Como un hábil tramposo, el parásito causante de la esquistosomiasis – el gusano Schistosoma mansoni – fácilmente sortea las defensas del organismo humano y se instala en la pared de los vasos sanguíneos del intestino. Parte de sus huevos se aloja en el hígado, provocando la hinchazón de ese órgano que deja 5% de sus 200 millones de víctimas con el vientre dilatado hecho una bola. Después de analizar las alteraciones del sistema inmunológico disparadas por el agente de la esquistosomiasis, inmunólogos de Minas Gerais y de Bahía intentan ahora aprovecharse de una estrategia semejante a la del parásito para mitigar el malestar generado por el asma, que es la inflamación crónica de las vías aéreas y de los pulmones provocada por una superreacción del sistema inmunológico a proteínas de ácaros encontrados en el polvillo, el humo o incluso en medicamentos.
La salida ideada por Maria Ilma Araújo y Edgar Marcelino Carvalho, de la Universidad Federal de Bahía (UFBA), es aparentemente simple. Ellos buscan desencadenar en el organismo el mismo tipo de reacción inmunológica accionada por el Schistosoma mansoni – sólo que sin provocar la enfermedad –, el mismo principio de funcionamiento de las vacunas. Esperan alcanzar ese objetivo usando algunas de las proteínas que recubren la superficie del parásito y fueron identificadas y producidas en laboratorio por equipos de la Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG).
El equipo de Bahía tiene fuertes razones para querer imitar la acción de ese parásito. Pocos años atrás, Maria Ilma y Carvalho notaron un efecto intrigante entre los portadores de asma de una aldehuela de pescadores del litoral norte bahiano. Parte de ellos presentaba señales mucho más blandas que lo habitual de esa enfermedad inflamatoria que en las últimas décadas vienen convirtiéndose más común en el Occidente y afecta entre 150 millones y 300 millones de personas en el mundo, convirtiendo el banal acto de respirar un verdadero suplicio. Investigando lo que había de diferente con esos pescadores, Maria Ilma se deparó con un dato inicialmente contradictorio: los que presentaban la forma más amena de asma no eran necesariamente los más saludables. En realidad, muchos de ellos estaban infestados por helmintos como el Schistosoma mansoni, común en comunidades como la de la Villa Conde, donde el agua tratada y el alcantarillado aún son un lujo.
Ante ese resultado, Manoel Medeiros Júnior, del equipo de Maria Ilma, acompañó durante un año la salud de personas con asma de tres regiones de Bahía – una en que la esquistosomiasis es endémica y dos en que ese problema prácticamente no existe. Los datos, publicados en 2003 en el Journal of Allergy and Clinical Immunology, confirmaron: el asma era más amena en aquellos que también estaban contaminados con el parásito. Sólo un año más tarde, Maria Ilma encontraría la explicación para la aparente paradoja: en respuesta a la infestación por el Schistosoma mansoni, el sistema inmunológico aumenta la producción de una molécula del sistema de defensa llamado interleucina-10 (IL-10), de acción antiinflamatoria, y reduce la producción de otras moléculas que exacerban la inflamación, como otras tres interleuquinas (IL-4, IL-5 e IL-13). Descrito por Maria Ilma y sus alumnos de doctorado Luciana Cardoso y Ricardo Oliveira en una serie de artículos publicados en los últimos años, ese mismo mecanismo que posiblemente garantiza la supervivencia del parásito en el cuerpo parece capaz de atenuar la asfixia provocada por el asma.
Al notar que el Schistosoma mansoni podría contribuir al combate al asma, Maria Ilma buscó a los inmunólogos Sergio Costa Oliveira y Alfredo Goes, de la UFMG, que trabajaban en el desarrollo de una vacuna contra la esquistosomiasis y, como el grupo bahiano, integraban el Instituto de Investigación en Inmunología, uno de los proyectos Institutos del Milenio financiado por el Ministerio de la Ciencia y Tecnología. Goes y Oliveira ya habían identificado algunas proteínas del Schistosoma mansoni y comenzaban a producirlas en laboratorio utilizando bacterias Escherichia coli. Entre casi diez proteínas, el equipo de Minas identificó cuatro capaces de simular los efectos que el Schistosoma mansoni provoca en el organismo y candidatas a integrar una vacuna contra la esquistosomiasis. El número de parásitos cayó por la mitad en pequeños ratones domésticos que recibieron una versión experimental de la vacuna conteniendo la proteína Sm29, de acuerdo con el artículo publicado el año pasado en la Clinical and Experimental Immunology. “En sociedad con un equipo de Australia, estamos trabajando en la producción de una vacuna conteniendo otras dos proteínas. Nuestra expectativa es conseguir bajar aún más la carga de parásitos en el organismo”, cuenta Oliveira.
Esa combinación también parece funcionar contra el asma. Recientemente Luciana Cardoso probó in vitro esas proteínas, conocidas como antígenos por despertar la respuesta inmunológica. Tanto la Sm29 como la Sm22,6 estimularon las células de defensa extraídas de la sangre de portadores de asma para que produjeran interleuquina-10, antiinflamatoria, e inhibieran la producción de las moléculas que agravan la inflamación respiratoria. Efecto semejante fue observado cuando las proteínas de Schistosoma mansoni eran inyectadas en pequeños ratones domésticos con síntomas semejantes a los del asma, como indica el estudio que va a ser publicado en breve por el equipo de la UFBA y de la UFMG.
Los resultados obtenidos hasta el momento indican que los equipos de Minas y de Bahía tienen en sus manos moléculas candidatas a integrar una vacuna de acción doble, capaz de combatir tanto el asma como la esquistosomiasis. En el caso de que se confirme, esa puede ser una alternativa más eficiente y duradera a las tradicionales terapias a base de corticosteróides – inhaladores, administrados por vía oral o inyectables –, usados para tratar o prevenir las crisis de falta de aire del asma. “Dimos solamente el primer paso”, dice Luciana.
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