El vidrio es considerado el material más seguro para almacenar medicamentos. Resistente al calor, se lo puede esterilizar con altas temperaturas. Pero esa característica que facilita la eliminación de microorganismos también aumenta el riesgo de contaminación con elementos químicos perjudiciales para la salud. Estudios realizados por la química Denise Bohrer, de la Universidad Federal de Santa Maria, indican que ciertos componentes de los medicamentos o de soluciones nutritivas pueden incorporar el aluminio del vidrio y causar intoxicación. En concordancia con estudios internacionales realizados en la década de 1980, la acumulación de aluminio en los huesos ‒en reemplazo del calcio‒ provoca deficiencias en el crecimiento y fragilidad ósea. En el cerebro de los recién nacidos causaría retraso del desarrollo mental.
La contaminación por aluminio resulta especialmente preocupante cuando afecta a pacientes renales y bebés prematuros, cuyos organismos presentan dificultades para eliminarlo. En un artículo de 2010 en la revista Journal of Pediatric Gastroenterology and Nutrition, el grupo de Bohrer evaluó a 10 recién nacidos prematuros internados en la Unidad de Terapia Intensiva (UTI) neonatal del Hospital Universitario de Santa Maria. En cada día de tratamiento los bebés recibieron con la nutrición parenteral, en promedio, 15 microgramos (µg) de aluminio por kilogramo de su propio peso, el triple de la cantidad máxima recomendada por la agencia estadounidense de control de alimentos y medicamentos (FDA). Lo más grave fue constatar que, al no haber aún desarrollado las funciones renales, los neonatos no lograban eliminar buena parte de ese aluminio: menos de la mitad se eliminaba con la orina. “La consecuencia de eso es que el metal se deposita en los huesos y en el cerebro”, informa la investigadora. Aunque detectó ese efecto a corto plazo, todavía no ha logrado documentar los efectos a largo plazo de esa acumulación. Bohrer considera que será necesario analizar a una cantidad mayor de bebés. La retención de aluminio tal vez no sea tan grave en el caso de los prematuros.
En un estudio con ratones recién nacidos y adultos, Marlei Veiga, doctoranda de su grupo, verificó que aunque las crías tratadas con nutrición parenteral presentaban altos contenidos de aluminio en los órganos, ellas lograban eliminar mejor el contaminante que los roedores más viejos, quizá, por contar con un metabolismo más rápido. Los resultados se encuentran disponibles para su consulta desde el mes de julio de este año en el sitio web de la revista Journal of Inorganic Biochemistry. Sin embargo, Bohrer no está tranquila: “Los prematuros son una población de riesgo”.
Hemodiálisis
No obstante, se ha comprobado que la toxicidad del aluminio es una de las causas de mortalidad de los pacientes con insuficiencia renal. Una importante fuente de contaminación fue el agua, pero un cambio en las leyes modificó ese cuadro en Brasil. Ahora, los villanos de la historia son los envases. “Cuanto mejor es el vidrio, más aluminio contiene”. Las ampollas de medicamentos, por ejemplo, están selladas a fuego, y sólo resisten las altas temperaturas porque poseen un alto tenor de aluminio en su composición. El problema radica en que algunas sustancias químicas reaccionan con ese metal, tal como es el caso del citrato y del fosfato presentes en la eritropoyetina, una hormona suministrada a los pacientes renales. En esos casos, se recomienda, de acuerdo con un artículo publicado este año en la revista Renal Failure, conservar la eritropoyetina bajo la forma liofilizada (desecada): al cabo de dos años, la sustancia en polvo contenía menos aluminio que la conservada en solución.
En el caso de la nutrición parenteral, en cuya composición entran lípidos y azúcares, la sustancia problemática es el gluconato de calcio, un azúcar. Sucede que éste extrae aluminio del vidrio.
Léo RamosExisten intentos por regular el contenido máximo de aluminio en los medicamentos. Según la FDA, la alimentación parenteral a gran escala, conservada en recipientes de 100 mililitros (mL) o más, no puede contener más de 25 µg de aluminio por litro. En tanto, las ampollas con 10 ó 20 mL del fármaco deben indicar la cantidad máxima estimada para la fecha de validez del producto. El problema, advierte Bohrer, radica en que el aluminio se va separando paulatinamente del vidrio y su cantidad va aumentando. “La reglamentación no contempla el fenómeno que puede ocurrir durante el tiempo de almacenamiento del producto”.
La solución para eliminar los potenciales efectos nocivos en la nutrición parenteral, según opina la química, consistiría en almacenar el gluconato de calcio en frascos de plástico. La investigadora cree que ésa es la solución que se adoptó en el Reino Unido, donde en 2010, la agencia responsable de la reglamentación de los fármacos y equipamientos médicos ‒Medicines and Healthcare Products Regulatory Agency (MHRA)‒ determinó que no se administre gluconato de calcio conservado en recipientes de vidrio a menores de 18 años ni a pacientes con insuficiencia renal. “La modificación del procedimiento se basa en nuestro artículo de 2003”, relata Bohrer. En ese trabajo, que se publicó en la revista Journal of Trace Elements in Medicine and Biology, ella y otros colegas demostraron que el vidrio es la fuente de aluminio en la nutrición parenteral. “Lo que define el grado de contaminación son las propiedades químicas del producto. Cuando la muestra se esteriliza, el proceso se acelera”, explica.
Bohrer pasó los últimos años abocada a estos asuntos, mientras trabajaba en el libro publicado este año por la editorial estadounidense Wiley: Sources of contamination in medicinal products and medical devices (La fuentes de contaminación en productos y equipamientos médicos). Ella nota que la industria farmacéutica se resiste al cambio de los envases. “El gluconato cálcico es un tipo de azúcar, y resulta más difícil esterilizar un envase plástico y garantizar que no se producirá contaminación bacteriana”.
Pese a ello, para la química gaúcha, el conocimiento actual ya es suficiente como para proponer cambios en la conservación de ciertos fármacos. Pero también recuerda que no es el caso de demonizar al metal: “Cualquier pan o cualquier queso contiene aluminio; se trata de un componente común en los alimentos”. No es para asustarse: el sistema digestivo absorbe menos del 1% del aluminio ingerido, que se elimina a través de los riñones. Bohrer lamenta que el conocimiento producido en Brasil no haya surtido acá el mismo efecto que en el Reino Unido: ella no logró llamar la atención de la Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria (Anvisa) con respecto al problema.
Artículos científicos
VEIGA, M. et al. Accumulation, elimination, and effects of parenteral exposure to aluminum in newborn and adult rats. Journal of Inorganic Biochemistry. Online 22 de jul. 2013.
BOHRER, D. et al. Influence of the glass packing on the contamination of pharmaceutical products by aluminum. Part III: Interaction container-chemicals during the heating for sterilisation. Journal of Trace Elements in Medicine and Biology. v. 17, n. 2, p. 107-15. 2003.