La 12ª Convención de las Partes en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambios Climáticos (COP 12), realizada en Nairobi, Kenia, entre los días 6 y 17 de noviembre, aprobó la creación de un fondo para financiar la adaptación de países pobres a los efectos de los cambios climáticos. “Algunas naciones de África y del Pacífico, como Samoa, por ejemplo, corren el riesgo de ver su actividad económica seriamente comprometida”, dice Luis Fernandes, secretario ejecutivo del Ministerio de Ciencia y Tecnología (MCT) que presidió la delegación brasileña en Nairobi.
El fondo de adaptación estará formado con una parte de los recursos generados en el ámbito del Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL), previsto por el Protocolo de Kyoto, que permite que los países desarrollados — comprometidos con metas de reducción del 5% de las emisiones entre 2008 y 2012 — compensen déficit por medio de la adquisición de créditos de carbono generados en proyectos de tecnología limpia implementados por países en desarrollo. El MDL comenzó a funcionar en 2005, y ya el año pasado movilizó fondos de alrededor de 11 mil millones de dólares. Este año la expectativa es que ese mercado llegue a 30 mil millones de dólares. “El fondo será una especie de CPMF (la contribución sobre los movimientos financieros brasileños) de esas transacciones”, resume Luiz Gylvan Meira, del Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de São Paulo, uno de los ideólogos de ese mecanismo.
El funcionamiento del fondo de adaptación será definido en 2007, en la COP 13, en Indonesia. “La adaptación revela la dimensión más perversa del calentamiento, ya que los países menos responsables por las emisiones de gases de efecto invernadero son los más afectados”, comenta Fernandes.
Mercado de carbono
La COP 12 acabó con lo que aún quedaba de escepticismo en relación al éxito del Mecanismo de Desarrollo Limpio como herramienta para la reducción de emisiones: en poco más de un año de funcionamiento, 1293 proyectos de MDL estaban en funcionamiento en todo el mundo, la gran mayoría de ellos concentrada en la India (460), Brasil (193) y China (175). Tan es así que durante el encuentro en Nairobi, el secretario general de las Naciones Unidas (ONU), Kofi Annan, anunció la disposición de seis organismos de la ONU para ayudar a las naciones en desarrollo, en particular a África, para ingresar al mercado de crédito de carbono.
La tendencia, de acuerdo con Fernandes, es que, en los próximos años, India y China asuman el liderazgo de MDL, ya que estos países, a diferencia de Brasil, poseen una matriz energética considerada “sucia” y buscan implementar el uso de energías renovables.
“El gran problema brasileño es el desmonte”, analiza Fernandes. “Somos responsables por el 4% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero. De éste total, 3% es debido al desmonte”. El país ha conseguido resultados positivos con la ampliación de acciones de fiscalización y con la creación de unidades de conservación, homologación de tierras indígenas y proyectos de asentamiento sustentables, entre otros. “El año pasado registramos una reducción del 32% en los desmontes”, garantiza Fernandes. Ese porcentaje, sin embargo, aún está lejos de ser satisfactorio y mucho menos sustentable.
Acción contra los desmontes
Durante el encuentro de ministros en Nairobi, la ministra de Medio Ambiente, Marina Silva, presento la propuesta de creación de un mecanismo de incentivos positivos para los países en desarrollo que efectivamente reduzcan sus emisiones de gases de efecto invernadero por medio del combate a los desmontes.
La propuesta brasileña prevé que estas naciones reciban recursos y tecnologías internacionales para perfeccionar el combate a los desmontes. La idea es que la reducción de emisiones sea contabilizada a partir de una tasa media de desmontes de referencia y de parámetros definidos de toneladas de carbono por bioma o por tipo de vegetación, en un determinado período de tiempo. En el caso brasileño, el cumplimiento de las metas sería monitoreado por el Sistema de Detección de Desmontes en Tiempo Real (Deter), basado en imágenes satelitales. La adhesión de los países en desarrollo al programa de metas sería voluntaria, así como las inversiones de las naciones desarrolladas. La diferencia registrada entre las metas y la caída de emisiones se convertiría en incentivo financiero, o sea, en créditos a recibir. Si, por el contrario, las emisiones por desmonte se ampliasen, el país recibiría un débito a ser descontado en el futuro.
Para algunos observadores presentes en el encuentro, la propuesta brasileña fue recibida con frialdad. Pero, en la visión de Fernandes, la idea debe ser llevada adelante. “El gran desafío será incluirla en la agenda de la próxima reunión, a celebrarse en Indonesia”, afirmó.
Escenarios pesimistas
El encuentro de Nairobi estuvo signado por alguna tensión entre los representantes de las naciones en desarrollo y los de los países desarrollados, notoriamente los de la Unión Europea, que presentaron una propuesta de revisión de la agenda del Protocolo de Kyoto para 2008. El acuerdo prevé, de hecho, la validación (review) periódica de los compromisos. “El problema es que el término review fue interpretado como revisión”, él esclarece. En 2008 habrá una nueva evaluación del protocolo que, mientras tanto, no resultará en nuevas obligaciones para ninguna de las partes. Cualquier cambio de agenda sólo ocurrirá en 2012, cuando concluye el primer período de compromisos establecido por el acuerdo.
Nadie arriesga ningún pálpito acerca de los rumores de negociaciones para la segunda fase de Kyoto. La comprensión de que la emisión de gases de efecto invernadero está directamente relacionada con el calentamiento global, es, con cada año que pasa, más hegemónica. Con cada nueva investigación sobre el tema surgen nuevas evidencias. El análisis de un nuevo núcleo de hielo extraído de la Antártida, según un estudio reciente publicado por la revista Nature, reveló que las bruscas variaciones climáticas ocurridas en los últimos 150 años están estrechamente interrelacionadas en ambos hemisferios. Los resultados parecen demostrar que esos cambios resultan de una reducción de la circulación termohalina, corriente provocada por los cambios de densidad a raíz de las diferencias de temperatura y salinidad en las aguas marinas y que las grandes oscilaciones de temperatura en Groenlandia no son un fenómeno aislado: los científicos apuntan a la circulación oceánica atlántica como un mecanismo de enlace con el Hemisferio Sur.
Otro estudio sobre los efectos de los cambios climáticos en la economía, encomendado por el gobierno británico a Nicholas Stern, economista del Banco Mundial, y divulgado en octubre, hace previsiones catastróficas: si no se invierte el 1% del Producto Bruto Interno (PBI) mundial, en la reducción de emisiones, el calentamiento global devastará la economía mundial en una escala comparable a la de las guerras mundiales o a la gran depresión de 1929. Según los números de Stern, el costo final de un cambio climático descontrolado alcanzará entre el 5% y el 20% del PBI mundial, en los próximos 50 años.
La investigación en Brasil
Las evidencias y los nuevos escenarios propician el debate. Hace dos años, la Convención de las Partes discutía medidas mitigadoras del calentamiento global. Durante este año, como se ha visto, los debates se centraron en la preocupación con la adaptación de los países potencialmente más afectados por los cambios climáticos.
Brasil, a ejemplo de otros países, comienza a construir modelos más precisos para evaluar los efectos de las variaciones climáticas, como el que fue realizado por el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales, el Inpe (lea en la página 30). El país también se preocupa en identificar sus áreas más vulnerables: con el patrocinio del MCT, un grupo de investigadores de la Fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz) creó un Índice de Vulnerabilidad General (IVG), compuesto por la ponderación de 11 indicadores que miden la incidencia de enfermedades, condiciones de vida y oscilaciones del clima, entre otros, para evaluar el grado de vulnerabilidad de determinada región ante las alteraciones climáticas. La principal conclusión del estudio coordinado por el epidemiólogo Ulisses Confalonieri, de la Escuela Nacional de Salud Pública de la Fiocruz, es que el Nordeste, sobre todo el estado de Alagoas, tienen baja capacidad para soportar los efectos del calentamiento. En una escala de 0 a 1 del IVG, Río Grande do Sul es el estado más seguro, con un puntaje de 0,13 y Alagoas, el más amenazado, con 0,64 (lea en Pesquisa FAPESP, edición 121).
Las investigaciones sobre los efectos del calentamiento, sin embargo, aún son puntuales, según la visión de Carlos Nobre, investigador del Inpe, les falta articulación y enfoque. “Consumimos mucho tiempo realizando un inventario de emisiones y discutiendo la cuestión de la mitigación, para mantener la competitividad de la industria brasileña, pero invertimos muy poco en adaptación” dice, calificando a la posición brasileña de “tercer mundista”. Según Nobre, el país centró su atención en el aprovechamiento económico de oportunidades como el MDL. “Faltó visión para lo esencial: nuestra economía se basa en recursos naturales. Dependemos mucho del agua y del clima. Somos el lado perdedor de los cambios climáticos”. El MCT, dice él, invirtió poco en ese tipo de investigación. “Argentina, Uruguay y Chile están mejor que Brasil en cuanto a estudios de impacto”, compara.
Paulo Artaxo, investigador del Instituto de Física de la Universidad de São Paulo (USP) y coordinador del Instituto del Milenio en el experimento Large Scale Biosphere — Atmosphere Experiment in Amazonia (LBA), tiene una visión más optimista del estado creativo de las investigaciones brasileñas. “Estamos en pie de igualdad con la mayoría de los países europeos”, evalúa. Lo que falta, en su opinión, es una política nacional que oriente el trabajo de los científicos. “No existe una línea de investigación sobre cambios globales en el país. Sólo existen iniciativas individuales”, dice. Para él, es necesario definir áreas prioritarias. “Todos los modelos apuntan a una mayor incidencia de eventos extremos, como sequías e inundaciones, pero aún no conocemos los mecanismos que van a desencadenar esos cambios”.
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