El francés Pierre Clastres (1934-1977), considerado uno de los antropólogos políticos más respetados durante las décadas de 1960 y 1970, tiene ahora un revival de sus obras en Brasil. Dos de sus libros seminales, A sociedade contra o Estado [La sociedad contra el Estado] (1974) y Arqueologia da violencia [La arqueología de la violencia: la guerra en las sociedades primitivas] (1980), han sido republicados en portugués por Editora Cosac&Naify, en el marco de una colección dedicada a la antropología. Los libros tienen como eje los planteos de Pierre Clastres, antes que nada un anarquista liberal, que pregonaba una sociedad alternativa que no se dividía entre opresores y oprimidos y que renegaba de manera absoluta la presencia del Estado.
“Su proyecto consistía en una refundación radical de la antropología. La obra de Clastres permite al mismo tiempo darse cuenta de que la expresión -antropologia política- es pleonástica y aporta un sentido nuevo al concepto de lo -político-“, analiza Eduardo Viveiros de Castro, profesor del Museo Nacional de Río de Janeiro y autor de A inconstância da alma selvagem, un libro que inauguró la colección de ensayos de Editora Cosac&Naify.La tese clastreana presente en ambas obras fue formulada con base en observaciones de tribus indígenas de América del Sur en Paraguay y Venezuela, que vivían sin liderazgos jerárquicos, con un modelo de sociedad sin la figura coercitiva del Estado.
“A partir de estos análisis, Clastres empezó a refutar la visión negativa relacionada con una sociedad tribal y efectuó una crítica extrema al poder del Estado en Occidente. En las sociedades primitivas o indígenas, Clastres encontraba los instrumentos necesarios como para defender una sociedad diferente, aquélla en la cual el poder del Estado es esencialmente negado”, afirma Florência Ferrari, antropóloga y responsable de la línea de publicaciones de antropología de Cosac&Naify, que tiene otros títulos publicados, tales como Sociologia e antropología [Sociología y antropología] de Marcel Mauss, y O cru e o cozido -mitológicas I [Lo crudo y lo cocido], de Claude Lévi-Strauss.
Libertario
El filósofo Bento Prado Jr., que firma el prefacio de Arqueologia da violência, dice que la obra de Clastres debe analizarse en el contexto del pensamiento occidental post 1968, pues su impacto no se limita a la antropología y recurre a fundamentos interdisciplinarios como la filosofía, la ciencia política y la sociología. Mediante la unión de estos elementos, Clastres mostraba una nueva manera de pensar el poder político, que dejaba de ser considerado como algo necesario para la sociedad para vérselo como la raíz de las desigualdades sociales.
“No sé si se puede interpretar la obra de Clastres como un argumento a favor de la dispensabilidad del Estado en cualquier tiempo y lugar. Claro que Clastres no es un ultraliberal, en el sentido norteamericano del término, sino un anarquista, un libertario en el sentido europeo. Su tesis sostiene que el Estado no es intrínseco a la vida social, como tampoco lo es la coerción. De allí no se sigue ningún laissez-faire“, afirma Castro.
Para muchos estudiosos de Clastres, que fue director de la Escuela de Altos Estudios de París durante seis años, su crítica al modelo político del Estado es ahora más actual que nunca. Podría extendérsela a la crítica del modelo económico de la globalización, análisis en boga en la izquierda actual. El antropólogo consideraba que lo que la sociedad occidental veía como algo inherente a cualquier sociedad, como el mercado y la economía, debería ser desmitificado, abriendo así nuevas posibilidades a otros modos de organización sociopolítica.
No obstante, este puente entre sus estudios y el presente debe hacerse con cuidado. “La actualidad del trabajo de Clastres no tiene nada que ver con las loas que actualmente se le entonan a la sociedad civil. Esta noción solamente adquiere sentido como seguimiento obligatorio de la de Estado, y hablar de sociedades contra el Estado es simultáneamente librarse del concepto de sociedad civil”, afirma Tânia Stoltze Lima, antropóloga del Museo Nacional de Río de Janeiro.
El poder
Pero lo más radical en el pensamiento de Clastres reside en la idea de que existen medios para que la sociedad niegue el poder político representado por el Estado, combinando mando y coerción. Y estos medios se encontrarían en las sociedades indígenas. En el caso de las sociedades con Estado, Clastres decía que se alimentaba un tipo de guerra, lo que sofocaría cualquier diferencia social y cultural, tal como escribe en el ensayo “Sobre el etnocidio”.En dicho texto, el autor analiza la conquista europea y los genocidios producidos en el decurso de ese período. Esto es, si el genocidio mata a las personas, el etnocidio extermina las culturas y los modos de pensar. Para Clastres, el Estado podría definirse como un movimiento violento de subordinación de las diferencias al primado de la unidad, pero esa unidad sería siempre artificial.
La reedición de las dos obras revela el paso del tiempo, de una a la otra. En La sociedad contra el Estado, Clastres defendía la oposición entre sociedades que aceptaban el Estado y las que no lo aceptaban. En La arqueología de la violencia la oposición se desplaza a otro lugar: el de la guerra primitiva y la guerra de conquista. El primero no implicaría violencia, pues sería un movimiento en pro de la libertad. El segundo en tanto estaría fundido en la aniquilación y la subordinación del otro.
Pierre Clastres apunta así hacia una especie de genealogía del poder en una sociedad. Para él, la sociedad tribal recurriría a la práctica sistemática de la violencia para se precaver del Estado. Solamente con las guerras contra otras tribus sería posible mantener la dispersión y la autonomía de cada grupo. Al guerrear entre sí, los hombres no someterían sus diferencias a un aparato extraño (en este caso el Estado) ymantendrían un espacio político autónomo, donde todos podrían ser iguales. “El antropólogo también observó que los jefes existen, pero no son tan poderosos: tienen obligaciones y son relativamente débiles en sus comunidades”, dice Florência Ferrari.
En el libro es posible hallar también la versión del Clastres cronista. En el primer capítulo, “El último círculo”, el antropólogo narra su experiencia entre los yanomamis de Venezuela, y en el segundo, “Una etnografía salvaje”, comenta el libro de Ettore Biocca sobre las memorias de Elena Valero, una mujer blanca raptada por los mismos indios. “La Arqueología de la violencia retoma la gran tradición europea, principalmente la francesa, de reflexión sobre los fundamentos de la vida social con base en lo “selvaje”.
Es también una de las raras contribuciones directas y explícitas del pensamiento amerindio a la filosofía occidental, mediante el esfuerzo extremo de interlocución realizado por Clastres”, comenta Castro. “Contiene también una teoría de la máquina de guerra primitiva, que nos permite apreciar la distancia verdaderamente infinita que separa a la “violência” de los pueblos contra el Estado de la violencia del Estado contra el(los) pueblo(s).”
En el ensayo “Mitos y ritos de los indios de América del Sur”, Clastres también afirma que la sociedad primitiva no es solamente contraria a la institucionalización del poder político, sino también contraria a la institucionalización de lo religioso y lo económico. En el prefacio del libro de Marshall Sahlins La economía de la Edad de piedra, el antropólogo francés observó que la idea de “sociedades de afluencia”, para contraponerse a las ideas de la economía política clásica, tales como la de escasez, camina a contramano del pensamiento marxista y evolucionista, que veía en la economía precaria de esas sociedades la razón de la ausencia de Estado.
Desigual
Para Clastres, no es que base económica determine lo político, sino al contrario. Sería la lucha contra el Estado, guiada por la voluntad de permanecer en libertad, la que impediría la emergencia de la desigualdad económica. Pero el marxismo es efectivamente cuestionado en “Los marxistas y su antropología”, en el cual sostiene que no es la economía quien dicta las bases, sino la política; y la política, según su ponto de vista, depende de la voluntad, de la filosofía y de la cultura. Otro punto destacado del libro es el cuestionamiento al porqué de que los hombres se subordinen a un solo soberano. La respuesta estaría en el hecho de que el hombre se deja subyugar. La emergencia del poder político del Estado es pensada como un accidente: no es imprescindible para la vida social. En las sociedades primitivas el Estado es negado por la elección de la libertad.
Tal el camino de Clastres: una brújula para el pensamiento creativo y original. Una prueba de su temperamento intelectual reside en el hecho de haber roto con Lévi-Strauss, el papa de la antropología, para colaborar con Gilles Deleuze y Felix Guatari en sus estudios del Anti-Edipo. “Las relaciones con Clastres me parecen muy cercanas. El Anti-Edipo tuvo una obvia influencia sobre algunas de las ideas más importantes de Clastres y, recíprocamente, La sociedad contra el Estado está en el origen de capítulos cruciales de Mil mesetas (de Deleuze y Guattari). El anarquismo conceptual de Deleuze está en resonancia con la antropología política clastreana”, sostiene Castro.
Discípulo de Lévi-Strauss, Clastres desarrolló una de las pocas antropologías a las que se puede llamar con propiedad post-estructuralistas, según el análisis de Eduardo Viveiros de Castro. Esto porque Clastres da testimonio de un esfuerzo de ir adelante en relación con el estructuralismo: de indicar sus límites, sin por ello dejar de incorporar sus realizaciones intelectuales. “Puede verse en Clastres al pensador que formuló la antropología política que le faltaba al estructuralismo en su versión -clásica- o lévi-strausseana, desarrollando y modificando ideas seminales de Lévi-Strauss”, comenta el antropólogo.
Pierre Clastres murió en un accidente automovilístico en 1977. Dejó muchos ensayos publicados en diversas revistas, y reflexiones inacabadas que están reunidas en esta obra. Su prematura muerte interrumpió la maduración de ideas, que tenían fuerte eco en los círculos intelectuales en los años 1970 y 1980. Para el antropólogo Márcio Goldman, el legado de Clastres en Brasil se dio en tres dimensiones igualmente importantes.
Resistencia
“Primeramente, inspirando directa o indirectamente una serie de trabajos en el campo de la etnología indígena. En segundo lugar, suministrándoles a los antropólogos que trabajan en campos que no se encuadran en la etnología indígena una serie de ideas acerca de la naturaleza del poder y de las formas de resistencia. Y en tercero término, ofreciéndoles una vía de acceso clara, rigurosa y perturbadora a los estudiantes que se inician en la antropología o en las humanidades en general”, afirma.
De acuerdo con la evaluación de Castro, el trabajo de Clastres es importante para los especialistas en las culturas tupí-guaraníes, en razón de su etnografía en forma de “crónica” sobre los aché-guayakíes de Paraguay, un pueblo cazador en su origen, o al menos con una fuerte influencia cultural guaraní. “Las tiempos que pasaron Pierre y Hélène Clastres, su mujer, entre los mbyá-guaraníes, y la atención que supieron prestarles a los trabajos sobre la religión y la mitología de este pueblo están en el origen de algunas de las reflexiones antropológicas y filosóficas más estimulantes de Pierre, como así también en el ensayo fundamental de Hélène: La tierra sin mal.”
Para el autor de A inconstância da alma selvagem, la reflexión clastriana sobre la sociedad primitiva tuvo mayor impacto sobre algunos filósofos brasileños que sobre los antropólogos. “Pero su influencia difusa sobre toda una generación, de la cual formo parte, fue enorme: influencia conceptual, estilística, ética, yo diría efectivamente cultural. Para mí y para algunos de mis colegas, como Tânia Slotze Lima y Márcio Goldman, la obra de Clastres desempeñó un papel de referencia. Papel éste que, luego de algunos años de relativo eclipse, me parece que está volviendo a asumirlo”, dice Castro.
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