A Mário de Andrade São Paulo le quedaba chico. Con un espíritu de explorador moderno, el autor de Macunaíma tenía como proyecto redescubrir Brasil. En busca de ese ideal nacionalista, en la década de 1920, partió en expediciones hacia las regiones norte y nordeste del país, y organizó en 1938 una expedición para conocer los diferentes tipos de brasileños y registrar las manifestaciones de la cultura popular de cada zona. Ese periplo se tornó conocido como la misión de las investigaciones folklóricas y reveló una gran variedad de danzas y músicas típicas. Ahora, pasados más de 60 años desde el viaje de Mário, investigadores de la Universidad Estadual de Campinas (Unicamp), encabezados por Carlos Vogt, decidieron rehacer la misión para comprender qué habría ocurrido con esas expresiones culturales.
Con apoyo de la FAPESP, esta nueva expedición se propuso verificar si las tradiciones populares del país habrían sobrevivido al paso del tiempo, en especial al impacto provocado por los medios de comunicación. “Cuando Mário de Andrade organizó la primera expedición, existía la percepción de que la radio podría comprometer a las manifestaciones culturales en su forma original”, dice Vogt.
La nueva misión de las investigaciones folklóricas constató que el temor de Mário tenía fundamento, pero no totalmente. Según la investigación, los medios de comunicación de masa influyeron en la cultura popular, pero dejaron muchas brechas para su preservación. A decir verdad, se registraron pocos cambios en las formas de las manifestaciones. Las alteraciones de mayores proporciones sucedieron en función de esas expresiones de la cultura popular.
“En la expedición de 1938, no había televisión, y la radio no era todavía un medio masivo. Por eso, las manifestaciones tenían la función de divertir a las comunidades locales”, explica Luís Adriano Daminello, cineasta que participó con Jorge Palmari de la segunda expedición por medio del Laboratorio de Estudios Avanzados en Periodismo de la Unicamp. “Hoy en día, las manifestaciones populares han adquirido un carácter más turístico. Ya no son más realizadas para un público local. Son promovidas para atraer divisas de un público de afuera.”
Para Carlos Vogt, si en la primera expedición las manifestaciones funcionaban como un ritual de equilibrio social para las comunidades, ahora éstas son pensadas como un evento mediático. “El mejor ejemplo de ello es el Carnaval”, resume el profesor. “La televisión acaba definiendo qué significa diversión y provocando un sentimiento que indica que lo que no está en la pantalla chica solamente puede ser cosa de viejos, de matuto (campesino). Es vergonzoso, entre los jóvenes, formar parte en grupos de cultura popular”, analiza.
El mismo trayecto
Así como la expedición de 1938, la nueva misión recorrió los mismos seis estados de Brasil: Pernambuco, Paraíba, Ceará, Piauí, Maranhão y Pará. El trayecto siguió prácticamente la misma ruta establecida por Mário en su segundo viaje al norte y nordeste, realizada en 1928. Fue a partir de las observaciones de esa expedición que él escribió el libro Turista Aprendiz.
“En esa época, existía una motivación en Brasil y en el mundo para comprender las influencias de las manifestaciones populares. Vivíamos un ideal nacionalista. No por casualidad, el modernismo tenía como una de sus directrices el abocarse a cuestiones nacionales”, explica Vogt. La obra Macunaíma – O Herói sem Caráter surgió precisamente a propósito de la propuesta antropófaga de Oswald de Andrade, y refleja la búsqueda por la igualdad de la cultura brasileña con las demás culturas, al consumir lo mejor de las influencias externas.
En la expedición de 1938, el jefe de la misión fue Luis Saia, arquitecto y amigo del escritor. Lo acompañaron Martin Braunwieser, Benedicto Pacheco y Antônio Ladeira. Pese a haber sido el mentor del proyecto, Mário no fue de la partida. Los cuatro integrantes del equipo tuvieron que gravar, fotografiar, filmar y estudiar las melodías que hombres y mujeres usaban para trabajar, divertirse y rezar en apenas cuatro meses, de febrero a julio de 1938.
Para ese lapso de tiempo, fue necesario un bagaje bastante pesado. Al margen de las ropas de los expedicionarios, había también seis maletas y tres cajas con el material de investigación: el grabador, el amplificador, agujas, micrófonos con cables y trípode, válvulas, 237 discos, un generador, un preamplificador, blocks de papel, libretas para anotaciones, teléfonos, una pick-up para el grabador, 118 películas fotográficas, 21 films para cinematografía, una cámara fotográfica con filtros y lentes, un aparato cinematográfico con lentes y carpetas de cuero para el transporte de los discos.
Buena parte del material fue utilizada durante la expedición, pese a las dificultades para lograr su adecuado aprovechamiento. Para garantizar un mayor grado de autenticidad, el grupo de Mário desarrolló una metodología de captación de las informaciones. Primero, iban al ensayo de la obra, momento en el cual obtenían los datos para que la grabación se hiciese con el tiempo de duración correcto, y la disposición de los micrófonos, la fotografía y el filmado se realizaran de manera adecuada.
Este recurso facilitaba también la priorización de las preguntas que se les hacían a los integrantes de los grupos populares. Pero no siempre las cosas salían bien. Grabar al aire libre era una tarea ardua, principalmente en lugares en donde la energía eléctrica era escasa. A efectos de comparación, la expedición de Vogt captó cerca de 65 horas de imágenes y sonidos con equipos digitales.
El material recogido
Pese al esfuerzo de los expedicionarios, la misión de 1938 no fue llevada a término. Mário de Andrade fue depuesto de su cargo de director del Departamento de Cultura y el viaje fue interrumpido. Pero aun así, el material recogido fue enorme, totalizando cerca de 10 mil elementos. Fueron 20 libretas de campo, 168 discos de 78 RPM, 1.066 fotos, nueve films y 775 objetos. Había una enormidad de documentos, pero fueron publicados apenas cinco volúmenes sobre las manifestaciones populares en Registros Sonoros de Folclore Musical Brasileiro. Las temáticas escogidas fueron xangô, tambor de mina y tambor de crioulo, catimbó, babassuê y chegança de marujos.
Quedaron afuera los documentos sobre bumba-meu-boi, reis de congo, reisado, caboclinho, cambinda y praiá. Pero, pese a que la investigación fue extensa y con algunos volúmenes publicados, la misión de 1938 casi no fue aprovechada por causa de la mala conservación y organización de los documentos a lo largo de los años. “En lugar de estudios completos, la mayor parte del material recolectado la constituyen piezas sueltas, pequeñas muestras de grandes manifestaciones culturales”, comenta Vogt. La propuesta de la nueva investigación, por lo tanto, consistió en producir registros actuales de esas mismas manifestaciones y hacer posibles análisis realizados por especialistas e investigadores.
“La idea era complementar el material de 1938”, explica. En 1997, se concretó el primer viaje para establecer contacto con los grupos y, en septiembre de 1997, los investigadores partieron hacia un viaje de tres meses, con equipos de sonido e imagen. Parte del material filmado se usó en el documental Missão de Pesquisas Folclóricas, producido para la TV Cultura.
En una segunda etapa, la nueva expedición registró el trabajo durante el Carnaval de Recife en 2000, la misma manifestación que el equipo de la misión de 1938 había registrado. Posteriormente, en junio, julio y agosto, se documentaron las fiestas del ciclo junino (fiestas de los santos del mes) en São Luís do Maranhão y en Belém, también repitiendo el circuito de la misión. En Navidad, se realizaron nuevos registros de las fiestas de ese ciclo, en un viaje a Recife y a Paraíba.
“Mário de Andrade tenía una visión que indicaba que la cultura era dinámica y que el trabajo de la expedición no debería ser un registro a efectos museológicos. Su objetivo era registrar las transformaciones de la cultura. Creía que la cultura era un proceso, era algo dinámico”, analiza Vogt. “Para Mário, las manifestaciones populares no desaparecerían propiamente, serían transformadas”, prosigue.
El canto que desapareció
En la nueva expedición, la única forma de expresión que no pudo ser vista nuevamente fue la de los cantos de trabajo, que desapareció. “Había varias formas de canto de trabajo, en la casa de harina y entre los cargadores de piedra y de pianos. Estaban también los cánticos (toadas) de los que pedían. Actualmente, la nueva característica de las actividades económicas debe haber acabado con éstos”, dice Daminello. Sobre los cantos de trabajo, Mário de Andrade comento en su libro Danças Dramáticas: “Incluso los cantos de trabajo, tan explicables por sí mismos, se mezclan con el misticismo.
Los entre nosotros famosos cánticos (cantigas) de cargar pianos, no provienen, para el individuo popular, de la precisión de uniformar el andar colectivo de los cargadores, sino de que el canto obliga al instrumento a permanecer afinado”. En la misión de 1938, los cantos de trabajo se hallaban en su fase terminal. El equipo llegó a encontrar un grupo que recordaba algunas melodías usadas en el trabajo. Pero la primera iniciativa de grabar los cantos no tuvo éxito, pues los trabajadores no lograban ejecutar la melodía sin un piano. Solamente después de que consiguieron el instrumento, las grabaciones pudieron concretarse.
Pero aun con la muerte de los cantos de trabajo, Vogt considera que las manifestaciones populares resistieron más a las transformaciones de la sociedad que la música erudita y de la elite. La respuesta puede estar en el hecho de que las personas vinculadas a las formas populares de arte creen en la preservación de tradiciones. “Éstas están todavía muy vivas y continúan teniendo la misma importancia que en la época de Mário de Andrade”, concluye Vogt, probando la perennidad de las ideas del creador de Macunaíma.
El Proyecto
Misión de Investigaciones Folklóricas (nº 99/05410-3); Modalidad Línea regular de auxilio a la investigación; Investigador Carlos Vogt – Lab. de Estudios Avanzados en Periodismo/Unicamp; Inversión R$ 55.687,50