Datos preliminares de un estudio realizado con 460 personas del estado de São Paulo infectadas con el virus VIH, causante del Sida, indican que el 37% de los pacientes presenta resistencia total o parcial a la acción de al menos uno de los medicamentos del cóctel químico contra la enfermedad.
Es un índice al superior al encontrado en otros trabajos hechos en el estado y en el país, pero que ya era de cierta forma esperado. Desde mediados de la década de 1990, Brasil pone en práctica la política de distribución gratuita de medicamentos contra el Sida entre los enfermos infectados con el VIH. El problema radica en que el empleo constante de remedios contra la enfermedad puede, a largo plazo, disminuir la eficacia de ciertas drogas en algunas personas. Cuando eso sucede, se cambian uno o más medicamentos del cóctel, compuesto en general por tres antirretrovirales: un inhibidor de la transcriptasa reversa nucleósido, un inhibidor de la transcriptasa reversa no nucleósido y un inhibidor de la proteasa.
Los investigadores creen que, en la mayoría de los casos, la disminución de los efectos de las drogas deriva de la exposición prolongada al tratamiento químico. Y la idea tiene sentido: entre los pacientes con pérdida de efecto de algún antirretroviral, el 92% usaba o había usado drogas anti-VIH. El otro 8% nunca había tomado ningún remedio contra la enfermedad, dice el virólogo Paolo Zanotto, del Instituto de Ciencias Biomédicas de la Universidad de São Paulo (ICB/USP), uno de los coordinadores del estudio, llevado adelante en el ámbito de la Red de Diversidad Genética de Virus (VGDN), un programa financiado por la FAPESP. De 1980 hasta el final de 2004, Brasil contabilizaba alrededor de 360 mil casos notificados de Sida, de los cuales casi el 40% se había detectado en la población paulista.
Los individuos de la muestra inicial del estudio provienen, en número más o menos igual, de cuatro localidades paulistas: São Paulo, Ribeirão Preto, São Vicente y Araçatuba (en poco tiempo más habrá más datos de estas cuatro ciudades y de otros 600 enfermos de otras cuatro ciudades del estado que se añadirán al estudio). No seleccionamos un perfil específico de paciente para entrar en el trabajo, dice la médica Leda Jamal, del Centro de Referencia y Capacitación en Enfermedades Sexualmente Transmisibles/ Sida, vinculado a la Secretaría de Estado de Salud, que coordinó la parte de campo de la investigación. Fue todo aleatorio. Compusieron la muestra portadores de virus con y sin síntomas de la enfermedad, que habían ya tomado medicinas del cóctel o no, que se acercaron a unidades de los CRT/ Sida instaladas en esas cuatro ciudades. Para los análisis clínicos, que determinaron la presencia de resistencia a remedios del cóctel, la forma y la carga de virus circulante en su organismo, los participantes del estudio cedieron 10 mililitros de sangre. Con base en ese material, los investigadores del área de biología molecular hicieron copias del virus encontrado en los pacientes y secuenciaron regiones del genoma del patógeno que permiten determinar su subtipo y hallar mutaciones, que crean resistencia a los medicamentos del cóctel.
De acuerdo con este trabajo, el 83,3% de los pacientes analizados cargaba en su organismo virus del Sida del subtipo B, el más común en Occidente y también en Brasil. Solamente el 2,6% portaba el subtipo F, relativamente raro, y el 1,5%, el C, más común en la parte oriental de África, en la India y en Nepal. Poco más del 12% presentaba cepas recombinantes de VIH, formas híbridas, compuestas de partes de dos o más subtipos de virus. La más común de fue el recombinante BF, presente en el 9,2% de los que participaron del estudio. Luego aparecieron las cepas recombinantes BD (el 3,3%) y BA (el 0,2%). Más del 70% de los portadores del híbrido BD presentaban resistencia a algún medicamento del cóctel antiSida, de lejos el índice más alto entre todos los subtipos identificados en el estudio. Los subtipos BF y BD son comúnmente encontrados en zonas portuarias, donde existe una gran diversidad de virus circulante, explica Zanotto. Tal particularidad explica la discrepancia flagrante entre el dato de los pacientes de São Vicente, donde hay múltiples formas circulantes del virus, y el de los afectados de las otras tres ciudades. En ese municipio costero, el 28% de las muestras contenía subtipos recombinantes de VIH. En Araçatuba, dicho índice era de menos del 4%; en la capital paulista, de alrededor del 7% y en Ribeirão Preto, de poco más del 11%.
El Sida en la cárcel
Los investigadores de la VGDN también verificaron la existencia de una gran variedad de subtipos de VIH entre 167 presos de sexo masculino con Sida que se tratan en el hospital de la Penitenciaria del Estado, ubicado en la ciudad de São Paulo. En prisión, la diversidad de virus de la enfermedad era muy alta, comparable con la de São Vicente, afirma el epidemiólogo Eduardo Massad, de la Facultad de Medicina de la USP, quien conduce los estudios con los presos. Debido a que reciben personas de diversas regiones del estado y del país, las cárceles son depositarias de las más variadas formas de VIH y de otros virus. Si bien la miríada de subtipos de VIH presente en los presos paulistas constituye un dato preocupante, la constatación de que la prevalencia del Sida disminuye en la población carcelaria masculina del estado sirve de contrapunto positivo. En 2001 los epidemiólogos de la USP les hicieron análisis a 1.022 detenidos del ahora demolido presidio de Carandirú, y observaron que tan sólo el 4,9% de los individuos portaba el VIH. En 2003 realizaron un estudio similar con 1.023 presos del Centro de Detención Provisoria de Osasco, en el Gran São Paulo. El resultado fue menor aún: un 2,1% portaba el virus del Suda.
Según Massad, es menor la cantidad de presos que actualmente están infectados que en los años 1980-1990, cuando algunos estudios apuntaban una prevalencia de hasta un 15% de la infección por VIH entre los detenidos. La reducción del número de infectados obedece probablemente al abandono de un vicio que era el principal vector de la epidemia entre la población carcelaria: el de compartir las jeringas para el uso de drogas inyectables. Ahora el crack es la droga más consumida por los presos, dice Massad. Como el crack se fuma, no transmite en Sida. Así y todo, entre las mujeres presas los niveles de infección con VIH continúan siendo altos. Un trabajo del equipo de la USP registró una prevalencia del 14% del virus entre 267 detenidas de la Penitenciaria del Estado de São Paulo. Ellas contraen la enfermedad en contacto con sus compañeros, al tener sexo sin protección, y no por usar drogas inyectables, afirma Massad.
El Proyecto
Red de Diversidad Genética de Virus (VGDN)
Modalidad
Programas Especiales
Coordinadores
Eduardo Massad – Facultad de Medicina de la USP y Edison Durigon y Paolo Zanotto – ICB de la USP
Inversión
R$ 6.687.937,23 y US$ 1.674.373,74 (FAPESP)