Los hongos habitan desde hace mucho tiempo el imaginario infantil. Más o menos coloridos, pueden ser muy grandes, al igual que en los cuentos de hadas, y así servir de albergue de hadas y gnomos, como me lo recordaron algunos niños despiertos. Y cuando son luminosos, también ellos me lo dijeron, pueden funcionar como hermosas lámparas en laberínticos hormigueros, a ejemplo de lo que se ve en la película de dibujos animados Bichos: Una aventura en miniatura. Es verdad también que los hongos alimentaron sueños juveniles, delirios lisérgicos plenos de luz, en décadas inclinadas a experiencias perceptivas radicales. Pero es efectivamente a la fantasía de Bichos que el artículo estampado en la tapa de esta edición de Pesquisa FAPESP remite en las primeras líneas del texto, al comentar con gracia los buenos resultados de la investigación con hongos bioluminescentes que lleva adelante desde hace casi una década un grupo de la USP. Tal aplicación llevó a estos investigadores al descubrimiento, entre los años 2002 y 2007, de 12 de las 71 especies de hongos luminescentes identificadas hasta ahora en el mundo, un logro para nada desdeñable. Pero más allá del hallazgo de los hongos, Cassius Stevani y su grupo se encuentran abocados a entender los mecanismos químicos que generan la luz de los mismos, y en tal búsqueda se han deparado con un potencial uso práctico que pueden tener en la detección de la contaminación del suelo con metales. Todo esto es descrito en detalles por la editora asistente de ciencia, Maria Guimarães, a partir de la página 14.
En el proceso libre de asociación al que tanto nos acostumbró la poderosa influencia de Freud sobre la cultura en el siglo XX, los hongos alucinógenos antes mencionados nos llevan naturalmente al texto que en esta edición se refiere a la marihuana, o mejor dicho, a las razones farmacológicas que alegan diversos grupos de científicos para que la marihuana sea aceptada para su uso médico en Brasil. Me refiero a la valiente entrevista que Elisaldo Carlini, de 79 años, concedió al editor jefe, Neldson Marcolin, y al editor de ciencia, Ricardo Zorzetto, en la que explica en términos científicos e históricos por qué, desde su óptica, Brasil debe dejar de lado la demonización de la marihuana y admitir el lado positivo de la Cannabis sativa. Carlini, quien, a propósito, es contrario al uso de cualquier droga con fines recreativos, investiga obsesivamente la acción de la Cannabis sobre el organismo humano hace 50 años; de allí emana su autoridad y su tranquilidad para discurrir sobre el tema y sobre los prejuicios que lo rodean, a partir de la página 8. Es una prosa de especial sabor y los lectores no pueden perdérsela.
La sección de ciencia ocupará un fragmento más de este editorial, pues resulta imprescindible destacar el artículo que aborda la participación de brasileños en la serie de experimentos internacionales, algunos en marcha, otros previstos para comenzar durante próximos años, tendientes a develar qué son efectivamente la energía oscura y la materia oscura, las cuales, por lo que todo indica, componen casi el 96% del Universo. Estos dos tipos de elementos, por designarlos de alguna manera, descubiertos durante los últimos 80 años, siguen siendo sumamente intrigantes, pese a toda la investigación teórica y experimental que se ha movilizado en torno a ellos, por eso no suena extraño que todavía se pueda decir, acerca de la energía oscura en su relación con la materia oscura, que se trata de “algo que no se sabe muy bien qué es, que afecta de alguna manera a otra cosa sobre la cual no se tiene el más mínimo conocimiento”, como escribió el autor del artículo, el editor de ciencia, Ricardo Zorzetto (en la página 52).
El destacado de la sección de política científica y tecnológica es el artículo sobre el Centro Paulista de Investigación en Bioenergía (en la página 26), fruto de un acuerdo de cooperación celebrado entre la gobernación del estado, las tres universidades estaduales paulistas y la FAPESP el último día de 2009. Como informa el editor Fabrício Marques, lo que se busca con esa iniciativa es crear una fuerte base científica destinada expandir la competitividad internacional de la investigación paulista y brasileña en el área de energía obtenida de la biomasa.
En tecnología, dos artículos combinados, ambos de la editora asistente Dinorah Ereno, muestran a partir de la página 84 de qué manera la industria paulista de revestimientos ha logrado un gran nivel de calidad, con innovaciones en los procesos y esmaltes especiales, y también de qué manera la asociación del sector industrial con centros de investigación y dicho segmento de la cerámica redundó en una considerable disminución de las pérdidas de productos, por cierto, cada vez mejores. Para mostrar los efectos de la investigación tecnológica sobre el sector, luego de dedicarse a la cerámica de Santa Gertrudes, Dinorah se fue hasta Pedreira, una ciudad en la cual es notoria la influencia del Centro de Cerámica, uno de los Centros de Investigación, Innovación y Difusión (Cepids) que cuentan con el apoyo de la FAPESP.
Para concluir, les pido atención para con el artículo de apertura de la sección de Humanidades (página 94). En éste, el editor Carlos Haag aborda un proyecto de investigación en el marco de cual se pretende develar el proceso de creación literaria de Mário de Andrade a partir de sus propios manuscritos y de su correspondencia. A modo de regalo para los lectores, va este pequeño extracto que da inicio al artículo, en el cual el escritor discurre sobre su proceso creativo: “Corría entonces el mes de abril. Tomé un resto de cuaderno en blanco, y en aquella letrita peinada de los calmos comienzos de libro, comencé a escribir. Pero enseguida la letra empezó a amontonarse, rapidísima, ilegible para los otros; frases parando al medio con ortografías mágicas…” Maravilloso, ¿no?
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