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Reseñas

Un rol de gran envergadura

Compilación de artículos bucea en una visión crítica de la relación entre los medios de comunicación y las minorías

Concretamente ¿qué son las minorías? En ellas se encuadran inmensos y sumamente visibles contingentes de la población mundial: las mujeres, los homosexuales y los negros. Pero la palabra también contempla a grupos de activistas políticos que adquieren notoriedad debido a acciones espasmódicas, crispaciones de violencia frecuentemente catalogadas como terrorismo, tal como sostiene Raquel Paiva, organizadora junto a Alexandre Barbalho, del libro Comunicação e cultura das minorías [La comunicación y la cultura de las minorías]. Raquel echa mano de una expresión del pensador francés Jean Baudrillard, quien señala que el terror despunta como una fractura visible de la sociedad contemporánea, para luego poner de relieve que el mismo “es signado por la tónica mediática, razón por la cual los actos son cada vez más espectaculares, en un intento incontrolable de superación, mediante actos de crueldad, de la línea que separaría la ficción y la realidad” (página 19). Ese encuentro esencial con los medios de comunicación, sin el cual el terror no hallaría la dimensión espectacular adonde se elevó en la sociedad contemporánea, es tan sólo uno, en medio a muchos otros posibles, entre minorías y medios. Y a decir verdad, dichos encuentros y desencuentros configuran la cuestión investigada, teorizada y analizada de manera consistente en la compilación de artículos, más reflexivos y menos fácticos, que componen Comunicação e cultura das minorias. Sus autores son conocidos investigadores del área de la comunicación, ligados a instituciones de diferentes regiones de Brasil, y en un caso, de Portugal (de la Universidad de Coimbra).

Pero, volviendo a la indagación inicial: de entrada, en el primer capítulo del libro, “Por un concepto de minoría”, Muniz Sodré plantea que “el concepto de minoría designa un lugar donde se animan los flujos de transformación de una identidad o de una relación de poder”, tras afirmar que “lo que mueve a una minoría es el impulso de transformación”, lo que, por cierto, está inscrito en la idea de “devenir minoritario” de los franceses Gilles Deleuze y Félix Guattari. Se trata de la minoría “no como un sujeto colectivo absolutamente idéntico a sí mismo y numéricamente definido, sino como un flujo de cambio que atraviesa a un grupo, en dirección a una subjetividad no capitalista. Es a decir verdad un ‘lugar’ de transformación y de pasaje, así como el autor de una obra es un ‘lugar’ móvil de lenguaje” (página 12). Pensada así, la minoría también tiene una intencionalidad ético-política dentro de la lucha contrahegemónica, según Sodré. Y a un partido político o un sindicato, aun siendo de oposición a un régimen dominante, no puede entendérselos como minorías, “pues ocupan un lugar en el orden jurídico-social instituido”. En otras palabras, Muniz concluye que “la minoría es un rechazo al consentimiento, es una voz de disenso, en busca de una apertura contrahegemónica en el círculo cerrado de las determinaciones sociales”. Y considera, auspiciosamente, que su concepto debe incluirse “en el capítulo de la reinvención de las formas democráticas”.

Esta visión atraviesa como una especie de luz de fondo los demás artículos del libro: los de Raquel Paiva, Alexandre Barbalho, Maria João Silveirinha, Márcio Gonçalves y Eduardo Coutinho, que abordan, tal como resume Raquel en la presentación general del mismo, cuestiones fundamentales de las minorías, especialmente en su relación con los media, sin atenerse específicamente a alguno de sus movimientos; los de Ângela Prysthon y Jeder Janotti Jr., relativos a los movimientos juveniles; de Ana Carolina D. Escosteguy y Juliana Gonzaga Jayme, referentes a géneros y, por último, los de Angela Schaun, Mohammed Elhajji y Liv Sovik, centrados en la problemática étnica.

Entre estos diversos textos, de gran interés para la investigación en comunicación en Brasil, llama la atención el abordaje sumamente novedoso de Elhajji, relativo a los grupos étnicos y confesionales de reciente radicación en Brasil (japoneses, libaneses, coreanos, etc.). Tratando de delinear un nuevo campo de estudio e investigación sociocultural que articule comunicación, cultura y conflictos, Elhajji plantea entre otras cosas la cuestión de medir los movimientos y las oscilaciones de los cuadros simbólicos de estos grupos “tal como los reflejan su medios comunitarios” (página 198). Y sugiere que la comunicación se ubique en el centro efectivo de esa línea de estudios, y no en un lugar periférico, puesto que se admite que “el rol central de la comunicación en el nuevo orden sociotecnológico ha creado una base material y discursiva tan inédita para el desarrollo de las actividades humanas en el sistema social, y tan específica históricamente, que ha terminado por imponer su propia lógica a la mayoría de los procesos sociales, y por condicionar de manera fundamental e irreversible a toda la estructura de la sociedad humana” (página 199).

Se demuestra exhaustivamente en Comunicação e cultura das minorias que la voz y el movimiento de éstas, esenciales para definir un concepto contemporáneo de democracia, se juegan en los media, en un juego singular de aparición y ocultación. Y resulta fundamental entender efectivamente el lugar que los medios asumen allí; su rol que, como dice Raquel Paiva, “es de tamaña envergadura” que es capaz de “definir de manera cabal a todas las antiguas mediaciones sociales”.

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