Cuando no está en uno de los laboratorios del Instituto de Ciencias Biomédicas de la Universidad de São Paulo (ICB-USP), abocada a investigaciones sobre la respuesta del sistema inmune a la leptospirosis, la biomédica Lourdes Isaac teje colchas y alfombras, cuida su jardín o cocina. Ella explica que esas actividades le permiten desconectarse de la rutina estresante en la universidad. “Muchas veces nuestros objetivos de estudio son abstractos o pueden tardar en concretarse”, relata. “Con el tejido, después de algunos días, una maraña de hilos se transforma en una trama con textura y colores que no existían, lo cual es muy gratificante”.
La investigadora comenta que al principio se sentía culpable por tener intereses no relacionados con la práctica científica. “Con el tiempo me di cuenta de que podría encajarlos en mi rutina”. Como Lourdes Isaac, muchos científicos tienen dificultades de apartarse de las demandas que implican las actividades de docencia e investigación para dedicarse a sus intereses personales. En promedio, los investigadores llegan a trabajar 80 horas semanales, sin pausa durante los fines de semana y feriados. Esta conclusión surge de un estudio realizado por la revista Nature en 2016. Sin embargo, en los último años se han presentado evidencias de que la búsqueda de satisfacción en actividades de ocio practicadas regularmente puede ayudar a aliviar el estrés mental, mejorar el equilibrio entre trabajo y vida personal, aumentar la productividad y la capacidad creativa de los investigadores, auxiliándolos en el desarrollo de soluciones innovadoras para sus investigaciones.
Los hallazgos que se muestran en el estudio de la revista Nature están alineados a los resultados de otros dos trabajos. En uno de ellos, publicado en agosto de 2012 en la revista Psychological Science, se verificó que la dedicación a nuevas actividades de ocio puede contribuir al perfeccionamiento de la capacidad de resolver problemas, estimulando la creatividad y los insights sobre nuevos abordajes o detalles despreciados. Esas prácticas permiten además que los investigadores disfruten de la satisfacción de concluir pequeños proyectos.
En otro estudio, publicado cuatro años antes en el Journal of Psychology of Science and Technology, se constató que los ganadores del premio Nobel son casi dos veces más propensos a dedicarse a pasatiempos relacionados a las artes o a trabajos manuales que otros integrantes de la Academia nacional de Ciencias de los Estados Unidos o de la Royal Society, del Reino Unido. El estudio se basó en datos publicados en autobiografías, biografías y obituarios de los investigadores. “Forzar el cerebro a desempeñar actividades no relacionadas a las tareas de investigación científica puede ayudar a ampliar la flexibilidad cognitiva”, declaró a Nature el psicólogo Dean Simonton, de la Universidad de California en Davis.
“El tejido me ayuda a pensar y evaluar con más calma algunos hechos recientes relacionados con mis investigaciones”, corrobora Lourdes Isaac. Otro beneficio de la práctica de actividades creativas es la posibilidad de ofrecer a la mente una pausa del rigor exigido en el laboratorio, por ejemplo. No es raro que los investigadores también necesiten lidiar con cuestiones administrativas relativas a la coordinación y planificación de los trabajos en equipo, rellenado de informes y elaboración nuevas propuestas de financiación para los proyectos. El desgaste físico y mental resultante puede desencadenar “bloqueos creativos”, cuando no es posible encontrar solución para determinado problema y avanzar en la reflexión científica.
Simonton explica que la sinergia de ideas a veces se da accidentalmente. “No resulta obvio en un primer momento cómo el interés por la pintura le puede ser útil a un astrónomo”, explica. “No obstante, el camino para tener insights innovadores requiere que los investigadores reúnan un conjunto amplio y articulado de conocimientos y experiencias diversas. Cualquier pasatiempo puede ser útil. El ecólogo Thomas Lewinsohn, del Instituto de Biología de la Universidad Estadual de Campinas (IB-Unicamp), por ejemplo, aprovecha pequeños intervalos en las actividades de campo, o cuando está en la playa, para sacar fotos. Durante 20 años, el genetista Peter Pearson, del Instituto de Biociencias (IB) de la USP, se dedicó a la construcción de un velero en la región de Ilhabela, litoral paulista.
La práctica de deportes es también una opción. Entre el trabajo en su consultorio odontológico, las actividades de investigación en el IB-USP o en estado de Minas Gerais como bioantropólogo, Rodrigo Elias de Oliveira suele correr, remar y andar en bicicleta. “El deporte me ayuda a distraerme, ordenarme la cabeza y relajarme”, asegura. Por lo menos tres veces a la semana dedica algunas horas de su día a la bicicleta o al canotaje en el carril olímpico de la USP. “Además de despejar cuestiones profesionales y personales, el deporte me ayuda a mantener el estado físico, fundamental para las horas de trabajo intenso en el consultorio, en el laboratorio o en campo”, explica.
La búsqueda de satisfacción en actividades de ocio puede ayudar a los investigadores a aliviar el estrés mental y mejorar el equilibrio entre trabajo y vida personal
Desde 2015, la dentista Luciana Saraiva, de la Facultad de Odontología de la USP (FO-USP), practica natación. “Cuando estoy en la piscina, intento no pensar en nada”, comenta. “Pero a veces reflexiono sobre mis problemas en la FO-USP, ponderando qué hacer en cada situación”. Ella relata que ha tenido insights sobre títulos de trabajos, colaboraciones de investigación o nuevos abordajes mientras nadaba. La práctica de deportes, sobre todo el ciclismo, también está en la rutina del músico Rogério Moraes Costa, investigador del Departamento de Música de la Escuela de Comunicaciones y Artes de la USP. “Como trabajo con música, algo que es muy placentero, muchas veces tengo la sensación de que trabajo y afición se confunden. Pero, obviamente, no es así”, concluye. “Mis pasatiempos están vinculados al ciclismo, a la lectura y a la práctica del piano y del saxofón, sin fines académicos, pero que muchas veces se conectan, aunque sea indirectamente, a mi trabajo”.
Pese a los beneficios ya demostrados por la ciencia, no siempre es fácil encontrar tiempo para desarrollar una afición. Para estimular a los investigadores a invertir en actividades de ocio, el año pasado la Academia de Ciencias Médicas del Reino Unido lanzó la campaña “MedSciLife”. La idea es divulgar historias de investigadores que crean o participan en actividades no estrictamente académicas. “Antes de empezar a nadar, no tenía tiempo para nada”, comenta Luciana Saraiva. “Me llevó algunos años hasta que logré adecuar la natación a mis horarios en la universidad. Hoy en día, solo falto por recomendación médica.”
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