En 1956, en vísperas del lanzamiento de Grande sertão: Veredas [Gran sertón: Veredas], João Guimarães Rosa (1908-1967) se empeñó en mantener casi totalmente en secreto la trama de la novela que en julio de aquel año sería publicada por la editorial Livraria José Olympio Editora. Más allá del editor, José Olympio Pereira Filho (1902-1990), muy pocas personas conocían el desenlace de la obra. Una de ellas era Poty Lazzarotto (1924-1998), a quien se encargó el diseño de la cubierta del libro y los mapas para las solapas. En una charla que se extendió por ocho horas, el escritor nacido en Minas Gerais le confió al artista de Paraná (quien todavía no había leído la historia) los detalles de las aventuras y desventuras de Riobaldo y Diadorim, dándole instrucciones precisas sobre cómo quería los dibujos. “Me narró los episodios que consideraba más significativos. Una vista privilegiada: yo era el depositario del secreto mejor guardado; unas ocho personas, como máximo, conocían el misterio de Diadorim”, evocaría más tarde Lazzarotto, en una entrevista concedida al escritor y artista visual Valêncio Xavier (1933-2008), autor del libro Poty, trilhas e traços [Poty, sendas y rasgos] (Ayuntamiento Municipal de Curitiba, 1994).
También en la década de 1950, Lazzarotto aportó sus trazos a la cuarta edición del libro Sagarana (publicado originalmente en 1946) y a la primera edición, de 1956, de la obra Corpo de baile [Noches del Sertón (Cuerpo de baile)], ambos publicados por la editorial José Olympio, colaborando a la demarcación de una identidad visual para el texto roseano. Así lo sostiene el artista visual Fabricio Vaz Nunes, profesor de historia del arte en la Universidad Estadual de Paraná (Unespar). “Guimarães Rosa le encargaba a Lazzarotto dibujos muy específicos. En Sagarana, por ejemplo, hay elementos muy enigmáticos, como un pez ‘lloviendo” sobre los cables de la red eléctrica. Sus imágenes enriquecieron el universo simbólico del autor brasileño”, dice el investigador, quien a finales del año pasado publicó el libro Texto e imagem: A ilustração literária de Poty Lazzarotto [Texto e imagen: la ilustración literaria de Poty Lazzarotto] (Edusp), resultado de su tesis doctoral defendida en 2015 en la Universidad Federal de Paraná (UFPR).
La obra, que en 2016 ganó el premio a la mejor tesis en la categoría Letras y Lingüística, concedido por la Coordinación de Perfeccionamiento del Personal de Nivel Superior (Capes), busca mostrar cómo interactúan y dialogan las ilustraciones de Lazzarotto con las obras literarias. Una de ellas es una rara edición de lujo de Canudos (Sociedade dos Cem Bibliófilos do Brasil, 1956), una obra epistolar escrita por Euclides da Cunha (1866-1909) durante su cobertura de la Guerra de Canudos, en 1897, en el interior bahiano, como corresponsal del periódico O Estado de S. Paulo. “Antes de ilustrar la obra, Lazzarotto viajó a Canudos entre 1950 y 1951 para recabar información in situ sobre la región. Esto queda claro, por ejemplo, en la forma en que dibuja algunas especies vegetales”, comenta Nunes.
Nacido en Curitiba, ciudad donde pintó incontables murales y paneles en espacios públicos, Napoleon Potyguara Lazzarotto ilustró más de 170 libros a lo largo de cinco décadas, entre cubiertas, frontispicios e ilustraciones intertextuales para varias editoriales. El artista inició su carrera en la revista literaria Joaquim (1946-1948), de Curitiba, dirigida por el escritor Dalton Trevisan, con quien mantuvo una profusa colaboración. Antes del final de la década de 1940 se mudó a Río de Janeiro, donde estudió en la Escuela Nacional de Bellas Artes y encontró un ambiente propicio para los ilustradores de orientación moderna, interesados en la literatura. A partir de entonces, se dedicó a plasmar visualmente obras de distintos géneros literarios y de variados autores, que incluyen desde el carioca Machado de Assis (1839-1908) al estadounidense Herman Melville (1819-1891). En algunos casos, como en el propio Sagarana, el ilustrador incluso añadía elementos que no figuraban en la obra original, creando un “contrapunto” a la misma. “La ilustración literaria es una forma de interpretación del texto. Lazzarotto era un ávido lector que se esmeraba para crear un estilo específico para cada autor y cada libro”, explica Nunes.
En 1953, el artista empezó su colaboración con la editorial José Olympio. Tres años después, con sus ilustraciones para la novela Moby Dick, de Melville, publicada por la misma editorial, pasó a ser considerado uno de los principales ilustradores de Brasil. La editorial, fundada en 1931 en São Paulo como librería y radicada en Río de janeiro unos tres años después, se consolidó a lo largo de aquella década como una de las más importantes del mercado nacional del libro. “En los años 1930, el sector experimentó un auge de industrialización en el país. En medio de esta efervescencia, las editoriales brasileñas invirtieron en cubiertas ilustradas y en el aspecto visual de los libros”, comenta Edna Lúcia Cunha Lima, profesora jubilada del Departamento de Artes y Diseño de la Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro (PUC-Río). La incorporación de elementos figurativos además de los verbales en las cubiertas de los libros del período respondió, entre otros factores, a los avances tecnológicos, como informa la diseñadora Priscila Lena Farias, docente de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de São Paulo (FAU-USP). “La maquinaria moderna para la producción de clichés y la impresión policroma se tornaron más accesibles en el país a principios del siglo XX”, dice.
Esta no fue una labor que llevó a cabo únicamente José Olympio. “Otras editoriales, allende incluso al eje Río-São Paulo, como Livraria do Globo, de Porto Alegre, también cumplieron un rol importante en el campo de la gráfica en aquel período”, recuerda Lima. No obstante, en la historiografía de la literatura brasileña, fueron las cubiertas producidas por la editorial José Olympio para las novelas de la emergente literatura de carácter social y regionalista de autores como Jorge Amado (1912-2001) y Graciliano Ramos (1892-1953) las que adquirieron mayor protagonismo. Con sus cubiertas de “manchas de colores con dibujos centrales en blanco y negro”, José Olympio se convirtió, desde mediados de la década de 1930, en “el símbolo de la renovación incorporada al gusto del público”, en palabras del crítico literario Antonio Candido (1918-2017).
El artífice de este famoso esquema fue el paraibano Tomás Santa Rosa (1909-1956), quien, entre otras de sus múltiples facetas, fue artista gráfico, pintor, escenógrafo y crítico de arte. “Hoy en día, cualquiera que ve una novela publicada en la década de 1930 reconoce inmediatamente si se trata de un título de José Olympio por el estilo gráfico de Santa Rosa”, dice Luís Bueno, profesor de literatura brasileña y teoría literaria de la UFPR. Según el investigador, antes de radicarse en Río de Janeiro, a principios de la década de 1930, y convertirse en el principal ilustrador de la editorial, Santa Rosa fue empleado del Banco do Brasil y vivió en ciudades del nordeste brasileño, como Maceió (Aagoas). Allí conoció a los escritores José Lins do Rego (1901-1957), Graciliano Ramos y Rachel de Queiroz (1910-2003). También según Bueno, su debut en el ambiente literario se produjo justamente gracias a estos contactos del medio. Una de las primeras cubiertas firmadas por Santa Rosa fue la del libro Urucungo (1932), del poeta Raul Bopp (1898-1984), de la editorial Ariel, una de las más importantes del circuito carioca de la época. “Santa Rosa adquirió fama en los años 1930, cuando la novela regionalista marcaba la pauta en la literatura brasileña. Fue el autor de todas las cubiertas de las obras de José Lins do Rego y Graciliano Ramos, con excepción de la póstuma Viagem [1954], cuya tapa es de Di Cavalcanti [1897-1976]”, comenta Bueno, autor del libro Capas de Santa Rosa [La cubiertas de Santa Rosa] (Senac/Ateliê, 2016).
Empero, aunque el patrón visual de José Olympio que estableció Santa Rosa se hizo conocido como la “cara” de la literatura brasileña del período, el ilustrador no abrevó en el regionalismo brasileño en busca de inspiración estética para este cometido. Esta es una de las conclusiones a las que arribó la editora Carla Fontana en su tesis doctoral “Patrones y variaciones: las artes gráficas en Livraria José Olympio Editora, 1932-1962”, defendida en 2021 en la FAU-USP, bajo la dirección de Farias. En su estudio, la investigadora descubrió que, en términos de composición, esquema cromático y disposición de los elementos, las paradigmáticas tapas de Santa Rosa eran bastante similares a las de una casa editorial francesa. “Lo que hoy en día se considera un hito del diseño gráfico brasileño, en realidad fue copiado de una colección de la editorial Libraire Stock, de París. Este era un procedimiento muy habitual en José Olympio. Los profesionales se inspiraban en modelos extranjeros”, dice Fontana, quien durante su investigación ahondó en documentos remanentes del archivo de la editorial, que actualmente se conservan en la Biblioteca Nacional, de Río de Janeiro. “En sus artículos, Santa Rosa abogaba por un aspecto visual más clásico y sobrio. Consideraba que la cubierta de un libro debía ser más discreta, con un título legible, un esquema centrado y una pequeña ilustración o viñeta. Al contrario de lo que se ha afirmado, Santa Rosa no fue un innovador visual en José Olympio”, opina.
En su tesis, Fontana aborda la trayectoria y la producción de Lazzarotto y Santa Rosa, así como las de otros tres artistas gráficos que colaboraron asiduamente con José Olympio, pero no obtuvieron el mismo reconocimiento que los dos primeros. Uno de ellos fue el pernambucano Luis Jardim (1901-1987), quien también fue escritor de ficción y publicó libros infantiles, obras de teatro, cuentos y novelas, en parte con ilustraciones propias. Para otros autores, proyectó, por ejemplo, las cubiertas de las obras Primeiras estórias [Primeros relatos] (1962) y Tutaméia (1968), de Guimarães Rosa. “Se hizo más conocido como escritor, pero fue el artista gráfico que mantuvo el vínculo más duradero con José Olympio, entre las décadas de 1930 y 1970. En 1957, se convirtió en empleado permanente de la editorial, cuando asumió un cargo en el departamento editorial”, relata la investigadora. “A lo largo de esas cinco décadas fue el autor de más de 300 cubiertas, además de ilustraciones y viñetas para unas 50 obras. Mientras que Santa Rosa acostumbraba poner el énfasis en las escenas o en los personajes, Luis Jardim, por lo general retrataba escenarios y paisajes”.
Los otros dos artistas gráficos que Fontana estudió son Raul Brito y George Bloow. El primero firmó unas 50 cubiertas de libros para José Olympio en la década de 1940, principalmente para colecciones extranjeras traducidas, como A ciência de hoje [La ciencia de hoy] y A ciência da vida [La ciencia de la vida]. Además de colaborar con la editorial, trabajó como diseñador de afiches en la oficina brasileña de la empresa cinematográfica estadounidense Metro-Goldwyn-Mayer. “Varios artistas gráficos de José Olympio tenían ese mismo oficio. El propio Santa Rosa produjo el afiche publicitario de la presentación del libro Capitães de areia [Capitanes de la arena] [Livraria José Olympio Editora, 1937], de Jorge Amado”, comenta Farias, de la FAU-USP.
El francés George Bloow, por su parte, arribó a Brasil en la década de 1910 como integrante de una compañía de espectáculos de variedades y acabó radicándose en el país. Desde 1910 en adelante, diseñó afiches, diplomas y sellos para eventos deportivos, a pedido de instituciones como la Federación Brasileña de Remo. En la editorial José Olympio, produjo unos 50 diseños de cubiertas entre 1948 y 1956, antes de su muerte. “Una de sus especialidades en la editorial fue la producción de ornatos para encuadernaciones. Por entonces, José Olympio invertía en colecciones encuadernadas para vender en cuotas, a las que buscaba dar una imagen de producto ‘de lujo’, informa Fontana. Y añade: “La fama de José Olympio se debe, sobre todo, al segmento de las cubiertas estándar obra de Santa Rosa, pero él, obviamente, no refleja la totalidad del catálogo de la editorial. En mi tesis, intento demostrar que hubo patrones y variaciones en el aspecto visual de sus publicaciones”.
Según la investigadora, de estos cinco artistas gráficos que colaboraron con José Olympio, Lazzarotto es el que ha sido más investigado por los estudiosos en los últimos años. El catálogo de tesis y tesinas de la Capes enumera diez tesinas de maestría y tres tesis doctorales referidas a él, defendidas entre las décadas de 2000 y 2020. En el centenario de su nacimiento, su ciudad natal actualmente exhibe en cartelera tres exposiciones especialmente dedicadas: Trilhos e traços, en el Museo Oscar Niemeyer, Poty expandido, en la Caixa Cultural, y Poty de Curitiba, Curitiba de Poty, en el Museo Municipal de Arte. “Debido a sus murales, que retratan temas históricos de Paraná, Lazzarotto acabó siendo etiquetado como el artista oficial de este estado. Pero su legado es mucho mayor”, dice Nunes. “A través de la imagen, él dialogó con autores de Brasil y de todo el mundo”.
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