LÉO RAMOSSi la comunidad brasileña de científicos matemáticos tiene reconocimiento internacional, un nombre que sintetiza esa capacidad es el de Jacob Palis Júnior, de 69 años. Nacido en Uberaba (Minas Gerais), ese hijo de un comerciante libanés y un ama de casa siria fue uno de los principales artífices, en los años 1970, de la reformulación del Instituto de Matemática Pura y Aplicada (Impa), que multiplicó la formación de matemáticos de alto nivel en el país y se consolidó como un polo de investigación avanzada en este campo del conocimiento.
Palis cursó estudios de ingeniería, iniciando en 1958 y graduándose en 1962, influenciado por un hermano ingeniero. Pero al graduarse, sintió la necesidad de perfeccionarse en matemática, su pasión desde tiempos de la infancia. Yo creía que retomaría la ingeniería, pero ya con una formación básica mucho más fuerte. Eso nunca sucedió, recuerda. Luego de una pasantía en el Impa con los matemáticos Maurício Peixoto y Elon Lima, decidió realizar el doctorado en estados Unidos y le envió una carta a Stephen Smale, pidiéndole que lo dirigiera. Smale era un importante investigador de los sistemas dinámicos, un área de la matemática iniciada por el gran matemático francés Henri Poincaré a finales del siglo XIX. Se trata del estudio de las trayectorias de ecuaciones diferenciales a largo plazo y que sirven para modelar fenómenos que evolucionan con el tiempo, tales como el clima, las reacciones químicas y los sistemas planetarios, entre muchos otros. Palis fue aceptado enseguida y constató, pocos años después, el acierto de su elección: en 1966, Smale recibió la Medalla Fields, el premio más destacado en el área de matemática, considerado el Nobel de esta ciencia. En la Universidad de California, en Berkeley, Palis obtuvo con su tesis doctoral, finalizada en 1967, y luego al seguir trabajando en conjunto con su director de tesis, resultados que los condujeron a la formulación de una importante conjetura en la teoría moderna de los sistemas dinámicos, relacionando dos conceptos, el de hiperbolicidad y el de estabilidad. La prueba de la conjetura sería concluida por uno de los alumnos de doctorado de Palis, Ricardo Mañé, 20 años más tarde.
Aunque contaba con invitaciones para permanecer en Estados Unidos, Palis quiso regresar a Brasil, pues avistó la posibilidad de contribuir para multiplicar la buena aunque restringida comunidad de investigadores brasileños en matemáticas. En el Impa, estuvo a cargo, junto a Peixoto, Lima y Manfredo do Carmo, entre otros colegas, de la creación de un programa regular de doctorado, considerado de excelente nivel. En la década de 1970 se abocó al estudio de las bifurcaciones (cambios de las estructuras dinámicas en sistemas que dependen de parámetros) y a continuación, a la teoría de los sistemas caóticos, aquellos que presentan un cierto grado de incertidumbre: son sensibles a las condiciones iniciales, y la dificultad para construir previsiones es bastante mayor. Su trabajo y el de distintos matemáticos condujeron a la formulación de una conjetura global de los sistemas dinámicos, según la cual, la mayoría de los sistemas presenta un comportamiento a largo plazo regido por un número finito de atractores, que constituyen el destino final de las trayectorias.
Autor de más de 80 trabajos científicos y director de tesis de 41 tesis doctorales, Palis obtuvo diversos premios nacionales e internacionales, es miembro de 12 academias de ciencias, entre las que se encuentran la americana, la brasileña, la francesa y la rusa, y recibió la Legion d Hounner por parte del gobierno francés. Fue director del Impa en el período 1993-2003. En los últimos años se ha dedicado también a la promoción de las actividades científicas y tecnológicas. Presidió la Unión Internacional de Matemáticas entre 1999 y 2002. En 2006 fue elegido presidente de la Academia de Ciencias del Mundo en Desarrollo (TWAS), con sede en Trieste, Italia, hacia donde viaja tres o cuatro veces por año por cortos períodos. Desde mediados de 2007 también preside la Academia Brasileña de Ciencias (ABC), en Río de Janeiro. El hecho de ser presidente de la ABC ayuda en mi actuación en la TWAS y viceversa, expresa. Casado la oficialización de su unión con Suely Lima está programada para el día 4 de julio-, padre de tres hijos y abuelo de un nieto, Palis otorgó a la revista Pesquisa FAPESP la siguiente entrevista:
Usted abandonó Uberaba, en Minas Gerais, para estudiar ingeniería en Río de Janeiro. Luego se especializó en matemática. ¿Cómo sucedió ese cambio?
Siempre me interesé por las matemáticas. Soy el más joven de una familia de ocho hermanos. Mi padre vino de El Líbano y mi madre del norte de Siria. Mi padre poseía un gran comercio en Uberaba, vendía de todo. Pero nunca dejó que ninguno de los hijos éramos cinco varones y tres mujeres ayudáramos en el negocio. Quería que todos estudiásemos en la universidad. Era una obsesión. Cuando yo tenía cuatro años, me inscribieron en una pequeña escuela a la que yo iba y volvía solito naturalmente, era cerca de mi casa. Cuando comencé los estudios escolares, ya sabía sumar, multiplicar, conocía elementos de matemáticas. Lo curioso del caso es que actualmente se está confirmado que el niño cuenta con un perfil neurológico para aprender matemáticas y lenguaje a partir de los dos años. Y mi gusto por las matemáticas proviene de aquella época.
El deseo de su padre se cumplió, entonces.
Se cumplió al pie de la letra. Él financiaba nuestros estudios hasta el final. Uno de mis hermanos estudió ingeniería y fue el que más me influenció. Vine a Río de Janeiro a los 16 años también para estudiar en la escuela de ingeniería, que es donde se hacía la mejor matemáticas, según mi visión en aquella época. Cursé el segundo y el tercer año con orientación científica, una de las dos alternativas de la enseñanza media, para ingresar a la facultad. Conté con mucho estímulo y una óptima estadía, ya que mi hermano ingeniero tenía un departamento muy cómodo situado frente al Pan de Azúcar. Fueron años muy importantes para mí, tanto es así que al finalizar el primer año realicé un test para ingresar en la Universidad de Brasil (la actual Universidad Federal de Río de Janeiro) y obtuve el primer lugar, pero no sirvió porque no contaba con la edad requerida. Luego del segundo año obtuve nuevamente el primer lugar y entonces si valió. Ingresé en la escuela de ingeniería, pero me gustaban mucho las matemáticas y la física, y hacía muchas preguntas en las clases.
¿Eso le causaba problemas?
Las respuestas no siempre satisfacían mis ansiedades. En dos oportunidades fui citado por el director de la escuela porque los profesores se quejaron. Uno de ellos dictaba la cátedra de motores, y pasadas seis clases yo le dije, Profesor, usted podría resumir todo esto en una sola clase. Él me invitó al pizarrón y, de hecho, pude realizar un buen resumen en el transcurso de aquella clase. Él se quejó al director, Rufino Pizarro. Le dijo que yo me burlaba, lo que en cierto modo era verdad. El director me citó, conversamos y me dijo, Estoy obligado a reprenderlo. Pero al irme dijo, No cambies nunca. El episodio se repitió y otro profesor se quejó con el director, quien otra vez me alentó a continuar cuestionando.
¿Y cómo llegó a las matemáticas?
Encontré profesores de matemáticas dentro de la escuela de ingeniería ingenieros que optaron por una carrera ligada a las matemáticas. Uno de los catedráticos era Maurício Peixoto, que también me influenció más tarde. Entre los relativamente pocos y excelentes matemáticos brasileños de la época, un buen porcentaje de ellos también estudió ingeniería. Se trataba de un fenómeno común en ese entonces las personas estudiaban ingeniería y a mitad de camino descubrían la física, las matemáticas, la química Comencé a cursar un seminario de matemáticas y, en la parte final de la carrera de ingeniería, a frecuentar el Impa y, en menor escala, el centro Brasileño de Investigaciones Físicas, el CBPF. Pensé que cuando terminase ingeniería estudiaría más matemática y física y después retomaría la ingeniería, aunque con una formación básica mucho mejor. Ese retorno nunca sucedió. Terminé la carrera y obtuve el premio al mejor alumno de la universidad que se otorgaba en la época. En ese momento decidí que quería viajar al exterior para hacer el doctorado. Otra característica que aún tengo hoy es que a veces no sé muy bien de qué estoy hablando, pero sé la dirección que quiero seguir. Directamente no sabía lo que era hacer un doctorado en el exterior. Eran pocos los ejemplos en esa época.
¿Por qué escogió Estados Unidos?
Consulté a Elon Lima, uno de los excelentes matemáticos que conocía, por cuál había sido el mejor matemático que hubiera visitado Brasil en los años recientes. Y él me dio un nombre: Stephen Smale. Entonces le escribí. Smale estaba en la Universidad Columbia, en Nueva York. Me sorprendió cuando aceptó inmediatamente ser mi director de tesis.
LÉO RAMOS¿Y su familia qué opinó?
Quedó sorprendida, ¿Vas a seguir estudiando? ¿No has estudiado lo suficiente ?Tuve que convencerlos. Lo curioso es que me inscribí en diciembre de 1963 para comenzar en septiembre del año siguiente en Estados Unidos. Pero en junio Stephen Smale decidió aceptar una oferta de Berkeley, en California, y dejó la Universidad Columbia. Él me avisó que se estaba yendo a Berkeley y le escribí nuevamente comentándole que las inscripciones allí ya habían cerrado hacía tiempo. Él me dijo que negociaría con Berkeley para que me aceptasen. Y así fue. Antes de eso, en marzo de aquel año 1964, tuvo lugar el golpe militar y el CNPq (Consejo nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico) prácticamente se paró durante algunos meses. Era el único lugar que conocía que otorgaba becas para ir al exterior. A esa altura yo no tenía cara para pedirle ayuda a mi padre él ya había cargado conmigo hasta el final de mi carrera universitaria. Entonces oí hablar de una beca llamada Fulbright otorgada por el Instituto Brasil-Estados Unidos. Fui a realizar la prueba y, para mi sorpresa, rápidamente concordaron en otorgarme una beca. Pero me dijeron: Vamos a evaluar cuál es tu perfil y dónde te conviene ir. No estuve de acuerdo, les dije: Sólo acepto si es para ir a Columbia. Pedí la inscripción y me aceptaron. Terminé yendo a Berkeley, y con esa beca americana.
¿Cómo fue su adaptación?
Al comenzar, mi director de tesis me dio la bienvenida, pero no mucho más que eso, ni hizo falta. Él coordinaba un seminario sobre nuevas investigaciones en sistemas dinámicos que yo decidí hacer luego de un semestre allí. En septiembre de 1967 terminé mi doctorado. Permanecí por un año más en Estados Unidos: fui a la Costa Este, visité la Universidad de Brown y el MIT (Massachusetts Institute of Technology) y conocí Harvard. En febrero regresé a Berkeley me ofrecieron un cargo de profesor asistente. Me quedé hasta agosto porque quería participar de un gran congreso en julio, sobre análisis global, y entonces volví para Brasil. Creo que contaba con facilidades para establecerme en Estados Unidos, pero también quería contribuir con la ciencia de mi país.
¿Por qué quiso volver?
En ese entonces, Elon Lima se hallaba en Berkeley como profesor visitante, quien había sido profesor en Brasilia y luego retornó al Impa, y también se encontraba allí otro colega matemático, Manfredo do Carmo, realizando un posdoctorado. Yo charlaba mucho con ellos y coincidíamos en que contábamos con pocos, pero eximios matemáticos, sobre todo, Leopoldo Nachbin y Maurício Peixoto. Por diversas razones, incluso científicas, ellos pasaban bastante tiempo en el exterior. Elon, Manfredo y yo teníamos la sensación de que sería importante contar con un ambiente científico permanente, en el que la investigación fuese realizada en forma sistemática, así como la formación de nuevos investigadores. Retrocediendo un poco, durante el primer año que pasé en Berkeley leí un pequeño libro escrito por James Watson, ganador del premio Nobel, describiendo el descubrimiento de la estructura del ADN. El libro se titula The double helix [La doble hélice] y me impresionó mucho. La descripción del ambiente científico donde se desarrolla la trama, en el Laboratorio Cavendish en Cambridge, Inglaterra es lo que más me llamó la atención. Creo que es importante contribuir para crear un ambiente científico donde los alumnos y los investigadores se sientan estimulados. Entonces me ofrecieron un cargo en la UFRJ y también en el Impa. Pero, un año después de volver, en 1970, noté que no podía dividirme entre la universidad y el instituto.
¿Por qué?
El Impa contaba con las mejores condiciones. Para entonces, el BNDES (el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social) había creado el Funtec (Fondo Tecnológico), que produjo una mejoría muy importante en el presupuesto de ciencia y tecnología básica. Y conté también con la opinión de Sucupira, el profesor Newton Sucupira, del Consejo Federal de Educación, quien organizó el posgrado en el país con bases muy avanzadas. Estos dos datos me entusiasmaron. Por cierto, el Impa, con el apoyo del BNDES, se hizo muy fuerte, adquiriendo potencial para contratar nuevos investigadores, promover aquella idea del ambiente científico y lanzar un programa regular de posgrado, y si bien ya contaba con el doctorado, éste era en conjunto con la UFRJ. Basta ver la diferencia: en los años 1960 se formaron en el Impa ocho o nueve doctores; en los años 1970, treinta. En 1970 me encontré con José Pelúcio Ferreira, famoso por haber actuado como instrumento para la entrada del BNDES en apoyo de la ciencia.
¿Usted no se encontró con el ministro João Paulo dos Reis Veloso?
En efecto, y Reis Veloso también fue una figura importante en la creación de la Finep (la Financiadora de Estudios y Proyectos). A propósito, me sucedió algo inolvidable en 1970. De regreso a casa un sábado por la tarde, cargado de libros. Residía en Laranjeiras, cerquita del polideportivo Fluminense, y generalmente bajaba del ómnibus frente al Instituto de Ciegos y descendía en línea recta en dirección a mi casa. Pero me bajé un poco antes no me preguntes por qué e hice un circuito más largo. Avancé por una callejuela muy calma y por casualidad me topé con José Pelúcio. Él estaba con sus dos hijos pequeños y me vio cargando con los libros. Me preguntó: ¿Un sábado a la tarde. Le respondí que estaba capacitando alumnos y comenzando un nuevo programa de doctorado. Él me dejó hablar y derroché entusiasmo al respecto de mi área y la de otro colega. Dije que sería bueno realizar en 1971 una conferencia internacional para que nuestros alumnos adquieran visiones diferentes de las matemáticas y de los matemáticos y también para comenzar a ser conocidos internacionalmente. Él me preguntó, ¿Cuánto costaría eso. Yo tímidamente realicé un presupuesto mental y él dijo, ¿Nada más. Al final de la conversación el concluyó: Vamos a realizarles un primer contrato por 150 mil dólares.
Se trataba de un monto enorme para la época.
Claro. Yo no concebía siquiera ese monto. Pero en dos o tres semanas nosotros, los del Impa, estábamos con el ministro Veloso y con Pelúcio firmando el protocolo de la concesión del proyecto.
Mire si se hubiera apeado del ómnibus en el lugar acostumbrado.
Aprendí que la incertidumbre es algo bueno. Claro que salió todo bien, hicimos un gran simposio en julio de 1971 y yo ya contaba con un alumno muy bien encaminado en el doctorado. Habíamos comenzado a fines de 1969 y comienzos de 1970 y yo esperaba buenos resultados en cuanto a la formación de doctores recién en cuatro o cinco años. Y éstos aparecieron bastante antes: el primero en terminar su doctorado conmigo fue Welington de Melo, que está en el Impa, es un notable matemático y también de Minas Gerais, como yo. En aquella ocasión, un alumno de un colega uruguayo me escribió una carta diciendo que había demostrado varios teoremas, resolviendo conjeturas difíciles en mi área. Me agradó mucho aquella carta y convencí a los otros miembros del comité organizador Elon y Maurício de que nosotros debíamos invitarlo a nuestro simposio. ¿Pero cómo?, si él ni siquiera se había recibido en la universidad Insistí, porque las cosas que él había escrito tenían sentido. Él vino, habló conmigo, y me preguntó si lo aceptaría como alumno. Le respondí, Por el contenido de su misiva, si. Un mes después, él me escribió y yo acepté ser su director de tesis de doctorado.
Se trata de Ricardo Mañé, matemático nacido en Uruguay y ya fallecido.
Exactamente. Tal como Welington, él terminó su doctorado en un tiempo récord, desarrolló una tesis muy buena. El hecho es que a comienzos de 1973 yo ya había dirigido tres tesis doctorales. Luego viajé a Estados Unidos con una beca Guggenheim y pasé un año afuera. Es importante decir que las tesis de estos primeros alumnos fueron publicadas en revistas de renombre. Me quedé muy entusiasmado porque los frutos aparecieron antes de lo que esperábamos. Lo mismo sucedió en el área de geometría, de Manfredo do Carmo.
Un sitio Web que traza una genealogía de los matemáticos informa que usted tuvo 41 estudiantes bajo su dirección y 128 descendientes, que son los alumnos de sus alumnos. Querría que abordase esa relación de orientadores y sus discípulos de matemáticas.
Siento mucho orgullo por los colegas que fueron mis alumnos y sus descendientes. No tengo conflictos con ellos porque considero importante reconocer el mérito de ellos y no por haber sido sólo mis alumnos. Ricardo Mañé, por ejemplo, fue un matemático que bien podría haber ganado la Medalla Fields. Ese premio es otorgado a matemáticos de hasta 40 años. Ninguna Medalla Fields ha sido otorgada hasta ahora a un matemático que haya realizado su carrera en un país en desarrollo. Claro que el ambiente matemático internacional de hoy en día respeta mucho más a la comunidad matemática brasileña que en aquella época, a mediados de los años 1980, si bien que ya disfrutábamos de un buen prestigio. Pero la realidad marca que cuando se obtiene un resultado brillante en Princeton o en París, todo el mundo lo acaba conociendo. Fuera de los grandes centros, el impacto de un gran resultado tiende a ser más limitado. Ricardo era ciertamente un matemático que podría haber ganado la Medalla Fields. Otro que vino después es Marcelo Viana. Actualmente contamos con un postulante muy fuerte.
¿De quién se trata?
Se llama Artur Ávila. Él ingresó muy precozmente en el Impa. Vino del Colegio Santo Agostinho. Fue alumno de Welington de Melo, y se doctoró a los 20 años. Es brillante. Hoy cuenta con 30 años. Pasa medio año en París y, con esa edad, ya es un director de investigación, ligado al Centre National de la Recherche Scientifique, el CNRS. Eso es algo excepcional. Hace tres años él vino a pasar una larga temporada en Brasil y el Impa, sabiamente, le ofreció permanecer aquí durante seis meses por año, con un sueldo, en un cargo muy especial. Eso es posible porque el Impa es una organización social, con una estructura muy flexible. Mientras se encuentra trabajando él gana un sueldo y cuando parte para Francia eso se suspende. Sin duda, él ya es un líder aquí y también allá.
¿Cómo evolucionó la investigación en matemática en Brasil durante los últimos años?
En la actualidad es particularmente fuerte. En 1974 y 1978, dos matemáticos brasileños ofrecieron conferencias en el Congreso Internacional de Matemáticos, un hecho hasta entonces inédito. Volvió a suceder en los años 1990. Ser invitado para dar conferencias en ese congreso es un factor que otorga mucho prestigio. Se realiza solamente cada cuatro años y son invitados alrededor de 180 matemáticos y matemáticas. El número de nuestros disertantes en este congreso viene incrementándose y ése es uno de los síntomas de nuestra fuerte presencia en el escenario internacional. No se trata del único, pero es un buen indicador.
LÉO RAMOS¿Y más recientemente?
En 2010 vamos a contar con dos disertantes en ese congreso y ambos son del Impa: Artur Ávila y Fernando Codá. Artur dictará una conferencia plenaria. Como es muy joven, eso lo pone en carrera por la Medalla Fields. Aunque no hay certeza. Marcelo Viana ya había dado una plenaria en 1998 y no ganó la Fields en 2002 en mi opinión, eso fue un error, pero no quiero sonar suspicaz por decirlo. Ese crecimiento de la importancia de la investigación científica brasileña es reciente en su conjunto, la ciencia brasileña es muy joven. De hecho, recién comienza a consolidarse con la creación de la Universidad de São Paulo, en 1934. Claro que tuvimos a un Carlos Chagas, por ejemplo, notable científico, pero no hubo muchos como él. Nuestra comunidad fue tomando forma en los años 1940 y, sobretodo, en los años 1950. Es todo muy reciente.
¿Y cuál es el grado de madurez de la comunidad científica brasileña?
La producción científica brasileña ha crecido mucho y no es producto de una mera casualidad. Gracias a una inversión regular, que ha crecido en los últimos años, los ambientes científicos cada vez se consolidan más. Existe una gran concentración en São Paulo, y le sigue Río de Janeiro. Resulta bueno que esos polos sean fuertes. Pero también es importante que surjan óptimos centros en todos los estados. Aunque es preciso no confundir esa posición con la de dejar de valorar a los mejores equipos, los mejores centros. La idea no es ésa. Pero la descentralización es de gran importancia y fue por eso que la ABC creó recientemente vicepresidencias regionales. También creamos los Miembros Afiliados de hasta 37 años, que son los jóvenes científicos de mayor talento de cada región escogidos anualmente por los Miembros Titulares de cada región por un período de cinco años no renovables. Eso está otorgando una muy buena repercusión, gracias al entusiasmo de esos jóvenes.
La ABC mantiene grupos de científicos encargados de producir documentos respecto de grandes temas. ¿Cuál es el saldo de esa experiencia?
Los grupos de estudio representan otro importante frente de actividades. El año entrante tendremos una elección y existe orientación en el sentido de que los grupos de estudio en funcionamiento concluyan su misión, si fuera posible en forma de propuestas para ofrecer documentos con conclusiones para los candidatos sobre todo a la presidencia de la República, aunque también a los que se postulan a las gobernaciones de estado cuando sea apropiado. Siempre con base científica. Resulta muy importante que los documentos generados contengan propuestas. En ese sentido, gracias a los estudios de la ABC en biocombustibles, marcamos una muy buena presencia en lo que se denomina G8 + 5 de las academias de ciencias. Tenemos el G8 + 5, que es el grupo de los siete países más ricos, más Rusia, y los cinco países con economías emergentes (Sudáfrica, Brasil, China, India y México). Como los mandatarios de esos países se reúnen anualmente, las respectivas academias de ciencias son convocadas para realizar propuestas en dos temas científico-tecnológicos de primordial relevancia para la sociedad. Este año fueron escogidos, Energías Renovables y Migración. En el primer encuentro, los biocombustibles casi no aparecían, debido a la cuestión de la seguridad alimentaria. Y aquí quiero remarcar un punto: los científicos brasileños defienden el etanol brasileño con fundamentos puramente científicos.
¿Y cómo resultó la presentación en la ABC?
Hablé acerca del etanol brasileño, siguiendo las líneas de discusión del grupo de estudios de biocombustibles de la ABC, pero el texto fue esencialmente escrito por Carlos Henrique de Brito Cruz, director científico de la FAPESP, con la colaboración de otra persona muy competente, quien es João Jornada, presidente de Inmetro (Instituto Nacional de Metrología, Normalización y Calidad Industrial). En cierto momento noté que el texto nos ubicaba en una posición defensiva, porque decía, Podemos producir utilizando un pequeño porcentaje de la tierra cultivable de Brasil y América del Sur alrededor del 10% del consumo mundial de gasolina. Ese pequeño porcentaje había sido calculado por importantes científicos del área de seguridad alimentaria como el límite aceptable para la plantación de caña de azúcar. De cualquier manera, por mi cuenta, calculé que el resultado daba más del 100%. Me comuniqué desde Roma con Brito y le dije que se producía mucho más etanol del que figuraba en el texto. Él dijo que sugirió aquel número admitiendo un coeficiente de riesgo exagerado. Yo le respondí que deberíamos proveer un número más certero, teniendo en cuenta un coeficiente de riesgo más factible. Estuvo de acuerdo. La conclusión es la siguiente: utilizando estimaciones de científicos respetables que critican a los biocombustibles a favor de la seguridad alimentaria, apenas con la tierra arable que sobra de sus cálculos en Brasil y América del Sur, podemos producir etanol de caña que cubra el consumo mundial de gasolina hasta 2050. Eso es espectacular. Además, resulta menos contaminante y no disputa el espacio de la tierra cultivable necesaria para la seguridad alimentaria. Creo que tal vez haya sido la mejor presentación de la reunión. Y el documento final valora la posición de nuestra delegación respecto de los biocombustibles.
Cuando usted estuvo en la FAPESP, en abril, asistió a una exposición de los coordinadores de tres programas de la Fundación: el Biota, el de bioenergía y el de los cambios climáticos. ¿Qué piensa de esas conferencias?
Quedé muy impresionado con la pujanza de los estudios, el entusiasmo de los grupos y su productividad. Se trata de proyectos complejos. Entendí que el de cambios climáticos cuenta con esas características, pero todavía se encuentra en fase de desarrollo. En los otros, las actividades han sido intensas.
En la presentación, usted sugirió ideas para programas de formación de nuevos investigadores en áreas en las que me parece que el país aún carece.
Sí, por supuesto, pero deben realizarse relevamientos que consoliden mi opinión, aunque por lo pronto, puedo decir que la oceanografía, por ejemplo, merecería un programa especial para la formación de investigadores. Ese esfuerzo ya se ha hecho, pero debe ser renovado. Poseemos un litoral marítimo inmenso, un ambiente muy especial que también sufre impactos de toda índole, incluso cambios climáticos. Otra área es la de ingeniería, que sufrió mucho en la década de 1980. Se trata de un área vital para el desarrollo de cualquier nación. Está también el caso de las matemáticas: contamos con una comunidad muy calificada por varios indicadores, aunque pequeña en relación con la demanda. Un ejemplo: el promedio nacional de citas en relación con el promedio mundial es de -11%. Esto significa que nos hallamos casi en el promedio mundial, que se concentra en los países avanzados. Es un índice excelente. Pero el área no ha atraído a una cantidad suficiente de talentos. Mencioné la oceanografía y la ingeniería, áreas que considero que presentan el mismo problema. Eso nos supone un desafío: crear estímulos para que un número mayor de talentos se encamine en esos rubros. En cuanto a matemática en particular, es importante porque atraviesa muchas áreas del conocimiento. Lo que está sucediendo es que en la actualidad estamos formando alrededor de 120 doctores por año en las instituciones calificadas por la Capes. Es una cifra pequeña, porque no atiende a la demanda ni a los concursos de las universidades. Muchas veces las vacantes son tomadas por físicos teóricos y ellos son bienvenidos, aunque no siempre se interesan.
Cuando usted asumió la presidencia de la Academia de Ciencias del Mundo en Desarrollo (TWAS) hace dos años, apuntó como desafíos específicos el aumento de la participación de las mujeres y la cuestión de la fuga de cerebros. ¿Ese organismo está logrando cumplirlos?
Así es, pero los desafíos que quedan son inmensos. Esa es una tarea que no termina en un lapso tan breve de tiempo. Mencionando un ejemplo sencillo relativo a nuestra ABC: este año, sobre un total de 18, se eligieron seis científicas mujeres como miembros titulares. Ese número es inédito, correspondiente a un tercio del total de los elegidos. Aumentamos algo el porcentaje de mujeres dentro de los miembros titulares, que actualmente está en el orden del 11,5%. ¡Pero tenemos que alcanzar el 50%! De manera natural, sin esfuerzo y siempre respetando el mérito. En la TWAS el porcentaje es bastante menor, pero existen programas especiales de doctorado y posdoctorado para las mujeres de los países en desarrollo. Contamos también con programas financiados en gran parte por Brasil, China, India y México, que ofrecen becas de doctorado, doctorado sándwich y de posdoctorado a los candidatos calificados de los países en desarrollo, en las mejores instituciones de posgrado de los países mencionados. La mujer es cada vez es más conciente acerca de su capacidad y participa más en esos programas. Aunque es menester fortalecer el estímulo para la presencia de la mujer en el ambiente científico.
¿Y en relación con la fuga de cerebros?
La fuga de cerebros es dramática en los países africanos, contrariamente a lo que sucede en Brasil. Con la posible excepción de Sudáfrica, en general, las instituciones no son tan estables en la mayoría de los países africanos. Es fundamental lograr la estabilidad de los ambientes de investigación. En conjunto, hacen falta centros de investigación adecuados para que los talentos existentes allí se dediquen a sus actividades, sin excesivas preocupaciones financieras por su supervivencia. En relación con el programa que mencioné doctorado, doctorado sándwich y posdoctorado para alumnos calificados de los países en desarrollo, la TWAS provee el pasaje. En relación con la beca, es de menor monto, pero simbólicamente importante. Creo que también es importante crear vínculos que permitan al alumno que proviene de un país relativamente menos desarrollado retornar a su nación de origen con la certeza de que sus relaciones con científicos de Brasil, China, India y México se mantendrán en el futuro. Por eso es esencial contar con el posdoctorado como parte del programa. Y también existe un gran desafío: convencer a los propios gobiernos de los países menos privilegiados para que participen del proceso.
¿Por qué Brasil presenta dificultades dramáticas para mejorar el rendimiento de los alumnos en matemáticas ?Contamos con investigación de punta, pero seguimos patinando en la enseñanza básica.
Se trata de una aparente paradoja. La investigación de punta es realizada por una comunidad bastante menor que la de la enseñanza primaria y media. La enseñanza de las matemáticas, en sus diversas etapas, involucra números completamente diferentes, con millones de jóvenes y niños. Tal es así, que las dimensiones relativas a la investigación y a la enseñanza de las matemáticas en general son muy diferentes. Hay dos puntos en discusión: el principal de ellos es la formación de buenos docentes. Pero no alcanza solamente con tener docentes competentes con sueldos razonables. Es necesario contar también con el aprecio de la sociedad. Eso empeoró mucho en Brasil, porque antiguamente no poseíamos posgrados y los docentes del secundario de los mejores colegios eran figuras importantes dentro de la sociedad. Eso se ha perdido. El prestigio se trasladó primero a las universidades y luego a los posgrados y a la investigación. Hay que recomponer ese cuadro. Eso influenciará sobre toda la cadena. Se trata de algo fácil de diseñar pero difícil de implementar. Estamos comenzando a enfrentar enfáticamente el problema. Tenemos olimpíadas para estimular a los alumnos, aunque aún nos topamos con la falta de capacidad de quienes enseñan. El docente, a veces, cuenta con la mayor buena voluntad, pero no puede enseñar lo que no sabe.