No son solamente los pases perfectos, las gambetas geniales ni las finalizaciones impecables, como el disparo preciso del lateral derecho Carlos Alberto Torres que cerró el tanteador en 4 a 1 contra Italia en el Mundial de 1970, lo que hacen al fútbol excitante. Mucho de su capacidad de atraer a miles a los estadios todas las semanas o de hacer que millones se planten en frente a un televisor se debe a lo imprevisible de los resultados –conocido en Brasil como ‘zebra’ (resultado adverso inesperado). En términos de resultados inesperados, nada le gana al fútbol, según un estudio de Eli Ben-Naim, Sidney Redner y Federico Vázquez, del Laboratorio Nacional Los Alamos, Estados Unidos. Ellos evaluaron los resultados de 300 mil partidos de cinco deportes colectivos –el fútbol, el béisbol, el básquetbol, el hockey y el fútbol americano– realizadas durante el siglo XX. Con base en la cantidad de juegos en que los equipos más débiles vencieron a los más fuertes, calcularon el índice de lo imprevisible o la probabilidad de dar un resultado adverso inesperado [‘zebra’]. En el fútbol, ese índice fue del 45%; en el fútbol americano, mucho más previsible, fue del 36%. “Sin resultados inesperados, los juegos se vuelven aburridos”, dice Ben-Naim.
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