No es extraño que un perro recuerde donde entierra sus huesos, que un pájaro regrese al árbol donde se encuentran sus frutos preferidos o que una persona sepa muy bien donde guardó un bombón para comérselo más tarde. Investigadores de la Universidad Princeton, en Estados Unidos, descubrieron que no sólo los seres vivos, conformados por millones y millones de células los que recuerdan donde se halla el alimento. Las amebas, organismos formados por una sola célula, también parecen memorizar el camino hasta el alimento. Liang Li y Edward Cox colocaron 12 amebas pertenecientes al género Dictyostelium sobre una placa de vidrio y filmaron los movimientos de cada una de ellas durante horas (NewScientist).
El patrón de movimiento que los investigadores captaron sugiere que las células son capaces de recordar la dirección por la cual acabaron de girar, comentó el biofísico Robert Austin, de Princeton. Esa memoria posiblemente se encuentra ligada al modo de locomoción de las amebas: para girar hacia la derecha, por ejemplo, la ameba estira su costado izquierdo mientras el derecho se encoge. En el costado extendido, las proteínas se depositan y forman una especie de cicatriz temporaria, lo que hace más probable que ella se mueva seguidamente en la dirección contraria. Para la ameba, la recompensa significa no girar en círculo y poder explorar un área mayor.
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