Observe las siguientes fechas redondas: hace 30 años comenzaron las observaciones destinadas a establecer el diámetro del Sol; hace 40 años que se adoptaron los relojes atómicos de cesio-133 para medir la hora brasileña con mayor precisión; 50 años atrás se instaló un observatorio magnético en la isla de Tatuoca, en la desembocadura del río Amazonas, para ampliar el estudio del geomagnetismo y el monitoreo al campo magnético terrestre. Más allá de las efemérides, sólo una institución como el Observatorio Nacional (ON), responsable de las obras listadas antes, podría tener una historia tan rica y extensa. La calidad de los trabajos desarrollados y su longevidad garantizan un buen número de fechas repletas de hechos para celebrar. En octubre tiene lugar una más de ellas -el observatorio cumple 180 años.
El ON es una de las más antiguas instituciones científicas brasileñas, creado por Don Pedro I en 1827. Es el más antiguo observatorio en funcionamiento del Hemisferio Sur, y fue pensado por razones estratégicas. La familia real ya estaba en el país desde 1808 y era necesario saber más sobre la geografía del territorio brasileño, demarcar fronteras, además de reunir y tornar accesibles informaciones seguras relativas a la navegación. El origen del ON se ubica sin embargo un siglo para atrás. “Según el padre Serafim Leite, en 1730 los jesuitas instalaron un observatorio en Morro do Castelo, en Río de Janeiro”, cuenta Marcomede Rangel, físico de la institución y estudioso de su historia. En ese mismo lugar los astrónomos portugueses Sanches d’Orta y Oliveira Barbosa erigieron un observatorio en 1780, para observaciones regulares de astronomía. El material acumulado por éstos se transfirió a la Academia Real Militar en 1808.
En el libro El observatorio astronómico: un siglo de historia 1827-1927 (Mast/Salamandra, 1987), Henrique Charles Morize, astrónomo y ex director del ON, comenta cómo era urgente tener informaciones científicas sobre el país, como referencia para la geografía en tierra y en el mar: “Los capitanes de los barcos tenían necesidad de conocer la declinación magnética, como así también la hora media y la longitud, para regular sus cronómetros a fin de poder emprender con seguridad el viaje de regreso o de continuarlo”. Los comandantes de los barcos o el encargado de la navegación hacían eso por medio de cálculos aproximados. “Pero eso podría obtenerse con más exactitud y facilidad con el trabajo de profesionales provistos de instrumentos en un observatorio”, escribió Morize.
El primer observatorio se instaló en el torreón de la Escuela Militar, coordinado por el profesor de matemática Pedro de Alcántara Bellegarde, con el nombre de Observatorio Astronómico, vinculado al Ministerio del Imperio. La institución, además, tuvo otros nombres hasta llegar el actual, en 1920. Después de casi dos décadas, el ministro de la Guerra, Jerónimo Francisco Coelho, lo reorganizó en 1845 y nombró como director al profesor Soulier de Sauve, de la Escuela Militar, que hizo el primer reglamento. “En el período de 1827 a 1871 el observatorio se ocupó casi exclusivamente de la instrucción de alumnos de las escuelas militares de tierra y mar”, comenta Marcomede Rangel. En 1871 salió de la administración militar y el científico francés Emmanuel Liais, amigo de Don Pedro II, fue nombrado director por primera vez. Trató de dirigir los trabajos para la investigación científica y prestación de servicios en meteorología, astronomía, geofísica, en la medición del tiempo y en la determinación de la hora. El ingeniero militar y astrónomo belga Luis Cruls sucedió a Liais después de pasar por segunda vez por la dirección del ON, entre 1874 y 1881.
En el período en que el ON fue dirigido por Cruls, éste dio proseguimiento al Anuario del Observatorio, publicado desde 1853, durante la administración de Antonio Manuel de Mello, una de las más antiguas publicaciones técnicas brasileñas, editada hasta hoy. Hubo también en esa época algunas expediciones importantes. Una de ellas ocurrió en 1882, cuando una misión fue a Punta Arenas, región subantártica, a observar el paso de Venus por el disco solar con el objetivo de determinar la distancia entre la Tierra y el Sol, como parte de un proyecto científico mundial. Otra estuvo en Brasil Central, entre 1892 y 1893, encabezada por el propio Cruls, para la selección del cuadrilátero -el Distrito Federal- donde podría construirse una nueva capital para el país.
“En una época en que Brasil vivía los primeros años independiente de Portugal, el observatorio medía la hora y contribuyó a definir las fronteras brasileñas, es decir, construyó las nociones de espacio y tiempo brasileños que son esenciales para que se piense en una nación”, evalúa Henrique Lins de Barros, biofísico del Centro Brasileño de Investigaciones Físicas y ex director del Museo de Astronomía y Ciencias Afines (Mast), institución creada en 1985 y derivada del propio ON.
“La venida de Liais a Brasil, los trabajos de Cruls y de muchos otros hicieron del observatorio una institución que, además de prestar servicios fundamentales, inició actividades científicas de cuño académico.”
Henrique Morize asumió la dirección después de Cruls, en 1908, y luchó por un nuevo edificio para el ON, mejor equipado y con profesionales calificados. En 1922 el observatorio salió de Morro do Castelo (actual explanada de Castelo) y fue a Morro de São Januário, en São Cristóvão. Morize coordinó los trabajos de la expedición inglesa que documentó el eclipse total de Sol en Sobral (Ceará), en 1919. También observado en la Isla Príncipe, el fenómeno se hizo famoso por corroborar la Teoría General de la Relatividad de Albert Einstein al constatar el desvío de la luz de las estrellas provocado por la fuerza de la gravedad del Sol. Fue Morize quien sugirió Sobral para la observación del fenómeno dentro de la franja de visibilidad.
“El equipo del ON no fue el responsable de las mediciones, realizadas por los ingleses, pero estaba allá, construyendo la infraestructura”, dice Barros. Seis años después, el propio Einstein visitó el ON y fue recibido por los astrónomos brasileños que estuvieron en Sobral. Las investigaciones astronómicas siempre llamaron más la atención, pero los análisis geofísicos en todo el territorio nacional resultaron en la implantación de redes de referencia del campo de gravedad, a partir de 1955, y de geomagnetismo, desde 1915, con la instalación del Observatorio Magnético de Vassouras (Río de Janeiro).
En 1981 fue abierto el Observatorio Astrofísico Brasileño, en Brasópolis (Minas Gerais), desmembrado del ON cuatro años después, dando origen al actual Laboratorio Nacional de Astrofísica (LNA). “La astronomía brasileña pudo tener su gran telescopio a partir de esa época y de las manos de su director Luiz Muniz Barreto”, dice Marcomede Rangel. El telescopio de 1,6 metros del LNA fue uno de los principales responsables por el avance de la astronomía hecha en Brasil en los últimos 20 años.
Radicado en Brasil hace casi 30 años, con gran experiencia en centros de investigación de los Estados Unidos y de Israel, el físico estadounidense Reuven Opher, del Instituto de Astronomía, Geofísica y Ciencias Atmosféricas de la Universidad de São Paulo (IAG/ USP), confirma ese cambio. “Antes los brasileños publicaban mucho menos en los buenos periódicos del área”, dice. “Ahora hay buenos grupos del ON que publican mucho y son de nivel internacional, como el que trabaja con energía oscura.” Sueli Viegas, investigadora del mismo IAG/USP, cita otro grupo de ON conocido internacionalmente, coordinado por Daniela Lazzaro, en las áreas del sistema solar, astronomía dinámica y sistemas planetarios.
Como ya fue dicho, el ON no produce solamente la ciencia básica. En este siglo se ha dedicado en especial a investigaciones que puedan tener como resultado tecnologías innovadoras para el país.
En conjunto con el CBPF y el Laboratorio Nacional de Computación Científica (LNCC) formó un Núcleo de Innovación Tecnológica. En 2004, el área de Metrología en Tiempo y Frecuencia -responsable de la Hora Oficial de Brasil- certificó el Sello del Tiempo, un producto que agrega valor jurídico a los documentos electrónicos. Funciona también como un “protocolador” de transacciones electrónicas, impidiendo que el contenido del documento pueda adulterarse.
Al mirar hacia el futuro, los astrónomos miran cada vez menos hacia el cielo. “Casi todo el trabajo lo hacen las computadoras”, dice Reuven Opher. “Los astrónomos tienen la función de interpretar las informaciones recabadas”. La imagen romántica del astrónomo solitario mirando hacia las estrellas con un telescopio en la madrugada ha quedado definitivamente atrás.
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