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Memoria

Allí donde todo empezó

La reforma de la Universidad de Coimbra desembocó en la graduación de los primeros investigadores brasileños

Uno de los argumentos para justificar la demora de casi 500 años para que Brasil contara con una producción científica significativa reside en la poca atención y escasa inversión destinada a la educación desde la época de la colonización. Pero eso no significa que no se haya hecho ciencia de calidad en el pasado. A diferencia de otros países con herencia colonial, los primeros en hacer investigación en Brasil fueron brasileños – o, según la visión colonizadora de aquel tiempo, portugueses nacidos en Brasil.

La “reforma de la instrucción”, llevada a cabo por el Marqués de Pombal en 1772, fue responsable por la institución de la enseñanza de las ciencias naturales en la Universidad de Coimbra. “Durante los 20 años posteriores a la reforma, alrededor de 430 brasileños se graduaron en ciencias en Coimbra, y entre éstos se encontraban aquéllos primeros que, de regreso a Brasil, iniciaron sus estudios de la flora, la fauna, los minerales y las poblaciones primitivas”, cuenta Evando Mirra de Paula e Silva, presidente del Centro de Gestión y Estudios Estratégicos del Ministerio de Ciencia y Tecnología, en el estudio intitulado A Ciência na Formação Cultural Brasileira.

En su retorno a Brasil, el paulista Francisco José de Lacerda e Almeida, un astrónomo y geógrafo graduado en Coimbra en 1776, y el Antônio Pires da Silva Pontes (Minas Gerais), graduado en 1777, se unieron para determinar la posición de los ríos y otros accidentes geográficos de las por entonces capitanías de Río Negro, Cuiabá y Mato Grosso, por ejemplo. Y el bahiano Alexandre Rodrigues Ferreira, por su parte, ya ostentaba una reconocida capacidad como profesor en la universidad portuguesa. Pero su trabajo por el centro y el nordeste del país como explorador, médico y naturalista, geógrafo y etnógrafo, realizado entre 1783 y 1793, lo transformó en una de las principales referencias del período colonial.

Su relato en Viagem Filosófica y las acuarelas producidas por los dibujantes de su equipo produjeron algunas de las primeras imágenes de los rincones brasileños e importantes informaciones sobre zoología, botánica y poblaciones autóctonas. Entretanto, el médico y naturalista de Minas Gerais José Vieira do Couto exploró la región de las minas y publicó Memória sobre a Capitania de Minas Gerais, Seu Território, Clima e Produções Metálicas en 1798. Y el paulista Martin Francisco Ribeiro de Andrada llevó a cabo exploraciones similares en São Paulo, la más famosa de éstas en compañía de su hermano José Bonifácio de Andrada e Silva, científico de renombre internacional y miembro de las principales sociedades científicas de Europa, y con seguridad el mayor exponente de la generación de brasileños que frecuentó Coimbra.

“Tan grande era su prestigio que la universidad portuguesa instituyó la cátedra de Metalurgia para él”, cuenta Evando Mirra. Enciclopedista, conocedor de 11 idiomas, Andrada dominaba al margen de la metalurgia las áreas de mineralogía, geología, química, climatología, botánica, silvicultura, hidráulica y obras públicas. Cuando volvió a Brasil en 1819, emprendió la expedición con su hermano y publicó el relato que se transformó en un clásico: Digressão Econômico-Metalúrgica pelas Serras e Campos do Interior da Bela e Bárbara Província de São Paulo. Luego de ese trabajo, entró de lleno en la política. Fue ministro del Interior y de Negocios Extranjeros y siguió una trayectoria que lo tornaría conocido en el futuro, más como el “Patriarca de la Independencia” que como científico.

Todos esos brasileños y muchos otros, estudiantes de Coimbra, se beneficiaron con las reformas llevadas a cabo por Sebastião José de Carvalho e Mello, el Marqués de Pombal, ministro de Don José I entre 1750 y 1777. Pombal promulgó decretos, resoluciones y leyes que transformaron la economía, la educación, la sociedad e incluso el punto de vista de la religión en Portugal en el siglo XVIII. La Compañía de Jesús, con la ayuda de la Inquisición, dominaba soberanamente la enseñanza en todos sus niveles, ignorando los descubrimientos que hicieran eclosión a partir del Renacimiento. Copérnico, Francis Bacon, René Descartes, Galileo Galilei, e incluso Isaac Newton, John Locke, Gottfried Leibnitz, Buffon y Montesquieu; nada pasaba por el tamiz de la Compañía.

Pero no siempre fue así. La Iglesia casi siempre fue el último refugio de la inteligencia, la cultura y la ciencia durante los períodos en los cuales los estados europeos estaban sumidos en el oscurantismo medieval. En Portugal, los jesuitas ostentaban el poder de decisión sobre lo que se enseñaba, y sobre lo que era bueno o malo para la población. Para revertir este cuadro y actuar con libertad, Pombal expulsó a la Compañía de Jesús de Portugal y de las colonias en 1759. Cuando decidió reformar la enseñanza, en 1770, instituyó la Junta de la Providencia Literaria, presidida por él mismo.

El 28 de agosto de 1772, el rey José I ratificó los nuevos estatutos de la Universidad de Coimbra. Ese mismo año se crearon el museo universitario, el jardín botánico, el gabinete de física experimental y el laboratorio de química práctica, antes inexistentes. Como no había en el país profesores suficientes que dominaran las ciencias naturales, se optó por buscarlos en Italia. Posteriormente, con la reforma ya cristalizada, la universidad empezó a utilizar sus propios cuadros. Durante ese período, durante las últimas décadas del siglo XVIII, algunos brasileños también se convirtieron en profesores de Coimbra, ya no más apenas aprendices.

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