La FAPESP, que nos últimos años ha procurado multiplicar y perfeccionar los mecanismos de inserción de noveles doctores en el sistema paulista de investigación, suma ahora un instrumento poderoso a su arsenal de ataque al antiguo problema de la fuga de cerebros del país: una nueva política de posdoctorado.
En realidad, esa política “viene a dar continuidad y sistematizar directrices adoptadas a lo largo del último año”, dice el director científico de la FAPESP, José Fernando Perez. Uno de sus elementos básicos es considerar prioritaria la línea regular de becas de posdoctorado en el país, que pasa a tener su plazo máximo de duración extendido de dos a tres años. Otro: se amplió a cuatro años la duración máxima de esas becas cuando las mismas estén vinculadas a Proyectos Temáticos, Centros de Investigación, Innovación y Difusión (Cepids) y programas de Apoyo a Jóvenes Investigadores, Genoma y Biota.
La nueva política implica también una reorientación del intercambio con centros de investigación en el exterior, que más que capacitación individual y de larga duración para el joven doctor, se enfoca en los beneficios que ese intercambio pueda traer para el crecimiento del grupo nacional de investigación al que el posdoctorando esté integrado. De esta manera se le posibilita a éste la realización de una o más pasantías de investigación en el exterior, con una duración total de hasta un año, siempre y cuando se demuestre que dichas pasantías pueden generar beneficios concretos para los proyectos del posdoctorando y de su grupo de investigación. Y las pasantías serán permitidas sin que se sustraiga el tiempo insumido por éstas del plazo total de vigencia de la beca (en términos prácticos, un posdoctorando con investigación vinculada a un proyecto temático, por ejemplo, además de la beca de hasta cuatro años en el país, puede ser apoyado por la FAPESP por hasta un año más para sus pasantías externas).
Otro un punto para destacar: en el marco de la nueva política de posdoctorado, la figura del supervisor, un investigador con mayor experiencia que acompaña de cerca y colabora con el trabajo del joven doctor, también adquiere mayor importancia.
Por esas vías, la FAPESP está dando forma a una política que “alía el objetivo de asegurar a los jóvenes doctores procesos de formación y perfeccionamiento de alta calidad con la determinación de fortalecer los núcleos de excelencia del estado de São Paulo”, dice Perez. Y crea, en ese proceso, opciones nuevas y atrayentes para mantener a los jóvenes doctores en el estado. “Eso es fundamental, porque ellos son, sin lugar a dudas, el elemento más precioso de nuestro sistema de investigación. Mantenerlos en el país –completa Perez– es hoy el gran desafío para la expansión y la consolidación del sistema brasileño de investigación.”
Dentro de ese cuadro, tiene sentido que dejen de ser consideradas como prioritarias las solicitudes de becas para posdoctorado en el exterior de noveles doctores sin vínculo laboral sólido con instituciones de investigación del estado o sin becas de posdoctorado en el país concedidas por la FAPESP. Y que no sea más considerada como prioritaria la concesión de becas de investigación en el exterior para investigadores firmemente vinculado a una institución de investigación paulista por un período mayor a un año.
Dentro de la competencia internacional
Las nuevas decisiones de la FAPESP con relación al posdoctorado se suman a una serie de iniciativas anteriores que tendientes a la creación de un ambiente favorable a la absorción de los jóvenes doctores por el sistema paulista de investigación, y, en consecuencia, a la multiplicación de los grupos de excelencia en el estado, capaces de transformarlo en un centro avanzado de investigaciones, con clara inserción en el sistema internacional de producción del conocimiento científico y tecnológico. Una de las iniciativas más evidentes en ese sentido es el Programa de Apoyo a Jóvenes Investigadores, lanzado en 1995 y que, hasta octubre de este año, dio apoyo a 250 proyectos, con inversiones por cerca de 64 millones de reales. En ese programa, un novel doctor con curriculum excelente y dispuesto a crear un nuevo grupo de investigación en un centro emergente puede recibir un auxilio de un valor significativo para su proyecto y, en caso de que no tenga vínculo laboral con la institución en la cual desarrolla sus actividades, también una beca con duración máxima de cuatro años, además de una suma anual destinada al financiamiento de viajes para participar en eventos y actividades de intercambio con centros en el exterior.
Sin embargo, debe tenerse en cuenta un contexto más amplio en el esfuerzo de la Fundación para evitar la evasión de cerebros del estado hacia el exterior. Y en éste tienen un papel decisivo los proyectos temáticos (actualmente están en marcha 250 de esos proyectos de investigación de gran porte, de los 520 aprobados desde 1990), grandes programas como el Genoma y el Biota y los primeros diez Centros de Investigación, Innovación y Difusión. Cuando se suma todo esto a las centenas de grupos de investigación apoyados en las líneas regulares de auxilios y becas de la FAPESP, la conclusión obligatoria es que existen en São Paulo “condiciones excelentes de capacitación y especialización para los noveles doctores, en la gran mayoría de las áreas del conocimiento”, como dice Perez. Y condiciones, agrega, para que el sistema paulista de investigación pueda absorber a “alrededor de mil doctores por año”. Cabe acotar que en Brasil se reciben anualmente cerca de 5 mil doctores, y en São Paulo, más del 60% de ellos, parte de los cuales, después de recibidos, regresa a sus estados de origen.
Un centro atractivo para extranjeros
Que existen buenas condiciones de capacitación para noveles doctores en São Paulo, parecen confirmarlo los extranjeros de todos los cuadrantes que realizan actualmente en este estado brasileño su cursos de ese nivel. ¿Cuántos son éstos? Más de cien, seguro, porque en una muestra de 104 proyectos temáticos, cuyos coordinadores, en respuesta a una solicitud de la FAPESP, tuvieron que informar si cuentan o no con posdoctorandos extranjeros, 42 de ellos confirmaron la participación de jóvenes doctores del exterior en los proyectos bajo su responsabilidad, en un número que oscila entre uno y cinco.
Las declaraciones de esos extranjeros son sumamente interesantes. Miguel Oscar Prado, por ejemplo, un argentino de 42 años, está realizando su posdoctorado en el marco del temático Problemas Derivados de la Cristalización de los Vidrios, en el laboratorio de Materiales Vítreos de la Universidad Federal de São Carlos (UFSCar), dirigido por el profesor Edgar Dutra Zanotto, que es también coordinador adjunto de la dirección científica de la FAPESP. Su área de investigación es la competencia entre sinterización y cristalización de materiales vítreos, que se queman a alta temperatura. Doctorado en el Instituto Balseiro de la Universidad Nacional de Cuyo, Argentina, Prado conoció a Zanotto en una conferencia en Buenos Aires, quien lo invitó a conocer las investigaciones desarrolladas en São Carlos. “Evalué que el trabajo era de nivel internacional y decidí solicitar una beca para hacer mi posdoctorado en Brasil”. Según Prado, pesó en su decisión la calidad de los trabajos científicos publicados por el grupo de Zanotto, el nivel de desarrollo de las investigaciones, principalmente en el área de cristalización, y el intenso contacto del laboratorio paulista con grupos de Alemania, Rusia y Estados Unidos. De esta manera, arribó a Brasil en octubre de 1998 con su mujer, tres hijos y una beca del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) de Argentina, por un período de dos años. A partir de este mes de noviembre y hasta octubre de 2001, Prado tiene una beca de la FAPESP y, a posteriori, regresará a Argentina, por exigencia del Conicet, por un período mínimo de dos años. “Me gustó Brasil y me gustaría volver. Pretendo continuar mi trabajo de investigación junto al equipo del laboratorio de la UFSCar”, dice Prado.
Dirk Koedam, un holandés de 40 años, está haciendo su posdoctorado dentro del temático Organización de Colonias y Patrones de Reproducción en Abejas Indígenas, coordinado por la profesora Vera Lúcia Imperatriz Fonseca, en el Departamento de Biociencias del Instituto de Biociencias de la Universidad de São Paulo (USP). Allí, Koedam desarrolla una investigación sobre las abejas sin aguijón y su importancia para el medio ambiente, tema que le interesa desde los tiempos de la facultad en la Universidad de Utrecht y que lo ocupó también durante su doctorado, cuando estudió las abejas jataí, valiéndose incluso de un intercambio con Costa Rica. “Decidí venir a Brasil primero porque el tipo de abeja que era mi objetivo solo se existe aquí.” Más todavía sabiendo que “Brasil va por el camino cierto en el sentido de develar el comportamiento de esas abejas”, mientras que en Holanda la situación de la investigación en etología es difícil. Por eso, él está pensando en permanecer en el país, donde ya lleva cuatro años, pese a que su beca solo va a durar un año más. Piensa que podría dar clases en universidades. Incluso porque cuenta con un estímulo adicional para su permanencia: su novia es brasileña; es una profesora de la Universidad Estadual Paulista (Unesp).
En el caso de la rusa Marina Vachkovskaia, 25 años, posdoctoranda vinculada al temático Fenómenos Críticos en Procesos Evolutivos y Sistemas en Equilibrio, en el Instituto de Matemática de la USP, las difíciles condiciones de trabajo para los investigadores en su país tras la disolución de la Unión Soviética fueron un impulso decisivo para venir a Brasil. Ella llegó en marzo de 1998, acompañando a su marido, Serguei Popov, 28 años, quien obtuviera una beca de la FAPESP para su posdoctorado, también en el área de matemática. Pasado un tiempo, Marina obtuvo una beca del CNPq y, recientemente, una beca de la FAPESP para dedicarse a un proyecto de investigación en el campo de la Teoría de la Probabilidad. Para la pareja de matemáticos, la beca “representaba bastante dinero”, en momentos en los cuales en Rusia no tenían chances de ganar nada. Ahora, en una situación que ambos consideran muy buena, en la que no ahorran elogios a la calidad del trabajo científico del Instituto de Matemática, incluso por el intercambio intenso con las figuras más respetadas internacionalmente en el área, la pareja está dispuesta a permanecer en Brasil. Serguei Popov fue aprobado en un concurso para dar clases en la USP y ella pretende seguir por el mismo camino. “Queremos tener hijos brasileños”, planea. Ambos sufrieron un poco para adaptarse y aprender el portugués. “Pero no tuvimos mayores problemas porque en el Instituto de Matemática todo mundo habla inglés.”
La idea de permanecer en el país es recurrente, como demuestra el ejemplo de Olivier François Vilpoux, un francés de 32 años que está realizando su posdoctorado en el proyecto del proyecto temático Prospección de Nuevos Almidones para la Industria de Alimentos, coordinado por la profesora Marney Pascoli Cereda, en el Centro de Raíces y Almidones Tropicales, de la Unesp de Botucatú. Basándose en una medida del gobierno francés que les permite a los alumnos con carrera de nivel superior reemplazar el servicio militar por un trabajo de cooperación técnica remunerado en su área de especialización, Vilpoux, un administrador de empresas con master en la Universidad de Nancy, decidió venir a Brasil en 1993, aprovechando una oferta inédita de vacantes. “Hacía mi doctorado en Francia cursando materias en la USP”, dice. Defendió su tesis doctoral en su país y enseguida inició su investigación posdoctoral dentro del temático en la Unesp, en proyecto financiado por la FAPESP. Se casó y dice que se queda en Brasil. Su trabajo de investigación es desarrollado junto a los pequeños productores de alimentos de las regiones sur y sudeste y en algunas áreas de Maranhão.
Esos son apenas algunos ejemplos, entre muchos otros, de la capacidad de atracción del sistema paulista de investigación, incluso antes de que se inicie la nueva política de posdoctorado. Con el cambio de las reglas, la convicción en la FAPESP es que no solamente São Paulo continuará a ejerciendo esa atracción, que garantiza una cierta irrigación sobre el sistema, sino que también, y principalmente, logrará mantener a sus jóvenes doctores dentro del estado, formando e integrando grupos de excelencia, con proyectos de investigación propios e innovadores, insertados en el sistema internacional de producción científica y tecnológica.
Aliados poderosos
En Estados Unidos existe preocupación con la situación de sus posdoctorandos. Por eso, hace alrededor de dos meses, la Academia Nacional de Ciencias, la Academia Nacional de Ingeniería y el Instituto de Medicina divulgaron la directrices para mejorar la suerte de los jóvenes investigadores, que se quejaban con frecuencia de sus bajos sueldos, sus largas jornadas y el magro reconocimiento de su trabajo. Los lineamientos, según una noticia publicada en Nature, número 6801, de 14/09/2000, aparecieron después de una extensa investigación del problema, a lo largo del año pasado, de la cual resultó incluso el informe Enhancing the Posdoctoral Experience for Scientists and Engineers.
Los posdoctorandos en Estados Unidos, según la revista británica, se ubican en un universo nebuloso entre los estudiantes de posgrado y los miembros de los cuerpos docentes, generalmente sin ningún status oficial. En razón de ello, raramente tienen acceso a los beneficios concedidos a otros grupos y se quejan de que su condición indefinida los hace vulnerables a la negligencia y la explotación de los jefes de laboratorio.
Las diretrices de las influyentes academias que resolvieron aliarse a los posdoctorandos se concentran en diez puntos, que son los siguientes: conceder reconocimiento institucional, status y remuneración apropiada; desarrollar políticas y patrones distintos para jóvenes científicos; desarrollar mecanismos para regularizar la comunicación con los directores de tesis, instituciones, organizaciones financiadoras y asociaciones; monitorear y suministrar evaluaciones formales de desempeño; garantizar el acceso al seguro de salud; establecer límites para el tiempo total de trabajo en la condición de posdoctorando; invitar a jóvenes científicos a participar en la creación de normas, definiciones y condiciones de ejercicio de su trabajo; ofrecer orientación concreta de carrera; mejorar la calidad de los datos sobre condiciones de trabajo; e, mejorar el proceso de transición de los jóvenes investigadores a empleos regulares.
Resta saber si los empleadores de los jóvenes científicos van a seguir las recomendaciones. De cualquier manera, las directrices traen un nuevo aliento. “Creo que el apoyo de instituciones respetadas significará una enorme diferencia a favor nuestro”, dijo Pauline Wong, presidente de la asociación de posdoctorandos de la Universidad John Hopkins, en Baltimore.
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