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Especial

Ciencia al servicio de la sociedad

Los programas de la FAPESP efectúan diagnósticos y proponen soluciones para problemas concretos

Dotar a la administración pública de modernos instrumentos de gestión, mapear los graves problemas sociales, examinar las diversas facetas de la violencia urbana y de la salud pública, interiorizarse de las dificultades de la enseñanza pública, capacitar a los profesores mediante la implementación de nuevos métodos pedagógicos que estimulen a los alumnos a aprender y a participar. Éstos son algunos de los objetivos de los programas de Investigación en Políticas Públicas y de Investigaciones Aplicadas a la Mejora de la Enseñanza Pública que la FAPESP está estimulando sostenidamente. Ellos también forman parte de una estrategia de acercamiento del sistema de ciencia y tecnología a la sociedad, diseñada a partir de 1995 e integrada también por otros dos programas: el Programa de Asociación para la Innovación Tecnológica (PITE) y el Programa de Innovación Tecnológica en Pequeñas Empresas (PIPE).

La idea es financiar proyectos que diagnostiquen y propongan soluciones para problemas concretos, de gran relevancia para los distintos sectores económicos, sociales y comunitarios, creando al mismo tiempo mecanismos efectivos de transferencia do conocimiento. El programa de Políticas Públicas, lanzado en 1998, reúne por un lado a instituciones de investigación y universidades (públicas y privadas), y por el otro a organismos del sector público (secretarías estaduales, empresas estatales, municipios) y del tercer sector (cooperativas, fundaciones, ONGs), bajo el régimen de asociación -por cierto, un régimen común a otros programas. Esto quiere decir que existe una interacción entre dos fuerzas: los grupos de investigación que desarrollan los proyectos, y los socios, que se comprometen a ejecutarlos.

La FAPESP suministra el soporte financiero -auxilios a los investigadores, becas, compra de material (computadoras, videos)- y define los criterios para la aprobación y el desarrollo. Los proyectos se cumplen en tres etapas. En la primera, con duración de seis meses, el proyecto recibe una partida de hasta 30 mil reales para estudios preliminares y de factibilidad. En la segunda, con dos años de duración y que se extiende hasta la complementación del trabajo a escala piloto, el financiamiento puede ascender a 200 mil reales. En la tercera etapa no se brinda financiamiento. Pero es en dicha fase cuando se hace efectiva la articulación entre la investigación y la vida real: allí es cuando los socios concretan, es decir, tornan visible el producto de determinado proyecto.

Desde su puesta en marcha, el programa de Política Públicas ya ha aprobado 102 proyectos (cuya lista puede verse a partir de la página 42), implicando inversiones por 5,5 millones de reales (hasta mayo pasado). La mayoría se encuentra en curso, y su espectro es amplio, tanto en lo que se refiere a las áreas de actividad como al origen y local de ejecución. Los temas revelan importantes indicadores sociales: desde la violencia urbana y doméstica y sexual contra la mujer hasta investigaciones sobre la situación de la salud en el estado; desde programa de ingreso mínimo hasta la empleabilidad de grupos sociales discriminados, como los de mujeres y negros; desde la digitalización de las bibliotecas hasta el medio ambiente.

Pero cabe destacar también el interés de las alcaldías por incorporar modernos instrumentos de gestión, ya sea en el área tributaria (un sector clave en los días actuales) como en la de planeamiento. Por ejemplo: en la localidad de Presidente Prudente, investigadores desarrollan unsoftware que permitirá reunir y cruzar informaciones sociales, económicas y ambientales, y servirá de base para la toma de decisiones. Pretenden dotar a los municipios (ya que el modelo podrá aplicarse en cualquier otra ciudad) de un instrumento para ayudarlos “a promover la inclusión social”, como dice Eliseu Savério Sposito, de la Universidad Estadual Paulista (Unesp), coordinador del proyecto. No se puede garantizar que eso vaya a suceder, o cuando va a ocurrir, porque no depende solamente de las autoridades locales, ni es una tarea que se agote en una sola gestión. Pero, como agrega Sposito, “si no se hace no será por falta de información”.

El Programa de Mejora de la Enseñanza Pública fue lanzado antes, en 1995, pero opera desde 1996. Ya ha aprobado 62 proyectos (cuyo listado puede encontrarse al final de esta edición), muchos de los cuales ya han sido finalizados. En ellos, la FAPESP ha invertido 11,2 millones de reales (hasta junio) -dinero destinado al auxilio a la investigación, becas para profesores, compra de computadoras o reequipamiento de laboratorios. Su radio de acción también es amplio, pues agrupa a proyectos de campos diversos, haciendo hincapié en la interdisciplinariedad.

Existen objetivos comunes a todos, de particular importancia para la escuela pública: la formación y capacitación de profesores que estos sean más participativos, es decir, profesores-investigadores; la implementación de nuevas técnicas pedagógicas que partan de la vida real; la motivación de los alumnos; la recuperación del placer de estudiar y enseñar, principalmente en las materias “aburridas” o “difíciles”, como ciencias y matemática. En fin, hacer de la escuela ya no una mera transmisora de informaciones, sino una generadora de nuevos conocimientos.

Por ejemplo: los profesores de la escuela estadual Prof. Architiclino Santos, ubicada en el Parque Continental, en la zona oeste de São Paulo, se quejaban por la falta de equipos y materiales. Un proyecto -coordinado por Mansur Lutfi, de la Universidad Estadual de Campinas (Unicamp)- permitió equipar a la escuela con televisores y videos, pero para armar la videoteca, los profesores tuvieron que realizar una investigación minuciosa de los títulos existentes en el mercado. En el caso de física, creían que el problema sería resuelto sencillamente con la compra de material didáctico. Enseguida se dieron cuenta de que eso no permitía una adecuada comprensión de los conceptos.

Entonces empezaron a investigar y a construir ellos mismos instrumentos más eficientes para equipar el laboratorio. Otro ejemplo: en la Escuela Municipal de Educación Infantil y de Enseñanza Básica para Deficientes Auditivos Anne Sullivan, los profesores investigaron nuevas tecnologías para la alfabetización de niños sordos. Con la ayuda de la Universidad de São Paulo (USP), en el marco de un proyecto coordinado por Leland Emerson McCleary, el grupo notó que, para aprender a leer y escribir, los deficiente necesitaban, antes que nada, adquirir un primer lenguaje: el lenguaje de señales.

La escuela empezó entonces a invertir en la capacitación de los profesores y en el incentivo a los padres, para que éstos también aprendieran el lenguaje. Actualmente, en la escuela Anne Sullivan, los alumnos que antes tenían dificultades para aprender a leer les cuentan a sus compañeros con desenvoltura, mediante señales, las historias que leen en los libros. Otras experiencias similares -promovidas por los programas de Políticas Públicas y de Enseñanza Pública- pueden encontrarse a lo largo de este suplemento a continuación.

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