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Carta de la editora | 125

Bajo el signo del cambio

A veces los buenos remedios para delicados problemas de salud humana surgen de fuentes inesperadas, y hasta un tanto sorprendentes. Ésta es una  entre otras conclusiones posibles de la lectura del artículo estampado en la portada de esta edición de Pesquisa FAPESP. Tal como informa a partir de la página 36 el editor de ciencia Carlos Fioravanti, investigaciones realizadas en la Universidad de São Paulo (USP) han demostrado que o canabidiol, una de las sustancias más abundantes en la marihuana, es capaz de detener la ansiedad de una manera equivalente a algunos medicamentos sintéticos utilizados desde hace décadas. Aparentemente puede también mitigar la depresión. Otros estudios hechos en la misma universidad aportan evidencias preliminares de que el canabidiol funciona también como antipsicótico y es capaz de hacer más livianos ciertos síntomas dramáticos de la esquizofrenia.

Otras investigaciones habían apuntado antes una cierta eficacia de la misma sustancia contra la leucemia, la epilepsia y enfermedades neurodegenerativas como el mal de Alzheimer. Pues bien, teniendo en cuenta todo esto, es irrecusable la idea de que la marihuana -normalmente tratada sencillamente como una  droga, cuyo consumo permanente puede tener efectos físicos y psicológicos dañinos- se presenta como un campo vastísimo y prometedor de una rama de la investigación científica comprometido por encima de todo con la salud y el bienestar de los seres humanos: la de los fármacos. Y a juzgar por los resultados que han salido recientemente de los laboratorios de las universidades brasileñas y de algunos de sus mejores institutos de investigación, se trata de un campo en el que el país parece destinado a avanzar rápidamente, ya sea valiéndose de plantas, sustancias con las que tienen considerable know-how acumulado, como del veneno de las serpientes, o incluso de moléculas sintéticas.

Por cierto, del reino vegetal vienen otras buenas noticias de esta edición. Por ejemplo, el desarrollo de una caña de azúcar genéticamente modificada que, cuando es atacada por el barrenador de la caña “solamente en ese caso”, funciona como un verdadero insecticida, de acuerdo con el informe de la editora asistente de tecnología Dinorah Ereno, a partir de la página 68. El barrenador, una de las principales plagas del cultivo de la caña, es un insecto que penetra en el interior de la planta y va cavando galerías internas, y allí se va una buena  parte de la inversión de los productores. Por eso los genes promotores tomaron parte en la ingeniería de esta nueva planta con notable capacidad de defensa contra los huéspedes indeseables.

Vale la pena destacar también en esta edición la entrevista al antropólogo Emilio Moran, que empieza en la página 14, en la cual éste se refiere de una manera notablemente viva de las profundas transformaciones sociales que están en gestación en el mundo en que vivimos, como producto de los cambios climáticos globales en curso. Manejadas con maestría, las palabras de Moran, tal como lo decimos en la apertura de la entrevista, son capaces de capturar la atención aun del más escéptico de los antiambientalistas con relación a este tema de los cambios climáticos, cada vez menos vistos como algo aburrido por parte de los legos.

Vale la pena leerla.

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