Aquéllos que requiriesen cuidados médicos entre el descubrimiento de Brasil, en 1500, y el arribo de la familia real al país, en 1808, seguramente se encontrarían en dificultades. Los médicos portugueses dispuestos a aventurarse por aquí eran rarísimos. En Portugal eran intelectuales graduados en universidades, estudiaban a los pensadores de la Antigüedad como Aristóteles y Galeno y tenían estatus y sueldos significativamente más altos que los que tenían los oficios o profesiones consideradas manuales o mecánicas. Ése era el caso, por ejemplo, de los cirujanos, habilitados a realizar emplastos, cirugías, sangrías y amputaciones al cabo de dos años de estudios prácticos en el Hospital de Todos los Santos de Lisboa, pero sin formación académica. Eran ellos los que le llevaban algún alivio y conocimiento a una población sumamente carente de cualquier asistencia a la salud en las tierras de ultramar.
El trabajo lejos de la Corte portuguesa traía aparejadas grandes ventajas para los cirujanos, tales como la posibilidad de convertirse en propietarios de tierras, enriquecer y obtener valoración social. Los médicos recién se volvieron más frecuentes en Brasil cuando la familia real se estableció aquí en 1808 y creó las facultades de medicina de Salvador y de Río de Janeiro. En el intento de mitigar esa carencia, al menos tres cirujanos escribieron manuales médicos en el siglo XVIII en Brasil.
Luís Gomes Ferreira publicó Erário mineral en 1735; João Cardoso de Miranda escribió Relação cirúrgica e médica en 1747, y en 1770, José Antonio Mendes elaboró Governo de mineiros mui necesário para os que vivem distantes de professores seis, oito, dez e mais léguas, padecendo por esta causa os seus domésticos e escravos queixas, que pela dilação dos remédios se fazem incuráveis e as más das vezes mortais. Este libro de 158 páginas y título quilométrico fue republicado el mes pasado por el Archivo Público de Minas Gerais, con un estudio crítico a cargo de Carlos Alberto Filgueiras, químico e historiador de las ciencias de la Universidad Federal de Minas Gerais.
La palabra “gobierno” en el título tiene el sentido de orientación del tratamiento de enfermedades. Su autor recibió la “carta de cirugía” en Lisboa en 1739 y habría venido a Brasil enseguida después. No hay información sobre su nacimiento, su regreso a Portugal y su muerte. En el libro, dice que escribió el manual al cabo de 35 años dedicados a las “artes quirúrgicas”. Se sabe que trabajó entre las capitanías de Bahía y de Minas Gerais.
“Pese a que en el manual hay muchas supersticiones, algunos puntos son bastante interesantes, sobre todo el que se refiere a los efectos de la aplicación del jugo de limón para la cura del escorbuto”, dice Filgueiras. El zumo de la fruta era refregado con sal en las mucosas de la boca hasta hacerlas sangrar, lo que hacía que la vitamina C entrara en contacto directo con la sangre del paciente. “La aplicación era bastante bárbara, pero su esencia está de acuerdo con la medicina moderna”.
El objetivo de Mendes y de otros cirujanos era suministrar información práctica para instruir a los amos al respecto de los tratamientos médicos disponibles para los esclavos, que trabajaban de sol a sol en la minería, en las labranzas y en todos los trabajos pesados.
“En Europa, el objetivo de los gobernantes era la salud de los hombres pobres, que dependían de su fuerza física para trabajar. En las colonias dependientes del trabajo esclavo, la atención se volcaba hacia la población negra”, explica la historiadora Márcia Moisés Ribeiro, investigadora del Instituto de Estudios Brasileños (IEB) y de la Facultad de Filosofía, Ciencias Humanas y Letras (FFCHL), ambas de la Universidad de São Paulo (USP). Moisés Ribeiro también estudió la trayectoria de Mendes.
Además del escorbuto, el manual práctico del cirujano suministra instrucciones acerca de cómo debían tratarse las heridas en general, la erisipela, los tumores, los edemas, el carbunco y las enfermedades intestinales, llama la atención sobre la asepsia de los instrumentos y brinda recetas y consejos sobre el arte de curar. “Algunos de los remedios que allí se prescriben parecen claramente temerarios hoy en día, sobre todo los inorgánicos sintéticos, tales como las sales de mercurio, antimonio o arsénico”, sostiene Filgueiras.
Mendes no desdeñaba la experiencia de estas tierras e investigó la eficacia de las plantas brasileñas en la cura de enfermedades, especialmente cuando se trataba de males tropicales. Muchas de esas informaciones provenían de las tradiciones indígenas y africanas. “Los médicos graduados en la Universidad de Coimbra no tenían esos conocimientos”, concluye Filgueiras.
Receta contra el escorbuto
“Cuando el escorbuto se encuentre aún en el comienzo (…) lo haréis así: si tuviere la lengua sucia y pocas ganas de comer, con limón ácido y sal molida, mandadlo a refregarse muy bien las encías hasta salirle bastante sangre; y la propia lengua le mandaréis también a refregársela con lo mismo;
(…) le daréis un vomitivo, y al día siguiente le mandaréis tomar una onza de zumo de uva de gato (…) y esa medida continuará tomando ocho o diez días, siguiendo siempre con dicho refregado de las encías (…)”
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