AZEITE DE LEOSLa familia, como se estableció a lo largo de los últimos tres siglos, está acostada en el sofá de los psicólogos y expertos. Pasa por una crisis de conceptos todavía poco discutida y que involucra valores morales y religiosos profundamente enraizados en prácticamente todas las religiones del mundo. Una transformación en marcha que, para muchos, hiere hasta los propios preceptos divinos. En lo cotidiano se refleja en especial en la quiebra del modelo tradicional de educación, que genera conflictos en las tres partes involucradas: padres, hijos y educadores. La definición de cuáles son las responsabilidades de los tres se convirtió en el mayor desafío. Y ha llevado a desavenencias en las aulas, muchas veces con la reproducción de la vivencia doméstica, en donde niños y adolescentes parecen confundir regla, límites y autoridad.
Un fenómeno que puede ser explicado por el conflicto entre viejos modelos y las nuevas posibilidades y perspectivas de educación – que necesitan ser miradas en función de las transformaciones sociales. “El mundo cambia rápido, las demandas y los roles son muy dinámicos y resulta difícil encontrar equilibrio. Creo que es esa contradicción la que genera consecuencias para las prácticas de educación de los hijos”, evalúa la psicóloga Maria Paula Panuncio-Pinto, autora del doctorado “El sentido del silencio de los profesores delante de la violencia domestica sufrida por sus alumnos: un análisis del discurso”, defendido en la Universidad de São Paulo (USP) en mayo del 2006.
Para ella, la forma antigua de pensar en la educación es aquella en la que educar es apenas “adiestrar”, transmitir valores y verdades ya listos, negando al niño su condición de sujeto: los padres mandan, los niños obedecen. Un sistema que funciona sin respuestas. O sea, el padre da una orden y el hijo, al preguntar ¿por qué?, oye como respuesta “Porque yo quiero” o “Porque sí, porque lo estoy mandando”. “Esta es una manera fácil del adulto imponer su voluntad delante de los niños, que nada saben y dependen de él para casi todo. No se si es posible llamar a eso educación”. Dentro de ese estilo autoritario los limites son colocados, para que sean burlados, los hijos mienten, no se muestran a los padres como son, y nunca hablan de sus deseos.
¿Qué relación es esa?, pregunta la psicóloga. Si los padres no pudiesen ser guías confiables cuando la dependencia del cuidado es un lazo más fuerte, observa ella, resulta difícil saber que tipo de contacto habrá entre padres e hijos, a partir del momento en que estos comiencen a andar solos e al mirar hacia el mundo por su perspectiva. “Si educar no es imponerse, sino conducir, mediar, presentar el mundo para el niño ese modelo tradicional hace mucho dejó de tener sentido.”
El principal desafío de la educación actual parece ser el equilibrio entre los extremos: escoger entre la imposición de límites como mero ejercicio de poder de los padres o su total ausencia sería esa encrucijada. Algunas distorsiones perceptibles serían por ejemplo, atribuir a la escuela la educación ética y moral de los hijos, algo que va más allá del aprendizaje escolar. Los padres acostumbran a exigir a los profesores ciertas correcciones que debían ser hechas en casa. El desconocimiento de las reglas básicas de educación señalan hacia una falta de claridad en cuanto a las atribuciones de los padres. Inconcientemente, ellos renuncian a la convivencia por la necesidad de ganar dinero para mantener a la familia. Un ejemplo son los niños educados por la TV. Al mismo tiempo, recae sobre las manejadoras que tienen que asumir los hijos de otros – con valores sociales y culturales diferentes.
La autoridad incuestionable del padre, anclada en la tradición religiosa y en el poder económico de quien sustenta a la mujer y los hijos, pasa, según los especialistas, por una transición. Hay quien señala un proceso de disolución de la misma, como observa el psicólogo Ruben de Aguiar Maciel, de la Facultad de Salud Publica, de la USP, autor de la oportuna tesis de maestría “Sobre las circunstancias en que transcurrió la infancia de jóvenes que vivían en las calles del municipio de São Paulo y los posibles efectos en sus personalidades”. Existe sí, afirma, un debilitamiento de la autoridad paterna, con más autonomía de jóvenes criados dentro de los parámetros relajados. “El elegir reglas propias necesita antes de madurez y buena educación”, agrega.
Maciel defiende que el límite es fundamental con respecto tanto a la conducta social como a la personal. Es necesario, explica, que el joven entienda que seguir reglas hace bien y no significa vivir con restricción. Si siempre existió confusión con relación al desarrollo de valores sobre como relacionarse, hoy ese aspecto parece todavía más complejo .”No todo es responsabilidad de los padres, existe un doble sentido. Los niños tienen su propia constitución de temperamento y carácter.” Reflejan en esa crisis el ideal de consumo y el individualismo feroz, en donde la preocupación con el otro quedaría encogida.
El psicólogo recuerda que fueron necesarios muchos siglos para que la familia se convirtiese en una importante célula social. Con la fuerza de la religión, se pasó a usarla para transmitir nociones y valores religiosos. A partir de la propiedad, vino la noción de la transmisión de la herencia. Fue cuando el grupo se reunió y se fortaleció para mantener la posición y la riqueza. Hasta que, a partir del siglo XVII, comenzó a surgir la noción de la paternidad moderna.
AZEITE DE LEOSAntes los niños eran vistos como un adulto en miniatura, vivía en la promiscuidad, trabajaba y tenía vida sexual. No se tenía la idea de su fragilidad emocional. En el siglo de 1800 se dio inicio a una nueva concepción de los niños, del ser ingenuo que la sociedad corrompe. La Revolución industrial llevó a la emigración de los hijos y su independencia y autonomía y el padre dejó de ser incuestionable. Finalmente, después de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), la unidad de la familia que se sustentaba por el poder económico comenzó a romperse con la inserción de la mujer en el mercado de trabajo. “Hoy se tiene el andrógeno, cuando la paternidad se confunde y los valores antiguos no se sustentan. Principalmente por causas del acceso de los hijos a la información. Los niños tienen como cuestionar y hasta saber más que los padres”.
Ocurre, en momentos, de acuerdo con Maciel, una valorización de los niños y un direccionamiento hacia contactos más afectivos, mientras que antes era de indulgencia, sin demostraciones de emotividad. Dentro de los aspectos positivos de esas transformaciones, los hijos menores pueden identificarse más con el padre, convivir con alguien más cariñoso, en un rol más nivelado con la mujer. “Tenemos tipos diferentes de familias – homosexuales, monoparientes, sólo con los abuelos o de adopción. Mientras eso, se vive una revolución en la educación, solo no sabemos adonde eso va a parar “, observa el psicólogo.
Uno de los aspectos más estudiados en universidades como la USP es la violencia doméstica contra los niños. Camila Soccio Martins, que defendió “La comprensión de la familia bajo la óptica de padres e hijos involucrados en la violencia domestica contra niños y adolescentes” en su tesis de maestría, cree que el hecho de que los – padres se ausenten la mayor parte del tiempo no los imposibilita de que participen activamente en la educación de sus hijos. Si importa, que ellos tengan que desarrollar algunas estrategias importantes y tomar decisiones ponderadas sobre con quien o donde dejar a los niños en su ausencia. Envolvimiento de los padres en la educación de los hijos depende de la calidad del vinculo afectivo establecido entre ellos.
“Por otro lado, padres y/o madres pueden estar presentes durante la mayor parte del día, pero pueden no estar interesados en invertir en la calidad de la educación y no estar afectivamente disponibles para esto. En ese contexto, se observan innumerables dificultades relacionadas con la autoridad en las interrelaciones familiares. La figura de la madre no consigue imponer autoridad y colocar límites, cabiendo esto al padre, que, a su vez, puede no estar presente para ejercerla, haciendo que el micro sistema familiar de los niños sea deficiente en lo que respecta a la colocación de los límites”, afirma Camila. Por eso, sentimientos de culpabilidad e impotencia son constantemente relatados cuando la dificultad en establecer obediencia está presente.
Los niños y adolescentes, prosigue ella, necesitan de los adultos que ejerzan su autoridad de manera segura, para que puedan desarrollar recursos internos y externos que les posibilite el establecimiento de relaciones solidarias en su convivencia social. Sin embargo, no necesita hacerlo, necesariamente por medio de la constante presencia física. “Lo que consideramos que es fundamental importancia, es la calidad del vinculo y el potencial de cambio que las prácticas disciplinarias desencadenan.”
Para Maria Bonafe Sei, estudiante de doctorado en psicología clínica por el Instituto de Psicología de la USP sobre violencia doméstica, afirmar que la duración de los casamientos causa problemas en la educación infantil puede ser peligroso porque son encontrados niños con problemas de comportamiento ya sea en familias intactas, sea en separadas, así como sin problemas en las dos esferas. “Los problemas de comportamiento son multideterminados, es decir, hay diversos factores de riesgo que actúan juntos, así, la separación es considerada un factor de riesgo, pero no puede ser vista como el único y ni el más preponderante.”
AZEITE DE LEOSLa psicóloga Alessandra Turini Bolsoni defendio em 2003 el doctorado en la Universidad Estadual Paulista (UNESP) “Habilidades sociales educativas, variables contextuales y problemas de comportamiento: comparando padres y madres de pre-escolares”. Ella cita ejemplos del pasado para explicar el presente. En las generaciones pasadas la familia sabia lo que hacer para educar de forma autoritaria, ejemplo de eso esta en conversaciones como la siguiente “en mi tiempo los niños tenían respeto, bastaba que mi padre mirase que ya yo sabía lo que estaba erróneo”. “No era respeto lo que el niño sentía, sino miedo.”
Alessandra destaca que, con el avance de la ciencia, mucho se habló sobre no castigar a los niños. Sin embargo, poco se destacó con respecto a lo que hacer entonces para educar, lo que colaboró para que las familias redujesen la coacción por un lado y aumentase la negligencia por otro, dejando de establecer límites o haciéndolo de manera inconsistente. “Entre tanto, también es un mito creer que las familias de hoy no utilizan la coacción para educar, mis investigaciones señalan que cuando las familias establecen límites aún lo hacen de manera coercitiva (ejemplo, dando golpes, gritando, castigando).”
Autora de la maestría “Para una educación de la sensibilidad: la experiencia de Casa Redonda Centro de Estudios”, presentada en la Escuela de Comunicaciones y Artes (ECA), de la USP, Maria Cristina Meirelles Toledo Cruz sugiere que es necesario rescatar en la educación valores esenciales, como solidaridad, cooperación, ética y respeto a la diversidad etc. Con respecto a la cuestión familiar, como una institución, ella concuerda en que la familia está en crisis y que ha sido reinventada con otras formas y patrones de relaciones.
Pero lo que se observa en los niños pequeños, dice ella, es que, a pesar de esos nuevos métodos de relaciones, ellos sienten la necesidad de hacer que las familias, jueguen con casitas, con animalitos, muñecas, representando la figura del padre, de la madre y el hijo. “Esta es una vivencia arquetípica, que ayuda a los niños a establecer sus relaciones y vínculos con el núcleo familiar, ampliando para nuevos grupos. Ella necesita estas referencias mientras polaridades y universos son distintos para poder integrarse, tomando conciencia de sí, diferenciándose uno del otro, en la en la construcción de su propio yo”.
La psicóloga y educadora afirma que el papel femenino ha cambiado, transformando también el masculino, que entonces transforma el femenino, en un proceso continuo de reajuste y adaptación de estos papeles en la sociedad actual. “La cuestión es el desempeño de los varios papeles femeninos, como madre, profesional, mujer, ama de casa, hija, esposa etc. y su satisfacción o no, en el sentido de poder integrarlos. No es raro, es necesario delegar el papel de madre para niñeras, abuelas, creches etc”.
El hecho de que la madre no esté presente muchas veces intenta ser suplido con regalos, como compensación por la falta del acogimiento del papel materno “El vinculo materno es la matriz, es lo que garantiza la auto estima y la seguridad, aunque vivenciando por pocas horas del día, depende más de la calidad y entereza de este contacto.” El niño puede establecer otros vínculos afectivos con otros adultos, que desempeñen este papel y estar bien resueltos. La educación, la justicia, es un trabajo de lo cotidiano, de detalles, de referencias, de modelos positivos, que el niño va construyendo en su día a día, con todas las personas que se relaciona.
Maria Cristina destaca que muchas veces la figura paterna se queda más omitida que la materna, como siendo el proveedor, delegando el papel de padre y madre para la figura femenina, que se convierten en madre y madrastra de los propios hijos. Padres ausentes, que conviven poco con los hijos, pierden las pequeñas conquistas y los saltos de desarrollo de sus hijos. Tanto los padres ausentes como los omisos pueden ser sustituidos por otras figuras que representen este papel, como un abuelo, abuela, tía, profesora, manejadora , etc.
Los niños tienen una necesidad de supervivencia y crean sus propios personajes, cualquiera que sea un amigo fantasma o un superhéroe, como referencia para ocupar esta falta, esta ausencia. Está claro que el vínculo de madre es diferente del de la niñera, pues es un vínculo visceral, umbilical.
En ese contexto aparece la figura de la niñera. Lo ideal en su opinión, sería que la madre se pudiera quedar con el niño hasta los dos años, hasta problemas básicos estén asimilados y que el hijo pueda sentir la necesidad de ampliar el universo, con la entrada en una escuela, con el contacto con otros niños. “Muchas madres, cuando acaba el período de lactación, sufren por el hecho de tener que dejar a sus hijos en guarderías o con niñeras. Parte de ellas siente una competencia con la niñera, de disputa del afecto y del cariño.”
Suele suceder que la niñera sobreprotege a estos niños, lo que impide su crecimiento, hasta para justificar su papel. “Tiene dificultades en dar límites criando niños maleducados, en vez de enseñarlas a lidiar con la autoridad”. Es importante invertir en la formación de las niñeras como seres sensibles, que puedan acoger de forma afectiva el niño que esta con ella.
Republicar