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Inmunología

Avances contra la fiebre del caracol

Un equipo de científicos de Minas Gerais abre nuevas perspectivas para la elaboración de una vacuna contra la esquistosomiasis

En 1986, ya de regreso a Brasil con su título de doctor obtenido en la Universidad John Hopkins, Estados Unidos, Rodrigo Correa-Oliveira podría haber optado por vivir enfrascado en uno de los laboratorios de la Fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz) de la ciudad de Belo Horizonte. Pero no lo hizo. Es que este biólogo oriundo de Minas Gerais, que bien puede ahora estar en la senda que desemboque en la vacuna contra una enfermedad que afecta al mundo subdesarrollado, sacó entonces del fondo de su armario las botas y el sombrero, se subió a un ómnibus y dos días después descendió en la zona conocida como Vale do Jequitinhonha, una de las más pobres de ese estado brasileño.

Durante semanas, y dispuesto a entender mejor los mecanismos de transmisión de la esquistosomiasis, recorrió las carreteras polvorientas de Padre Paraíso, Itaobim y otras localidades que apenas si despuntan en el mapa. Conversó con los habitantes de las comunidades rurales y punteó con una pala prestada los matorrales ubicados a orillas de los arroyos y lagos, en busca de los caracoles transmisores del gusano Schistosoma mansoni, causante de la enfermedad conocida como fiebre del caracol, también llamada en Brasil barriga-d’água debido a que provoca una hinchazón descomunal de hígado y el bazo. Es la esquistosomiasis, común en el norte de Minas Grearis, que acomete a aproximadamente 12 millones de personas en este país, en tanto que en el mundo hay alrededor de 200 millones de afectados por este mal típico de los países menos desarrollados.

Veinte años más tarde, siguiendo todavía con su hábito de ir al menos una vez por mes a Vale do Jequitinhonha o a Vale do Mucuri, Oliveira e investigadores de Australia y Estados Unidos demostraron que dos proteínas de la superficie del Schistosoma mansoni activaron los mecanismos de defensa del organismo del ratón contra el helminto. De surgir resultados positivos en el marco de los ensayos con seres humanos, dichas proteínas denominadas transpaninas pueden convertirse en una vacuna contra la esquistosomiasis, lo que se sumaría así a un conjunto de medidas de combate contra la enfermedad, principalmente en lo que hace a la ampliación de la red de desagües y de aguas tratadas, pues este gusano de hasta 12 milímetros de longitud por 0,4 de diámetro se propaga por la materia fecal humana contaminada.

Según Oliveira, esta vacuna se justifica porque la enfermedad se ha propagado por vastas áreas del país, dificultando así las campañas de eliminación de sus transmisores, los caracoles del género Biomphalaria. Asimismo, el Schistosoma comienza a mostrar resistencia a los dos vermífugos más usados, la oxamniquina y el praziquantel. Y hay otro problema: El tratamiento por sí solo, dice el científico, no es suficiente para evitar la reinfección, principalmente en los niños. Con abordajes distintos, grupos de la Universidad de São Paulo (USP) y del Instituto Butantan están trabajando en otras alternativas.

Resistencia natural – Este nuevo camino hacia una vacuna surgió de una hipótesis que Oliveira formuló en 1985, luego de leer un estudio sobre personas cuyos organismos presentaban mecanismos naturales de defensa contra la filariosis, otra enfermedad típica de los países pobres que hace que las piernas se hinchen tremendamente. Como tanto la elefantiasis como la esquistosomiasis son causadas por gusanos del grupo de los helmintos, el investigador imaginó que el cuerpo humano podría poner en acción formas naturales de escapar también del Schistosoma. El biólogo, que comenzó a estudiar inmunología en 1978, cuando cursaba su carrera de grado, salió entonces por los confines de Minas Gerais en busca de gente que hubiera entrado en contacto con ese gusano, pero que no presentase ningún síntoma de la enfermedad. Y encontró a esas personas.

En laboratorio, luego de analizar los tipos y cantidades de anticuerpos de la sangre de estos individuos, Oliveira descubrió que las respuestas que daban eran bastante diferentes que las registradas luego del tratamiento con los medicamentos que mataban a las lombrices. Tal como lo describe en 1989 en la revista Transactions of the Royal Society of Tropical Medicine and Hygiene, el organismo de las personas resistentes a la esquistosomiasis combatía la lombriz por medio de una intensa y casi exclusiva producción de anticuerpos, accionados por moléculas de comunicación, como las inmunoglobulinas E y el interferón gamma.

Fue también en 1989 cuando Oliveira encontró una de las proteínas capaces de activar la fenomenal producción de anticuerpos en personas que vivían entre caracoles contaminados. Éstas también se contaminaban, pero, sin saberlo, lograban librarse de la lombriz. Así y todo, esta proteína, la paramiosina, no era muy amigable en laboratorio, y los investigadores no lograron avanzar. Pasaron años hasta que el biólogo de Minas Gerais le propuso a Alex Loukas, del Instituto de Investigación Médica Queensland, de Australia, que trabajaran juntos para saber si otras proteínas, las transpaninas, podrían intensificar la producción de anticuerpos. Y esta vez la cosa salió bien. De acuerdo con el estudio publicado el 18 de junio en Nature Medicine, del cual también participó Jeffrey Bethony, de la Universidad George Washington, Estados Unidos, en individuos naturalmente resistentes la transpanina 2 (TSP-2) es fácilmente reconocida por las inmunoglobulinas. Con todo, nada sucede en personas en las cuales la infestación evoluciona. En ratones, la TSP-2 disparó una serie de respuestas que derivaron en una reducción de hasta un 64% de la cantidad de gusanos; con otra transpanina, la TSP-1, se redujo a la mitad la cantidad de huevos de Schistosoma. Otra información halagüeña es que ambas transpaninas son recombinantes, es decir, pueden producirse en cantidades elevadas por medio de bacterias y después purificárselas.

Contra la anquilostomiasis – Oliveira y todo el equipo que trabajó con el saben que éste es tan sólo el comienzo. Es aún necesario demostrar, mediante ensayos que deben hacerse este mismo año directamente en sangre de seres humanos, que estos resultados pueden repetirse o incluso mejorarse y que vale la pena invertir dinero y tiempo en esta línea de investigación. Posteriormente viene la etapa tecnológica, empezando con el llamado escalonamiento, por medio de la cual se intenta ampliar centenares de veces la producción de la potencial vacuna. Sin embargo, cabe aclarar que ésta no es una senda nueva para Oliveira, quien adquirió experiencia al dedicarse al desarrollo de otra vacuna contra la anquilostomiasis, afección conocida en Brasil como amarelão, otra enfermedad de países donde aún viven personas que andan descalzas en ambientes sucios.

Ya sorteada entonces la etapa de laboratorio, el equipo de la Fiocruz de Minas trabaja actualmente con grupos del Sabin Vaccine Institute, de la Universidad George Washington y del Instituto Butantan en la preparación de lotes experimentales de una proteína que posteriormente ha de ensayarse en seres humanos con el propósito de eliminar los gusanos Necator americanus y Ancylostoma duodenale. Estos parásitos provocan anemias profundas en alrededor de 800 millones de personas en el mundo, debido a que dañan la pared del intestino y provocan una pérdida que puede llegar al equivalente a un vaso de sangre por día.

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