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SOCIEDAD

Arquitectura para todos

Un estudio de los 100 años de la vivienda social en Brasil muestra los proyectos de gran calidad de la era Vargas

Complejo habitacional de Gávea, de Affonso Eduardo Reidy, quien construyó también el de Pedregulho, ambos en Río de Janeiro, a comienzos de la década de 1950: proyectos sociales de relevancia histórica y estética

INÊS BONDUKI/OS PIONEIROS DA HABITAÇÃO SOCIALComplejo habitacional de Gávea, de Affonso Eduardo Reidy, quien construyó también el de Pedregulho, ambos en Río de Janeiro, a comienzos de la década de 1950: proyectos sociales de relevancia histórica y estéticaINÊS BONDUKI/OS PIONEIROS DA HABITAÇÃO SOCIAL

Publicado en noviembre de 2014

Aunque Brasil haya aportado nombres e hitos importantes a la arquitectura del siglo XX, conocidos mundialmente –Oscar Niemeyer y Brasilia a la delantera–, existe toda una producción orientada hacia la vivienda social que aún es poco conocida y se encuentra más o menos al margen de la historia oficial. No es que esa producción sea poco visible o numéricamente insignificante. Está presente en ciudades de todo Brasil, y su historia constituye una narrativa con rupturas, pero también con fuertes rasgos de continuidad. Y llega hasta las políticas públicas actuales, aparte de haber creado un valioso repertorio de experiencias técnicas y formales en la arquitectura y en el urbanismo.

La intención de iluminar y hacer un inventario de la historia de la vivienda social en Brasil, que completó 100 años en 2012, se encuentra en el origen del recientemente publicado Os pioneiros da habitação social, [Los pioneros de la vivienda socia], un libro en tres tomos de Nabil Bonduki, arquitecto, docente de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de São Paulo (FAU-USP) y concejal en São Paulo del Partido de los Trabajadores, el PT. En el “meollo” de la obra, que está en el tomo II, se aborda el período que se extiende desde 1930 hasta 1964, es decir, desde la primera asunción del presidente Getúlio Vargas hasta el golpe militar. “Tuvimos allí un ciclo de la vivienda social vinculado con los principios del urbanismo moderno”, dice Bonduki.

Si bien los 100 años de la vivienda social empezaron con un proyecto del gobierno federal en Marechal Hermes, en Río de Janeiro, en cuyo marco, y enfrentando una gran oposición, se logró concluir 165 casas, la era Vargas creó una nueva cultura y otro abordaje. “Se establece la idea de la función social de la vivienda; el Estado se hace cargo de afrontar las cuestiones urbanas”, dice Bonduki.

“Y el modernismo pasó a ser el lenguaje de ese nuevo tiempo.”

Avances y retrocesos
En términos generales, Os pioneiros da habitação social aborda simultáneamente dos fundamentos y prácticas de la política habitacional brasileña a lo largo de un siglo y de los avances y retrocesos arquitectónicos durante el mismo período. La obra, publicada en conjunto por la editorial Unesp y por Edições Sesc SP, tiene un total de 1.208 páginas ilustradas con fotos y gráficos. El tomo 1, Cem anos de política pública no Brasil, presenta y comenta la historia de la vivienda pública en el país, y aborda en detalles, en la segunda parte, la producción de los institutos previsionales, responsables de las residencias públicas en la era Vargas. El tomo 2, Inventário da produção pública no Brasil entre 1930 e 1964, a cargo conjuntamente de la arquitecta y urbanista Ana Paula Koury, contiene un estudio y la documentación de los 322 proyectos (en 24 estados brasileños) del período, lo que incluye los dibujos de cada uno en escalas comparables. En el tomo 3, Onze propostas de morar para o Brasil moderno, se estudian en profundidad 11 de esos proyectos, con modelos tridimensionales de los dibujos originales y ensayos del fotógrafo Bob Wolfenson.

El complejo residencial de Paquetá, en Río de Janeiro, de 1952, y el edificio del comienzo de la construcción de Brasilia: intentos realizados en el pasado para armonizar las construcciones con su entorno

BOB WOLFENSON/OS PIONEIROS DA HABITAÇÃO SOCIALEl complejo residencial de Paquetá, en Río de Janeiro, de 1952, y el edificio del comienzo de la construcción de Brasilia: intentos realizados en el pasado para armonizar las construcciones con su entornoBOB WOLFENSON/OS PIONEIROS DA HABITAÇÃO SOCIAL

Las raíces de este trabajo se encuentran en la maestría y en el doctorado de Bonduki, durante los años 1990 en la FAU, que contaron con el apoyo de la FAPESP, y que resultarían en el libro As origens da habitação social no Brasil no Brasil [Los orígenes de la vivienda social en Brasil] (editorial Estação Liberdade, 1998, actualmente en su sexta edición), sobre la transformación de las ciudades brasileñas en la era Vargas. En el proceso de investigación, Bonduki identificó una producción arquitectónica importante en el período, que raramente había sido estudiada. Nació de allí el interés por ampliar la historiografía sobre el tema, teniendo en el enfoque “pensar la arquitectura moderna brasileña, sobre todo la de los años 1940 y 1950 del siglo XX, y cómo ésta se relacionaba con la vivienda social”.

El trabajo de investigación se extendió durante 17 años (1997-2013) en la USP, inicialmente en la Escuela de Ingeniería de São Carlos y después en la FAU, y contó con la participación de alrededor de 40 investigadores, muchos de los cuales después llevaron adelante estudios propios a partir de temas que se suscitaron durante el proceso. La etapa clave de la investigación fue el estudio de campo completo de la producción de la vivienda social entre 1930 y 1964, el segundo de los tres tomos del libro, que fue el primero que quedó listo. Las dos grandes etapas de la investigación contaron con apoyo de la FAPESP, y la segunda, desarrollada luego del estudio, fue contemplada en un pliego público de Petrobras en el área de patrimonio y documentación.

La actividad de investigación se articuló con la del equipo del profesor Carlos Ferreira Martins, director del Instituto de Arquitectura y Urbanismo de la USP de São Carlos (y autor del texto de solapa del tomo 2), que cuestionaba el abordaje histórico tradicional de la arquitectura modernista brasileña por ignorar algunos temas y nombres. Tanto para Martins como para Bonduki, existe en la trayectoria de la arquitectura “más tradicional”, orientada hacia la vivienda de masas, un aporte histórico tan importante como el de los nombres consagrados, tales como Niemeyer, Lúcio Costa, Rino Levi y Lina Bo Bardi.

Concentración de complejos habitacionales en la zona este de São Paulo…

INÊS BONDUKI/OS PIONEIROS DA HABITAÇÃO SOCIALConcentración de complejos habitacionales en la zona este de São Paulo… INÊS BONDUKI/OS PIONEIROS DA HABITAÇÃO SOCIAL

Aun un arquitecto usualmente incluido en ese grupo, Affonso Eduardo Reidy, era poco conocido por su actuación en el área de vivienda social, pese de ser autor de proyectos de gran importancia histórica y estética como los serpenteantes complejos de Gávea y de Pedregulho, en Río de Janeiro, ambos inaugurados a comienzos de la década de 1950. Reidy era casado con la ingeniera y teórica Carmen Portinho, otro nombre crucial en la historia de la vivienda social brasileña. Portinho fue directora del Departamento de Vivienda Popular, vinculado a la alcaldía del Distrito Federal (Río de Janeiro), uno de los pocos organismos regionales que realizaron una producción relevante durante el período del Estado Novo. Posteriormente, durante el segundo gobierno de Vargas (1952-1954), actuó como miembro del Consejo Central de la Fundación de la Casa Popular.

Desaparecido de la historiografía
Uno de los arquitectos “desaparecidos de la historiografía dominante”, según Bonduki, es Carlos Frederico Ferreira, quien dedicó toda su vida profesional al Instituto de Jubilaciones y Pensiones de los Trabajadores Industriales (Iapi), el órgano público que más se destacó en la producción habitacional del período Vargas, del cual fue jefe del Sector de Arquitectura y Diseño y posteriormente de la División de Ingeniería. “Pude conversar con él en 1994, seis meses antes de su muerte”, dice Bonduki. “Nadie sabía dónde estaba hasta que lo ubiqué en la sierra de Nova Friburgo, en el estado de Río.”

En esa charla, Ferreira resumió la preo-cupación central del Iapi: “poner las unidades habitacionales al alcance de la grande mayoría de los asociados con salarios modestos, esto es, establecer el precio mínimo, sin sacrificar por ello las condiciones indispensables de higiene y confort”. Esta preocupación avanzada se encontraba en consonancia con los principios establecidos por el suizo Le Corbusier en 1933, en el Congreso Internacional de Arquitectura Moderna, entre ellos, en las palabras de Bonduki, la idea de que lo habitacional “no era tan sólo la unidad habitacional”, sino también los espacios públicos tales como las plazas y las escuelas. No obstante, según el investigador de la FAU, ese concepto encontraba obstáculos inmensos en Brasil, empezando por la industria de la construcción. “Las cuestiones que debían afrontarse eran básicas, tales como la falta de normas para la producción de los simples ladrillos, cuya diversidad de tamaños, de acuerdo con su origen, dificultaba la realización de obras de grandes dimensiones”, escribe Bonduki.

Otro nombre importante de esa época es el del arquitecto Rubens Porto, asesor del Consejo Nacional del Trabajo, que estableció directrices generales para los institutos previsionales y recomendaciones para la construcción de complejos residenciales. Porto, en 1938, reunió en un libro una serie de soluciones para esos edificios, que implicaban la racionalización de los procedimientos, eliminando toda la decoración superflua, la entrega de las casas amuebladas y una tipología de bloques multifamiliares de cuatro pisos, con pilares y apartamentos dúplex. En la práctica, aunque eventualmente no se siguieran estos preceptos, buena parte de la producción de los institutos planteaba nociones claras de inserción urbana y uso racional e industrial de los materiales.

“Es difícil apuntar la existencia de una política habitacional en ese período, pero sí hubo acciones simultáneas que fueron coincidiendo, encontrándose”, dice Bonduki. “El escenario estaba compuesto por una dispersión de organismos, varios institutos con características y equipos propios que intentaban asegurar la actualización y los costos más bajos”. Se formó una “tecnoburocracia competente” y departamentos de ingeniería capaces de formular soluciones ante los retos que implicaba la creación de viviendas populares de bajo costo y buena calidad. En una época en la cual no había empresas de construcción como las actuales, y las escuelas para arquitectos constituían una novedad, esos departamentos funcionaban según Bonduki como “grandes estudios de arquitectura” y “laboratorios prácticos”.

…y Parque do Iguaçu, en Curitiba: baja calidad urbanística y arquitectónica

MINISTERIO DE CIUDADES/CEF…y Parque do Iguaçu, en Curitiba: baja calidad urbanística y arquitectónica MINISTERIO DE CIUDADES/CEF

Para la población de bajos ingresos
De acuerdo con el estudio de Bonduki, los notables avances de la arquitectura y del urbanismo y la creación de un legado inspirador no implicaron logros correspondientes en el acceso de la población de bajos ingresos a la vivienda. En el contexto de la transición de una sociedad predominantemente agroexportadora hacia una era urbano-industrial y capitalista, en la cual el gobierno se adjudicaba la función de proteger al trabajador, las iniciativas privadas en el campo de la vivienda fueron desestimuladas por la Ley de Inquilinato de 1942, que congeló los alquileres. De entrada, el efecto fue positivo para la población, porque disminuyó considerablemente el peso del gasto con vivienda para los asalariados.

Pero esta situación, combinada con un movimiento intenso de urbanización del país (8 millones de habitantes en las ciudades en 1930 y 32 millones en 1960), terminó generando un déficit de viviendas, un abultamiento de las periferias, carencia de servicios públicos y una ola de acciones de desalojos o desahucios. En suma, una grave crisis habitacional. Al final del período, los institutos previsionales ni siquiera llegaron cerca de suplir las necesidades de vivienda de la población, totalizando tan sólo 175 mil unidades construidas. “La salida para la población de escasos ingresos fue la autoconstrucción en las periferias, creando el modelo de las grandes ciudades que hoy en día conocemos”, dice Bonduki.

Contrariando la idea de que Brasilia, inaugurada en 1960, fue un proyecto revolucionario, Bonduki la considera “un punto de llegada” de las experiencias realizadas entre las décadas de 1930 y 1950, con sus supercuadras asemejadas a los complejos proyectados en los años 1940. Aparte de un importante rol de los institutos previsionales en la edificación de las áreas residenciales.

Nuevos programas
Desde el punto de vista político, la inauguración de la nueva capital se da en pleno reflujo de la vitalidad que alcanzó durante el Estado Novo la actividad arquitectónica y urbanista. Ya al final del período, se propuso la unificación de los institutos previsionales en un sólo organismo y la transferencia de parte de sus fondos a una institución que se destinaría específicamente a la atención universal de las necesidades de vivienda de la población, la Fundación de la Casa Popular (FCP). Las direcciones de los propios institutos, aparte de otros sectores de la sociedad, se opusieron al cambio, que les quitaría recursos y privilegios. De ese modo, la FCP nació vaciada y, según Bonduki, “su fracaso retrasó 20 años la formulación de una política habitacional consistente”.

La reanudación ocurriría con el comienzo del régimen militar de 1964, cuando los fondos de pensión fueron abolidos con la creación del Instituto Nacional de Previsión Social (INPS, hoy en día sustituido por el INSS) y el Banco Nacional Habitacional (BNH), abocado a la producción y a la financiación de inmuebles. Era un banco de segunda línea, es decir, actuaba directamente con otros bancos, no con el público, y duró hasta 1986, cuando se incorporó a Caixa Econômica Federal. No obstante, la inacción de los tiempos de la FCP, sumada al desmontaje de estructuras impulsado por el golpe de 1964, sacó del escenario a las fuerzas empeñadas en una política de vivienda social consecuente y que contemplase efectivamente las necesidades de la población. Las unidades habitacionales pasaban entonces a venderse a sus futuros habitantes y, si bien hubo énfasis y éxito en la producción masiva (4,2 millones de residencias), se descuidó sobremanera la calidad de los proyectos. En el ocaso de la vida del BNH, ya en el período de redemocratización, la sigla era conocida como sinónimo de edificaciones feas y mal terminadas.

A partir de la década de 1990, importantes experiencias en el ámbito municipal preanunciaron una serie de avances en la construcción de políticas urbanas y habitacionales, muchas de ellas por iniciativa popular. Fue el período de institución del Estatuto de la Ciudad, del Ministerio de Ciudades y del Fondo Nacional de la Vivienda. Esa estructura formó un cuadro auspicioso, fortalecido por condiciones demográficas favorables tales como el cierre del ciclo de migración campo-ciudad y la disminución del ritmo de crecimiento poblacional.

No obstante, cuestiones políticas llevaron en 2009 a la creación del programa federal Mi Casa, Mi Vida, al cual Bonduki ve con muchas restricciones. Pone de relieve la existencia en la actualidad de “un sistema de financiación y subsidios con fuentes propias, sumamente robusto y saludable”. Pero afirma que “se buscó asociar la creación de empleos y el crecimiento económico con la agenda habitacional sin obrar sobre las cuestiones de la posesión de la tierra y urbanas, generando así resultados contradictorios”. Bonduki prevé como resultado de ello el agravamiento de los problemas de movilidad, seguridad y medio ambiente. Para él, resulta urgente substituir el foco cuantitativo por el cualitativo, como lo hicieron los “pioneros”, y para ello actualmente resulta necesario que el poder público encare seriamente el problema de la posesión de la tierra.

Proyecto
Los pioneros de la vivienda social en Brasil (nº 2012/50030-0); Modalidad Ayuda a la Publicación; Investigador responsable Nabil Bonduki (FAU-USP); Inversión R$ 40.000,00 (FAPESP).

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