La leishmaniasis visceral, una afección que antes se restringía a las áreas rurales y que causa pérdida de peso, fiebre y aumento de tamaño del bazo y del hígado, podría haber llegado a los centros urbanos. Al menos ése es el caso de Natal, capital de Río Grande do Norte, cuyas áreas de ocupación reciente y sin infraestructura constituyen un ambiente propicio para la diseminación del Lutzomyia longipalpis, el mosquito que transmite el Leishmania chagasi, el protozoo causante de la enfermedad.
Un equipo de la Universidad Federal de Río Grande do Norte, coordinado por Selma Jerônimo, recabó informaciones sobre 1.106 personas de 216 familias de las zonas aledañas endémicas de Natal e identificó cuatro grupos de contaminación con L. chagasi. Del total investigado, 135 individuos presentaban un cuadro de leishmaniasis actual o anterior al estudio, 390 tenían defensas espontáneas contra el protozoo, 21 la posibilidad de desarrollar la enfermedad y, por último, 560 no indicaban ningún tipo de contaminación, pese a vivir en áreas endémicas.
“Este grupo puede contemplar tanto a personas no infectadas como infectadas que perdieron la respuesta celular a los antígenos del L. chagasi”, explica Selma, una de las autoras del estudio, publicado en Scandinavian Journal of Infectious Diseases. Para la investigadora, esta clasificación puede ser útil para determinar las áreas de mayor riesgo de infección.
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