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Programa espacial

Con los pies lejos del suelo

El viaje del astronauta brasileño tendrá escasa influencia en lo que hace al desarrollo tecnológico del país

Voces respetadas de la comunidad científica brasileña rompieron el coro jactancioso que rodeó el viaje de diez días a la Estación Espacial Internacional (ISS) del teniente coronel Marcos César Pontes, el primer brasileño en entrar en órbita. “Los experimentos llevados al espacio no justifican una inversión de 10 millones de dólares”, dijo el físico Rogerio Cézar Cerqueira Leite. “Es un viaje de gratis  pago”, afirmó Ennio Candotti, presidente de la sociedad Brasileña para el Progreso de la Ciencia (SBPC), refiriéndose al hecho de que el viaje no generó demandas a la tecnología nacional. En un artículo publicado en el periódico O Estado de S. Paulo, el biólogo Fernando Reinach planteó una cuenta: con el dinero que el país le pagó a la Agencia Espacial Rusa para hacer factible el viaje, sería posible duplicar el número de becados en el nivel de doctorado en el campo aeroespacial en el exterior, o formar a casi 300 doctores en Brasil. “Es un caso más en que las inversiones en educación le dejaron su lugar a la publicidad”, dijo.

Pero, al final, ¿cuál fue el saldo del viaje de Pontes a la ISS? Desde el punto de vista práctico, la Misión Centenario -alusiva a los cien años del vuelo del 14-Bis y hecho celebre por la imagen del astronauta usando una réplica del sombrero de Santos Dumont- sirvió para llevar a cabo ocho experimentos científicos en ambiente de microgravedad, el área de interés tales como la biología, la biotecnología, la medicina, los materiales, la combustión y el desarrollo de fármacos. Un ejemplo: un desafío a la permanencia del hombre durante largos períodos en el espacio es el conocimiento de las consecuencias de la ausencia de gravedad sobre la fisiología humana. El gerente de la misión Centenario, Raimundo Mussi, recuerda que la Agencia Espacial Brasileña (AEB) ofrece hace años oportunidades a los científicos para testear experimentos en microgravedad a bordo de cohetes de sondeo, pequeñas cápsulas que llevan experimentos al espacio durante algunos minutos. “El viaje de Pontes es un despliegue natural de esas investigaciones”, afirmó Mussi.

Uno de esos experimentos se prestó al campo de la popularización de la ciencia, como la germinación en la ISS de semillas de fríjol enviadas por estudiantes de escuelas públicas de São José de los Campos. Los otros eran desdoblamientos de proyectos de investigación. Entre ellos se destacaron un test de reacciones enzimáticas de interés industrial, el sometimiento de bacterias a la radiación cósmica para el estudio de los mecanismos de reparación celular y la inducción del fenómeno de la bioluminescencia usando como materia prima las substancias responsables del brillo de las luciérnagas: la enzima luciferasa y su substrato luciferina. “El análisis de las imágenes de la reacción con luciferasa y luciferina en gravedad cero ayudará a comprender la ligación de pequeñas moléculas con las enzimas”, dice el biólogo molecular Vadim Viviani, del Grupo de Bioluminescencia y Luciferasas del Instituto de Biociencias de la Universidad Estadual Paulista (Unesp), campus de Río Claro. La investigación sobre la bioluminescencia, apoyada por la FAPESP, tiene interés terapéutico. Los genes de las luciferasas pueden utilizarse como biomarcadores luminosos, ya que al ser transferidos a una bacteria, ésta queda iluminada. “Cuando la bacteria adquiere luz, es posible seguir su progresión dentro del organismo. Este procedimiento se utiliza para testear o funcionamiento de los medicamentos, detectar si hay contaminación bacteriana en los alimentos o mostrar la evolución de células cancerígenas en modelos animales”, dice Viviani.

El estudio de microgravedad es tan sólo uno de los brazos del programa espacial brasileño. Los otros objetivos del programa, de contenido notablemente estratégico, son la construcción de nuevos satélites nacionales, el desarrollo de un cohete lanzador capaz de llevar los satélites al espacio y la reconstrucción del Centro Espacial de Alcântara, estado de Maranhão, destruido después de la explosión del Vehículo Lanzador de Satélite (VLS), en 2003, una tragedia que se llevó la vida de 21 personas. El viaje del teniente coronel Pontes no tiene influencia directa sobre esas fases del programa. El presidente de la Agencia Espacial Brasileña, Sérgio Gaudenzi, admite que el rédito principal del viaje pertenece al terreno del marketing. “Nuestro programa espacial tuvo una cobertura de los medios y una repercusión que nunca tuvo antes, y eso tiene un valor inestimable”, afirma.

Las ventajas de tal exposición son difíciles de mensurar, pero Gaudenzi espera que tenga peso en los próximos años en las discusiones que se traben en el Congreso sobre el presupuesto del programa espacial. “Los legisladores siguen la voluntad de la población”, dice. En 2006, el programa espacial brasileño tendrá 150 millones de dólares para gastar. Se trata del mayor valor destinado en los últimos años. En años anteriores el presupuesto llegó a caer a escasos 25 millones de dólares. Se atribuye a esa asfixia financiera el atraso en el desarrollo de cohetes de lanzamiento. La tragedia de Alcântara llamó la atención hacia el problema y provocó un cambio en la postura del gobierno. El año pasado los alrededor de 100 millones de dólares destinados al programa espacial fueron casi gastados, un caso raro en medio de tal contingencia generalizada de presupuestos. “Empeñamos un 99,5% de nuestro presupuesto de 2005, un record en las distintas carteras”, afirma Gaudenzi.

Si el Congreso y el gobierno serán generosos, el tiempo lo dirá. No será por falta de proyectos capaces de desarrollar tecnología nacional que el dinero no se gastará. El programa de construcción del VLS se reanudó con asesoría de expertos de la Agencia Espacial Rusa y actualmente prevé el lanzamiento de un prototipo en 2007 y otro en 2008. En la práctica, ambos lanzamientos servirán solamente para testear la tecnología; ninguno de ellos llevará carga útil. La idea es usar la experiencia con el VLS para desarrollar una nueva generación de cohetes que lleva el nombre de Alfa, que tendrá una fase de combustible líquido, tecnología que Brasil aún intenta dominar. El primer prototipo de la familia Alfa irá espacio en 2009.  En el campo de los satélites, se prevé hasta 2010 el envío al espacio de tres miembros más de la família Cbers, de sensoriamiento remoto, desarrollados en sociedad con China, y la creación de plataformas capaces de realizar misiones variadas. Otro objetivo de corto plazo es reconstruir la base de Alcântara, en sociedad con Ucrania, y ponerla en el mapa de los lanzamientos comerciales de cohetes.

El segundo astronauta
Por último, se sabe que existen dudas en cuanto a qué hacer con la participación brasileña en la Estación Espacial Internacional. El teniente coronel Pontes comenzó a entrenarse para ir al ISS en 1998, cuando Brasil se comprometió en construir piezas para la estación por un valor de 120 millones de reales, y existía la expectativa de mantener hasta siete astronautas en órbita permanentemente. Brasil no cumplió su parte en el acuerdo, pero Pontes siguió con su entrenamiento en Houston. En 2003, la explosión del Columbia interrumpió los viajes de los trasbordadores espaciales, los principales encargado de llevar piezas y gente a la estación. Desde entonces, la tarea cabe a las cápsulas rusas Soyuz, y solamente dos o tres astronautas permanecen en órbita  cada vez. El próximo mes, el presidente de la Agencia Espacial Brasileña irá a la Nasa, acompañado por el astronauta Pontes, para discutir si Brasil sigue o no integrando el consorcio internacional de la ISS. “Somos socios minoritarios y necesitamos evaluar si los socios principales van a llevar adelante la iniciativa. Existe hay una discusión entre ellos acerca de si los beneficios de la estación están compensando los costos”, dice Gaudenzi. Si el acuerdo se renovase, la AEB deberá desarrollar un proceso selectivo para reclutar al segundo astronauta brasileño.

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