Siempre con la arquitectura como eje, João Batista Vilanova Artigas (1915-1985) fue un pensador y un activista de la educación, la política y el urbanismo. Intentar dar cuenta de todas las facetas superpuestas de este arquitecto es uno de los desafíos de las actividades que se realizarán este año, con motivo de su centenario. Y también “hablar del hombre, no del mito”, que es el objetivo declarado de la historiadora Rosa Artigas, su hija y una de las curadoras de la exposición intitulada Ocupação Vilanova Artigas, que abre el 23 de junio (fecha de su cumpleaños) en el Instituto Itaú Cultural, en São Paulo. Al día siguiente, estrena en los cines el documental Vilanova Artigas: o arquiteto e a luz, dirigido por Laura Artigas, nieta del arquitecto, y Pedro Gorski. También este año saldrá un libro aún sin título sobre la obra del homenajeado desde una perspectiva histórica, y A mão livre do vovô, un libro infantil inspirado en dibujos realizados por el arquitecto para ilustrar las historias que les contaba a sus nietos, ambos por editorial Tercero Nome.
En el ámbito académico, estudiosos de Vilanova Artigas discuten la obra del arquitecto con distintos métodos, críticamente, y algunas veces divergen entre sí, pero todos los entrevistados para este reportaje coinciden en un punto: la urgencia de recuperar una arquitectura relacionada directamente con las cuestiones culturales y urbanas, tal como que él la ejercía. “Éste quizá sea el principal legado de Vilanova Artigas: pensar la ciudad en sus implicaciones sociales y políticas, no solamente como un objeto que ha de diseñarse”, dice Leandro Medrano, docente de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de São Paulo (FAU-USP) y autor, junto a Luiz Recamán, del libro Vilanova Artigas – Habitação e cidade na modernização brasileira (de la editorial de la Unicamp), quien pretende buscar en la obra del arquitecto entre las décadas de 1940 y 1970 su idea de ciudad posible.
Nacido en el estado de Paraná, Vilanova Artigas está considerado el exponente inicial de la llamada escuela paulista de arquitectura, clasificación no totalmente unánime entre los expertos en su obra. De cualquier manera, lo que no se discute es que los cambios de la ciudad de São Paulo, al pasar de ser un núcleo urbano medio o incluso provinciano a ser una metrópolis industrial, tuvieron un papel fundamental en sus concepciones de arquitectura y urbanismo. Entre sus obras más emblemáticas se encuentran hitos como el estadio Cícero Pompeu de Toledo (Morumbi), el Conjunto Habitacional Zezinho Magalhães Prado, conocido como Parque Cecap, en la localidad de Guarulhos, el edificio residencial Louveira, en el barrio de Higienópolis, la estación terminal de ómnibus de Jaú (São Paulo) y el edificio de la FAU-USP en la ciudad Universitaria, considerado su obra maestra.
Miembro del Partido Comunista Brasileño (PCB) desde 1945, Vilanova Artigas traía de la militancia su preocupación prioritaria con lo colectivo. En una clase registrada en filme, definió la función del arquitecto como “un intermediario entre algunas voluntades sociales y su conocimiento del valor cultural de la arquitectura”. Asimismo, fue un “arquitecto de la práctica”, en las palabras de Felipe Contier, doctorando en Historia de la Arquitectura en el Instituto de Arquitectura y Urbanismo (IAU) de la USP de São Carlos, cuya tesis se basa en el edificio de la FAU. Esta expresión no se refiere únicamente al Vilanova Artigas militante en la enseñanza de la arquitectura y en la formalización de instituciones ligadas a la profesión, sino también al hecho de que era un graduado en ingeniería por la Escuela Politécnica da USP, cuando aún no existía la FAU, que posteriormente ayudaría a fundar.
Aunque Vilanova Artigas y Oscar Niemeyer fueron amigos y correligionarios del PCB, en la historia de la arquitectura brasileña el primero suele ser considerado como el responsable de la ruptura con la generación de los creadores de Brasilia (Niemeyer y Lucio Costa), denominada por algunos escuela carioca. “Vilanova Artigas pasa a adoptar una técnica productiva que espeja su concepción de país y proyecta otra imagen de la identidad moderna de Brasil”, dice Renato Anelli, docente de la IAU-USP. “Con relación a la obra de Niemeyer, Vilanova Artigas radicaliza la estructura, tornando más claros los procesos de proyecto y construcción. Explora los espacios abiertos, interpretando la cuestión social mediante una arquitectura sin barreras, sin puertas, pero no se ve tan tentado por la forma libre y un tanto exhibicionista de la ‘escuela carioca’.”
Si bien Anelli ve en esas características de la arquitectura de Vilanova Artigas un intento de “anticipar una sociedad de plena libertad”, de acuerdo con sus creencias políticas, la investigación publicada por Medrano y Recamán interpreta los proyectos residenciales del arquitecto (e incluso el edificio de la FAU) como expresiones de descompás entre ese ideal de “plena libertad” con relación a una São Paulo que crecía bajo el control de los intereses del mercado y sus esquemas de segregación. Por eso él y Recamán ven en los proyectos de Vilanova Artigas edificios volcados hacia el interior, en los cuales, allí sí, se manifiesta la utopía de la convivencia irrestricta. “Esas construcciones aceptan la condición de aislamiento de sus lotes e idealizan funciones libertarias con relación a la ciudad del capital”, dice Medrano. “Eso no tendría sentido hoy en día.”
Intercambios sociales
Para el investigador, São Paulo procura actualmente acercarse a valores que son inherentes a las ciudades, tales como la posibilidad de convivencia y de intercambios sociales en sus espacios públicos y libres. No obstante, las preocupaciones del arquitecto siguen siendo actuales y pueden resumirse en “plantear la arquitectura en función de determinadas expectativas políticas y sociales”, como una disciplina compleja que requiere de métodos y teorías, tal como ambicionaba Vilanova Artigas. Medrano recuerda que las cuestiones en evidencia en las ciudades en que Vilanova Artigas quiso interferir siguen siendo las mismas y no están resueltas: vivienda social, convivencia y segregación, áreas verdes y movilidad.
Aunque ni siquiera se acerque a ser tan conocido internacionalmente como Niemeyer, y a diferencia de éste, Vilanova Artigas creó una escuela de arquitectura verdadera, que hoy en día, actualizada, se encuentra en la tercera o cuarta generación, de acuerdo con Medrano. Además de ser “paulista”, esa escuela es también denominada brutalista o artiguista, todas denominaciones con defensores y críticos. En los últimos dos años, exposiciones internacionales en locales tales como el Museo de Arte Moderno (MoMA) de Nueva York y la Bienal de Venecia destacaron la obra de Vilanova Artigas. Sin embargo, Anelli subraya que ese interés surgió merced a la proyección de la obra de un discípulo, Paulo Mendes da Rocha.
Hormigón sin ornamentos
La clasificación de “brutalismo” se refiere a una escuela no sólo arquitectónica, presente en todo el mundo, y su característica más evidente es el uso del hormigón armado, en general sin revestimiento, y de líneas esenciales, sin ornamentos. Vilanova Artigas es conocido por haber suavizado esas características por el uso del color, por ejemplo. En una investigación que realizó recientemente, Anelli comparó la obra de Vilanova Artigas con la de arquitectos brutalistas extranjeros y arribó a la conclusión de que, si bien su visión programática de sociedad encuentra muchos paralelos con la de la escuela en el exterior, la evolución de sus obras “se dio con raíces propias”. Y hay una diferencia básica: Vilanova Artigas trabajaba con la continuidad de los espacios, en tanto que los brutalistas lo hacían con la fragmentación.
En Brasil, el brutalismo partió de hipótesis progresistas preocupadas con lo colectivo y terminó designando a toda la arquitectura en hormigón armado visible, cada vez más lejana de los ideales iniciales y orientada hacia la propia forma de las estructuras, según Contier. El investigador sostiene que esa estética, irónicamente, fue incorporada por el régimen militar para la concreción de obras públicas, entre otras razones debido a que representaba, al menos en teoría, una construcción más austera, más barata y con poco mantenimiento, que aun así ostentaba alguna monumentalidad, lo cual contribuyó para invertir el sentido original de la escuela artiguista. El propio arquitecto, aunque el régimen le impidió la docencia, firmó varios proyectos de obras públicas durante la dictadura militar.
Más allá de las cuestiones arquitectónicas y de los estudios académicos, de las personas que convivieron con Vilanova Artigas, responsables tanto de la exposición como del filme biográfico, surge la figura de un arquitecto educador que nunca desistió de estar presente en sus obras, en las aulas, en el Instituto de Arquitectos y en las casas que construyó para su familia. Laura Artigas, que tenía 4 años cuando su abuelo murió y no recuerda su contacto con él, considera que el documental que dirigió constituye “un posgrado afectivo”. “Los testimonios que recabamos muestran una mente sumamente inquieta, que hacía que la gente pensase en cosas que jamás había pensado”, dice. “Lograr poner en práctica algo en lo cual él creía, la fuerza de la convivencia, es una conquista sumamente interesante revela que la película.”
Proyectos
1. La producción del edificio de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de São Paulo en la ciudad Universitaria Armando Salles de Oliveira (1961-1969) (nº 2013/03331-8); Modalidad Beca de Doctorado – Regular; Investigador responsable Renato Anelli (IAU-USP); Becario Felipe de Araújo Contier (IAU-USP); Inversión R$ 81.574,34 (FAPESP).
2. Vilanova Artigas. Vivienda y ciudad en la modernización brasileña (nº 2013/25319-0); Modalidad Ayuda a la Publicación – Regular; Investigador responsable Leandro Medrano (FAU-USP); Inversión R$ 3.500,00 (FAPESP).