la necesidad de internacionalización de la investigación científica brasileña?
La manera de realizar una internacionalización más productiva consiste en establecer alianzas con un selecto grupo de universidades. En la Prorrectoría elegimos algunas ideas e intentamos establecer convenios, seminarios conjuntos para luego proponer investigaciones bilaterales. Actualmente estamos cerrando un acuerdo con la Universidad de Toronto, Canadá, una de las 15 ó 20 mejores del mundo, que incluye conferencias conjuntas y pliegos de convocatoria a investigar en colaboración. Lo propio se está haciendo con otras importantes universidades.
Volvamos al ámbito local. Quisiéramos saber cómo ha quedado su costado de investigador desde que asumió como prorrector.
Sería ilusorio creer que desde que asumí como presidente del CNPq, en 2007, y luego al hacerme cargo de la Prorrectoría, mantuve el mismo tipo de actividad que tenía en el laboratorio. La intensa tarea personal diaria de comprobar el método, de observar un resultado personalmente, de rehacer, de montar experimentos en la mesa, eso no lo hago más. Por otra parte, hay un grupo de investigadores que trabajan conmigo desde hace mucho tiempo y casi siempre estoy participando en las discusiones durante toda la semana.
¿Cuál es, desde su punto de vista, su mayor aporte a la producción del conocimiento que se realiza en la USP?
Yo dividiría mi contribución en tres períodos fundamentales. En la fase inicial fui a la Universidad de Oxford para realizar un posdoctorado y regresé capacitado para realizar investigación básica en bioquímica estudiando hemoglobinas. Allá trabajé con David Weatherall, uno de los pioneros en el campo de las hemoglobinopatías. Actuando como médico en el sudeste asiático, él observó a una gran cantidad de niños con talasemia, una clase de afección muy particular, y junto al bioquímico John Clegg investigó el mecanismo básico de la enfermedad. Había evidencias de que eso se debía a un desequilibrio en la síntesis de las dos cadenas de la hemoglobina, alfa y beta. Ambas son muy similares, aunque se sintetizan bajo control de genes diferentes. En el individuo normal hay un equilibrio: dos alfas y dos betas forman una cadena de hemoglobina. Ellos desarrollaron un método que permite medir la síntesis de esas cadenas. Con ello probaron que en la talasemia existe un desequilibrio. Al regresar a Brasil, yo sabía que esas afecciones eran comunes aquí y comencé a estudiarlas. Encontré una gran cantidad de pacientes y logré establecer métodos de diagnóstico y de tratamiento para esas enfermedades.
¿No existía un tratamiento en aquella época?
No lo había. Todo era un desorden, no había protocolos de seguimiento, ni de tratamiento… Acabé involucrándome no sólo con la investigación, sino también con actividades de organización y también de tratamiento. Convencí al Ministerio de Salud para establecer un programa de tratamiento de los pacientes con anemia falciforme. Ese programa todavía existe y evolucionó para hacer también el diagnóstico neonatal.
Eso constituyó un aporte tanto en términos de investigación básica como de interferencia directa en su aplicación.
Exactamente. Existía otro componente de esas enfermedades que era la talasemia, una enfermedad compleja en términos de tratamiento, pues exige que el paciente reciba transfusiones regulares de sangre. Se necesita un lugar donde atenderlos y evaluarlos mensualmente. Una de las complicaciones reside en la acumulación de hierro en el organismo. Para eliminar este elemento, en aquella época, solamente existía un medicamento inyectable, de administración lenta. Para eso, se utiliza una bomba de infusión, que no existía en Brasil y no había manera de importarla. Con un colega, Sebastião Ismael, ideamos una de esas bombas, que se fabricó allá por el tiempo del Ibecc [el Instituto Brasileño de Educación, Ciencia y Cultura] con Isaias Raw.
¿La talasemia presenta menor prevalencia en la población que la anemia falciforme?
Es más o menos la mitad. La forma más grave de anemia falciforme es causada por la homocigosis del gen de la hemoglobina S. La prevalencia del heterocigoto afecta a alrededor del 2% de la población, aquí en el estado de São Paulo. Esto varía de un lugar a otro en Brasil porque fue introducida mediante el tráfico de esclavos. Donde hay una población con mayor frecuencia de genes africanos, la incidencia es mayor. La talasemia es otro tipo de alteración del mismo gen beta, que, cuando el individuo es homocigoto, se presenta como una enfermedad muy grave. Esta mutación proviene de las regiones mediterráneas, principalmente de Italia, Portugal, España y en parte, también del Líbano.
¿Esos estudios fueron los que condujeron a otro campo de investigación, la genética de poblaciones?
Así sucedió. El mundo cambió, todos empezaron a estudiar el ADN. Y mi grupo comenzó a analizar, en Ribeirão Preto, durante los años 1980, el ADN relacionado con algunas enfermedades, y más tarde, con la genética poblacional. Nuestro estudio se enfocó en el gen de la anemia falciforme (beta S). En regiones cercanas al gen hay elementos que denominamos polimorfismos, que definen haplotipos. En el gen de la anemia falciforme, según el sitio de África, el gen beta S siempre es el mismo, pero el haplotipo al que se asocia es distinto. Cuando examinamos a los individuos de raza negra en la población brasileña que presentan anemia falciforme, analizamos el gen y lo que se encuentra alrededor del mismo. Así se puede saber de qué región de África provienen sus antepasados y recomponemos el historial del tráfico de esclavos hacia Brasil. Al hacer esto, nos topamos con una sorpresa. El patrón de los africanos que se introdujo en Brasil es muy diferente al de aquéllos que fueron conducidos hacia Estados Unidos. Fuimos los primeros en demostrarlo.
¿Ése es el estudio que demuestra de qué región africana provenían ellos?
Así es. Más o menos un 60% proviene de las regiones con haplotipo bantú, esto es, de Mozambique, República Centroafricana, Angola y el sur de África. De la región de Benín proviene entre un 30% y un 35%. Y de la región de Gambia y Senegal, entre un 1% a un 2%. En Estados Unidos predominan los de Benín, con alrededor de un 60%, un 15% de Senegal y un 15% de Gambia. Luego de realizar este estudio, encontré un libro que se titula The atlantic slave traffic, de Philip Curtin, quien trabajando con documentos originales de los puertos de partida y de arribo revela cifras exactamente iguales a los nuestras.
¿La tercera fase de contribuciones se refiere a la genómica?Sí, en ese entonces ya me había apartado de la medicina propiamente dicha, tenía un grupo que estudiaba cuestiones de genética molecular y genética poblacional, cuando se inició la secuenciación de la bacteria Xylella fastidiosa, en 1998, un hito importante de la ciencia brasileña.
¿Su laboratorio poseía algún dominio de esa tecnología?
Así es, pero el programa genoma atrajo la atención hacia este trabajo y eso nos favoreció mucho. Después de la Xylella nos unimos para el estudio del genoma del cáncer con Ricardo Brentani, del Hospital del Cáncer, y con Andrew Simpson, del Instituto Ludwig. Simultáneamente, surgió la oportunidad de organizarnos en un Cepid, en el año 2000, y decidimos estudiar la terapia celular y las células madre. Tuvimos gran éxito y logramos avanzar en temas que eran desconocidos en esa época. Las células mesenquimales, por ejemplo, eran consideradas exclusivas de la médula ósea. Nosotros revelamos que existen en la vena umbilical, en la arteria safena, y luego describimos que existen prácticamente en todos los tejidos, tanto adultos como fetales, pues se trata de un tipo de células que están presentes en la parte exterior de los pequeños vasos, y se las denomina pericitos. Brindamos un aporte relevante a ese tipo de conocimiento.
¿Ése es su trabajo con mayor cantidad de citas?
El más citado es la secuenciación de la Xylella, donde hay más de 100 autores. El segundo es el primer análisis realizado en el mundo sobre el estándar de expresión génica de las células mesenquimales, de 2003. Y el tercero es el que demuestra que las células mesenquimales, obtenidas de fuentes muy diferentes, poseen un estándar y propiedades muy similares a los pericitos y a los fibroblastos.
Usted vivió la etapa de euforia por la genómica y transita la etapa actual donde está claro que aún queda un largo camino por recorrer. ¿Qué piensa actualmente de ese panorama?
Para la ciencia siempre es así. Redacté un libro junto a Dimas Covas titulado Células-tronco, a nova fronteira da medicina, sobre terapia celular. En el prólogo menciono que el entusiasmo exagerado, en gran parte instigado por la prensa, se repite frecuentemente. Yo advertía que había, en aquel momento, en 2006, una expectativa absolutamente irreal en relación con las células madre, como si aquello fuera a salvar a la humanidad en unos días. La técnica de producción de linajes de células madre embrionarias es muy complicada. Con la genómica ocurrió lo mismo. Actualmente es difícil concebir un trabajo de biología celular molecular que no implique la secuenciación de genes. De ahí a creer que eso resolverá todo el conocimiento concerniente a la biología sería una gran ingenuidad.
Pero ha habido avances.
La historia muestra que ningún tema de la ciencia se resuelve con una técnica o con un único descubrimiento. Dimos un paso más y perfeccionamos el conocimiento. Pero ahora ya contamos con un medicamento de venta en farmacias que se desarrolló porque se descubrió el gen en una neoplasia, se lo secuenció y se descubrió que era un gen híbrido, que alteraba la síntesis de una determinada proteína. La industria farmacéutica elabora un inhibidor que se utiliza por vía oral e impide el funcionamiento del gen, y así el individuo mejora de su enfermedad. Por eso, por supuesto que la genómica produjo efectos, y los va a continuar produciendo. Es posible que la plaga del amarelinho (Clorosis variegada de los cítricos – CVC) causada por la Xylella, no haya sido resuelta. Pero eso es algo menor comparado con los beneficios que hemos obtenido.