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Anfibios

Con la piel como alimento

Crías de culebra ciega se nutren con la secreción y la epidermis de la madre

Normalmente ellas son viscosas y se las considera un tanto repugnantes, pero no hay cómo negar su calidad de madres abnegadas, aunque que no puedan ver a sus crías. Al menos dos especies de culebras ciegas -la Siphonops annulatus, encontrada en Brasil, y la Boulengerula taitanus, de Kenya- dejan a la prole roerles las capas más superficiales de la piel, que contiene una secreción rica en grasas y proteínas durante las cuatro o cinco semanas en que se dedican a los cuidados maternales. La piel, gris oscuro antes de la reproducción, se vuelve entonces gris clara y es repuesta a medida que los herederos la devoran. Cuando ellos están cerca, probablemente paran de funcionar las glándulas de veneno, que se diseminan por toda la superficie del alargado cuerpo de la madre.

Esta forma de cuidar a la cría no llama la atención solo por ser exótica: es también importante desde el punto de vista evolutivo. Según Carlos Jared, biólogo del Instituto Butantan, ese comportamiento de las culebras ciegas que ponen huevos emergió hace por lo menos 150 millones de años, cuando América del Sur y el África formaban un único bloque continental, y quizás se encuentre en la base de la evolución de este grupo de animales que comenzó a surgir hace cerca de 250 millones de años. Sólo mucho más tarde es que deben haber aparecido las especies de culebras ciegas vivíparas, cuyos huevos se desarrollan dentro del cuerpo de la madre -y las crías ya nacen pareciendo adultos. Antes de nacer, las crías se nutren raspando con sus dientes puntiagudos la pared del útero, que libera un jugo nutritivo. “El comer el útero de la madre sería una forma derivada del comportamiento”, dice él.

No se trata, sin embargo, de un artificio exclusivo de los anfibios, la clase de animales a que pertenecen las culebras ciegas, también llamadas cecilias. Aún hoy en día se nota algo similar en el ornitorrinco (Ornithorhynchus anatinus), posiblemente el más extraño de los mamíferos, con un pico chato como el de un pato, el cuerpo cubierto de pelos y cuatro aletas, que vive en ríos y lagos de la Australia. Las crías del ornitorrinco nacen de huevos y lamen la leche materna segregada por los poros de la piel de la panza de las hembras, que no tienen pezones, a diferencia de los otros mamíferos.

“Notamos en esas culebras ciegas africanas y brasileñas un comportamiento de agregación muy interesante, ya que las madres permanecen enroscadas alrededor  de las crías mientras están cuidándolas”, comenta Marta Antoniazzi, bióloga del Butantan. Un test bastante simple sugirió que la secreción liberada por la piel, además de servir como alimento, puede contener feromonas capaces de atraer a la prole. Los investigadores alejaron de la madre a las crías de pocos días, muy parecidas con lombrices de color de rosa, y observaron: en pocos segundos éstas comenzaron a volver en dirección a ella, pese a ser completamente ciegas.

En el sur de Bahía
Las culebras ciegas tienen unos ojos primitivos, también llamados vestigiales. Los ojos se ubican por debajo de la piel y sólo distinguen lo claro y lo oscuro, lo que basta para indicar si es de día o de noche y si es posible salir con seguridad de los túneles subterráneos en que esos animales viven. Dotadas también de tentáculos sensitivos, pequeñas protuberancias con las cuales tantean los caminos, las cerca de 180 especies de cecilias mundialmente conocidas representan las gimnofionas, una de las tres clases de los anfibios, al lado de los batracios (sapos, ranas y renacuajos) y las salamandras. Parecen serpientes o lombrices, pero no se equivoca quien las ve como sapos alargados sin patas, que viven, se aparean y cuidan a su prole en canales y cámaras cavadas bajo la tierra. A veces puede también hallárselas, solitarias o con la prole, en otros ambientes oscuros como el tocón de un árbol o entre las cortezas de cacao que se pudren dentro del boque, en medio de insectos y lombrices, sus alimentos predilectos.

Fue en uno de esos montones de cortezas podridas, los llamados “casqueiros”, en una más de esas expediciones al Bosque Atlántico, entre Ilhéus e Itabuna, en el sur de Bahía, que el grupo liderado por Jared y Marta encontró en 1993 la especie Siphonops annulatus con la piel más clara que lo habitual. Comenzó entonces una articulación científica que terminó el día 13 del mes pasado, cuando salió en la revista científica Nature un artículo en que se describen por  primera vez los cuidados maternales de la especie africana, adoptada como modelo de estudio porque ya era más conocida que la brasileña. La Siphonops puede alcanzar 40 centímetros de longitud, mientras que la Boulengerula taitanus llega como máximo a la mitad y es más fina.

Intrigado con el cambio de color de la especie brasileña, Jared comentó su hallazgo con Mark Wilkinson, expertos en anfibios del Museo de Historia Natural de Londres con quien ya había trabajado. Wilkinson también se quedó  intrigado y le escribió a Ronald Nussbaum, especialista en gimnofionas que trabaja en la Universidad de Michigan, Estados Unidos. Nussbaum, quien ya sabía que en algunas culebras ciegas las crías raspaban el útero de la madre, planteó a los colegas que la culebra ciega ovípara podría tener un comportamiento semejante, con las crías nutriéndose de la piel de la madre.

Una vez establecida una hipótesis, los biólogos comenzaron a trabajar para caracterizar lo que parecía ser un tipo de comportamiento maternal que aún no había sido descrito. La descripción de este mecanismo, incluyendo las transformaciones en la piel y la identificación de la composición preliminar de la secreción, que debe ser bastante nutritiva, ya que las crías crecen en torno de un milímetro por día, movilizó también a Hartmut Greven, de la Universidad de Düsseldorf, Alemania, y a otros dos biólogos del Museo de Historia Natural de Londres, Alexander Kupfer y Hendrik Muller, vinculado también a la Universidad de Leiden, de Holanda. Ellos se pusieron de acuerdo para volver a los bosques húmedos del sur de Bahía al final de este año para recoger muestras de secreción y observar el comportamiento de la culebra ciega brasileña desde el nacimiento de las crías.

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