Brasil ocupa la posición de líder en el ranking de la producción científica latinoamericana, con más de 18 mil artículos publicados en revistas indexadas a la base de Thomson ISI (Instituto para la Información Científica, en la sigla en inglés). México viene en segundo lugar, con poco más de 7 mil artículos, seguido por Argentina, con 5 mil, y bien al frente de Chile y Venezuela, con menos de 2.500 artículos indexados.
Esa discrepancia podría ser atenuada si fuesen estrechadas las relaciones entre investigadores de esos países. La colaboración entre brasileños e investigadores de lengua española es rara, con excepción de los argentinos. Brasil tiene 30% de los artículos publicados en cooperación internacional, pero la gran mayoría de los colaboradores está en Estados Unidos y en países europeos, pese de los esfuerzos del Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPq) en pro de estimular esas sociedades por medio del Programa Sudamericano de Apoyo a las Actividades de Cooperación en Ciencia y Tecnología (Prosul), implantado en 2001.
Necesitamos ampliar ese intercambio, afirma Eduardo Krieger, presidente de la Academia Brasileña de Ciencias (ABC). Fue con ese objetivo que la ABC promovió la Conferencia La Ciencia Brasileña y la Cooperación Científica con América Latina y el Caribe, entre los días 24 y 26 de enero, en Río de Janeiro. El encuentro, que reunió una centena de científicos de 7 países, descorrió las cortinas el escenario actual de las políticas científica y tecnológica, la estructura de las agencias de fomento y el estado del arte de las investigaciones.
Los investigadores titulares de la ciencia brasileña, todos miembros de la ABC, presentaron las principales líneas de investigación en curso en el país. Las perspectivas de la ciencia y la tecnología (C&T) fueron trazadas por el propio ministro, Sérgio Resende.Formamos cerca de 10 mil doctores por año, pero hay pocas investigaciones en empresa, afirmó. Nuestro mayor desafío es hacer de la C&T una política de Estado.
El cuadro de la C&T en Brasil es bien diferente del de México, que forma, anualmente, 1,500 doctores. Tenemos un contingente de investigadores que no crece porque no hay empleo y faltan informaciones para estimular la adhesión de los jóvenes a la ciencia y la tecnología, dice Sílvia Torres-Peimbert, del Instituto de Astronomía de la Universidad Autónoma de México. El Sistema Nacional de Investigación de su país equivalente a nuestro CNPq tiene 10 mil miembros y una lista de 2,100 candidatos pleiteando el ingreso. ?El principal estímulo es el aumento del 30% de salario, destacó. Esa motivación compromete la calidad de la ciencia y tiene como resultado la publicación de artículos breves, en revistas indexadas. Nuestra publicación medida por el ISI es menos de la mitad de Brasil, comparó.
La comunidad científica mexicana descrita por Sílvia es distinta de la chilena, formada por cerca de 2,500 investigadores muy activos, sobre todo en las áreas de medicina clínica, ciencia de plantas y animales y ciencias del espacio. El número de publicaciones en revistas indexadas en el 2003 fue de 2,550, el doble de lo registrado en 1993, contó Rafael Vicunha, de la Facultad de Ciencias Biológicas de la Universidad Católica de Chile.
Investigación vigorosa
En el caso de Chile, la principal fuente de financiamiento es el Fondecyt, que, en el año pasado, destinó 13 millones de dólares para investigación en varias áreas del conocimiento. En este año, ese valor debe llegar a 16 millones de dólares, él previó. Las inversiones en investigaciones y desarrollo (P&D) en áreas consideradas estratégicas como biotecnología, genómica y tecnología de la información son apoyados por el Fondo para la Promoción del Desarrollo Científico y Tecnológico (Fondef). El año pasado, esos recursos sumaron 250 millones de dólares con una contrapartida de empresas, afirmó.
Con el apoyo del Banco Mundial, Chile está implantando un proyecto todavía más ambicioso: el Programa Bicentenario de Ciencia y Tecnología que tiene como objetivo aumentar la calificación de recursos humanos, fortalecer la base científica nacional y estrechar los vínculos con empresas. El programa prevé, entre otras iniciativas, la formación de consorcios tecnológicos constituidos por la asociación de por lo menos una universidad de tres empresas, que funcionan como sociedades anónimas. Los cinco consorcios ya formalizado en las áreas de biomineración, biomedicina, de desarrollo forestal, de fruticultura y vinícola recibirán de los apoyadores, durante cinco años, 18.7 millones de dólares.
En Perú, la ciencia y tecnología hicieron historia. En 1930 el país ya producía aviones pequeños y, en 1952, construimos la primera ferrovía alta en todo el mundo, a 4,980 metros de altura, afirmó Jorge Heraud, de la Universidad Católica del Perú, atribuyendo las habilidades para la ingeniería en el país a la herencia atávica incaica. El problema es que perdimos esa cualidad por un período de tiempo, en razón de la falta de la capacidad de inversiones, de la renta y de la cultura. Eso inmovilizó el país, lamentó. Hace cinco años, Perú retomó su perspicacia. Hay una sensación generalizada de crecimiento: las exportaciones se triplicaron y la inflación es del 1%, él cuenta, citando dos indicadores del crecimiento del país. En ese ambiente, la ciencia resurge para apoyar el desarrollo.
La expectativa de inversiones en C&T en Venezuela en los próximos años también es grande. El gobierno anunció, recientemente, el programa Misión Ciencia y la intención de destinar 400 millones de dólares para el Ministerio de la Ciencia en los próximos seis años. Esos recursos van a apoyar becas de post- graduación en áreas como ingeniería, soberanía, seguridad y defensa nacional. El programa es polémico y la reacción de la comunidad fue fuerte, ya que los fundamentos no están claros, dice Carlos di Prisco, miembro del Instituto Venezolano de Investigación Científica y de la Academia de Ciencias Físicas. El temor es que esos recursos no sean distribuidos por medio de las agencias oficiales de fomento. No está claro si el Ministerio de la Ciencia y Tecnología tendrá poder de evaluación y el control del desempeño de esos proyectos, explica. Prisco recuerda que, hace años, Venezuela busca ampliar sociedades con investigadores latinoamericanos. Hasta la Unesco ya recomendó la consolidación de una unión matemática en la América Latina y el Caribe, que podría ser un ejemplo para la cooperación entre países, sugirió.
El nuevo portafolio de investigación venezolano, enfocado en áreas consideradas estratégicas para el gobierno, se asemeja al modelo cubano. Hicimos tres grandes revoluciones científicas: la de física, de química y la biotecnología, contó Manuel Limonta. Las investigaciones comenzaron en 1981, por decisión del propio presidente Fidel Castro que quería que desarrolláramos un fármaco para combatir el cáncer, recuerda. El objetivo era el interferón leucocitario, que no tiene más protección de patente. La tarea fue conferida a dos especialistas, y Limonta era uno de ellos. Los dos visitaron los Estados Unidos y Finlandia antes de comenzar a estructurar el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología que comenzó en un laboratorio de 180 metros cuadrados. Fidel acompañó nuestro trabajo de cerca, exigiendo resultados. En una ocasión, él nos visitó por 42 días consecutivos. Como él podía llegar a cualquier hora, nadie iba para casa, contó. Además del interferón Heberon Alfa N , el centro desarrolla una serie de medicamentos, entre ellos una vacuna recombinante contra la hepatitis B. Es una de las 15 instituciones cubanas de investigación en biotecnología, área que ya cuenta con más de 7 mil investigadores. Desde el 2005 no tenemos mas registro de hepatitis B entre personas con menos de 15 años. También acabamos con la meningitis en nuestro país, garantiza. Las investigaciones ahora se centran en el desarrollo de vacunas contra el dengue y el Sida. Lo que nos ayudó a desarrollar la biotecnología fue la necesidad de exportar y nuestros productos, vendidos para mas de cincuenta países, ya son el cuarto item en la pauta de las exportaciones cubanas, afirmó. Jacob Palis, del Instituto de Matemática Pura y Aplicada y presidente de la Academia de Ciencias para el Mundo en Desarrollo (TWAS), proclamó a todos los participantes a que hicieran uso del Prosur para proyectos colaboradores. Si tuviéramos óptimos proyectos, el presupuesto va a aumentar.
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