En un satélite geoestacionario, a 36 mil kilómetros de la superficie, dos gigantescos paneles solares, con un área de 3 kilómetros por 1 kilómetro cada uno, captan energía solar y la envía a la Tierra. Esa energía – un millón de kilowatts por segundo, el equivalente a la producción de una central nuclear – llega en forma de microondas emitidas por una antena de cerca de un kilómetro y captadas por receptores enormes instalados en el mar o en un desierto. Ése es el proyecto que el gobierno japonés comenzará a estudiar en abril, para empezar a operarlo en 2040. Cada satélite pesaría 20 mil toneladas y costaría 17 mil millones de dólares. Uno de los objetivos es evitar el recalentamiento global producido por las centrales termoeléctricas. Se espera también de ese modo reducir el costo de la generación que, según los cálculos actuales, sería dos veces mayor que el de la energía nuclear o térmica. La Nasa, agencia espacial norteamericana, ya había estudiado esa posibilidad en los años 70, pero no llegó a lanzar un proyecto.
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