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Ciencia

Asociación contra el cáncer

Proyecto liga al Incor con la industria para producir un "caballo de Troya" en el marco del combate a la enfermedad

EDUARDO CESAREl anticuerpo antirreceptor de la LDL (halo marrón) indica la alta concentración de receptores en las células tumorales: cuanto más receptores haya en las células, mayor será la entrada de partículas de LDE cargadas con medicamentos (microscopía óptica, 400 veces) EDUARDO CESAR

Empresarios estadounidenses y canadienses crearon una compañía farmacéutica para producir y comercializar un invento brasileño: las partículas LDE (low density emulsion, o emulsión de baja densidad, lipoproteínas artificiales que servirán de vehículo para medicamentos usados en el combate contra el cáncer y que reducirán la toxicidad de esas drogas. La creación es del médico Raul Maranhão, profesor de la Facultad de Ciencias Farmacéuticas de la Universidad de São Paulo (USP), director del Laboratorio de Lípidos del Instituto del Corazón (Incor) de la USP y ahora miembro del consejo de la empresa iCell Therapeutics Corp.

El Incor y su ente financiador, la Fundación Zerbini, firmaron un acuerdo con iCell por el cual ceden la patente y a cambio tienen participación accionaria y representación en la dirección de iCell, que busca recursos para establecerse. José Antônio Ramires, director del Incor, aclara que la patente no fue vendida. “Registramos la patente como nuestra parte del capital y establecimos un contrato al final del cual, en caso de que la empresa no comercialice el producto, podamos recuperar el control”. El acuerdo, que redundará en la instalación del Centro de Desarrollo Tecnológico de iCell dentro del Incor, hará factible la producción y comercialización a nivel mundial de las LDE.

Cuando comenzó a desarrollar las LDE, de comportamiento similar al mal colesterol o LDL (low density lipoprotein, lipoproteína de baja densidad), el objetivo era solamente crear exámenes preventivos de aterosclerosis, la deposición de material graso en las arterias.Los estudios se iniciaron en los años 80, con el objetivo puesto en el metabolismo del quilomicrón (Qm), otra lipoproteína vinculada a la aterosclerosis. Al contrario que las fracciones de colesterol LDL y HDL (high density lipoprotein, lipoproteína de alta densidad), la metabolización del Qm no se mide en la sangre: su concentración varía según la cantidad y la calidad de grasa consumida, más la velocidad de su absorción intestinal. Conclusión: para estudiarla sería necesario seguir su trayectoria dentro del organismo.

Afinidad con receptores
Entonces Maranhão desarrolló un quilomicrón artificial. Inyectado con un marcador radioactivo, su seguimiento permitió entender mejor la obstrucción de las arterias y mostró que los portadores de la enfermedad coronaria tienen mayor dificultad para metabolizar y retirar de la circulación las partículas lipoproteicas ingeridas en la alimentación.

Maranhão dice que ya existieron tentativas similares de estudios con LDL, pero poco avanzaron: “No está permitido inyectar hemoderivados de una persona en otra para fines de investigación, debido alriesgo de transmisión de enfermedades como el Sida y la hepatitis. Y la inyección de LDL del propio paciente, tras la extracción y la preparación del material, requiere de una grande disponibilidad de voluntarios, lo que hace que la investigación se torne compleja e inviable”. De esa manera, la partícula artificial podría ser una herramienta para identificar individuos con metabolismo más lento y estimular la prevención.

Las primeras experiencias con LDE en ratones trajeron un nuevo dato que alteraría drásticamente el rumbo de la investigación: la partícula artificial era capaz de alearse a receptores de las células, incluso con más afinidad que las partículas naturales.Maranhão explica que la estructura de la LDE es muy similar a la de la LDL natural: un núcleo concentrado de colesterol y éster de colesterol, y una superficie formada por una sola capa de fosfolípidios. Con todo, no tiene apoproteínas, la bisagra entre la partícula lipídica y los receptores celulares – en especial la ApoB -100, que cubre la LDL natural. Sorprendentemente, ésta no hace falta. Es que al entrar en la circulación, la LDE empieza a atraer e incorporar apoproteínas, especialmente la ApoE, que entonces se une al receptor. “Como la unión es efectuada de manera cooperativa, en el caso de la ApoB apenas una molécula une la partícula al receptor, mientras en la LDE entre dos y cuatro moléculas de ApoE realizan la unión.”

Estaba descubierta la otra utilidad de la LDE, que haría al especialista en lípidos y fisiología inclinarse hacia el área de la oncología. Ya sabía que las células de tumores tienen hasta 100 veces más receptores de LDL que las células normales, de modo que esa lipoproteína es removida mucho más rápidamente de la circulación sanguínea. Es por eso que la mayoría de los pacientes de cáncer manifiesta una diminución significativa en los niveles de colesterol en sangre. Para Maranhão, eso sucede probablemente porque la proliferación acelerada de la células neoplásicas (cancerosas) requiere mayores cantidades de colesterol y otros lípidos, necesarios para su multiplicación y su supervivencia.

Caballo de Troya
A partir del descubrimiento de que la LDE se unía tan fácilmente a receptores celulares, el investigador invirtió en la hipótesis de que ésta sirviera de vehículo para transportar quimioterápicos y alcanzar selectivamente las células neoplásicas, como un “caballo de Troya”. “Ese siempre fue el ideal de todo terapeuta: un mecanismo que seleccionara las células enfermas, preservando las sanas.”

No faltan intentos. Una de las técnicas más estudiadas es la de los liposomas, que tienden a concentrarse en células más vascularizadas, típicas en los tumores. Preparados con liposomas transportan agentes antifúngicos en el tratamiento de complicaciones infecciosas, sobre todo del Sida. Pero con relación a los tumores, para Maranhão elliposoma aún es un “globo de ensayo”.

Maranhão ya probó la LDE en pacientes. Su estudio, publicado en 1994 en la revista Cancer Research involucró a 14 personas con carcinoma de mama y 22 con tumor de ovario (13 malignos y 9 benignos). “Inyectamos la emulsión con marcación radioactiva antes de la cirugía de extracción del tumor. Después comparamos el tejido ovárico normal con el tejido neoplásico, para medir el nivel de radiación”. Mientras que el tumor benigno de ovario captó la misma cantidad de partículas radioactivas que el tejido normal, el tejido neoplásico tenía diez veces más partículas que las células saludables. En el carcinoma de mama, la LDE se concentró cuatro veces más.

Ya que la emulsión lipídica se unía selectivamente a las células cancerígenas, se suponía que las saludables quedarían protegidas contra los quimioterápicos de la emulsión. Se hicieron pruebas en ratas, con el quimioterápico BCNU (carmustina). Después fueron evaluados 42 pacientes en el Hospital de Clínicas y 20 en el Hospital Sirio-Libanés, con ayuda del oncólogo Antônio Carlos Buzaid. Los voluntarios tenían tumores de mama, riñón, colon, huesos y próstata.

Dosis triplicada
Se verificó que, con la LDE, los pacientes toleraron dosis de BCNU tres veces superiores. “La dosis máxima que se utiliza normalmente”, dice Maranhão, “es de 150 a 200 miligramos por metro cuadrado (mg/m²) de superficie corpórea, con los efectos colaterales conocidos: náuseas, caída de cabello y otros más drásticos, como la depresión de la medula ósea, que deriva en trastornos de coagulación y del sistema inmunológico. Verificamos que hasta 400 mg/m² la toxicidad es mínima, es decir que no se verificaron efectos colaterales significativos. Aumentamos la dosis hasta 600 mg/m², y aun así se registró una buena tolerancia”. Con todo, Maranhão cree que es prematuro determinar si la eficacia de la droga se altera o no cuando es transportada por la LDE, ya que, por ejemplo, la mayoría de los pacientes estudiados ya había pasado por otros tratamientos: “Es difícil evaluar y documentar las respuestas a un tratamiento”.

La próxima etapa incluye la incorporación de dos quimioterápicos a la LDE: paclitaxel (taxol) y etoposide. Los tests preliminares son promisorios: “Por ahora, ambas drogas fueron testeadas en ratas. El taxol se mostró diez veces menos tóxico. Con el etoposide la toxicidad fue 16 veces menor”.

El proyecto temático que Maranhão desarrolla hasta 2003 contará con dos grupos: uno de transplante cardíaco, otro de lupus eritematoso sistémico, una enfermedad autoinmune que desregula el sistema de defensa. Ya se ha constatado que transplantados y pacientes con lupus muestran una alta tendencia a desarrollar precozmente aterosclerosis. La obstrucción de las arterias coronarias suele surgir después del primer año del transplante y es la mayor causa de muerte de transplantados, lo que parece estar ligado a las reacciones inmunológicas posquirúrgicas. En los pacientes con lupus, el riesgo de obstrucción coronaria es 50 veces mayor que en la población en general.

Resultados instigadores
En un proyecto finalizado en 1995, Maranhão constató un grave disturbio metabólico de quilomicrón en los pacientes con lupus eritematoso sistémico y transplante cardíaco, resultado que relató el año pasado en las revistas Arthritis and Rheumatism e Transplantation. En el actual proyecto, pretende ver si existen alteraciones de remoción de la LDL, tanto en los pacientes con lupus (en colaboración con Eloísa Bonfá) como en los transplantados.Algunos resultados instigadores surgen de otras pruebas. Con la colaboración de Carmen Cristiano, integrante de su equipo, y Carlos Eduardo Negrão, del Instituto de Educación Física de la USP, Maranhão compara atletas y personas sedentarias con niveles de LDL normales y equivalentes: “Los atletas sacan LDE de la circulación dos veces más rápido. Se verificó también que la velocidad de remoción de la partícula es proporcional al llamado VO2 máximo: el índice de consumo de oxígeno que evalúa la capacidad pulmonar”.

Maranhão espera que en el futuro cualquier persona pueda realizar un análisis preventivo con la LDE, para la detección precoz de disturbios metabólicos que no aparecen en un simpleanálisis de sangre. “Actualmente, el análisis de colesterol es como una foto. Muestra cuántos miligramos de colesterol hay en 100 mililitros de sangre en un momento específico. No obstante, el colesterol total es reflejo del que entra en la circulación, fabricado por el hígado, y del que sale, entrando en la célula por los receptores. Con la LDE podemos visualizar el proceso integralmente, como en un filme.”

Diez años de lucha por la patente
Raul Maranhão no dejó que su paciencia se agotara mientras recorría los vericuetos de la burocracia para obtener la patente de su invención, sin la cual no podría avanzar. “Fue un vía crucis que comenzó en 1991, cuando hicimos las primeras consultas con el INPI” (Instituto Nacional de la Propiedad Industrial). En esa época, el INPI poco podía hacer: aún no había una ley brasileña sobre patentes que reglamentara la producción de medicamentos, que solo sería aprobada en mayo de 1996.

En Estados Unidos tampoco fue fácil. La patente, solicitada en 1992, demoró cuatro años para salir, tras un largas idas y vueltas de documentos. En su visión, “a pesar de ser competentes y con buena formación en el área biomédica”, los funcionarios de la oficina de patentes en Nova York no tenían mucho conocimiento del área en cuestión. La mayor dificultad fue probar que el invento no era nada parecido a algo ya patentado: “Una emulsión puede ser una infinidad de productos, hasta una crema para arrugas”.

Con la patente en sus manos, Maranhão se puso en contacto con algunas empresas nacionales. Las conversaciones no avanzaron. “La industria nacional todavía necesita incentivos para hacer escuela en el desarrollo de productos farmacéuticos”, dice.

La asociación con iCell resolvió el problema, pero Maranhão está iniciando otras batallas. Una de ellas tiene que ver con los estudios clínicos que aún deberán realizarse, esta vez fuera de Brasil, para que la LDE sea aceptada en el exterior. Tendrá también que rever las técnicas de producción. Actualmente la cantidad de LDE requerida por un paciente en el Incor insume entre tres y cuatro días de trabajo. “Entre todos, podemos atender hasta diez pacientes en una semana”, dice Renato Barboza, técnico del laboratorio. Es un número suficiente para la investigación, pero no para la producción industrial.

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