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Política C&T

Camino a la autosuficiencia

La fabricación de vacunas contra la gripe generará un ahorro anual de 94 millones de reales

Brasil es autosuficiente en la producción de vacunas contra el sarampión, la difteria, el tétanos, la tos convulsa, la papera, la hepatitis B, la meningitis meningocóccica A y C y la fiebre amarilla. En 2007 estará produciendo 17 millones de dosis de vacuna contra la gripe, cifra que actualmente se importa del laboratorio francés Aventis, a un costo anual de 94 millones de reales. El Ministerio de Salud, la gobernación paulista y la Fundación Butantan están invirtiendo 52,2 millones de reales en la construcción de una fábrica de vacunas contra la gripe, que iniciará sus operaciones en 2005.

Además de cubrir la demanda nacional de este tipo de medicamento, el Ministerio de Salud también pretende producir hemoderivados en el propio Instituto Butantan -tales como inmunoglobulinas específicas, albúmina y factores de coagulación- cuya importación insume anualmente 150 millones de dólares. La corrección de la política nacional de inmunobiológicos y vacunación, basada en pesadas inversiones en la producción nacional de inmunoprofilácticos, fue una de la pocas cosas consensuadas en el área de Salud Pública en Brasil en los últimos 20 años.

El éxito del Programa Nacional de Inmunización es innegable: no se ha notificado ningún caso de sarampión en los últimos dos años, y el número de registros de otras enfermedades inmunoprevenibles, como la poliomielitis, la difteria, el tétanos, la tos convulsa, el sarampión y la papera es el más bajo de todos los tiempos. Y la apuesta a la autosuficencia ha dado resultado. Isaias Raw, director de la Fundación Instituto Butantan, recuerda que, hace diez años, el costo de importación de la vacuna contra la Hepatitis B era de 24 dólares por dosis, siendo que la vacuna es administrada en tres dosis. “Hoy en día la vacuna es producida en el país, y las tres dosis cuestan alrededor 1 dólar”, compara Raw.

Otra marca registrada del modelo de la política inmunobiológica brasileña es la fuerte presencia del sector público en la producción de vacunas. A comienzos de los años 80, laboratorios públicos -entre ellos el Instituto de Tecnología en Inmunobiológicos, más conocido como Bio-Manguinhos, y el Instituto Butantan- y privados dividían la responsabilidad en la producción de vacunas. “Algunos no tenían economía de escala ni desarrollo tecnológico.

Cuando el Ministerio de Salud empezó a exigir mejoras en la calidad de la producción, Sintex, una empresa privada multinacional, responsable del 80% de la producción de sueros antiofídicos y vacunas en Brasil, abandonó la actividad y el país tuvo problemas dramáticos para dar cuenta de la demanda”, cuenta Akira Homma, director del Bio-Manguinhos. Otros laboratorios menores también dejaron la actividad, y hubo problemas en el suministro de vacunas.

En el caso del suero antiofídico, no existía siquiera la alternativa de importar, ya que el suero producido en Estados Unidos, por ejemplo, no protege contra las picaduras de serpientes brasileñas, debido a la especificidad de los venenos de ofidios. Ese “desastre”, tal como lo describe Homma, sirvió para que el país crease el Programa Nacional de Autosuficiencia en Inmunobiología en 1982. Durante los primeros diez años, el Programa le costó a las arcas públicas alrededor de 120 millones de dólares, de acuerdo con las cuentas de Homma, pero consolidó la infraestructura de producción de sueros y vacunas en Brasil. “Estamos capacitados para producir vacunas con tecnología y precios adecuados, todas probadas en seres humanos”, dice Raw.

El Bio-Manguinhos, vinculado al Ministerio de Salud, y el Instituto Butantan, ligado a la Secretaría de Salud del Estado de São Paulo, son actualmente responsables por el 75% de la producción nacional de vacunas en el país. También integran el sistema nacional de producción de inmunológicos el Instituto Tecnológico de Paraná (TecPar), mantenido por el gobierno de dicho estado, que produce la vacuna contra la rabia, y la Fundación Ataulfo de Paiva, una entidad privada sin fines de lucro que, junto al Instituto Butantan, se encarga de la provisión de la BCG (bacilo de Calmett-Guerin), una vacuna contra la tuberculosis indicada para niños de entre 0 y 4 años.

Pese a los buenos resultados de la política de inmunobiológicos en el país, el modelo de producción pública de vacunas está en extinción en el resto de mundo, según afirma Raw, quien acumula el cargo de presidente de una asociación de productores de vacunas de países en desarrollo. Únicamente China e Indonesia cuentan con una estrategia similar a la brasileña. El gran obstáculo para el sector público radica en el alto costo fijo de la producción de vacunas, en la exigencia de economía de escala y en la necesidad permanente de incorporar nuevas tecnologías. “Son unos diez años para producir una nueva vacuna”, contabiliza Raw.

“Es una inversión de riesgo. Debe haber una estrategia pesada”, completa Homma. El director estima que gobiernos y laboratorios privados a nivel mundial invierten anualmente alrededor de dos mil millones de dólares en investigación y desarrollo de nuevas vacunas. Al tiempo en que entablan una competencia fabulosa por la tecnología -que resulta en inversiones de hasta un 20% de los ingresos en investigación y desarrollo-, los grandes productores privados han procurado centralizar la producción en uno o dos países, y a partir de allí lanzarse al mercado mundial. Pero ninguna de esas fábricas está instalada en los países en desarrollo, recuerda el director del Bio-Manguinhos.

Para estos países, las salida es producir o importar. Más allá del alto costo de la importación de vacunas, la opción brasileña por la autosuficiencia en inmunobiología tuvo en cuenta la inestabilidad del mercado productor mundial. Homma comenta un ejemplo: desde hace cuatro años, Estados Unidos tiene dificultades para atender la demanda de vacunas tales como la DTP (difteria, tétano y coqueluche o tos convulsa) y la triple viral, pues el laboratorio encargado de producirlas resolvió desactivar esas líneas de producción, en función de “cuestiones económicas”, de acuerdo con Homma.

Brasil también tuvo dificultades para importar el concentrado vírico utilizado en la producción de la vacuna contra la polio, cuando la Fundación Melinda y Bill Gates inyectó 700 millones de dólares en la Global Alliance for Vacinnes and Immunization (GAVI), con un patrimonio de 700 millones dólares, para comprar y suministrar vacunas a las poblaciones pobres. “Brasil se vio forzado a invertir en los laboratorios públicos. No se puede depender de la importación de enormes volúmenes de insumos tan estratégicos como las vacunas, pues ello tornaría al Programa Nacional de Inmunización muy vulnerable a los humores del mercado”, argumenta Homma.

Producción eficiente
Los dos mayores centros de producción de vacunas en el país datan de comienzos del siglo XX. El Bio-Manguinhos tuvo su origen en el Instituto Seroterápico Federal -hoy Fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz)- creado en 1900, con el objetivo de desarrollar sueros y vacunas virales y bacterianas, además de apoyar campañas de saneamiento capitaneadas por Oswaldo Cruz. Produce anualmente 30 millones de dosis de la vacuna contra la fiebre amarilla, que además de abastecer al mercado nacional, cubre las demandas internacionales de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Organización Panamericana de la Salud (OPAS) y Unicef. Eso sin contar el apoyo a programas públicos de países de América Latina.

Utilizando tecnología del Instituto Biken, mediante un acuerdo de cooperación técnica con el gobierno japonés, el Bio-Manguinhos también produce 10 millones de dosis de la vacuna contra el sarampión, que en breve será reemplazada por la triple viral, que combatirá también la rubeola y la papera. Y sigue procesando concentrados víricos importados para distribuir anualmente cerca de 47 millones de dosis de la vacuna contra la poliomielitis. Desde 1976, merced a un acuerdo de cooperación con el Instituto Merieux de Francia, el Bio-Manguinhos está fabricando vacunas contra la meningitis meningocóccica A y C. Otro acuerdo de transferencia tecnológica, en este caso con el Smithkline Beecham, permitió la producción de 2,5 millones de dosis contra la Haemophilus influenzae tipo b (Hib).

Esta vacuna será incorporada a la vacuna triple (DTP), contra la difteria, el tétanos y la tos convulsa, producida por el Instituto Butantan.El Instituto Butantan fue criado en 1901 con el nombre de Instituto Serumtherápico, luego de que un brote de peste bubónica se propagara en el puerto de Santos. En la actualidad produce 200 millones de dosis anuales de vacunas, entre ellas la triple (tos convulsa, difteria y tétanos), y una vacuna doble, contra la difteria y el tétanos, utilizada en la inmunización de niños y como refuerzo para la población adulta. “En los últimos tres años elaboramos 60 millones de dosis de esa vacuna para personas mayores de 60 años”, afirma Raw. También fabrica la vacuna contra la hepatitis B y parte de la BCG producida en la Fundación Ataulfo de Paiva.

“En breve también tendremos vacunas contra la meningitis B, la meningitis B y C, los neumococos y la esquistosomiasis, producidas conjuntamente con la Fiocruz”, adelanta Raw. Otros proyectos que se encuentran en fase avanzada incluyen vacunas Pertussis celular , recombinante contra neumococos, combinada hepatitis B y BCG para recién nacidos y mayores de 60 años. Eso sin contar la vacuna contra la gripe, que empezará a distribuirse en dos años. Raw adelanta que, dentro de cinco años, cuando todos los jóvenes ya hayan sido vacunados contra la hepatitis del tipo B, el instituto dará inicio a la producción de vacunas contra el HPV, sigla en inglés para el papiloma virus humano, que causa el cáncer de cuello de útero. “Las dos vacunas son muy parecidas” observaron.

Pero los planes del instituto van más allá. Raw comenta que un grupo estadounidense está interesado en desarrollar una vacuna contra la leishmaniosis, y estaría dispuesto a financiar los ensayos clínicos, que quedarían a cargo del Butantan. Y hay más: “Estamos negociando con el Instituto de Salud Pública de Estados Unidos, que pretende transferir la tecnología de producción del rotavirus al Butantan”, revela. El instituto también participa de una licitación de Unicef por valor de 9 millones de dólares por año para el período de 2004 a 2006.

Malaria y dengue
Brasil ya ha probado tener capacidad para producir vacunas con un modelo de producción centrado en el sector público. Pero el gran desafío es mantener el vigor como para incorporar nuevas tecnologías. En la evaluación del director del Bio-Manguinhos, es preciso invertir en desarrollo tecnológico, con foco en algunos productos. “Tenemos que invertir en la malaria y el dengue”, sugiere Homma. Insiste en que es fundamental que el país invierta pesado en investigaciones para la generación de conocimiento y en el desarrollo de nuevas tecnologías. “Necesitamos masa crítica para el desarrollo tecnológico”, dice. Y adelanta que el Bio-Manguinhos, tras crear una carrera de maestría profesional en tecnología de inmunobiológicos, implantará un doctorado en el área. “Sin eso no se desarrollan nuevos productos”, concluye Homma.

Vacunas génicas
La incorporación de nuevas tecnologías permite que Brasil camine a paso firme también en la dirección de las vacunas génicas. Investigadores de la Fiocruz están probando en ratas una vacuna génica contra el dengue. Este método consiste en copiar un tramo del material genético del virus e insertarlo en un plásmido -un fragmento de DNS que no se junta a los cromosomas, pero que es capaz de provocar la producción de una proteína que, cuando es incorporada a la célula, inducirá la producción de una proteína del virus, que activará el sistema de defensas del organismo.

También están adelantadas las pruebas de la vacuna génica contra la tuberculosis, que está desarrollándose en la Facultad de Medicina de Ribeirão Preto. Y ya se han aislado las secuencias de proteínas de la bacteria responsable de una reacción del organismo que desencadena la fiebre reumática. Éstas constituirán la base para el desarrollo de una vacuna contra infecciones de garganta causadas por dicho microorganismo. El proyecto reúne a investigadores del Instituto del Corazón (Incor) de la Universidad de São Paulo, del Laboratorio Teuto-Brasileño y de la FAPESP, en el marco del Programa para la Innovación Tecnológica (PITE).

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