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Sociología

Un nuevo ritmo en la tercera edad

En los tiempos actuales, en los cuales las personas viven más, un estudio advierte sobre la importancia de la actividad física para la autoestima de los ancianos

Las canas están empezando a aparecer en las cabezas de los brasileños. De acuerdo con la tesis intitulada Ser Anciano en el Mundo: El Individuo y la Vivencia de Actividades Físicas como Medio de Afirmación e Identidad Social, defendida en la Facultad de Psicología de la Universidad de São Paulo (USP), un 15% de la población de Brasil (34 millones) en el año 2025 tendrá más 60 años. En ese período, se registrará un aumento promedio anual de un 6,5% de ancianos y, al mismo tiempo, una disminución en los números absolutos de jóvenes de entre 0 y 14 años.

“Con el envejecimiento de la sociedad, los brasileños van a convivir más con ancianos, permitiendo así que las generaciones que maduren tengan un paradigma sobre qué es ser viejo”, observa Andréa Krüger Gonçalves, autora de la tesis. “Los ancianos de hoy tienen que crear parámetros, porque no teníamos una referencia. Además, con el avance tecnológico, la gente vive cada vez más”, prosigue.

La propuesta de la tesis, apoyada por la FAPESP, es justamente suministrar algunas pistas acerca de cómo relacionarse mejor con esa fase de la vida, cada vez más larga. La apuesta de la investigadora se inclina hacia la actividad física. “Considero que para combatir la inercia a la cual los ancianos están confinados, nada mejor que el movimiento. Es una forma de postergar el reposo absoluto”, afirma.

De hecho, la investigación va a contramano del espacio que a sociedad les asigna a los más viejos. En la tercera edad, de acuerdo con Andréa, existe un proceso común de vivencia negativa: jubilación (ausencia de producción), viudez (muerte), cambios físicos, como arrugas y canas (desgaste) y la ausencia de un rol específico. Tal coyuntura sería un camino fácil para la imagen despreciativa de los viejos, que está siempre asociada a la falta de utilidad y a la pérdida de un papel social. “Son ésos los factores que desencadenan el prejuicio relacionado con el envejecimiento, tanto por parte de la sociedad, como por parte de los propios viejos”, justifica.

El estudio de Andréa parte del principio deque la participación en actividades físicas podrá contraponerse a ese estereotipo y hacer que el rumbo de la tercera edad sea más positivo. “El principal objetivo es rescatar la autoestima de las personas con más de 60 años, a través de la participación en actividades físicas. Esto se debe a que se confía en su influencia en la identidad y, consecuentemente, en la afirmación social”, explica la investigadora. Para realizar el trabajo, Andréa Krüger Gonçalves reunió a 20 ancianos para el curso “Actividades de Movimiento para la Tercer Edad”, ofrecido en la Universidad Abierta de la Tercera Edad de la USP.

Pese a poner el foco en la actividad física, el trabajo no se concentró apenas en la cuestión del movimiento. “Eso sería una limitación. El proyecto también está fuertemente asociado a la convivencia con nuevas personas”, explica. En ese contexto, el trabajo adquirió otro objetivo complementario: el de realizar una interferencia directa en la vida de los participantes. Para ello, se destacaron las actividades para la reestructuración de un concepto de sí positivo por parte del anciano, lo que podría propiciar una conscientización del papel social a partir del hincapié en sí mismo y en su capacidad.

“Ese concepto de sí es fuertemente relacionado con la sensación de autoeficiencia – posibilitada por las actividades – y le permite a la persona asumirse como anciana a partir de una evaluación de su situación real de vida, que no será vista como preponderantemente negativa”, afirma. Pese a que la profesora logró el objetivo central de elevar la autoestima de los participantes, la mayor parte de los ancianos continuó negando el envejecimiento y reproduciendo la máxima: “viejo con espíritu joven”.

“El problema es que la actividad física estimulada por nuestro trabajo aún está vinculada, para ellos, a la negación del envejecimiento”, evalúa Andréa. “Esa no me parece que sea la mejor solución, porque las personas no reconocen directamente el aspecto positivo de envejecer bien. La persona debería asumir que tiene 60 años y está en forma, pero no es eso lo que ocurre”, dice. La investigadora rechaza vehementemente la respuesta del anciano en el sentido de negar años de su existencia para sentirse satisfecho consigo mismo. “Nosotros llegamos a los 60 años de edad y decimos que nos sentimos como una persona de 30. Con ello, estamos matando la mitad de nuestra vida. No podemos arrojar por la borda todo ese tiempo”, sostiene.

Pese a que no haya logrado probar su hipótesis de hacer que el anciano acepte su bienestar con su edad real, Andréa cree que obtuvo resultados relevantes. “Ellos salieron del curso con una relación más positiva con ellos mismos y con los viejos en general”, afirma la investigadora. Según Andréa, el hecho de que los participantes del curso “Actividades de Movimiento para la Tercera Edad” se inscribieron en la Universidad Abierta de la Tercera Edad ya es un indicador de la disposición de cada uno para mejorar su condición de vida. “Partimos del supuesto de que las personas buscan, o no, un curso de esa índole por necesidades personales”, justifica.

El criterio de selección, por tanto, fue la adhesión natural. Para la investigadora, las personas que buscan grupos de la tercera edad se interesan en esas actividades porque quieren sentirse desafiadas. “Ellos pretenden corroborar qué es lo pueden todavía hacer en la vida, aun siendo viejos. Creen claramente que es necesario saber sus límites para sentirse capaces y vivos. Esa es una cuestión ya verificada en muchas otras investigaciones”, afirma. El perfil de los 20 participantes es bastante variado. La mayoría estaba entre los 60 y 69 años, con algunos superando los 70 años. Dieciocho eran mujeres y dos hombres. Una de las respuestas para la escasa presencia masculina en los grupos de la tercera edad reside en el hecho de que toda la producción del hombre, al lo largo de la vida, se orienta al trabajo. “Ellos tienen prejuicios con relación a las actividades de cuño meramente social, que no tengan un objetivo productivo”, evalúa la profesora.

De acuerdo con otras investigaciones realizadas sobre la tercera edad, es posible detectar que existe también un comportamiento diferente entre sexos, cuando se pierde al compañero. “La viudez es un aspecto muy fuerte para el anciano. La mujer casi siempre tiene un círculo de relaciones mayor durante toda la vida. Por eso, está en mejores condiciones de buscar apoyo fuera de casa. Pero el hombre no. En general, se casa nuevamente, o muere enseguida después”, explica Andréa. “La mujer difícilmente vuelve a casarse. Buena parte de ellas tuvo un casamiento impuesto por la familia y muchas se sienten más libres con la viudez”, continua.

De los 20 participantes en el curso, nueve estaban casados, siete eran viudos y cuatro separados o divorciados. Los dos hombre eran casados. El tiempo de casamiento oscilaba entre 30 y 54 años. Todos tenían hijos y la mayoría también nietos. El nivel de escolaridad también era heterogéneo: siete habían concluido la enseñanza básica, ocho finalizaron la enseñanza media y cinco llegaron al nivel superior. “Pese a esas diferencias, se llegó a una interacción muy buena, cosa que yo considero que es uno de los puntos positivos del curso”, observa la investigadora.

Después de iniciar el curso de actividad física, muchos participantes comenzaron a hacer cursos de idiomas, pintura e informática en la propia USP. “Una acción fue llevando a la otra. Se llegó a un punto en el cual ellos tenían actividades todos los días. Al comenzar a ocupar el tiempo, el resultado fue positivo, pues la familia brindó una devolución para esos trabajos”, revela.

El abordaje de este estudio, de acuerdo con la investigadora, es fundamental en los días de hoy, porque al mismo tiempo que el envejecimiento poblacional refleja un proceso de desarrollo de una sociedad, pode implicar también un grave problema social. “Si no se producen transformaciones socioeconómicas que posibiliten una mejora de las condiciones de vida y de bienestar general de las personas más viejas, tendremos un cuadro sumamente problemático en un futuro próximo”, analiza.

Ante este panorama, es complicado determinar cuáles son las mejores condiciones para una calidad habitacional para los ancianos -sobre todo, cuando éstos se quedan viudos. “Existe una interdependencia directa entre la elección de vida y la situación financiera de la persona. Pero si el anciano no tiene problemas mentales y tiene disposición para vivir solo, ésa es la mejor opción”, afirma Andréa. Pero hay controversias. “Los que viven solos se quejan porque tienen un contacto muy distante con los hijos. Y los viejos que viven con los hijos dicen que no lograron tener una vida independiente”, evalúa.

Las posibilidades de elección para los ancianos en Brasil, sin embargo, están muy lejos de ser las ideales: “La mayor parte de la población de la tercera edad no puede optar por vivir sola o con los hijos. Las personas son impelidas por la familia y por sus condiciones económicas. Son esos dos aspectos los que determinan el modo de vida de los ancianos brasileños”, dice la investigadora. “En Europa es común que los ancianos vivan solos, porque existe una infraestructura mayor y mayor respeto. En Lisboa, ellos ya son incluso acompañados por Internet”, cuenta. Andréa identifica que el cambio del cuadro poblacional del mundo también es el resultado del aumento de la expectativa de vida actual -bien diferente a la que se tenía hace 30 años.

“En los países desarrollados, ya se están discutiendo los problemas de la cuarta edad, a partir de los 80 años”, dice Andréa. “Desde los años 60 en adelante, Europa empezó a lidiar mejor con la tercera edad. Ellos tampoco tenían esa referencia del envejecimiento”, dice. Para la profesora, ese aumento de la cantidad de ancianos ha llevado también a una mejor convivencia con la edad que las propias personas tienen. “El estigma del envejecimiento está disminuyendo. Las personas mayores están intentando hacer las mismas cosas quehacían cuando eran jóvenes”, afirma la investigadora. Ésa es la actitud adecuada, de acuerdo con ella, porque la persona será siempre la misma, solo que viviendo diferentes momentos de su vida.

“La dialéctica de la vida atraviesa todas las edades. Todas esas edades muestran las dos caras de la moneda”, afirma. “Existen las ausencias de la vejez, pero es posible encontrar encantos en la falta de obligaciones de trabajo, con su rigor horario, o en la despreocupación por criar un hijo, ya que la relación con los nietos es solo de amor”, evalúa.

A pesar de las mejores condiciones de los ancianos, la investigadora considera que los medios tienen un papel bastante importante y negativo en el fortalecimiento de los prejuicios contra los viejos, que aún son enormes. “Los medios de comunicación exacerban mucho la propaganda del rejuvenecimiento, principalmente en la cuestión de la imagen física”, analiza. “Pero la verdad también que los jóvenes sufren una presión mucho mayor con relación a ese dilema. Con poca edad, ya temen por el futuro”, concluye.

El Proyecto
Ser Anciano en el Mundo: El Individuo y la Vivencia de Actividades Físicas como Medio de Afirmación e Identidad Social (nº 96/01475-5); Modalidad
Beca de doctorado; Coordinadora Ecléa Bosi – Facultad de Psicologia da USP; Investigadora Andréa Krüger Gonçalves

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