DIVULGAÇÃO EDUSP“Para alguien se veía acorralado entre la historiografía convencional, la vulgata marxista y el sociologismo, Braudel fue una auténtica liberación. Aparecía finalmente un historiador que no tenía el resabio de una ni el reduccionismo de la otra, ni el doctrinarismo del tercero. Y que, con los instrumentos de la erudición más reciente, era capaz, como los grandes historiadores del siglo XIX, de dar cuerpo, alma y vida a amplias franjas del pasado”, escribió el historiador pernambucano Evaldo Cabral de Mello. Este elogio brinda una noción del encantamiento que generaciones experimentaron hace cinco décadas con la lectura de El Mediterráneo, obra monumental de Fernand Braudel (1902-1985), y del peso de la influencia del historiador francés. Lo que pocos saben es que su pensamiento, incluida la creación de ésa, su obra máxima, se gestó durante el tiempo que pasó en Brasil, durante las décadas de 1930 y 1940. Esa temporada tropical de Braudel es el tema del estudio del historiador Luis Corrêa Lima, paulista radicado en Río de Janeiro, de la PUC-RJ, autor de Fernand Braudel e o Brasil – Vivência e brasilianismo (1935-1945), editado por Edusp, producto de su tesis doctoral en la Universidad de Brasilia (UnB), en donde analiza precisamente el influjo de Brasil sobre el intelectual francés, y viceversa.
“Para él, fue un cambio de perspectiva. A partir del contacto con la sociedad brasileña y su historia, Braudel logró imaginar a la Europa del Antiguo Régimen”, explica el investigador. “Asimismo, fue sumamente importante para Brasil y para la USP, pues ayudó a formar a toda la segunda generación de docentes de la universidad”. El país adoptivo y el joven se unieron para crear El Mediterráneo y las raíces de una nueva forma de hacer historia. “Si los nuevos lectores no se dan cuenta con nitidez de la novedad que la obra representó en su época, eso quizá se deba en cierta forma al hecho de que el propio Braudel influyó sobre sucesivas generaciones que adhirieron a la escuela de los Annales, de la cual formó parte. Una escuela que renovó la historiografía, acercándola a las ciencias sociales, e hizo surgir nuevos temas y horizontes. Se trataba en aquel tiempo, de un tipo de narratividad histórica poco común.”
Al comenzar su doctorado, el período que seleccionó Corrêa Lima fue precisamente el de los años brasileños de Braudel, decisivos para toda su obra. Fue en esa época, por ejemplo, que elaboró parte del propio El Mediterráneo. La tesis de Corrêa Lima investiga desde la llegada de las misiones francesas que contribuyeron en los años 1930 a la fundación de la USP hasta el período inmediatamente posterior a su regreso a Francia, cuando estuvo durante cinco años en una prisión nazi. “Francia era considerada líder de la latinidad y su cultura, el camino seguro de la modernidad y del progreso verdadero. Ofrecía simultáneamente tecnología y humanismo, laicidad y religión. Por eso se creía que Francia podría salvarnos de la ‘barbárie’ de una civilización meramente industrial. Los conflictos ideológicos en aquella época eran bastante fuertes, y la presencia francesa correspondía al proyecto de la elite paulista de educar a la juventud en los ideales democráticos, lejos del fascismo”, explica Corrêa Lima.
Entre las dificultades de tal empresa se encontraba la propia extensión de la obra de Braudel que debía leer: como ejemplo, cabe considerar que sus dos libros principales suman cinco tomos y más de tres mil páginas. La segunda, de acuerdo con Corrêa Lima, fue en cuanto a la cuestión específica que pretendía investigar: Braudel y Brasil. “¿Habría material suficiente como para escribir una tesis? ¿O el tema se agotaría en un capítulo o un poco más?”, se preguntaba. Tal duda le causó angustia durante mucho tiempo. La tercera dificultad fue el acceso a los archivos de Braudel en Francia. “Fue una larga espera hasta que las puertas se abrieron”, comenta. Entre las alegrías se cuenta la de encontrar documentos inéditos, conservados por la viuda del historiador, por ese entonces con 87 años, en su departamento de París. Como resultado de ello, la obra de Corrêa Lima se concentra particularmente en años poco abordados en las dos mayores biografías del autor, escritas por Pierre Daix, en Francia, y Giuliana Gemelli, en Italia.
Discreto, investigador incansable, con fama de excelente profesor, Fernand Braudel inició su trayectoria como historiador a finales de los años ’20 del siglo pasado. En las dos décadas siguientes viviría fuera de Francia. Primero parte rumbo a Argelia, donde el mar le genera su primer gran inspiración. La casualidad lo trae a Brasil: el suicidio de un profesor titular que ya había sido nombrado para ocupar el cargo. Trae tanto material de investigación que, al instalarse en São Paulo, tiene que alquilar otra habitación de hotel.
Decía Braudel que “se volvió inteligente” cuando conoció Brasil. Para entender tal afirmación es preciso antes conocer lo que caracteriza a su obra: se trata, tal como destaca Corrêa Lima, de la búsqueda de la larga duración, es decir, de las permanencias y de las realidades duraderas en los procesos históricos, tanto en las relaciones del ser humano con el medio como en las formas de vida colectiva y en las civilizaciones. En Brasil encontró un país nuevo, de dimensiones continentales y naturaleza tropical, una sociedad en formación en contraste con el Viejo Continente, que sin embargo, le hacía imaginar el pasado lejano de Europa. “En Brasil ‘se puso la camiseta’ de la renovación historiográfica preconizada por los Annales, con un conjunto de intuiciones que configuraron su Mediterráneo e hicieron de él un gran historiador, al mismo tiempo original y heredero de Lucien Febvre”, argumenta Corrêa Lima.
ROGER VIOLLET/AFPLas coronas
Cuando estuvo acá, entre 1935 y 1937, Braudel elaboraba su tesis doctoral sobre el Mediterráneo en tiempos de Felipe II. La obra lo ocupó durante aproximadamente 20 años. Como exigencia de la universidad francesa, era necesario también preparar una tesis secundaria, en la cual el material estudiado en la investigación principal pudiese reutilizarse. Decidió entonces estudiar el Brasil del siglo XVI, que llegó a formar parte del reino de Felipe II debido a la unión dinástica de las coronas ibéricas.
En la historiografía de Braudel, como explica Corrêa Lima, ciertas realidades colectivas o inanimadas obran de manera coherente, como si fueran un sujeto: se vuelven “personajes”. Esto se da por ejemplo con el mar Mediterráneo, que se transforma en un personaje en su historia de Europa, y también con la inmensidad de Brasil y sus factores geográficos, imprescindibles para comprender su historia. “Braudel optó por una perspectiva bien definida para focalizar Brasil: una Europa americana, es decir, una civilización europea en América. Y de manera especial, la única Europa tropical y subtropical en todo el mundo con cierta envergadura”, afirma el historiador brasileño.
Dicha perspectiva hizo que Braudel tuviera otra mirada sobre el pasado brasileño, y así pudo captar las interacciones del país con el océano. Sin embargo, Braudel, cedió en parte a un etnocentrismo inaceptable, dice Corrêa Lima. “De cualquier manera, tuvo la humildad y la grandeza de reconocer que la historia brasileña, como toda la historia, es vida y no se deja capturar en una fórmula”, añade.
Después de la Segunda Guerra Mundial, al finalizar su tesis, Fernand Braudel fue autorizado a reemplazar la tesis secundaria por dos artículos ya publicados sobre los españoles en África del Norte. Y fue así como el ensayo sobre el Brasil del siglo XVI quedó si terminar. Poco a poco, sus intereses de investigación se volcaron al conjunto de América Latina, y posteriormente a la historia mundial de la vida material y del capitalismo. Y nunca más retomó el ensayo. Braudel pensaba que para terminarlo necesitaría consultar los archivos de Portugal, que en la época no estaban organizados.
En su período brasileño, Braudel convivió con intelectuales, formó historiadores y hasta los días actuales fomenta nuevas lecturas e investigaciones. Con tres grandes amigos mantuvo correspondencia: João Cruz Costa y Eurípedes Simões de Paula, docentes de la USP, y el periodista Júlio de Mesquita Filho. Como discípulas se destacan Alice Canabrava, Cecília Westphalen y Maria Luíza Marcílio. Durante el régimen militar, se abocó a sacar de la cárcel a sus amigos y conocidos. Braudel se valió de su prestigio internacional como intelectual francés y les escribió cartas a los presidentes militares brasileños. Así, tal como cuenta Corrêa Lima, logró sacar de la prisión a Caio Prado Jr., Milton Santos, João Cruz Costa y Yedda Linhares. A los alumnos, futuros docentes, les recomendaba simplicidad, lo que resulta de la claridad.
De regreso a Francia, Braudel fue uno de los responsables de la divulgación de la obra de Gilberto Freyre. Contribuyó con investigadores tales como la historiadora greco-bahiana Katia de Queiros Mattoso, quien asumiría por primera vez la cátedra de historia de Brasil de La Sorbona, y el etnofotógrafo Pierre Verger, quien le dedicó al historiador su tesis Flujo y reflujo, y en él tuvo a su gran impulsor en la vuelta a la universidad. Verger había abandonado el Liceo aún siendo joven. Con sus pares franceses, Braudel forjó una generación de grandes historiadores: Jacques Le Goff, Le Roy Ladurie, Marc Ferro y Georges Dubys. Hasta los años 1950, fue responsable de cursos y conferencias sobre América Latina. Cuando la USP cumplió 50 años, en 1984, lo invitaron a que viniera a participar en las conmemoraciones. Como sus principales amigos brasileños ya habían fallecido, dijo que sería un disgusto muy grande venir a Brasil y no poder reencontrarlos.
En los últimos años han proliferado los estudios sobre intelectuales franceses que vivieron en Brasil durante el mismo período. Se estudia no solamente su influencia en Brasil, sino también la influencia de Brasil en sus obras. Autores como Lévi-Strauss, Roger Bastide y Pierre Verger han sido objeto de investigaciones académicas, de reediciones y también muchas ediciones iniciales. “Con relación a Braudel, creo que la tendencia apunta que habrá más estudios críticos sobre el autor, en la medida en que los campos de la historia de la historiografía y de la teoría de la historia se están consolidando en Brasil, campos que no eran para nada fuertes en los años 1990, cuando hice mi carrera de grado. Es decir: hay una reanudación más reflexiva, algo distinta de la antigua fuente de inspiración para nuevos ‘métodos’ y ‘abordajes'”, explica Henrique Estrada Rodrigues, docente de la Universidad Federal de Ouro Preto, autor de un artículo reciente sobre el diálogo entre Braudel y Lévi-Strauss.
Autor de una tesis doctoral sobre Sérgio Buarque de Holanda, Estrada Rodrigues sostiene que la visión que se tiene actualmente acerca de la influencia francesa en Brasil ha cambiado. “Surgen cada vez más otras importantes referencias intelectuales, como la alemana o la inglesa, que relativizan un poco la importancia francesa, sin por ello desmerecerla, por supuesto. Esto se debe también a una especialización cada vez más acentuada de los programas de posgrado, que comienzan disociar cosas muy específicas. Por ejemplo: la asociación entre Sérgio Buarque y la nueva historia francesa, muy difundida en los años 1990, comienza a convivir con estudios que apuntan otras fuentes de inspiración bastante diferentes o incluso en las antípodas, como la sociología alemana, las lecturas italianas del historiador y las referencias provenientes de la historia literaria”, ejemplifica.
Diversidad
Corrêa Lima dice que, ante la amplitud de la obra de Braudel “el mundo mediterráneo, la cultura material, los primeros siglos del capitalismo, Francia”, hay mucho por estudiarse todavía. Y en la actualidad, cuando se interesa por otros temas como historia de la Iglesia y la diversidad sexual, la contribución de Braudel sigue siendo bastante valiosa. “Nos enseña a identificar permanencias y cambios en la vida colectiva y en las civilizaciones y a buscar un ‘concubinato’ entre diversos saberes. La perspectiva histórica es sumamente útil para enfrentarse a posturas intransigentes y para vislumbrar lo nuevo que se avecina”, afirma.
En una reseña sobre el libro de Corrêa Lima, publicada en la revista Carta Capital, el historiador Elias Thomé Saliba, docente de la USP, elogió las sabrosas historias reunidas, la investigación meticulosa y la alegría de documentar de qué manera la “distancia” experimentada acá en Brasil se convirtió en un rito de pasaje en la formación de Braudel. “Distancia” que sería producto del contacto con otra realidad, distinta a la suya. Absorbido por la investigación, ubicada en otra época, Corrêa Lima afirma que también vivió algo parecido. Un cierto día, luego de pasar varias horas conversando con la viuda de Braudel, sintió algo extraño al salir a la calle en un día normal de primavera, con jóvenes, niños y ancianos circulando por las aceras. “No había especial. Pero tuve la sensación de estar llegando de otro planeta, de un mundo que no tenía nada que ver con lo que mis ojos veían. Nunca había tenido esa sensación antes. Lo que me pasó fue que estaba tan absorto en un pasado distante en el tiempo y en el espacio que el presente me causó un enorme extrañamiento. Era como si regresase de un arrebatamiento”, recuerda. “Por supuesto que todo eso es la recreación del historiador a partir de los vestigios que tiene. Pero puede creerme: la historia tiene una fuerza y un poder envolvente de transportarnos a mundos lejanos, aunque sea a través de la imaginación.”
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