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André Kaysel recurre a la tecnología y a asistentes para sortear su discapacidad visual

Es docente de la Universidad de Campinas e investiga el pensamiento político brasileño en el contexto latinoamericano

Kaysel en la Unicamp, donde es docente, en compañía de su perro guía Jed

Léo Ramos Chaves / Revista Pesquisa Fapesp

Cuando la gente me pregunta si nací ciego o me quedé ciego después, siempre contesto: las dos cosas. Me diagnosticaron con glaucoma congénito bilateral ni bien nací. Veía muy poco; perdí la visión del ojo derecho a los nueve años y la del izquierdo a los 22. Como mi padre es oftalmólogo, conté con la atención de buenos médicos y con buenos tratamientos. Fueron decenas de cirugías que ayudaron a prolongar mi vista, pero siempre supe que un día la perdería.

Hace casi 20 años que no veo nada, pero con el ojo izquierdo veo borrones de colores diversos. Son efectos visuales provocados por interacciones fisicoquímicas en el interior de los ojos. Los oftalmólogos denominan a este fenómeno visión entóptica. Una vez escuché un relato del escritor argentino Jorge Luis Borges [1899-1986], quien perdió la vista a los 55 años, que hablaba de eso. Borges decía que los ciegos no son todos iguales, no ven todo negro como la gente imagina.

Ingresé a la Facultad de Derecho de la USP [Universidad de São Paulo] en 2002. Pero resolví salir a mitad del segundo año y solicité la transferencia a la carrera de ciencias sociales de la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias Humanas [FFLCH] de la USP. Aspiraba a una vida académica dedicada a la investigación y a la enseñanza. En mi familia hay muchos docentes e investigadores, y esto influyó en mí. Mi papá, Antonio Augusto Velasco e Cruz, y mi mamá, Angela Kaysel Cruz, son docentes de la Facultad de Medicina de Ribeirão Preto de la USP, y mi tío paterno, Sebastião Carlos Velasco e Cruz, fue docente del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de Campinas [Unicamp], en donde doy clases actualmente.

Lo que predominaba en la ciencia política de la USP entonces era el denominado neoinstitucionalismo, surgido en Estados Unidos. Es la corriente que aún hoy en día predomina en el área, volcada al estudio de las instituciones y de las decisiones de los actores políticos, sin mucha atención hacia la estructura social en la que éstos se insertan. Aprendí mucho, pero me interesaba más el área de la teoría y el pensamiento político y me decanté en esa dirección, que se convirtió así en mi especialidad.

Dos docentes fueron sumamente importantes para mí en la USP: Gildo Marçal Brandão [1949-2010] y Bernardo Ricupero, quien fue después mi director en el posgrado. Cuando entré en la maestría, Marçal Brandão estaba empezando un gran proyecto de investigación con el apoyo de la FAPESP, sobre linajes del pensamiento político brasileño, en el cual participé desde el principio.

Ellos me abrieron las puertas del Departamento de Ciencia Política y así conocí a un grupo de politólogos y sociólogos sumamente diverso. Nuestro objetivo era buscar las líneas de continuidad histórica que organizan el pensamiento brasileño, desarrolladas en el período de casi un siglo que separa el final del Imperio, en 1889, y el final de la dictadura militar [1964-1985]. Fue una experiencia que me hizo madurar intelectualmente.

En la maestría, desarrollé un estudio comparado sobre el historiador brasileño Caio Prado Júnior [1907-1990] y el pensador marxista peruano José Carlos Mariátegui [1894-1930]. En el doctorado analicé la relación que se estableció entre comunistas y nacionalistas en ambos países, en conjunturas distintas, para reflexionar sobre la alianza entre comunistas y populistas en Brasil antes del golpe militar de 1964.

Representación Estudiantil del Programa de Posgrado del Departamento de Ciencia Política / USPEn 2017, con Bernardo Ricupero, durante encuentro en la USPRepresentación Estudiantil del Programa de Posgrado del Departamento de Ciencia Política / USP

Esta comparación fue necesaria para estudiar la evolución del pensamiento político brasileño en el contexto latinoamericano. La academia brasileña tiene a ser demasiado ensimismada, como si Brasil estuviese aislado en el continente del cual forma parte y de otras regiones. Ricupero me hizo entender la importancia de pensar a Brasil como parte de algo mayor.

Culminé la maestría en 2010 y el doctorado en 2014. Me aprestaba a defender la tesis cuando surgió una vacante en la Universidad Federal de la Integración Latinoamericana [Unila], en Foz de Iguazú [estado de Paraná]. Fue un hito para mí empezar mi trayectoria docente allá. Convivía con alumnos y profesores de varios países y tuve una experiencia internacional muy rica sin salir de Brasil. Asimismo, como era una institución nueva y pequeña, todos tenían que hacer de todo. Apenas si había empezado a dar clases cuando fui convocado a hacerme cargo de la coordinación de una carrera. Fue una locura, pero aprendí mucho.

En 2016, llamaron a concurso para cubrir una plaza en la Unicamp en el área de teoría y pensamiento político. Tuve la alegría de quedar aprobado en primer lugar. Culminé en 2024 un posdoctorado en la Universidad de California en Berkeley, en Estados Unidos, y ahora estoy preparándome para defender mi tesis de libre docencia en la Unicamp, que se basa en investigaciones que he venido realizado sobre el anticomunismo y la extrema derecha en Latinoamérica.

Por supuesto que nada de todo esto fue fácil con mi discapacidad visual, por supuesto. Un perro guía me acompaña al trabajo todos los días. Se llama Jed, y me lo traje de una fundación de Nueva York que adiestra animales para ayudar a las personas ciegas. Solo uso el braille para leer carteles, etiquetas o alguna que otra cosa más. La literatura especializada disponible en braille es muy limitada. Por eso siempre dependí mucho de la tecnología y de personas que me leyeran en voz alta, como mis padres, mi abuela y mis compañeros durante la carrera de grado.

El perfeccionamiento de los sistemas desarrollados para discapacitados visuales, conocidos como lectores de pantalla, que copian documentos impresos y convierten sus textos en audios, fue fundamental para que pudiese cursar la maestría y el doctorado. Pero todavía dependo de la calidad de la digitalización del material que necesito consultar. Hay muchas cosas disponibles en internet, pero no siempre en un formato legible para los programas de computadora que me ayudan en la lectura.

Tuve muchas dificultades en las investigaciones sobre el anticomunismo, pues trabajé por primera vez con fuentes primarias. Los archivos no cuentan con personal disponible para ayudar a buscar lo que uno necesita. En general, te traen la caja que uno solicita y buena suerte. Solo funcionó porque conseguí financiación de la FAPESP para contratar asistentes de investigación, que digitalizaron y editaron los documentos que estudié.

Viajé dos veces para consultar un rico archivo preservado en Paraguay, que reúne documentos de la Liga Mundial Anticomunista, una red de extrema derecha que operó durante la Guerra Fría, que tenía un brazo en América Latina y una filial en Brasil. Copiamos casi 2.000 páginas de documentos, de las cuales solamente logré leer una parte hasta ahora. Pero nunca pensé que me resultaría fácil. Siempre supe que para poder leer y trabajar debería recurrir a todos los medios posibles e imaginables.

Este artículo salió publicado con el título “Los colores al oscuro” en la edición impresa n° 347 de enero de 2025.

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