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Biología

Música en el marjal

Sapos, ranas y renacuajos exhiben 70 cantos y 29 modos de reproducción

Anochece, los sapólogos esperan al borde de la laguna. Un sonido rompe el silencio, pluic, pluic, pluic…. Leptodactylus notoaktites, dice Célio Haddad. Es la rana gota. Poco a poco surgen más y más cantos de ranas: graves, agudos, coros, solos, trinados, batidas metálicas, de puntos diversos de la laguna o del bosque al rededor. Haddad acompaña: Hypsiboas faber, Dendropsophus minutus… Tenemos que encontrar la Phyllomedusa, orienta. Son renacuajos  verdes, con muslos enrojecidos o naranja con rayas violetas, y se quedan en la vegetación próxima al agua. El canto parece un estómago roncando.

Haddad, de la Universidad Estadual Paulista (Unesp) de Río Claro, coordina un proyecto de levantamiento de la diversidad de anfibios anuros (sapos, ranas y renacuajos) del estado de São Paulo. La Selva Atlántica abriga una gran abundancia de anuros, con los más diversos tamaños, colores y voces. Son verdes, castaños, dorados, el renacuajo de pijama tiene rayas y bolitas, que varían de un individuo para otro, el sapo de cuernos parece una hoja seca… Además de eso, esa diversidad envuelve a decenas de estrategias reproductivas, ciclos de vida, composiciones químicas, estados de conservación etc. Para estudiar esa inmensidad, Haddad trabaja con estudiantes y colaboradores, que en conjunto buscan desvendar la riqueza natural de esa floresta brasileña, una de las regiones más diversidad biológica del mundo y que está seriamente amenazada por el avance de la ocupación humana.

Explotar la floresta
Parte del trabajo es andar por el bosque, esperar al borde  de charcos. Oir con atención revela las especies en actividad reproductiva, pues los machos cantan para atraer a las hembras. Investigadores experimentados  oyen la cacofonía de un lago e inmediatamente reconocen a los integrantes del coro. Para guardar y transmitir ese conocimiento, es necesario grabar los cantos de los representantes de las especies estudiadas. Esas grabaciones son almacenadas en colecciones sonoras y dan origen a representaciones gráficas, los diagramas sonoros, que permiten diferenciar cantos con más detalle del que los oídos humanos captan. La descripción de una especie, por lo tanto, incluye datos sobre su apariencia, su composición genética y su croar también.

Como parte del proyecto, Haddad y tres de sus alumnos produjeron un CD con muestras del canto de 70 especies de sapos, ranas y renacuajos de la Selva Atlántica. Esa guía sonora trae un canto en cada banda, que en el libreto corresponde a sus nombres científicos y populares, además de una foto e informaciones sobre el hábitat del animal. Según Haddad, la guía no sólo tiene mucho valor para los investigadores, sino también para legos y puede ser usado en la enseñanza. Ahora cualquier uno puede salir por la noche silvestre o escuchar al renacuajo que vive en la ducha e intentar descubrir su identidad.

Al encontrar los sapitos en el bosque hay un sin número de informaciones para recolectar. Observarlos, ver dónde el macho canta, cómo la hembra reacciona, como se aparean, o qué hacen con los huevos y mucho más. Grabar su canto. Capturarlos. Es importante fotografiar, preferentemente en la naturaleza; de esa forma se preservan las informaciones sobre sus colores y formas, así como el ambiente en donde viven.

Uno de los productos de tanta observación fue una revisión de los modos reproductivos de los anuros. Cuando se piensa en reproducción de sapos, vienen a la mente los renacuajos en los lagos, que poco a poco crían piernas y pierden la cola, para finalmente salir del agua. Los más observadores tendrán  visto el desove, como largos collares de cuentas prietas o en masas de espuma presas a la vegetación. Pero no hay solamente  eso: hasta recientemente eran conocidos 29 modos reproductivos diferentes en el mundo todo, de los cuales 21 ocurren en la América tropical, campeona en estrategias ecológicas debido a la diversidad de ambientes. Modos reproductivos envuelven a la descripción de donde los huevos son puestos, del desarrollo de los embriones y si hay algún tipo de cuidado parental. Algunas especies llevan los huevos a cuestas. De dentro de ellos salen renacuajos, depositados por la madre en el agua empozada en bromélias, cuenta Haddad, que muestra a la perereca recién encontrada en viaje al campo. Algunas madres se tragan sus huevos, y los renacuajos se desarrollan en su estómago. La revisión hecha por Haddad y Cynthia Prado, que está haciendo el pos-doctorado en su laboratorio, añadió diez modos reproductivos más, todos de la Selva Atlántica. Hay nidos en cuevas subacuáticas o escavadas fuera de lagos, hasta aún masas de huevos depositadas directamente en el suelo húmedo; los renacuajos que salen de los huevos pegados a las rocas cerca del agua y se desarrollen adheridos a la piedra mojada.

Desgraciadamente es necesario sacrificar algunos individuos en pro de la ciencia. Por eso, Haddad destaca que es necesario recolectar el máximo posible de información, para valorizar aquella vida. Los animales son medidos, una muestra del hígado es retirada y preservada en alcohol para análisis genéticas. A partir de ahí pasan a ser especimenes de colección: reciben una etiqueta que los identificará conforme donde y cuando fueron colectados, por quien y todas las informaciones de que se dispone sobre la especie. Serán  preservados en formol y alcohol y transferidos para un museo. La colección de anfibios de la Unesp de Río Claro es una de las más importantes del Brasil, en parte gracias al proyecto en andamiento. Haddad cuenta que hace tres años la colección tenía cerca de 6 mil especimenes. Hoy llega a cerca de 15 mil. Además de eso, intercambios con el Museo de Zoología de la Universidad de São Paulo (USP), el Museo Nacional, del Río de Janeiro, y la Universidad Estadual de Campinas (Unicamp) vienen contribuyendo con el enriquecimiento de la colección de la Unesp.

Muchos se ofenden al ver las colecciones zoológicas, pero ellas son esenciales al avance del conocimiento sobre la naturaleza. En el laboratorio de Haddad es común encontrar investigadores en busca de auxilio para identificar algún animal. El herpetólogo (especialista en reptiles y anfibios) llega con sus sapitos en conserva, quien sabe con fotos y una grabación del canto de las ranas. Haddad mira, oye el canto, pregunta donde el bicho fue encontrado. Todas esas informaciones son piezas que se encajan y llevan a la identificación. Los investigadores comparan con especimenes del museo, con cantos de ranas de la colección sonora. Tal vez no lleguen a una conclusión decisiva. ¿Quién sabe sea una nueva especie? ?La diversidad biológica brasileña es tan grande y aún tan poco conocida que especies nuevas aparecen todos los días?, dice Haddad. y son descubiertas aún en áreas habitadas, como la perereca del género Phyllomedusa que vive en los alrededores de la ciudad de São Paulo y aún no fue oficialmente descrita.

Diversidad invisible
Muchas veces ni la experiencia y la comparación con los especimenes del museo son suficientes. Ciertas especies tienen apariencia muy semejante y sólo pueden ser distinguidas por lo que no percibimos. Lo que manda en la naturaleza es la evolución, en nuestros ojos. Por eso, dos grupos de animales pueden ser parecidos por fuera, pero genéticamente tan diferentes que no consiguen cruzarse y reproducirse. Tal vez un examen más cuidadoso revele diferencias, por ejemplo, en comportamiento o la fisiología. Esa diversidad debe ser conocida y preservada.

Por eso es necesario recorrer al material genético, extraído de aquellas muestras de hígado preservadas en alcohol. A partir de ahí se desvenda la secuencia genética, que será comparada a la de otros animales. El resultado son las llamadas árboles filo-genéticas, que son genealogías de las especies. En colaboración con investigadores de varios países, Haddad publicó en el último año dos monografías que reorganizaron la clasificación de los anfibios y cambiaron mucho de la nomenclatura científica. Eso va a dar una cascabeleada en esa área de investigación, que está medio parada. Para impugnar los cambios será necesario más trabajo, lo que traerá avances, prevé.

Otra fuente de la variedad son los cromosomas, paqueticos en los cuales los genes son organizados. El número y el arreglo de las estructuras son importantes porque durante la fertilización los cromosomas del espermatozoide tienen que  alinearse con sus correspondientes en el óvulo. A partir de ahí se forma un embrión, y cada división celular depende de ese apareamiento de cromosomas. Hay mecanismos con los que los organismos esquivan ese problema. Pero en a mayor parte de las veces las alteraciones en el número de los cromosomas dan origen a especies distintas. En la Unesp de Río Claro, Sanae Kasahara coordina una línea de investigación que representa la forma de comprender los procesos evolutivos: el estudio del surgimiento de nuevos cromosomas y de como ellos se comportan durante la fertilización y la división celular.

Tiempo y espacio
Para desvendar la evolución, hay más que distinguir especies, que son como una imagen estática de un proceso dinámico como cuando se aprieta la pausa durante una película. ¿Pero como ir más alllá?

Una forma es comprender los procesos espaciales. Kelly Zamudio, de la Universidad Cornell, de los Estados Unidos, trabaja en colaboración con Célio Haddad. Ella tiene un proyecto financiado por la Fundación Nacional de Ciencias estadounidense (NSF, en la sigla en inglés), en que compara tres especies con niveles diferentes de especialización ecológica: una que vive solamente en bromélias, otra que circula por cualquier lugar a lo largo de la Selva Atlántica y una tercera que depende de áreas más húmedas para reproducirse. De acuerdo con Kelly, esa especialización ecológica es correlacionada con el movimiento y tiene efectos detectables en la diversidad genética de cada una de las especies. O sea, si cogemos ejemplares de la perereca más móvil en varios puntos de su distribución, no habrá gran diferencia. Ya en la que no se aleja de su bromélia, detectaremos diferencias genéticas pero marcadas entre las poblaciones. Con ese trabajo, la investigadora muestra que los aspectos inherentes a la ecología o la biología de los animales pueden ayudarnos a comprender la diferenciación y, al final, la especialización.

La filo-geografía va todavía más lejos. Es el estudio geográfico de la diversidad genética, que permite inferir la historia de las poblaciones en el tiempo y en el espacio. Una suposición central es que, si la constitución genética de una población es más diversa, es porque ella tal vez exista en aquel local hace más tiempo, en relación a poblaciones más homogéneas. Ese es el abordaje usado por João Alexandrino, investigador asociado a la Unesp de Río Claro. Su proyecto envuelve comparar patrones filo-geográficos de seis especies de anuros con amplia ocurrencia en la Selva Atlántica. El investigador busca comprender más de su evolución: Pretendo identificar las áreas que a lo largo de los miles de años permanecieron estables lo suficiente para sostener poblaciones viables de sapos y sus parientes, explica Alexandrino. Esas áreas tienen mayores chances de continuar productoras a lo largo de fluctuaciones ambientales, por lo tanto es esencial que sean preservadas.

¡Sapos, ay, Jesús!, es lo que mucha gente dice. Con mucha buena voluntad, algunos coinciden en que por lo menos ellos comen moscas y mosquitos. Prejuicios a parte, son bichitos llenos de sorpresas y maravillas. Y como son más frágiles que las aves o los mamíferos, conocerlos ayuda a detectar cuales áreas de nuestras florestas están más en apuros.

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