A medida que aumenta diariamente la cantidad de casos de personas infectadas y de muertes causadas por el nuevo coronavirus, Brasil ha ido frenando gradualmente su actividad y la población va adoptando las recomendaciones para contener la transmisión del covid-19, concientizándose de la gravedad de la situación y aprendiendo sobre los posibles impactos de la pandemia que se inició en diciembre de 2019 en China y que llegó al país en febrero de 2020. Hasta el 1º de abril, el virus SARS-CoV-2 se había diseminado por 180 países, con 926 mil casos registrados y 46 mil muertes. En Brasil, se contabilizan hasta entonces 240 fallecimientos y el número de casos llegó a 6.800, duplicándose en uno o dos días y decuplicándose en una semana, con la posibilidad de incrementarse aún con mayor rapidez a partir del final de abril o principios de mayo, cuando la temperatura desciende y las enfermedades respiratorias, tal como es el caso del covid-19, se propagan con mayor facilidad. El sitio web de Pesquisa FAPESP (www.revistapesquisa.fapesp.br) incluye mapas con las cifras actualizadas diariamente de los casos confirmados y de las muertes en Brasil y en el resto del mundo.
Las primeras muertes, registradas en marzo en São Paulo y en Río de Janeiro, aumentaron la preocupación por el rumbo de la epidemia en el país (vea los mapas actualizados en www.revistapesquisa.fapesp.br). Los expertos de los organismos públicos de salud y de las universidades anticipan decenas de miles de casos y miles de muertos en Brasil a causa del covid-19. A nivel mundial, la tasa de mortalidad viene siendo, en promedio, de un 3,4% de los pacientes infectados, pero la cifra varía bastante según el país –0,2% en Alemania y en Noruega, 2,2% en Francia, 3,9% en China, 6,1% en Irán y 7,9% en Italia– dependiendo del estado de salud y de la edad de los pacientes contagiados y del acceso disponible a los servicios médicos.
El SARS-CoV-2 dejó a la siempre agitada São Paulo, con sus más de 12 millones de habitantes, con el tránsito irreconocible, fluyendo con facilidad en la mayoría de las avenidas de la ciudad. En respuesta a las recomendaciones de la gobernación del estado, se cerraron escuelas, universidades, museos, centros culturales e incluso los shoppings. Los comercios y organismos públicos redujeron sus horarios de atención; muchas empresas adoptaron el home office y mandaron a sus empleados a trabajar desde su casa. Varias otras ciudades y capitales brasileñas adoptaron medidas similares, tal como se había hecho en otros países, para restringir la circulación de la gente en procura de detener la transmisión del SARS-CoV-2.
El alcance del covid-19 es comparable al de la gripe española, causada por una cepa letal del virus de la influenza A, en ese caso del subtipo H1N1, que también fue de alcance mundial y resultó devastadora: infectó a unos 500 millones de personas, el equivalente a la tercera parte de la población mundial de la época, y mató a entre 25 y 50 millones de personas con edades en general de 20 a 40 años entre 1918 y 1920. En la ciudad de São Paulo, la epidemia mató en pocos meses a 5.300 paulistanos, el equivalente al 1% de la población de la capital, y fue tan intensa que los muertos se acumulaban en las calles hasta que eran recogidos, y la ciudad de Río de Janeiro vivió una situación similar. En 2009, una nueva pandemia –una epidemia de alcance global– del virus H1N1 asoló al planeta. La gripe porcina, así denominada porque fue causada por virus hallados en cerdos, fue la primera pandemia del siglo XXI. Afectó a entre 700 y 1.400 millones de personas, ocasionando entre 150 mil y 580 mil muertes. En Brasil, hubo 58 mil infectados y 2.100 muertos.
En marzo, el impacto más dramático del coronavirus se registró en Italia, en España y en Estados Unidos, con una cifra de fallecidos en aumento. En China se anunció un descenso de la cantidad de casos y el fin de la transmisión del virus en la población, lo que permitió la reapertura de fábricas y reanudar la prestación de los servicios paralizados durante el curso de la epidemia. Otros países afrontaban la llegada o la dispersión del virus o ya experimentaban sus efectos económicos: la mayoría de sus comercios cerraron cuando los clientes se refugiaron en sus hogares, los negocios en las bolsas de valores, incluso en Brasil, se derrumbaron, y la producción de aquellas empresas que dependían de insumos provenientes de China se vio interrumpida. El presidente estadounidense, Donald Trump, llegó a mencionar una cada vez más probable recesión y anunció un paquete de medidas económicas por 2 billones de dólares, algo inédito en la historia del país.

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Roma, 17 de marzo de 2020: un equipo médico traslada a un paciente infectado en una camilla aislada hacia un hospitalAntonio Masiello/Getty ImagesAquí, el gobierno brasileño anunció medidas de emergencia para atenuar el impacto económico de la epidemia, mediante la liberación de 40 mil millones de reales en los próximos dos meses para socorrer a los sectores más vulnerables, tales como los trabajadores informales (38 millones de personas, un 41% de la fuerza laboral del país) y a las pequeñas empresas. El decreto del estado de catástrofe pública emitido por el gobierno federal y el del estado de São Paulo posibilita un incremento de los gastos en salud y la reducción del impacto económico de la pandemia en Brasil. El Banco Central estimó que la economía, en lugar de crecer un 1,9%, podría contraerse un 3,2% o incluso hasta un 7,7% a causa de la crisis generada por la pandemia en el país.
El cierre de comercios y escuelas, el aislamiento residencial, el distanciamiento social y la cuarentena, en el caso de las personas infectadas, pueden retardar la transmisión del virus y hacer dismunuir la cantidad de personas que asisten a los hospitales simultáneamente, pero no detienen por completo la circulación del virus, según indica un informe del Imperial College de Londres publicado en marzo, elaborado por el epidemiólogo británico Neil Ferguson.
A medida que más ciudades de Brasil fuesen estableciendo el cierre de escuelas para detener la transmisión del virus, 41 millones de niños y adolescentes con edades entre 4 y 17 años dejarían de asistir a clases y podrían quedarse en casa, compartiendo ese espacio con sus padres. Como los niños pueden ser portadores y transmisores del virus, incluso aunque presenten síntomas leves, no era recomendable dejarlos al cuidado de sus abuelos, porque el SARS-CoV-2 se mostró letal para las personas mayores de 60 años, fundamentalmente entre aquellos con afecciones preexistentes tales como enfermedades cardiovasculares o renales, diabetes o cáncer.
El virus alteró los hábitos e introdujo en la vida diaria de la gente el concepto de distanciamiento social, con recomendaciones tales como no abrazarse ni besarse y mantener un mínimo de 2 metros de distancia con otras personas. “Las medidas de aislamiento social redujeron a la mitad la tasa de contagio del virus”, dijo el infectólogo Júlio Croda, investigador de la Fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz), docente de la Universidad Federal de Mato Grosso do Sul (UFMS) e integrante del Comité de Emergencia del Coronavirus en el Estado de São Paulo, con base en un estudio en fase de conclusión hacia el final de marzo. De acuerdo con ese trabajo, la tasa de transmisión entre individuos habría caído de 4 a 2. Según Croda, el índice de aislamiento social, con base en datos provistos por las empresas operadoras de telefonía celular, aumentó de un 15% antes del registro del primer caso de covid-19 en Brasil hasta un 60% al final del mes de marzo.
Esta disposición, si bien es necesaria para evitar la propagación de la enfermedad, puede acarrear efectos psicológicos indeseables. La farmacéutica Poliana Carvalho, científica de la Facultad de Medicina del ABC, refirió que los episodios de depresión, ataques de pánico, síntomas psicóticos y delirio aumentaron en 2002, durante la fase inicial de la epidemia del síndrome respiratorio agudo grave (SARS, por sus siglas en inglés), que contemplaba el aislamiento social como forma de detener al virus. El SARS, causado por otra variedad de coronavirus que también surgió en China, infectó a alrededor de 8 mil personas y mató a unas 800 en 26 países. En Brasil no hubo afectados. Pero según lo que recomiendan los infectólogos, incluso con posibles efectos indeseables resulta imprescindible mantener el aislamiento social para evitar un gran aumento en el número de casos y el consecuente colapso de los hospitales (lea el reportaje en la página 26).
En un estudio que salió publicado en abril en la revista Psychiatry Research, Carvalho comentó que los síntomas de la infección, entre ellos, fiebre, dificultad para respirar y tos, sumados al insomnio y otros efectos colaterales causados por los medicamentos que se usan contra la enfermedad, tal como es el caso de los corticoides, pueden generar ansiedad y agravar los trastornos psíquicos. En una entrevista colectiva que tuvo lugar al comienzo de marzo, al ser indagado sobre cómo combatir el temor atávico a las epidemias, el infectólogo David Uip, coordinador del Centro de Contingencias para el Coronavirus del Estado de São Paulo –actualmente cumpliendo aislamiento al haber dado positivo en el test que detecta el SARS-CoV-2–, respondió, dirigiéndose a los periodistas: “Cuento con ustedes”. “Es algo muy difícil”, dijo el epidemiólogo Eduardo Massad, docente en la Fundación Getulio Vargas (FGV) de Río de Janeiro.
Más allá de promover el distanciamiento social, el Ministerio de Salud anticipó el inicio de la campaña de vacunación contra el virus de la influenza, que provoca las gripes comunes, a partir del 23 de marzo para ancianos y profesionales de la salud –la reducción de la cifra de gripes comunes facilita el diagnóstico del coronavirus– y anunció la posibilidad de elevar la cantidad de camas de unidades de terapia intensiva en los hospitales, debido al riesgo de que se tornen escasas ante un eventual incremento de los casos graves.