Infografía: Ana Paula Campos / Ilustración: Veridiana ScarpelliUn estudio llevado a cabo por investigadores de Inglaterra y publicado en la revista Scientometrics sugiere que la producción científica de los países ricos y en vías de desarrollo atravesó un conjunto de cambios durante los últimos 30 años que no fue detectado por los indicadores generales. El trabajo, firmado por Slavo Radosevic y Esin Yoruk, docentes ambos del University College London (UCL), señala que el peso de los distintos grupos de áreas dentro del total de artículos publicados por naciones de diversas regiones del planeta sufrió alteraciones entre los años 1980 y 2000, impulsando en ocasiones a los países hacia nuevos desafíos, o bien generando desventajas (obsérvese el cuadro). El bloque de países de América del Norte, donde confluyen Estados Unidos y Canadá, perdió participación relativa tanto en la cantidad de artículos como en lo referente a citas en las denominadas ciencias aplicadas (como ciencia de la computación e ingenierías, por ejemplo), manteniendo, no obstante, su preeminencia en ciencias de la vida y en las ciencias sociales. Europa Occidental ganó participación en las ciencias aplicadas durante ese período, mientras que los países de Oriente Medio retrocedieron en ciencias sociales.
“Las nuevas áreas científicas traen aparejadas oportunidades de crecimiento y conexiones con otros campos ya afianzados”, dice Slavo Radosevic. “Los países están lidiando siempre con el dilema existente entre promover la excelencia científica en áreas antiguas y, simultáneamente, adherir a las nuevas tendencias y garantizar la relevancia de sus sistemas de ciencia en áreas emergentes”. El estudio revela incluso que no siempre las trayectorias referentes a la calidad y la cantidad de producción científica avanzan en armonía: América Latina, por ejemplo, vio mermar su participación dentro del total mundial en lo referente a la cantidad de artículos en ciencias aplicadas, pero mantuvo su estatus en cuanto a citas. En tanto, Asia disminuyó su participación relativa en citas para artículos de ciencias de la vida, acercándose a su deslucido desempeño histórico en cantidad de artículos en ese campo.
Para arribar a esas conclusiones, los autores del trabajo analizaron los datos de diversas regiones del mundo referentes al número de artículos publicados y citas obtenidas en todas las áreas del conocimiento entre 1981 y 2011, extraídos del National Science Indicators, de la empresa Thomson Reuters. A continuación, evaluaron el desempeño de cada región en 21 disciplinas divididas en cuatro áreas: ciencias de la vida, ciencias básicas, ciencias sociales y ciencias aplicadas. “El perfil disciplinario se encuentra históricamente arraigado y se ha alterado poco en el transcurso de las décadas”, afirma Radosevic. De todos modos, el aumento de las colaboraciones científicas tuvo un gran impacto en el desempeño de los países emergentes, como en el caso de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). “Ahora tienen mayor participación en las actividades científicas del mundo”, añade.
En América Latina, Radosevic resalta el buen desempeño de Brasil y de Argentina en ciencias de la vida, como resultado de políticas de estímulo a la investigación en el área. La región también logró sobrepasar las tasas promedio de crecimiento mundial en cuanto al número de publicaciones en ciencias básicas y en las ingenierías. En Asia, dice, el buen desempeño en áreas tecnológicas, tales como ingeniería de los materiales, se debe a la influencia de las inversiones realizadas en los últimos años por China y Corea del Sur. “El singular crecimiento de las actividades científicas en China podría elevarla al liderazgo científico en ciencias aplicadas”, dice Radosevic.
Según el investigador, para que países como Brasil y China asuman puestos de liderazgo en el futuro, es necesario que la producción científica genere conocimientos que colaboren para el crecimiento económico. Él menciona el ejemplo de la antigua Unión Soviética, que siempre privilegió a las ciencias básicas. Con el fin del régimen comunista en esa región, la investigación básica sobrevivió gracias al reconocimiento internacional de las competencias científicas de esos países, que pasaron a colaborar con Occidente. Pero la persistencia en las ciencias básicas, sin un avance en áreas aplicadas, no resulta tan prometedor en términos económicos, analiza el investigador.
Radosevic explica que América del Norte y parte de Europa se están especializando en ciencias de la vida, un campo del conocimiento con importancia creciente. “El perfil disciplinario tiende a alterarse a medida emergen nuevas áreas del conocimiento y ganan dinamismo, tal como hoy en día es el caso de las ciencias de la vida y como ocurrió, en el pasado, con la física”, dice. En un período de 30 años, tan sólo una región adquirió fortaleza en un área en la que anteriormente no era expresiva: los 15 países que originalmente conformaban la Unión Europea (EU15) sacaron ventaja en cuanto a citas, a partir de 2001, en ciencias de la vida y ciencias aplicadas.
Infografía: Ana Paula Campos / Ilustración: Veridiana Scarpelli“Esta ventaja adquirida por los países europeos en ciencias de la vida podría ser consecuencia del crecimiento de la clínica médica en Europa continental”, dice Peter Schulz, docente del Instituto de Física Gleb Wataghin, de la Universidad de Campinas (Unicamp), quien en 2012 también publicó un artículo en la revista Scientometrics referente a la evolución del perfil de los sistemas de ciencia y tecnología de diversos países (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 198). En ese estudio, Schulz y el profesor Edmilson Manganote, también de la Unicamp, muestran que Estados Unidos y el Reino Unido mantienen un modelo temático muy similar, donde la medicina abarca la cuarta parte de la producción científica. En tanto, en los países de Europa continental, la distribución es diferente, con una participación un poco mayor en física y química, y la medicina variando entre un 18% (en España) y un 30% (en Austria).
Para comprobar los cambios del perfil disciplinario en las regiones, los autores de la investigación emplearon un sistema denominado Revealed Scientific Advantage (RCA), desarrollado en la década de 1990 para evaluar el desempeño de los países en relación con la cantidad de artículos publicados. Cuando el RCA es mayor que 1, la región presenta fortaleza en determinada disciplina. Cuando es menor que 1, es más débil que el promedio de los países. El problema radica en que el RCA tan sólo tiene en cuenta el aspecto cuantitativo, dejando de lado las citas. Por eso, el grupo desarrolló dos coeficientes nuevos: el índice de ventaja comparativa para artículos publicados (RCAPAP) y el índice de ventaja comparativa para citas (RCACIT). “El estudio acierta al realizar esta distinción, situando cara a cara las variaciones en publicación y citas. Al analizarlas en forma aislada, ellas podrían ofrecer una falsa impresión del desempeño en una región”, subraya Schulz.
Radosevic comenta que fue necesario hacer esa distinción en el perfil disciplinario en términos de calidad y cantidad para identificar cuáles son las regiones que producen más ciencia de punta en el mundo. Las regiones con altos índices de publicación, pero cuyo impacto es relativamente bajo, tales como América Latina y Asia, se caracterizan por su mayor capacidad de absorción de conocimiento utilizando modelos desarrollados en otros países. En tanto, las regiones que ostentan índices de cita más elevados son aquéllas que se encuentran a la vanguardia del conocimiento.
De manera general, la ciencia elaborada en los países en desarrollo todavía se caracteriza por su capacidad de asimilación del conocimiento producido en otras regiones. Por supuesto que existen matices. En Latinoamérica, por ejemplo, el desempeño es modesto en lo concerniente a la publicación de artículos en ciencia básica, pero la región siempre ostentó una ventaja en esa área en términos de citas, un indicador de la calidad de los trabajos publicados. Empero, según el artículo, los centros productores de conocimiento de vanguardia, aquéllos que producen ciencia de mayor impacto, siguen siendo los mismos de antaño: los países de América del Norte y de Europa.
Con el avance de nuevos actores, América del Norte perdió espacio relativo en la ciencia global a lo largo de los años. Actualmente, el bloque concentra el 51% de las citas. En la década de 1980, ese índice era del 61%. Tal disminución no hizo mella en el impacto relativo de la investigación en la región, que permaneció estable durante las décadas de 1980 y 1990 en 1,40, y subió a 1,45 en los años 2000. El impacto relativo es la razón entre los índices de cita y de artículos publicados. América Latina, Asia y Oriente Medio presentan trayectorias comunes: un aumento considerable de la cantidad de artículos publicados, acompañado por un crecimiento más moderado en las citas, pero aún con índices de impacto bajos y estables.
A diferencia de América del Norte, Europa presenta un crecimiento tanto en cantidad de artículos como en citas. En tanto, la participación de la ex Unión Soviética en la ciencia global experimentó cambios radicales con el fin del régimen comunista. Entre 1981 y 1989, ostentaba el 7% de los artículos publicados en todo el mundo y el 1,2% de las citas. Entre 2001 y 2011, el índice de publicación descendió al 3,4%, pero las citas crecieron hasta el 1,5%.
Según los autores del estudio, la preponderancia de Norteamérica y de parte de Europa como centros productores de ciencia de vanguardia tiende a proseguir inalterable. A juicio de Elizabeth Balbachevsky, docente del departamento de Ciencia Política de la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias Humanas de la Universidad de São Paulo, este contexto podría transformarse. “El proceso de asimilación y acumulación del conocimiento protagonizado por países como Brasil y China también configura una etapa de ampliación de los recursos humanos e institucionales, necesarios para poder dar en el futuro un salto de calidad en la investigación científica”, dice. Pero tal resultado no es automático. El mismo depende de la calidad de las políticas en ciencia y tecnología, así como en educación. La profesora recuerda que, en los años 1990, un estudio realizado por el profesor Peter Scott, de Inglaterra, a pedido del por entonces Ministerio de Ciencia y Tecnología brasileño, cobró notoriedad al revelar que la producción de la investigación científica brasileña era menor que la de Bélgica. “El crecimiento actual de la ciencia brasileña supera el promedio mundial. Eso prueba que la geografía de la ciencia está cambiando”, resalta Elizabeth Balbachevsky.
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