Existen múltiples formas de propagar el conocimiento científico en la sociedad, y quizás una de las que Brasil más tardó en descubrir es la de los libros de divulgación. Me refiero especialmente a aquéllos hermosamente escritos, en un lenguajes descifrable para los legos, con formas narrativas que no descuidan el ritmo para capturar al lector y, de ser posible, mantenerlo atrapado hasta el final. De libros que, sin pudores, echan mano de distintas artimañas estilísticas de la ficción y no muestran el menor reparo en avanzar por sendas de diferentes estructuras dramáticas para hacer de la investigación científica una saga extraordinaria, llena de interminables peripecias. Y da lo mismo si las aventuras suceden en los amplios dominios cosmológicos, en las microdimensiones del interior de la célula humana o en las altas escarpas del álgebra. Todos los campos, en principio, guardan llaves y puertas por donde se puede llegar al lector no especializado y expandir la cultura científica en la sociedad.
Lo halagüeño en este territorio en la actualidad es para nosotros que el mercado brasileño de libros de divulgación científica ha cobrado fuerza durante la última década, y va a crecer, de acuerdo con la constatación de nuestro editor de política científica y tecnológica, Fabrício Marques, autor del reportaje estampado en la portada de esta edición. Advertido por recomendaciones casi simultáneas del prorrector de Grado de la Universidad Estadual de Campinas, Marcelo Knobel, coordinador de la colección de divulgación científica de la editorial de la Unicamp, y del físico Cylon Gonçalves, quien, entre múltiples actividades, en este momento también coordina una colección similar de la pequeña editorial Oficina de Textos, Fabrício salió a buscar qué había efectivamente en este campo dentro de las fronteras nacionales. Y regresó de su investigación con buenas noticias, aun cuando el desempeño del mercado nacional, cabe hacer la salvedad, aún se encuentre a años luz de lo que sucede en Estados Unidos, en el Reino Unido o hasta en la vecina Argentina. Vale la pena verificarlo.
En tanto, en ciencia, el destacado de esta edición es un tema en el cual, hasta ahora, han sido pocas las buenas noticias: VIH/ Sida. Con todo, la búsqueda de una vacuna contra el virus, que en las últimas tres décadas infectó a 60 millones de personas y provocó la muerte de 27 millones, ha cobrado nuevos bríos en los últimos dos años, y actualmente, nuevas estrategias renuevan la esperanza de que algún día se llegue efectivamente a un producto que represente una protección eficaz contra la enfermedad. Detalles de estas estrategias pueden leerse en el relato de nuestro editor de ciencia, Ricardo Zorzetto, que cuenta también cuáles son los grupos internacionales que se encuentran a la delantera de esa búsqueda y quiénes son los brasileños que participan en ella.
Quiero hacer hincapié en el reportaje sobre el radar meteorológico del Instituto de Astronomía, Geofísica y Ciencias Atmosféricas de la Universidad de São Paulo (IAG-USP), un proyectado y desarrollado por la empresa Atmos, de la capital paulists. Como narra el editor de tecnología, Marcos de Oliveira, este aparato efectúa el monitoreo de las nubes, de las tempestades que se avecinan, de la velocidad de los vientos y, entre otras mediciones, es capaz de prever lluvias con hasta tres horas de antelación, lo que hace del mismo un instrumento de enorme importancia en el área de Defensa Civil y en la prevención de las tragedias vinculadas con las condiciones meteorológicas.
Por último, los invito a volver a la sección de política para leer el artículo en el cual se efectúa un balance crítico del Programa Genoma FAPESP, 10 años después de que su proyecto pionero, el de la Xylella fastidiosa, fuera el tema de la tapa de la revista Nature, y de haber proyectado a la ciencia brasileña, como nunca hasta entonces, en el mapa de la producción mundial del conocimiento relevante. Por cierto, Nature recordó ese suceso y sus productivos despliegues en el editorial de la edición del 15 de julio. A propósito, el proyecto de la X. fastidiosa tuvo ingredientes propios de la más pura aventura, y así es como volvemos al comienzo de nuestra carta.
¡Qué tengan una buena lectura!