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Trayectorias

¿Todos los días lo mismo?

Investigadores y estudiantes con becas relatan cómo organizan su rutina durante las vacaciones

Veridiana Scarpelli

Es hora de las vacaciones escolares. Las aulas están vacías, la asistencia a la universidad disminuye, los servicios administrativos a veces trabajan en horarios reducidos. La rutina de investigación, sin embargo, sigue su ritmo. “Ese es un gran momento para nosotros”, afirma el matemático José Alberto Cuminato, director del Centro de Ciencias Matemáticas Aplicadas a la Industria (CeMEAI), uno de los Centros de Investigación, Innovación y Difusión (Cepid) financiados por la FAPESP, con sede en el Instituto de Ciencias Matemáticas y Computación de la Universidad de São Paulo (ICMC-USP), en São Carlos. “No doy clases, no tengo reuniones. Es un momento en el que puedes leer las tesis de tus dirigidos y discutir el trabajo con ellos”, explica.

Suzan Pantaroto de Vasconcellos, farmacéutica y coordinadora de la Cámara de Posgrado de la Universidad de São Paulo (Unifesp), campus Diadema, también ve este período del año de la misma manera, que ella describe como “productivo, pero sin mucho estrés ni tensión”, ya que la pausa en las actividades docentes y administrativas permite la dedicación más intensa al grupo de investigación. “Durante las vacaciones escolares, y al igual que algunos colegas, generalmente escribo artículos con los estudiantes que superviso. Es un momento de continuidad y, a veces, de reanudación del trabajo, así como el contacto con los estudiantes que necesitan más de nosotros”, añade.

Incluso en los días en que las universidades inician sus pausas lectivas, generalmente entre Navidad y Año Nuevo, la perspectiva no es de ocio para los investigadores. Por cierto, no es así en ningún otro momento del año: en general, las modalidades de ayudas y becas disponibles en Brasil no prevén períodos de vacaciones para los becarios. Desde la iniciación a la investigación científica hasta el posdoctorado, no hay parámetros que regulen el tiempo de vacaciones. Como resultado de ello, la posibilidad de dejar el trabajo depende de acuerdos individuales entre el alumno y su tutor o, en el caso del posdoctorado, del investigador y su supervisor.

“El tutor o supervisor es el que sabe cómo van las cosas”, dice Cuminato, quien negocia los períodos de descanso con los estudiantes que tienen un buen rendimiento de trabajo. “Si lo está haciendo bien, no hay razón para no cumplir con tal solicitud. Si va mal o la fecha límite es ajustada, el docente dirá que no”. También Pantaroto de Vasconcellos adopta modelos flexibles con sus alumnos, quienes pueden negociar ausencias si están al día con sus actividades, siempre y cuando un compañero de laboratorio pueda comprometerse.

“Trabajo con una gran flexibilidad, pero también con una gran exigencia”, dice el psiquiatra Rodrigo Affonseca Bressan, coordinador del eje de investigación en el Instituto Nacional de Psiquiatría del Desarrollo para Niños de la Unifesp y presidente de Y-Mind, un programa de prevención y tratamiento para trastornos mentales vinculado a la institución. Explica que los investigadores vinculados a estos proyectos pueden organizar su tiempo de acuerdo con el logro de los objetivos. “Si estás en una fase en la que tienes que escribir textos y corregir a otros, tienes que trabajar. Pero puede estar de vacaciones en Salvador haciendo esto”, afirma. Y ejemplifica el “modelo de gestión” que procura adoptar en relación con los investigadores: “Animo la idea de ocio con trabajo. Si se viaja a un congreso nacional o internacional, se pueden pasar cuatro o cinco días conociendo el lugar donde se está. La relación de vacaciones está un poco mezclada con la actividad misma.”

La nutricionista Thais de Fante comenta cómo es la rutina en la institución donde desarrolla su investigación doctoral, el Laboratorio de Trastornos del Metabolismo de la Universidad de Campinas (Unicamp), en su campus de la localida de Limeira, vinculado al Cepid en Obesidad y Comorbilidades (OCRC): “Cómo trabajamos con modelos animales, y al menos una vez a la semana tenemos que cuidar a los ratones, nadie está totalmente de vacaciones, aunque van al laboratorio con menos frecuencia”. Con su experimento finalizado y el depósito de la tesis cerca, este será el primer año desde el comienzo de del posgrado en el que descansará por completo durante las vacaciones. “No conseguir parar por un tiempo antes de que empiece el nuevo año tiene un gran impacto en el rendimiento. La investigación requiere mucho trabajo preliminar, así como mucho trabajo intelectual. Se cansa el cuerpo y la mente”, dice.

Salud mental
Hay quienes viven un momento muy diferente. El politólogo Rogério Jerônimo Barbosa comenzó su posdoctorado en septiembre en el Centro de Estudios de la Metrópolis (CEM), un Cepid con sede en la USP y en el Centro Brasileiro de Análise e Planejamento (Cebrap), y a pesar del receso, no interrumpirá sus actividades. “Estoy muy entusiasmado. Los primeros tres meses fueron para la recolección de datos, y tengo curiosidad por los resultados. De todos modos, él destaca que el tema de la pausa es un tema poco discutido en el posgrado. “El tema de la salud mental de los investigadores es fundamental, y las vacaciones tienen mucho que ver con eso. No es un derecho cualquiera, es una condición fundamental para que aumente la calidad de la investigación”, reflexiona.

Para Flávia Calé da Silva, presidente de la Asociación Nacional de Posgraduandos, la ausencia de regulación de vacaciones integra la lista de beneficios que no se otorgan a los becarios porque el carácter profesional de la actividad no se reconoce completamente, ya que los estudiantes de maestría y doctorado son exactamente eso, estudiantes. Ella señala, sin embargo, que el posgrado contribuye significativamente a la producción científica de Brasil.

En este marco, los acuerdos entre el investigador y el docente orientador son, en opinión del profesor de Unifesp, producto del “sentido común”. “Dado que no podemos garantizar todos los derechos que el sujeto podría tener si fuera un empleado normal, tratamos de no restringirlo tanto en las cosas buenas que puede tener: familia, amigos, viajar un poco. Todos necesitan esto para mantener su cordura”, dice Vasconcellos.

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