Las buenas ideas son esenciales. No obstante, si caen en el olvido, o en los cajones, no rinden ni dividendos ni bienestar, en particular y específicamente en el caso de aquéllas que redundan en mejoras tecnológicas y pueden incorporarse a productos y servicios para el mercado consumidor. En la puja contra este descompás, la Universidad Estadual de Campinas (Unicamp) resolvió agilizar todavía más la comercialización de las 297 patentes que posee como producto del trabajo de sus investigadores.
Para encargarse de esto, la universidad contrató a una profesional de experiencia en el tema: Rosana Ceron Di Giorgio, quien asumió el cargo de directora de Propiedad Intelectual de la Agencia de Innovación de la Unicamp (Inova). La meta prevista por Di Giorgio es licenciar diez patentes por año. Una tarea ardua si se considera que, en los casi diez años de existencia de la Oficina de Patentes de la universidad que precedió a Inova, tan solo seis de ellas fueron licenciadas por grupos empresariales, que le han reportado a la universidad más de 600 mil reales desde 1996.
Animada con las perspectivas del trabajo que tiene por delante, desde que llegó al campus al final del año pasado Di Giorgio seleccionó 70 entre alrededor de 300 patentes, que cree poder rápidamente poner a disposición de los interesados en concretar sociedades con la universidad. Tres de ellas, de acuerdo con la directora de Propiedad Intelectual de Inova, se encuentran con los contactos bastante avanzados.
“Creo que pronto suscribiremos el primer contrato de esta nueva etapa de acción más agresiva de la agencia, que ahora saldrá al mercado a ofrecer aquello que tiene en cartera”, dice. Rosana revela que el producto que llegará a las estanterías gracias al empeño de un laboratorio en fabricarlo serán las cápsulas a base de isoflavonas de soja, capaces de ayudar al organismo a efectuar una mejor absorción de sus beneficios en el combate contra los radicales libres. La patente de la investigación que resultó en ese descubrimiento fue registrada merced al trabajo de Yong Kun Park, del Laboratorio de Bioquímica de los Alimentos de la Facultad de Ingeniería de Alimentos (FEA).
Park investiga las isoflavonas de soja desde 1998. En tal sentido, según comenta, hace poco más de tres años que unas 20 empresas estadounidenses producen derivados de soja para la alimentación en razón de su probada actividad de reducción y control del colesterol y de la presión sanguínea. De acuerdo con el investigador, Brasil reúne las condiciones ideales para producir una gran variedad de alimentos derivados de soja, pues produce casi un 17% del total mundial de esa leguminosa. Y el contrato para la transferencia de tecnología se apresta a convertirse en realidad.
Bajas calorías
En esa misma línea, con tres industrias del área de alimentos que estudian la propuesta, Di Giorgio apuesta a la rápida negociación de una de las patentes registradas por Hilary de Menezes, también de la FEA. Con base en investigaciones relativas a la unión de la mandioca y castaña de Pará, el equipo coordinado por la investigadora obtuvo un tipo de cereal matinal de alto valor proteico y de bajas calorías, ya que se logró eliminar el exceso de grasa presente en las castañas. “Existen grandes posibilidades, pues esta patente está prácticamente lista y no depende de otros experimentos para su inmediata aplicación”, explica Rosana.
En tanto, un potencial contrato involucra a uno de los mayores distribuidores de plásticos del país, que se ha manifestado entusiasmado con la posibilidad de obtener plástico biodegradable a base de almidón y gelatina, con ventajas con relación a sus equivalentes existentes en el mercado gracias al bajo costo de la materia prima, al margen de la inestimable ventaja en términos del marketing social que implica el ofertar al mercado un producto elaborado con un material altamente reciclable. La finalidad sería aplicarlo en el segmento de envases y derivados descartables, tales como platos, vasos, cubiertos, carpetas para documentos e incluso jarrones para flores. El doctorando Leonard Mensanh Sebio, de la FEA, llegó a la patente a través del desarrollo del proyecto para la producción de plástico biodegradable a base de almidón, gelatina, glicerol y agua mediante la aplicación del proceso industrial de extrusión al realizar su investigación junto con su director Yoon Kil Chang.
Sebio comenta que tardó cuatro años para desarrollar el proceso. “Las etapas más complejas fueron la de simulación tecnológica, los ajustes de los parámetros operativos y la formulación del producto para la obtención de un similar al plástico, pero totalmente biodegradable”, afirma. “Las ventajas evidentes son sus finalidades ambientales, ya que es totalmente biodegradable y puede integrar el alimento balanceado del ganado y de los peces en caso de ser descartado en ríos y lagunas, ya que sería metabolizado en las cadenas alimentarias de los organismos de cualquier ser vivo; y también podría usarse como abono en rellenos o en compostajes”, explica. Este material puede reemplazar a los plásticos sintéticos, al papel y al cartón en la fabricación de productos descartables.
A la época de su lanzamiento, en julio del año pasado, a la agencia Inova se le encomendó la misión de estructurar un importante programa en el área de propiedad intelectual. Al margen de ampliar la capacidad de la institución para registrar propiedad intelectual, la agencia trabajará para acelerar las licencias de patentes. “Sin ello la patente es tan solo un ítem en la columna de gastos y no de ingresos”, enfatizó Carlos Henrique de Brito Cruz, rector de la Unicamp, durante el lanzamiento de la agencia. Más que trabajo de incentivo a la divulgación de la propiedad intelectual nacida dentro del campus, la ambición de la agencia es detectar, desarrollar, construir y apoyar iniciativas que conecten las actividades de investigación y enseñanza llevadas a cabo en el seno de la universidad con los intereses de fuera de ésta.
Antes incluso de la embestida actual y mucho más firme que en el pasado, la Unicamp ya velaba por preservar y valorar los descubrimientos plasmados por sus inteligencias. Fernando Galembeck, del Instituto de Química de la Unicamp, un abierto defensor de la comercialización de patentes ?ligado a cinco éstas, comercializadas con las multinacionales Serrana, del grupo Bunge, y Rhodia-Ster?, aboga en pro de que la universidad pública vele por su patrimonio.
“Las patentes forman parte de dicho patrimonio”, simplifica, al ponderar por qué desde 1978, cuando hizo efectivo su primer registro de patente, siempre fue un entusiasta defensor de esta iniciativa. De las patentes compartidas con el mercado, tres cubren diferentes aspectos del universo de los pigmentos de pintura. Dos de éstas fueron premiadas por la Asociación Brasileña de Fabricantes de Pinturas y por la International Conference on Surface and Colloid Science en Francia. El otro grupo de patentes gira en torno a los nanocompósitos y algunas de éstas ya están encaminadas.
Aquéllas dedicadas al universo de los pigmentos partieron del principio de que las pinturas deben cubrir las superficies sobre las cuales se aplican, y para que ello suceda deben devolverle al ambiente la luz que incide sobre ellas. Técnicamente a esto se le denomina “poder de cobertura”, o “retroesparcimiento de la luz”, explica Galembeck. Un material retroesparce la luz eficientemente cuando contiene estructuras con dos características: las dimensiones de dichas estructuras deben ser de aproximadamente medio micrómetro (1 micrómetro es la milésima parte de milímetro), es decir, deben tener una dimensión aproximadamente igual a la longitud de onda de la luz.
Asimismo, el índice de refracción de esas estructuras debe ser diferente al índice de refracción del medio en el que éstas se encuentran dispersas. Para reunir estas dos condiciones, normalmente se usan partículas de óxido de titanio dispersas en la resina que forma la pintura, porque este material es la sustancia blanca con mayor índice de refracción que existe.
La investigación que desarrolló detectó que es posible retroesparcir la luz usando burbujas pequeñas, tal como puede observarse en cualquier vaso de cerveza. “La cerveza es amarilla, pero la espuma es blanca, esto es, ella devuelve al ambiente la luz de todos los colores que inciden sobre ella. Ésa es la idea básica de estas patentes: introducir partículas que contengan burbujas de aire con dimensiones de centenas de nanómetros (es decir, micrómetros), utilizando polifosfato de aluminio, la materia prima del nuevo pigmento”, aclara Galembeck.
La detección de esta característica se dio durante los trabajos de tesis de Pompeu Pereira de Abreu Filho, Emília Celma de Oliveira Lima y Marisa Massumi Beppu, bajo la dirección de Galembeck. Éstos descubrieron que los polifosfatos forman espumas sólidas, es decir que se expanden al calentarse, aprisionando así burbujas de aire. Al calentar estas sustancias químicas también es posible obtener microespumas. Finalmente se dieron cuenta de que estas microespumas se forman incluso sin calentamiento, cuando se deja secar una película (film) de látex que contiene partículas de polifosfato de aluminio. La innovación descubierta en laboratorio fue parar a la línea de producción industrial redundando en una reducción de costos de entre un 10% y un 15% al reemplazar al óxido de titanio, un producto en gran medida importado.
En el caso de las aplicaciones relativas la investigación para la innovación en nanotecnología, que rige la otra línea de patentes de Galembeck, la que adquiere mayor relieve es la dedicada a los materiales nanoestructurados o nanocompósitos. De acuerdo con el profesor, un caso particular en este segmento es el de nanocompósitos de plástico y goma con arcilla. “Para obtenerlos se deben separar las partículas de arcilla, reduciéndolas a láminas de espesor nanométrico, esparcidas dentro de un plástico o goma para posteriormente orientar las láminas que deben quedar paralelas, aunque separadas.
El resultado es queel nanocompósito presenta propiedades muy diferentes a las del polímero original”, informa. “La permeabilidad a los gases es mucho menor, por lo tanto puede usarse en envases que protegen mejor su contenido que el simple plástico. La resistencia de los nanocompósitos a impactos y solicitaciones mecánicas es muy superior a la del plástico y también se comportan mejor a altas temperaturas”, añade. Los resultados de estos descubrimientos se transformaron en patentes compartidas con Rhodia-Ster. Las mismas se refieren a la obtención de nanocompósitos de poli (tereftalato de etileno), un plástico bastante común utilizado en la fabricación de botellas de refrescos y de agua mineral y conocido como PET. “La ruta utilizada fue totalmente nueva, lo cual muestra que es posible competir con grupos poderosos y salir airosos”, festeja Galembeck.
En sociedad con la empresa Genesearch Fomento para Pesquisa, que opera atrayendo inversores de capital de riesgo hacia proyectos de innovación tecnológica, una investigación del doctorando de la Unicamp Anderson Ferreira da Cunha, bajo la coordinación de Gonçalo Amarante Guimarães Pereira, del Laboratorio de Genómica y Expresión del Instituto de Biología, perfecciona una patente cuyo beneficiario será el proceso de fabricación de alcohol. Es la biología molecular al servicio de las destilerías, acelerando el proceso de fermentación del caldo de caña. “Optamos por el modelo más frecuente en los medios universitarios del exterior, en los que se fomenta la búsqueda de socios para captar aportes financieros que sustenten la continuidad del proyecto, antes incluso que éste se viabilice industrialmente”, informa Pereira.
Una de las formas de reducción de las emisiones de monóxido de carbono de los automóviles exigidas en el Protocolo de Kyoto ofrece a Brasil una perspectiva de crecimiento de la demanda de alcohol combustible como alternativa a la gasolina. Las tecnologías que sirvan para acelerar el desempeño de la actual producción del sector de azúcar y alcohol adquieren así relevancia. Los productores creen que podrán convertirse en proveedores mundiales de alcohol combustible y de tecnologías modernas para el montaje de destilerías en otros países del mundo.
Las mejoras en la eficiencia constituyen en tal sentido factores preponderantes para aumentar la competitividad en los mercados mundiales. La invención creada en la Unicamp permite acelerar el proceso industrial eliminando una de las etapas: el centrifugado del material luego de la fermentación. El centrifugado es la forma más rápida utilizada actualmente en las destilerías para realizar la separación del mosto y del material sólido, la levadura. La aplicación del proceso convencional en uso actualmente demora ocho horas, en promedio. La levadura creada en laboratorio logra reducir ese tiempo a tan solo dos horas.
En la industria de la caña, la generación de alcohol se efectúa en un gran tanque que es reservado para que las levaduras encargadas de la fermentación del azúcar en etanol se mezclen con el caldo de la caña. Una vez concluido este proceso, la mezcla pasa por centrífugas con el fin de separar las levaduras del mosto fermentado que irá hacia las columnas de destilación. “Este paso por las centrífugas, que es la parte más costosa del proceso, puede eliminarse”, aclara Pereira.
“Para obtener este resultado, tomamos un gen que, mientras trabaja en la célula, la hace coagular. Sometimos ese gen al efecto de un fragmento de ADN que lo vuelve sensible a la presencia del azúcar. Siendo así, la levadura modificada con la inclusión del gen de la floculación (aglutinación) bajo el control de un promotor hace que únicamente se aglutine la levadura tras la extracción delazúcar”, añade. La comprobación en laboratorio, que resultó en la patente, es sometida ahora a una profundización de la investigación para hacerla funcionar en levaduras industriales.
La aceleración de la comercialización de patentes exigió una profesionalización del área de propiedad intelectual. No solamente eligiendo aquéllas que mostraban estar en condiciones de atraer a los interesados, sino también preparando a aquéllos que salen al campo para presentar la novedad. “Contamos con un equipo multidisciplinario integrado por ocho profesionales tercerizados, que ya trabajaron con las 70 patentes seleccionadas para la actual fase y salen al campo a atraer a los inversores” dice la directora de Inova.
La mayoría de las patentes registradas por la Unicamp se refiere al área química: cerca del 50% del total. Le siguen alimentos y fármacos. Para valorar este universo a los efectos de entablar negociaciones, Rosana tomó como referencia el tiempo de existencia de la patente, considerando que su registro vale por 20 años y teniendo también en cuenta que no siempre es posible recuperar todas las inversiones en investigación hechas en el pasado, una práctica común en los grandes grupos empresariales.
“En los contratos de royalties operamos con un porcentaje sobre la facturación. Dependiendo del alcance de la patente, este índice puede oscilar entre un 3% y un 10% sobre las ventas que la empresa pueda efectuar con la comercialización del producto, por un plazo de hasta 15 años de exclusividad”, informa. Si efectivamente logra licenciar diez patentes por año, Inova estará ingresando a las arcas de la Unicamp un importante efectivo para impulsar otras investigaciones.
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