Imprimir Republish

Entomología

Colmenas vacía

Síndrome misterioso causa la desaparición de las abejas en América e en Europa

“El precio de la miel va a aumentar mucho en los próximos años”, adverte la vendedora Raquel al ofrecer el producto en una feria libre en Campinas, en el interior de São Paulo. El asunto alrededor de su puesto era el programa de televisión que días antes alertaba sobre la desaparición en diferentes regiones del mundo de las abejas de la especie Apis mellifera, responsables de la producción comercial de miel. Detectado inicialmente en Europa en 2006, el problema ya se propagó por Estados Unidos -en donde afecta a 30 de los 50 estados, lo suficiente para ser considerado una epidemia- y comienza a ser observado, aunque en menor escala, en las regiones productoras de miel en Brasil.

“La muerte en masa de abejas no es novedad y sucede periódicamente”, cuenta Constantino Zara Filho, presidente de la Asociación Paulista de Apicultores Criadores de Abejas Melíficas Europeas (Apacame). Pero la mortalidad observada en los últimos meses en Estados Unidos y en Europa llama la atención por el número de colmenas diezmadas: algunos creadores tuvieron más del 80% de las colmenas completamente vaciadas por causa de la muerte de las abejas.

En Brasil, David de Jong, especialista en patología de abejas del Departamento de Genética de la Universidad de São Paulo en Ribeirão Preto (FMRP-USP), investiga los indicios de ese disturbio del colapso de las colonias (CCD, en la sigla en inglés) y constata que hubo un agravamiento en las enfermedades de las abejas en el país, con algunos de los síntomas de CCD. Pero hasta el momento el impacto fue menor porque, dice él, “tenemos una abeja más rústica y resistente”.

Algunas características de ese síndrome dejan a los especialistas intrigados. Una de ellas es que las abejas simplemente se pierden sin dejar señales – no son encontradas muertas en la entrada de la colmena como sucede en otras enfermedades. Otra característica es que en un primer momento el síndrome elimina solamente a abejas especializadas en buscar polen y néctar. “Inicialmente encontramos a la reina, poquísimas abejas adultas y bastante cría (larvas y pupas), pero, sin las adultas para colectar alimento y cuidar de la cría, la colonia rápidamente enflaquece y muere”, explica De Jong.

Insectos preciosos
La muerte súbita de colmenas enteras no es un problema solamente para quien le gusta el propóleos y la miel. Las abejas son esenciales para la polinización de varios tipos de plantas. Por eso una baja poblacional muy acentuada puede generar graves consecuencias ecológicas y económicas. En Estados Unidos, el valor de los cultivos que dependen de polinización pelas abejas es estimado en más de 14 mil millones de dólares -sólo las plantaciones de almendra de California movilizan 1,4 millón de colmenas, alquiladas por los agricultores durante la floración. Según De Jong, hace pocos años el alquiler de cada colmena por un mes costaba cerca de 40 dólares. Ahora ese precio varía entre 150 y 200 dólares. “Y faltan colmenas”, garantiza. Por eso los apicultores americanos han importado cientos de miles de abejas australianas por año.

Son varios los sospechosos por la mortandad de las abejas. Ya se acusaron – sin el apoyo de datos científicos – la radiación de teléfonos celulares y el pólen de los cultivos transgénicos. Más recientemente un esfuerzo conjunto de investigadores han llevado las causas más palpables, tanto en Estados Unidos como en Brasil. Una de ellas llegó recientemente a las Américas – el protozoario Nosema ceranae, descubierto en abejas asiáticas, que De Jong afirma ya ser común no Brasil, en Estados Unidos y en partes de Europa. Otra especie del mismo protozoario que ataca al sistema digestivo de las abejas – Nosema apis – ya es un vejo conocido de los insectos fabricantes de miel. “Ese parásito siempre existió en Brasil y puede matar”, dice Zara Filho. “Pero no es necesario medica a las abejas porque las abejas africanizadas de Brasil tienen una buena resistencia a la infección por ese microorganismo.” Las abejas del lado de acá del Atlántico no tienen defensas contra el protozoario asiático y por eso, mismo que no mueren se convierten más susceptibles a otras infecciones, sobretodo por virus.

Otro agresor identificado en colmenas diezmadas es el ácaro Varroa destructor, que ataca hasta un 10% de las abejas africanizadas brasileñas. En condiciones normales la abeja usada en la apicultura brasileña – que surgió por la mezcla de una subespecie europea y una africana – consigue resistir al ácaro. De Jong afirma que, aunque casi todas las colmenas de Brasil estén infectadas por esos parásitos, lo ideal es no medicar a las abejas. La susceptibilidad a enfermedades tiene un fuerte componente hereditario y, al introducir medicamentos, el apicultor favorecería la supervivencia de las abejas que sucumben a esos problemas. “La naturaleza hace la selección para resistencia a enfermedades mejor que nosotros, pues mantiene la variabilidad genética, eliminando solamente los menos aptos”, recuerda. En ese caso, si el apicultor quisiera dar una mano a la naturaleza, De Jong propone sustituir a la reina de las colmenas enfermas – como ella es la madre de la colonia entera, una nueva reina traerá a la colmena un conjunto genético diferente, que puede contribuir a eliminar los genes responsables por la susceptibilidad a enfermedades.

Los parásitos, mientras tanto, no parecen ser los únicos responsables por la eliminación de las abejas. El consumo de granos de polen tóxicos como el barbatimón e infecciones virales también tienen una porción de culpa. De Jong viene investigando todos esos aspectos en colaboración con Dejair Message, de la Universidad Federal de Vizosa, en Minas Gerais, en un proyecto que investiga enfermedades virales de abejas. Ellos han visto también que por aquí ese síndrome aún no completamente explicado afecta no solamente al Apis mellifera, sino también a abejas sociales nativas, conocidas como meliponíneas o abejas sin pezuña.

Los síntomas presentados por las abejas agonizantes, sin embargo, llevan a De Jong a sospechar que nuevos insecticidas usados en la agricultura – el fipronil, vendido en Brasil como Regent, y el inmidacloprid, Gaucho – sean los enemigos más implacables de las colmenas. Ambos son extremadamente tóxicos para las abejas, razón por la que Francia, además, prohibió la comercialización del fipronil.

Síndrome nacional
Una mortalidad inesperada tuvo lugar en el meliponário Nogueira Neto en São Simão, interior de São Paulo, y fue observada dentro del proyecto coordinado por Vera Lúcia Imperatriz Fonseca, de la USP, que investiga el papel de abejas nativas en la polinización. De Jong examinó las colmenas y abejas muertas y no halló vestigios de enfermedades. “Los síntomas de las abejas que vi morir fueron similares a los observados en la muerte como consecuencia de insecticida: intentando volar, girando en círculos”, relata. Él cuenta que por lo menos cuatro especies de abejas nativas fueron afectadas, además de colmenas de abejas africanizadas en una hacienda próxima. “No hay enfermedad que alcance a tantas especies al mismo tiempo”, afirma el genetista de la USP. Zara Filho, de la Apacame, atribuye el aumento del efecto del insecticida sobre las abejas a la expansión de las plantaciones de la caña de azúcar. “El pesticida es pulverizado desde el avión y se disemina por un área amplia.”

En Brasil las reclamaciones aún son esparcidas, pero se vienen tornando más frecuentes. La Apacame registró la mortalidad en varios puntos del interior de São Paulo, distantes unos de los otros. De acuerdo con De Jong, los relatos de vaciado de las colmenas semejantes al colapso de las colonias hasta ahora se restringen a las áreas donde la apicultura es intensiva: de Minas Gerais hasta el Río Grande del Sur. “Estuve recientemente en el Nordeste y allá no parece haber problemas”, cuenta el investigador.

Hasta el momento, el colapso de las colmenas es un rompecabezas cuyas piezas no se encajan completamente. Aunque haya semejanzas entre los síntomas observados en Brasil, en Estados Unidos y en Europa, los especialistas aún no pueden afirmar que se trate del mismo síndrome. Para Fábia Mello, de la Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria Medio Norte (Embrapa Medio Norte), los rumores de la desaparición de las abejas de Río de Janeiro, Minas Gerais y en el sur del país pueden ser reflejo de las alarmas que vienen de otros países. “Es importante que las bolas sean inmediatamente desmentidas, pues dejan a los apicultores alarmados y acaban por perjudicar la comercialización del producto. Ahora, en el caso que sea diagnosticado el colapso de las colmenas en Brasil, es necesario que la noticia sea divulgada oficialmente a los apicultores e investigadores”, dice Fábia. “Estamos siguiendo de cerca la situación en Estados Unidos. También le interesa a ellos seguir lo que está pasando aquí para comprender lo que sucede por allá”, dice De Jong, que hace poco participó en reuniones de especialistas en Estados Unidos – y así mismo continúa lejos de una conclusión final.

Republicar