En 1998, una comunidad compuesta por 40.000 personas que vivían en las cercanías de un antiguo basural de la ciudad de Fortaleza, la capital del estado de Ceará, en Brasil, obtuvo un préstamo de 2.000 reales de una organización no gubernamental (ONG). Esas personas estaban organizando tequios, o mincas [mutirões, tareas colectivas, comunitarias] para construir casas y escuelas y debatir formas de mejorar la calidad de vida en la zona. Decidieron entonces aprovechar la movilización del grupo y utilizar ese dinero para fundar un banco y creando una moneda llamada palma, anclada en el real, para que la utilizaran los habitantes en negocios del propio barrio. El objetivo era incentivar el desarrollo del comercio local, evitando que la gente gastase sus escasos recursos en establecimientos de otras áreas. Acusado de constituir una iniciativa clandestina, el banco Palmas llegó a enfrentar juicios del Banco Central antes de que su legalidad fuese reconocida a comienzos del año 2000. Inspirado por esa institución cearense, Brasil cuenta en la actualidad con 167 bancos comunitarios, según Ariádne Scalfoni Rigo, de la Escuela de Administración de la Universidad Federal de Bahía (UFBA).
Palmas es considerado el primer banco comunitario de Brasil y fue fundado por el educador popular Joaquim Melo, quien vive en el barrio, y por la Asociación de Habitantes del Conjunto Palmeiras. “Estas instituciones no tienen fines de lucro y brindan servicios financieros solidarios mediante una propuesta de fomentar la creación de redes locales de producción y consumo, especialmente en territorios de escasos ingresos”, explica el profesor Eduardo Diniz, del Centro de Estudios en Microfinanzas e Inclusión Financiera de la Fundación Getulio Vargas (Cemif-FGV), quien desde hace 20 años investiga el tema. En julio de 2024, Diniz organizó un seminario en la FGV en el cual reunió a investigadores brasileños y extranjeros abocados a mapear y analizar este fenómeno en distintas partes del mundo. La base de funcionamiento de estos bancos son las monedas sociales, que pueden utilizarse en pagos, y para financiar líneas de crédito y costear beneficios sociales (véase la infografía abajo). Para iniciar su operación, la institución necesita percibir un aporte en reales, para luego emitir el valor equivalente en la moneda social, que posee una circulación restringida a las comunidades que la adoptan y que se acepta como medio de pago en establecimientos registrados por el banco comunitario emisor.
De acuerdo con Diniz, las instituciones financieras deben seguir las reglas estipuladas por el Banco Central de Brasil, entre ellas que las monedas sociales tengan paridad cambiaria con el real y que el banco cuente con una reserva equivalente en sus arcas. “En otras palabras: todo el valor emitido en la moneda social debe contar con un anclaje”, refuerza.
Otros servicios que prestan los bancos comprenden préstamos en la moneda social a tasa cero destinados a personas que no poseen dinero para contemplar sus necesidades básicas, tales como la compra de alimentos y remedios. Asimismo, las instituciones ofertan líneas de microcréditos a pequeños productores y comerciantes locales con intereses menores que los valores del mercado. Las tasas pueden variar del 1 % al 3 % al mes, y los valores que el banco recauda los utiliza para costear sus operaciones, o pueden retornar a sus arcas. “Al ofrecer microcréditos con intereses bajos, esos bancos hacen posible la apertura de pequeños negocios y la generación de trabajo en zonas vulnerables, con lo cual hacen su aporte a la descentralización del desarrollo en Brasil”, sostiene el ingeniero Luiz Arthur Silva Faria, uno de los coordinadores del Observatorio de Bancos Comunitarios y Monedas Sociales Digitales, y docente de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ). “De ser necesario, los comerciantes pueden cambiar monedas sociales por reales en el propio banco. Esta posibilidad es fundamental para asegurar la adhesión de quienes necesitan adquirir mercaderías fuera del barrio”, prosigue Silva Faria, quien, así como Diniz integra la Asociación de Investigación sobre Innovación Monetaria y Sistemas Monetarios Comunitarios y Complementarios, una red internacional de investigadores fundada en 2011.
Joaquim Melo, en la actualidad coordinador institucional del banco Palmas, recuerda que al comienzo la comunidad del Conjunto Palmeiras vivía en espacios erigidos con cajas de cartón. Frente a tamaña precariedad, las personas se unieron para organizar tequios y construir viviendas, escuelas e iglesias. Recién después de esa iniciativa, la alcaldía decidió instalar servicios de saneamiento y electricidad en el barrio, cosa que valorizó los inmuebles. De este modo, las familias empezaron a vender sus casas y a abandonar el lugar, utilizando el dinero proveniente de las negociaciones para pagar deudas o mejorar un poco su situación económica. “Somos una comunidad organizada, y en 1997 empezamos a pensar en formas de utilizar esta unión para mejorar la economía local”, recuerda Melo. Como parte de esas acciones, realizaron una investigación en la cual detectaron que la población del barrio gastaba mensualmente alrededor de 4 millones de reales, especialmente en artículos básicos como comida y medicamentos. “Sin embargo, más del 90 % de ese valor se utilizaba en negocios de fuera de nuestro territorio. Así fue como nos percatamos de que la propia comunidad se estaba empobreciendo más todavía”, recuerda.

Evelen Gouvêa / Prefeitura de Maricá La moneda social de la ciudad de Maricá hizo su aporte al desarrollo del comercio localEvelen Gouvêa / Prefeitura de Maricá
En sus primeros años de actuación, el banco Palmas recibió donaciones internacionales de ONG e instituciones como la Universidad de Oxford, en el Reino Unido. Su historia generó un nuevo capítulo cuando el gobierno federal brasileño creó en 2003 la Secretaría Nacional de Economía Solidaria (Senaes) en el Ministerio de Trabajo y Empleo, bajo el liderazgo del economista Paul Singer (1932-2018), de la Facultad de Economía, Administración, Contabilidad y Ciencia Actuarial de la Universidad de São Paulo (FEA-USP) (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 267). Singer invitó a Melo a trabajar en programas de capacitación del gobierno con el objetivo de difundir la experiencia del banco Palmas en Brasil.
La geógrafa Carolina Pupo, quien defendió su doctorado sobre bancos comunitarios y monedas sociales en 2021 en la USP, comenta que, entre 2003 y 2015, la Senaes emitió pliegos de fomento que resultaron en la creación de decenas de nuevos bancos. “En aquel momento, esas organizaciones financieras solidarias se transformaron en uno de los instrumentos del Estado para combatir la extrema pobreza”, afirma Pupo, quien también forma parte del Observatorio de Bancos Comunitarios y Monedas Sociales. Según la investigadora, las organizaciones locales ampliaron su alcance territorial a partir del momento en que se la reconoció formalmente, mediante la implementación de políticas públicas del gobierno federal de Brasil.
Al principio, todas las monedas sociales que circulaban en el país se emitían en papel, según informa Rigo, de la UFBA. Al igual que el real, cuentan con elementos de seguridad, entre ellos su confección en papel moneda, una franja holográfica y una numeración en serie. En 2015, empezó a digitalizárselas desde la plataforma E-dinheiro Brasil, concebida por la Red Brasileña de Bancos Comunitarios, encabezada por Melo. De este modo, los habitantes de los barrios que albergan este tipo de instituciones se inscriben en la plataforma para tener acceso a una aplicación o a una tarjeta magnética y pueden así comprar en los establecimientos comerciales acreditados de la zona. “Las operaciones realizadas en la plataforma E-dinheiro generan pequeñas tasas, que se destinan a costear su funcionamiento y a alimentar los fondos de los bancos comunitarios”, explica Rigo. En 2016, con la extinción de la Senaes, los bancos comunitarios perdieron apoyo institucional. Sin dicho soporte, el mantenimiento de estas instituciones pasó a depender de convenios con universidades y ONG, y muchas tuvieron que cerrar sus puertas.
Otra iniciativa relacionada con las monedas sociales está constituida por los bancos comunitarios a cargo de las alcaldías. Uno de esos ejemplos se encuentra en Maricá, una ciudad de 200.000 habitantes situada en el Área Metropolitana de Río de Janeiro. En 2013, la alcaldía del municipio creó la moneda social mumbuca y pasó a utilizarla en el pago de beneficios sociales. De acuerdo con Diniz, de la FGV, el proyecto empezó siendo pequeño y creció gradualmente. A finales de 2023, 93.000 personas de bajos ingresos recibían beneficios. El programa cobró impulsó con ingresos provenientes de las regalías del petróleo y de la estructuración del programa Renta Básica de Ciudadanía (RBC), en 2019. El investigador informa que Maricá era una ciudad dormitorio, con poca actividad comercial y dependente económicamente de centros urbanos tales como Niterói y Río de Janeiro. “La adopción de la moneda social le dio impulso a la economía local, de manera tal que en los últimos cinco años la cantidad de nuevos negocios en el sector del comercio aumentó alrededor de un 50 %”, afirma.

Difusión / Banco Palmas Joaquim Melo, fundador del banco PalmasDifusión / Banco Palmas
Desde el año 2019, el economista Fábio Domingues Waltenberg, coordinador del Centro de Estudios sobre la Desigualdad y el Desarrollo de la Universidad Federal Fluminense (UFF), lleva adelante un estudio cuyo objetivo es medir los impactos de las políticas de transferencia de ingresos y la moneda social en Maricá. Mediante análisis cuantitativos y entrevistas con alrededor de 5.000 personas, en dicho estudio se detectó por ejemplo que los hogares beneficiarios del programa RBC aumentaron un 5 % el consumo de bienes y servicios, especialmente la adquisición de artículos alimenticios y medicamentos, en comparación con los domicilios vulnerables pero que no son beneficiarios del programa. Esta investigación está financiada por la organización sin fines de lucro de investigación aplicada Jain Family Institute, de Nueva York.
No obstante, Waltenberg pondera que otras políticas, además de los programas de transferencia de ingresos pagados en la moneda social, colaboraron cuando se observa este panorama. “Los ingresos provenientes de la explotación del petróleo le brindaron a Maricá una oportunidad única para implementar medidas innovadoras que, en un corto lapso de tiempo, están mejorando la vida de la gente y atrayendo a migrantes de otras ciudades”, afirma el investigador. En tal sentido, Waltenberg recuerda que el municipio vio su población aumentar un 55 % entre los Censos 2010 y 2022. “Sostener esta bonanza a mediano plazo se erige como un desafío, dado que los ingresos del petróleo solamente estarán disponibles durante 15 años más”, advierte el investigador.
Pese a reconocer que la moneda social ha venido aportando al desarrollo socioeconómico de Maricá, el economista Lauro Emilio Gonzalez Farias, coordinador del Cemif-FGV, pone de relieve que es necesario seguir realizando estudios empíricos, a los efectos de identificar la relación de causalidad entre esta iniciativa y la mejora de las condiciones económicas de la ciudad. “Otro reto radica en evitar la captura política del proyecto”, destaca.
Inspiradas por la experiencia de Maricá, 15 alcaldías brasileñas están implementando medidas similares, en su mayoría en el estado de Río de Janeiro, como en el caso de Niterói. En 2021, dicho municipio creó a moneda social arariboia, que actualmente mueve alrededor de 19 millones de reales por mes y la utilizan 100.000 personas. Existe ahora un proyecto de ordenanza en análisis en el Concejo Municipal de Río de Janeiro con miras implementar la moneda social carioquinha en la capital fluminense. “En el caso de los bancos de las alcaldías, la adhesión a las monedas sociales resulta más fácil, porque los comercios que no las aceptan quedan afuera de un circuito que mueve millones de reales”, señala Waltenberg, al comparar esta experiencia con la actuación de los bancos comunitarios. En tanto, con respecto a los bancos comunitarios, es necesario realizar un esfuerzo de convencimiento para que la población adopte la moneda social. Para ello, algunos comercios ofrecen descuentos a quienes optan por pagar con este tipo de recursos, por ejemplo. Pupo reconoce los beneficios que aportan las monedas sociales de las alcaldías, pero, por otro lado, hace hincapié en que la idea original se ve de algún modo desvirtuada. La investigadora considera que uno de los problemas que enfrentan reside en la entrada de grandes establecimientos comerciales en este circuito. “De este modo, la mayor parte del dinero pagado en monedas sociales deja de ir a los vendedores de los barrios y beneficia a una gran cadena de supermercados, por ejemplo”, critica.

VilawattEl Ayuntamiento de Viladecans, en España, creó esta iniciativa para fomentar nuevos modelos energéticosVilawatt
También en lo que concierne a los retos, Diniz señala la falta de regulación de las monedas sociales, cosa que limita la propagación de este modelo hacia otras ciudades brasileñas. Esta situación puede cambiar con la posible aprobación del Proyecto de Ley nº 4.476/2023, actualmente en debate en la Cámara de Diputados nacional, que establece la definición de las monedas sociales y regula su emisión. De acuerdo con el investigador, el proyecto ya ha sido aprobado en la Comisión de Finanzas y Tributación, y ahora se tramita en la Comisión de Constitución y Justicia.
Más allá de Brasil, otros países también han desarrollado modelos de monedas sociales. Las primeras del mundo fueron la austríaca wrögl y la suiza wir (ésta aún circula), creadas como reflejo de la crisis de 1929. De acuerdo con Diniz, se estima que existen actualmente alrededor de 10.000 monedas sociales en el planeta, que en su mayoría funcionan en forma digitalizada. En el libro recientemente publicado Remaking money for a sustainable future (Bristol University Press, 2024), inédito en Brasil, la española Ester Barinaga, de la Universidad Lund, en Suecia, y de la Escuela de Negocios de Copenhague, en Dinamarca, analiza experiencias de monedas sociales desarrolladas en distintas partes de Europa. “En Europa, la creación de estas monedas está generalmente relacionada con las crisis económicas. En tales ocasiones, la gente busca medios alternativos para asegurarse su subsistencia”, comenta la investigadora, graduada en administración de empresas, en entrevista concedida a la revista Pesquisa FAPESP.
Uno de los casos analizados por Barinaga en el libro es la moneda vilawatt, anclada en el euro y acuñada por la alcaldía de la ciudad de Viladecans, en España, con el objetivo de mejorar la calidad de vida de los habitantes y fomentar el desarrollo de nuevos modelos energéticos. De este modo, titulares de hogares y edificios antiguos que enfrentan problemas con la calefacción y la falta de eficiencia energética reciben subsidios en la moneda social para realizar mejoras en los inmuebles, entre ellas el cambio de las ventanas y la instalación de sistemas de calefacción sostenibles, tales como los de paneles solares.
“Estos materiales se adquieren en comercios locales que aceptan la moneda vilawatt, lo que fortalece la economía de la zona”, comenta Barinaga. Asimismo, se pueden pagar las tasas municipales con la moneda social, lo que incentiva su circulación en la ciudad a mayor escala que el euro, que tiende a ser ahorrado para gastos en los grandes centros urbanos, como Barcelona.
En Brasil, los bancos comunitarios y las monedas sociales cobrarán un nuevo impulso debido a la recreación de la Senaes en el gobierno federal, en 2023. Fernando Zamban, de la Secretaría Nacional de Economía Popular y Solidaria del Ministerio del Trabajo y Empleo, afirma que la propuesta consiste ahora en implementar un sistema nacional de finanzas solidarias, que contará con los bancos comunitarios como una de sus principales estrategias. “Asimismo, también estamos estudiando formas de viabilizar el pagamento de beneficios sociales mediante monedas comunitarias”, culmina diciendo Zamban.
Este artículo salió publicado con el título “Riqueza en el territorio” en la edición impresa n° 347 de enero de 2025.
Artículos científicos
DINIZ, E. H. et al. Assessing implications of cash transfer programmes with local currency to intra urban development: The case of Maricá. SSRN. 2024.
DINIZ, E. H. et al. Design principles for sustainable community currency projects. Sustainability Science – Springer Nature. 2024.
FARIA, L. A. S. et al. Centralizing or sharing the digital community currencies governances? Proposing ways of thinking DCC from the Mumbuca case. Ramics Congress. 2022.
GONZALEZ, L. et al. Moedas complementares digitais e políticas públicas durante a crise da Covid-19. Revista de Administração Pública. 54(4), 1146-60. 2020.
PEREIRA, L. et al. Efeitos de programas municipais com moeda social sobre o mercado formal de trabalho antes e após a pandemia de Covid-19: Um estudo de caso da moeda Mumbuca no município de Maricá-RJ. Revista Econômica. mayo. 2024.
PUPO, C. G. de P. Entre os nexos dos circuitos da economia urbana e novas possibilidades financeiras: O uso da moeda digital Mumbuca E-dinheiro em Maricá (RJ). Boletim Campineiro de Geografia. v. 12, ed. 1. 2022.
RIGO, A. et al. Pesquisa nacional dos bancos comunitários de desenvolvimento: Relevância, resultados e principais desafios. Instituto de Pesquisa Econômica Aplicada (Ipea). 2024.
Libro
BARINAGA, E. Remaking money for a sustainable future. Reino Unido: Bristol University Press, 2024.
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