Han ganado valor científico los conos que ocupan las pasturas de una hacienda de la localidad paulista de Anhembi y llamaban la atención solamente por parecer termiteros de piedra. Geólogos de la Universidad de São Paulo (USP) demostraron que son una rareza, aunque sean abundantes: son al menos 4.500, de hasta dos metros de altura, dispersos en 1,5 kilómetro cuadrado. Representan una época en que eran comunes los chorros de vapor súper calientes – los géiseres –, hace 250 millones de años, cuando la región central del estado era un área plana, a la manera de una larga playa, adonde llegaban las aguas del océano y de los ríos del interior del continente. “Solo una actividad geotérmica puede justificar una cantidad tan elevada de conos”, comenta Jorge Yamamoto, del Instituto de Geociencias (IGc) de la USP y el primer autor del artículo publicado en Nature con tales conclusiones. De este estudio participan Thomas Fairchild, Paulo Boggiani y Sérgio Matos, del IGc, Tarcísio Montanheiro, del Instituto Geológico, Carlos Araújo, de Petrobras, Pedro Kiyohara, del Instituto de Física de la USP, y Paulo Soares, de la Universidad Federal del Paraná (UFPR). Constituidos casi enteramente de dióxido de silicio, que forma el mineral cuarzo, abundante en las arenas de la playa, dichos conos presentan una superficie lisa, una pared externa gruesa y un interior hueco. Probablemente sean producto de la actividad de los géiseres. El agua se habría infiltrado en las fracturas de las rocas y, al hallar una fuente de calor – probablemente una roca volcánica enfriándose –, se calentaría hasta convertirse en vapor. Las rocas habrían resistido hasta un cierto límite, a partir del cual expulsarían el vapor. Y así el vapor saldría de las cavidades en chorros de hasta 30 metros de altura, cargando la sílice de las propias rocas. Al enfriarse, el vapor se volvería líquido, depositando la sílice, que rápidamente asumiría la forma de cristales organizados unos sobre los otros.
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