En noviembre de 2010, a los 76 años, el farmacólogo Sérgio Henrique Ferreira recordó con gratitud a su colega Maurício Rocha e Silva, su supervisor de doctorado, entre 1961 y 1964, en la Facultad de Medicina de Ribeirão Preto (FMRP) de la Universidad de São Paulo (USP). “Rocha e Silva fue quien me enseñó a mirar las cosas con detenimiento”, dijo, en el marco de un congreso en Río de Janeiro. Ferreira falleció el 17 de julio de 2016, a los 81 años, en Ribeirão Preto.
Paulista nacido en la localidad de Franca y graduado en la Facultad de Medicina de la USP, a los 31 años aisló los péptidos del veneno de la yarará capaces de inhibir una enzima que degrada la bradiquinina, una hormona que reduce la presión arterial. Ferreira redactó un artículo donde relataba el hallazgo y agregó también el nombre de Rocha e Silva, quien era su supervisor y había descubierto la bradiquinina, imaginando que él también lo firmaría. Pero Rocha e Silva tachó su propio nombre: “Si figuro yo, nadie va a creer que lo hiciste solo”.
El descubrimiento de lo que se denominó Factor de Potenciación de la Bradiquinina impulsó a la empresa estadounidense Bristol-Myers Squibb a desarrollar una nueva clase de fármacos contra la hipertensión arterial, que se inauguró con el Captopril. “Ferreira acaso haya sido el único brasileño cuyos experimentos, realizados totalmente en Brasil, permitieron la creación de un nuevo tipo de medicamentos”, dice el farmacólogo Fernando Cunha, quien llegó desde Río de Janeiro para hacer el doctorado con Ferreira en 1983 y, cuatro años después, fue contratado como docente de la FMRP.
Ferreira vivió en Inglaterra junto a su esposa, Maria Clotilde Rosetti Ferreira y sus tres hijos, durante dos períodos. De 1964 a 1967 y de 1970 a 1973, cuando realizó dos pasantías de posdoctorado con el farmacólogo John Vane en el Royal College of Surgeons of England, quien obtendría el Premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1982. Durante la segunda temporada con Vane, estudió el mecanismo de acción del ácido acetilsalicílico (Aspirina), que, tal como él observó, inhibe la síntesis de prostaglandinas, moléculas que reducen la sensibilidad de las neuronas ligadas al dolor. Entre 1974 y 1975, trabajó en la Wellcome Research, una institución ligada a la empresa farmacéutica Wellcome Laboratories.
Imaginativo y exigente
En otro trabajo, Ferreira comprobó que la morfina, además de su efecto sobre el sistema nervioso central, posee un efecto analgésico periférico, al que denominó como teleantagonismo (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 155). “Como docente e investigador de la FMRP, él era muy creativo y exigente con la calidad de los trabajos del equipo”, comenta Janetti Nogueira de Francischi, docente del Instituto de Ciencias Biológicas de la Universidad Federal de Minas Gerais (ICB-UFMG) quien trabajó junto a él entre 1977 y 1985, durante su maestría y doctorado. “Él siempre nos impulsaba a seguir adelante”.
Ferreira fue un activo participante de los debates al respecto de la política científica en el país, principalmente durante la época en que fue presidente de la Sociedad Brasileña para el Progreso de la Ciencia (SBPC), cargo que desempeñó por dos períodos, entre 1995 y 1999. “Hace 50 años pensábamos en crear la FAPESP, el CNPq y el posgrado, instituciones que hoy están consolidadas. ¿Cuál será la estrategia para los próximos 50 años?”, se preguntaba él en 2010, inquieto, como siempre, con el rumbo de la ciencia brasileña.
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