ANDRÉS PÉREZ MORENO / EL PAÍSLa rutina de la astrofísica argentina Marta Rovira sufrió una transformación en abril de 2008, cuando tuvo que empezar a conciliar su trabajo como investigadora del Instituto de Astronomía y Física del Espacio (Iafe), con sede en dependencias de la Universidad de Buenos Aires, con el cargo de presidenta del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), la principal agencia de promoción de la ciencia y la tecnología de Argentina. Es la primera mujer que conduce el organismo, creado en 1958 por Bernardo Houssay, premio Nobel de Medicina en 1947. Al frente del Conicet, Marta Rovira encabeza una estrategia con la cual la capacidad científica del país ha cobrado renovados bríos, luego de que se viera comprometida debido al fuerte ajuste presupuestario de los años 1990 y a la aguda crisis que llevó a la ruina a la política económica basada en la convertibilidad del peso con relación al dólar y que derivó en la renuncia del entonces presidente Fernando de la Rúa, en diciembre de 2001.
El presupuesto del Conicet trepó de un nivel inferior a los 100 millones de dólares en 2003 a 335 millones de dólares el año pasado. Tamaño volumen de recursos permitió que sus 142 institutos de investigación, en su mayoría vinculados a universidades, tal como es el caso del Iafe, y sus 12 centros científicos y tecnológicos regionales, elevasen la planta de personal de 3.804 investigadores en 2003 a 6.350 el año pasado. Al mismo ritmo, la cantidad de becarios saltó de 2.378 a 8.122 en dicho período. Esta estrategia también incluye la repatriación de investigadores argentinos catapultados al exterior debido a la crisis de comienzos de los años 2000. Argentina ya había padecido fugas de cerebros en los años 1970, ocasionadas por la dictadura militar, y en los 1960, debido a que contaba con buenos científicos que aprovechaban las oportunidades que surgían en Estados Unidos y en Europa.
Un programa llamado Raíces ha logrado repatriar al menos a 100 investigadores argentinos por año, integrándolos a las universidades y a las empresas, y que sobre todo han ocupado las vacantes que se abren en el propio Conicet. Doctora en física por la Universidad de Buenos Aires, Marta Rovira es autora de más de 120 artículos científicos y dirigió el Iafe entre 1995 y 2008. Su tema de interés es la física solar, con preponderancia en el estudio de los fenómenos solares activos y en la relación Tierra-Sol. Ex presidenta de la Asociación Argentina de Astronomía durante tres mandatos, actualmente es vicepresidenta de la Unión Astronómica Internacional. En su despacho de la ciudad de Buenos Aires, le concedió la siguiente entrevista a Pesquisa FAPESP:
El presupuesto del Conicet aumentó más de un 400% en valores en dólares entre 2003 y 2010. ¿Cómo fue posible ampliar la inversión en ciencia y tecnología durante un período en el que el país convivió con limitaciones presupuestarias y crecientes demandas en otras áreas?
Yo creo que fue una política del gobierno en el sentido de incrementar el presupuesto de ciencia y técnica. Y eso hizo posible que ingresaran investigadores, becarios y personal de apoyo y administrativo al sistema. Es decir, desde 2003 hasta fines de 2010 se duplicó el número total de gente que pertenece al Conicet. Incluidas todas las categorías, se aumentó de 9 mil personas en 2003 a más de 17 mil en 2010. Hubo una decisión del gobierno que otorgó más presupuesto al Conicet y eso permitió la creación de cargos y el pago de sus sueldos.
¿Se puede medir el impacto del crecimiento de la cantidad de becas y cargos? ¿Algún campo del conocimiento tuvo más relieve?
Para mí es muy difícil decir si hay alguno que se destaca. Me parece que siempre uno se olvida de otros temas, o depende de la formación de uno también. En el Conicet, históricamente, se accedió a las becas y o se ingresó a la carrera de investigador siempre por orden de prioridad. Las comisiones asesoras fijan un orden de acuerdo con los antecedentes y se ingresa al sistema siguiendo ese orden. El año pasado decidimos cambiar y que el 80% entrase por orden de mérito, cuando lo que se busca es la excelencia, y un 20% lo eligió el directorio por vacancias geográficas y o de disciplinas. El objetivo de esto es orientar un poco la investigación hacia temas que consideramos que son más importantes. Sobre todo, queremos tener en cuenta las necesidades de las distintas regiones en donde se estudian esos temas.
¿Podría citar un ejemplo de tema o de necesidad regional?
El Conicet dispone ahora en su estructura de 12 centros científicos y tecnológicos en distintas regiones. Las necesidades de la población de Mendoza [la cuarta ciudad de Argentina en importancia, un polo de producción de vinos y alimentos], en donde tenemos uno de esos centros, son muy distintas de las necesidades de la gente que vive en Ushuaia, capital de la provincia de Tierra del Fuego, en donde se encuentra el Centro Austral de Investigaciones Científicas. Por eso estamos teniendo en cuenta esas necesidades. Que lo que se estudia en esa región tenga que ver con lo que le interesa al gobierno de allí y a la sociedad de allí. Antes eso no se contemplaba, lo que valían eran los antecedentes de los postulantes. Nuestra población se concentra mucho en el centro del país. Por eso tratamos de que haya otros grupos de investigación más alejados del centro del país, más al norte o al sur. El 80% de nuestros cuadros está en la Capital, en provincia de Buenos Aires o en Santa Fe, Rosario, Córdoba y Mendoza.
¿Y los investigadores están dispuestos a trabajar en regiones distantes?
Justamente por eso estamos creando incentivos para que los investigadores vayan a esas regiones. No sólo es bastante probable que no haya investigadores séniores en cantidad suficiente como para dirigirlos, pues depende mucho de los temas, sino que la vida en esas regiones es muy distinta. Una cosa es vivir en Buenos Aires y otra en Ushuaia, donde las temperaturas son terribles, hay que adaptarse y es más caro. Existe un complemento de sueldo en algunos lugares que llega al 60% más que en Capital Federal. Pero no es tanto a punto tal de que haya gente desesperada por irse. Hay gente a la que le gusta. Ahora estamos pensando en darles vivienda, pues en general en esos lugares son caras, y otras cosas que los atraigan.
Alrededor del 40% de los trabajos científicos del Conicet se llevan a cabo en colaboración con otros países. En Brasil, la colaboración internacional se ha estacionado en un 30% desde hace algunos años. ¿Cómo analiza el actual nivel de cooperación entre Brasil y Argentina y las posibilidades que se abren?
Tenemos muchos acuerdos con distintas universidades o con agencias brasileñas, y también hay muchos trabajos en colaboración entre brasileños y argentinos que no están enmarcados en ningún convenio. La ciencia es universal e interdisciplinaria. En algunos temas, es muy importante tener colaboraciones con otros países. No es porque los otros países sean mucho mejores o distintos de nosotros. El trabajo conjunto es siempre un aporte interesante. Vea en mi campo, por ejemplo. Yo estudio el Sol. En ese tipo de investigación, las imágenes satelitales son muy importantes. En el momento en que las imágenes se ponen a disposición de todo el mundo, varios grupos comienzan a trabajar. Y cada vez es más frecuente que datos de diversas áreas se hagan públicos para que toda la comunidad los pueda usar.
En su área existe colaboración entre Brasil y Argentina. El Telescopio Solar para Ondas Submilimétricas (SST) fue instalado a finales de los años 1990 en el Complejo Astronómico El Leoncito (Casleo), vinculado al Conicet, y es una iniciativa conjunta del Centro de Radioastronomía y Astrofísica de la Universidad Mackenzie (Craam), con financiación de la FAPESP.
El profesor Pierre Kauffman [astrofísico brasileño e investigador del Craam] trajo un radiotelescopio solar a El Leoncito, en los Andes argentinos, y funciona muy bien. Las condiciones para su instalación eran buenas. Funcionaban otros telescopios en el Casleo, la estructura ya existía…
¿Existe algún área en que Argentina tenga algún interés específico en colaborar con Brasil? En el acuerdo de cooperación celebrado el año pasado entre el Conicet y la FAPESP están contempladas todas las áreas del conocimiento.
Con Brasil existe más colaboración en física que en otras áreas. El 32% de los artículos publicados por investigadores brasileños e investigadores del Conicet entre 2000 y 2009 estaba vinculado a las ciencias físicas. Luego se ubican las ciencias biológicas, con el 15%, las ciencias químicas, con el 13% y la medicina básica, con el 10%. Pero no creo que haya sido por una orientación específica. Eso sería el resultado de la dinámica natural de colaboraciones en esas áreas. Un dato de 2007 muestra que Brasil fue el tercer país con el cual los investigadores del Conicet más publicaron artículos en cooperación. Los dos primeros fueron Estados Unidos y España.
En una presentación en la cual usted se refirió a los desafíos que el Conicet encarará, se refirió a la necesidad de invertir en la internacionalización, sin dejar de responder cada vez más a las demandas regionales. ¿Cómo conciliar ambas cosas?
En ciencia básica hay que seguir investigando. Porque precisamente a partir de la ciencia básica se puede hacer ciencia aplicada y se pueden hacer desarrollos tecnológicos. En general, los trabajos de ciencia básica se publican en revistas internacionales. Es un requerimiento que obedece a un estándar de calidad de la investigación. Cuando la revista es buena, los trabajos suelen ser buenos. Nosotros ahora justamente queremos que los grupos que investigan en una determinada región se dediquen a los problemas de la misma. No todos lo harán, pero es necesario que por lo menos un porcentaje de esa gente tenga en cuenta cuáles son los problemas de la región para tratar de solucionarlos y mejorar la vida de la gente que vive allí. No son objetivos excluyentes. Hay muchos desarrollos de ciencia básica que al cabo de algunos años se transforman en ciencia que se puede efectivamente transferir a la sociedad.
Argentina tiene mejores indicadores de educación que Brasil, tanto en la enseñanza básica como en el acceso a la educación superior pública. En tanto, Brasil ha desarrollado un sistema de posgrado que es único en América Latina. ¿Qué debe aprender un vecino con el otro?
Brasil invierte más en ciencia que Argentina. Tiene muchos más becarios, se doctora más gente. Argentina ha venido aumentando la inversión en ciencia a partir de 2003. En 2007 creó el Ministerio de Ciencia. En educación primaria y secundaria no sé, pero Brasil ha creciendo mucho en ciencia y tecnología en los últimos años.
Un sociólogo argentino residente en Brasil cuyo nombre Hugo Lovisolo escribió al respecto de las diferencias de los sistemas universitarios y de ciencia y tecnología de ambos países. Sostuvo que Brasil invirtió en universidades volcadas a la investigación y al posgrado, mientras que Argentina apostó a erigir instituciones capaces de recibir a una gran masa de alumnos a nivel de carreras de grado y a comprometerse con mayor énfasis con las demandas de la sociedad. ¿Coincide con esa valoración?
No conozco bien el caso de Brasil. Pero en Argentina, hasta hace algunos años, los investigadores ingresaban por sus antecedentes, sin tener en cuenta el tema al que se dedicaban. Ahora se está orientando un poco más hacia temas capaces de crear transferencia tecnológica. Queremos generar en la jerarquía de nuestro sistema grupos que tengan más peso y actúen más como intermediarios entre los resultados de las investigaciones que son transferibles y las empresas que podrían comercializar eso. En general los investigadores no saben ni les gusta tratar con empresarios, y prefieren dedicarse a sus trabajos. Hay muchas cosas que se hacen y tiene resultados transferibles, pero el investigador, en general, no está preparado para hablar con la empresa y vender el producto de su investigación. De hecho, hubo una política de gobierno para estimular esto.
¿El énfasis en la transferencia tecnológica es una forma de legitimar en el seno de la sociedad la inversión creciente en ciencia?
No existe la condición de que para que crezca la ciencia tenemos que transferirla a la sociedad. Pero vivimos un período en el que consideramos que, si es posible transferir, hay que hacerlo. No es que el gobierno diga: les damos más dinero pero ustedes tienen que hacer transferencia. Al gobierno supongo que le gustará que eso suceda, pero no nos pide esos resultados.
¿Y los resultados están apareciendo?
Existen desarrollos en los que participan los investigadores y las empresas. Yo suelo citar un caso que es el de Yogurito: una empresa láctea produce el yogur, que contó con toda la investigación que le aporta lo necesario para que ese yogur sea bueno para los chicos, que los proteja contra enfermedades respiratorias y gastrointestinales. Un acuerdo firmado entre el Conicet y la provincia de Tucumán aseguró la provisión del yogur para 56 mil alumnos. Hay un pediculicida también que es producto de un acuerdo y un desarrollo entre un instituto y una empresa. Hay otros ejemplos, como el desarrollo de aves transgénicas capaces de producir proteínas de interés de la industria farmacéutica, el de variedades de papas resistentes a virus y los de diversas plantas genéticamente modificadas. Queremos fomentar eso, fomentar que haya más relaciones entre los institutos que hacen desarrollo y las empresas. Uno de los objetivos del Conicet es reducir la distancia entre la ciencia y la sociedad, mostrar que lo que se investiga puede ayudar a la gente a vivir mejor.
¿Y la sociedad reconoce ese esfuerzo?
La sociedad no lo reconoce mucho porque no conoce mucho acerca de lo que es el Conicet. Por eso se creó el año pasado una Dirección de Comunicación y Prensa, para que tengamos más presencia en la sociedad, para que la gente sepa lo que hacen nuestros científicos. Hasta hoy, quienes más conocen lo que sucede son los propios investigadores.
En la campaña electoral por la reelección, la presidenta Cristina Kirchner presentó una propaganda en la que mostraba los resultados de programas de gobierno para la repatriación de científicos argentinos que habían emigrado. ¿Argentina todavía sufre la fuga de cerebros?
En este momento, lo que nos llama la atención afortunadamente son los investigadores que vuelven. Están regresando muchos. Para el Conicet, son entre 100 y 110 por año. Tenemos un programa de repatriación de científicos, el programa Raíces. Cuando alguien quiere volver a Argentina para trabajar en el Conicet, en las universidades o en otras instituciones, intentamos incorporarlo.
¿Los investigadores que volvieron ocupan buenos puestos? ¿Logran trabajar?
El Conicet es uno de los destinos. Un porcentaje bastante alto de los que vienen del exterior entra fácilmente en los institutos ligados al Conicet, porque en general tienen más antecedentes que los aspirantes de acá. Creo que están volviendo porque acá tienen mejores condiciones de trabajo. En los últimos años, los subsidios para la compra de equipamientos han aumentado, y son equipos de última generación, bastante competitivos. Esto hace que los laboratorios estén mejor equipados para darles a los investigadores condiciones más parecidas a las que tienen en el exterior. Los sueldos son razonables, están en un nivel mucho mejor que algunos años atrás. Y ha aumentado bastante el número de becarios. En 2003, todos los investigadores que se presentaron para ingresar en la carrera entraron. El año pasado, alrededor de 130 no entraron a la carrera de investigador, habiendo sido aprobados en todas las instancias: de evaluación por pares, los consejos asesores, la junta y después el directorio. Existe un programa por el cual el BID subvenciona a las empresas que toman doctores. Además, si hay empresas que piden investigadores con determinado perfil, el Conicet busca en su base de datos, y le pregunta al investigador si quiere que se le ofrezca su currículum a la empresa. Entonces la empresa lo entrevista. Empezamos hace poco. En YPF entraron dos, por ejemplo, y en otras empresas también. De a poquito, nos gustaría que entren más en la parte pública, en los ministerios. En general hay investigadores del Conicet por ejemplo en la Comisión de Energía Atómica, en el INTA [Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria], en el INTI [Instituto Nacional de Tecnología Industrial], en el Ministerio de Trabajo, en el de Salud, en distintos lugares. Nos gustaría que las empresas tomasen más doctores, aunque no se dediquen específicamente al tema de sus tesis. El haber terminado un doctorado aporta un plus, una formación que le permite a un investigador hacer otras cosas aunque no sean exactamente aquéllas a las que se dedicó.
En Brasil algunos investigadores sostienen que debería haber más científicos radicados en el exterior, pues terminan funcionando como interlocutores internacionales de los investigadores trabajan en el país y ayudan a entablar colaboraciones. ¿Existe un lado positivo en la fuga de cerebros?
Es cierto que en general, entre los investigadores argentinos que están en el exterior, un porcentaje alto colabora con investigadores que están en Argentina. De alguna manera, se establece una relación que puede aportar beneficios. Siguen siendo argentinos aunque estén en el exterior.
A comienzos de octubre, un ranking de universidades latinoamericanas elaborado por la empresa británica QS ubicó a Brasil a la delantera, con 65 de las 200 primeras universidades de la lista, casi el doble de México (35) y mucho más que Argentina y Chile (25 cada uno). ¿Ese resultado le preocupa?
Honestamente, no puedo opinar sobre rankings. Pero tenemos una relación fuerte con las universidades, pues, al fin y al cabo, nuestros becarios están vinculados a ellas; en general los investigadores son docentes en las facultades. A los becarios el Conicet les paga para que estudien, pero es la universidad la que los forma. El becario es aquél que se ha graduado y tiene un total de cinco años, en dos etapas, para doctorarse. El Conicet le otorga una beca de estudios y el título es concedido por la universidad, pública o privada, en donde realizó sus estudios. De los institutos que el Conicet dispone, distribuidos un poco más en la región central, casi todos se ubican en las dependencias de las universidades. Casi el 90% de los investigadores están vinculados a las universidades. El investigador del Conicet debe tener posgrado para ingresar en una de las cuatro categorías (asistente, adjunto, independiente y principal) y en la de investigador superior.
La Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (ANPCyT) se creó en 1996 para darle más flexibilidad al financiamiento de la investigación científica en Argentina. Se decía que la estructura del Conicet era demasiado grande como para encargarse al mismo tiempo de los institutos y de los becarios y también pensar en las grandes estrategias. En una ponencia reciente que usted presentó, afirmó que uno de los desafíos del Conicet consiste en perfeccionar sus procesos. ¿Hay problemas?
No. En este momento hay 22 comisiones asesoras, vinculadas a cuatro grandes disciplinas [ciencias biológicas y de la salud; ciencias exactas y naturales; ciencias sociales y humanidades, y agricultura e ingenierías]. Estas comisiones se reúnen una vez por mes y tienen que evaluar los ingresos, los subsidios y los cambios de lugar de trabajo. Como los que se presentan para becas también son cantidades sumamente importantes, se crearon otras 22 comisiones de las mismas disciplinas exclusivamente para las becas. Pero eso funciona bien, porque además todo funciona por internet: las evaluaciones, las presentaciones, todo. Hay documentos que mantenemos en papel por razones legales, pero para las evaluaciones usamos la vía digital.
¿Cómo es la relación entre el Conicet y la ANPCyT?
La agencia depende del Ministerio de Ciencia al igual que el Conicet. El Conicet tiene becarios en la carrera de investigador y personal de apoyo; la agencia no tiene investigadores que dependan de ella. La agencia otorga subsidios, a los que se presentan muchos investigadores del Conicet. Los investigadores del Conicet pueden obtener fondos importantes para sus proyectos.
Trabajan en forma complementaria…
Claro, porque los investigadores se presentan para obtener subsidios en la agencia tanto para investigación como para la compra de equipamientos y para repatriación también. Antes de que se creara la agencia, el Conicet también concedía subsidios para proyectos de investigación. Y desde hace tres años más o menos, el Conicet volvió a dar subsidios para proyectos de investigación. En tanto, la agencia cuenta con subsidios destinados a grupos de investigación como los que concede el Conicet, pero también los tiene para temas en particular, que son los llamados fondos sectoriales volcados a determinadas áreas [modernización de laboratorios e informática y energía, entre otras]. Quienes trabajan en esas especialidades pueden obtener subsidios importantes. Creo que sí, que se complementan. Porque la agencia no tiene institutos, no tiene personal, pero concede fondos.
Hace dos años entrevisté a un científico argentino, el biomédico Alberto Kornblihtt, de la Universidad de Buenos Aires (UBA), a quien le interesaba saber cómo funciona la FAPESP. Le expliqué que la Fundación recibe desde los años 1960 un porcentaje de la recaudación tributaria del estado de São Paulo para invertir en investigación, y él apuntó que era esa regularidad de inversión lo que hacía falta en Argentina. ¿Cuál es el perjuicio de eso?
Es muy difícil llevar adelante un programa de investigación si no se sabe de cuánto dinero se va a disponer. Por lo menos un mínimo es muy importante, fundamentalmente en el desarrollo aplicado, que requiere de instrumentos, que requiere varios tipos de aparatos. Los investigadores tienen que saber si van a recibir dinero para comprar los equipos o si se rompen para poder mejorarlos. El hecho de que los recursos sean parejos es muy importante. Creo que en el pasado no se desarrollaba en Argentina tanto la ciencia aplicada porque no se sabía si al año siguiente habría dinero para seguir adelante.
Pero Argentina logró mantener una base científica consistente…
Es cierto, pero los instrumentos no duran para siempre. Se rompen, se vuelven obsoletos, surgen otros mucho más desarrollados. Resulta indispensable renovarlos para mantener a los investigadores trabajando en forma competitiva.