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PALEONTOLOGÍA

Convivencia incierta

Marcas halladas en un fósil sugieren que los paleoaborígenes convivieron con perezosos gigantes hace 12.500 años

Representación artística del Eremotherium laurillardi, un perezoso gigante terrestre que vivió en América hace alrededor de 12 mil años

RODOLFO NOGUEIRARepresentación artística del Eremotherium laurillardi, un perezoso gigante terrestre que vivió en América hace alrededor de 12 mil añosRODOLFO NOGUEIRA

El paleontólogo Mário Dantas era alumno de doctorado en agosto de 2010 cuando halló dos fragmentos de un fósil que encajaban perfectamente y formaban un cono puntiagudo. Bajo el sol del nordeste de Brasil, él y otros colegas observaban en detalle un amontonamiento de huesos fosilizados de animales prehistóricos hallados en la finca São José, en el municipio de Poço Redondo, estado de Sergipe. “Pensé que sería un diente de un tigre dientes de sable, pero me quedó la duda”, recuerda Dantas, actualmente profesor del Instituto Multidisciplinario de Salud de la Universidad Federal de Bahía (Ufba).

Ahora, luego de múltiples análisis y una datación más certera, Dantas y sus colaboradores están convencidos de que el fósil es un diente de un perezoso gigante que fue tallado por seres humanos. Un paleoaborigen que habitó en aquella región habría pulido el diente ‒que originalmente presentaba la forma de un largo bastón rectangular‒ hasta transformarlo en una punta, luego de la muerte del animal, hace alrededor de 12.500 años.

Con ese resultado, aumenta el número de evidencias, todas aún controvertidas, de que las poblaciones prehistóricas de Brasil convivieron con la megafauna del Cuaternario, animales de gran porte, tales como los tigres dientes de sable y los perezosos gigantes. Esos animales habrían vivido en América hace entre 2,6 millones de años y 12 mil años. Una parte se extinguió cuando los seres humanos comenzaron a poblar el continente. “En América del Norte hay sitios bien documentados con evidencias de que el hombre mataba o manipulaba el cuerpo de animales de la megafauna”, comenta el biólogo Alex Hubbe, de la Universidad de São Paulo (USP), quien recientemente analizó posibles vestigios de la convivencia entre seres humanos y animales de la megafauna en Brasil. En América del Sur hay menos sitios, algunos en Argentina y otros en Brasil. “Aquí, las evidencias son dudosas”, afirma.

Desconfianza
En 2010, Dantas y el arqueólogo Albérico de Queiroz, de la Universidad Federal de Sergipe, ya habían notado algo raro en el diente fósil. “Con ayuda de lupas, observamos en los costados y en la parte posterior del diente marcas profundas y paralelas, demasiado uniformes como para estar hechas al azar, que indicaban que alguien las hizo con la intención de tallar el objeto”, dice Dantas. “Si las marcas hubiesen sido producto del arrastre de las aguas o por el pisoteo de animales, serían superficiales y tendrían distintas orientaciones”.

056-057_dentepreguica 228Dantas notó que los extremos de las marcas eran suaves, y sugerían que habían sido realizadas antes de que el diente se fosilizara. Algo que llamó la atención fue que el color del material era el mismo en la superficie y en los surcos, lo cual indica que estos últimos son tan antiguos como el propio diente.

Años atrás, el paleontólogo le mostró su hallazgo a su colega Cástor Cartelle, de la Pontificia Universidad Católica de Minas Gerais, uno de los principales expertos en megafauna brasileña. Al principio, Cartelle sostuvo que el fósil sería la punta de un colmillo de tigre dientes de sable. Recién cambió de idea tras la publicación del artículo de Dantas en 2012, cuando Jorge Ferigolo, paleontólogo de la Fundación Zoobotánica de Rio Grande do Sul, le ayudó al investigador de la Ufba a confirmar que la estructura interna del diente pertenecía, sin lugar a duda, a la única especie de perezoso gigante que habitó en el nordeste brasileño, el Eremotherium laurillardi. “El diente de perezoso es cuadrado”, explica el paleontólogo Mario Cozzuol, de la Universidad Federal de Minas Gerais, quien dirigió el doctorado de Dantas y también tardó en convencerse. “Queda claro que una lasca de ese diente fue tallada y pulida para que pareciera una punta; la duda radicaba en saber cuándo había ocurrido eso”.

Si utilizase el método de datación más común, Dantas necesitaría extraer 10 gramos de colágeno del hueso fosilizado, lo cual destruiría al diente. En lugar de eso, prefirió emplear un método menos agresivo, al que sólo tuvo acceso el año pasado. Esa estrategia, que permite medir el carbono 14 depositado en el mineral apatita, requiere una muestra bastante menor (menos de 3 gramos). Con ese método, un laboratorio en Estados Unidos determinó que el diente tendría entre 12.742 y 12.562 años. Esa edad es cercana a la de la evidencia más antigua de asentamientos humanos en Sergipe. Recientemente, los arqueólogos hallaron vestigios de hogueras realizadas hace 11 mil años en Canindé, una localidad vecina a Poço Redondo y famosa por las cerámicas y herramientas de piedra elaboradas por paleoaborígenes.

Hubbe acota que el método de datación que utilizó Dantas no es aceptado por la mayoría de los científicos, porque es menos preciso. “El trazado de las marcas en huesos y dientes también son evidencias problemáticas”, dice. “Los procesos naturales pueden imitar el trabajo humano”. En cuanto a la coloración, Hubbe recuerda que el diente podría haber sido teñido completamente en otro color mediante algún proceso natural que haya ocurrido después de que fuera supuestamente pulido y quedara en ese depósito. “Todo lo que ellos [Dantas y sus colaboradores] argumentan podría haber ocurrido”, dice Hubbe. “Pero es necesario conocer mejor la historia de la formación del depósito de fósiles donde se encontró el diente antes de que se puedan emitir conclusiones robustas”.

“En ese mismo sitio hallamos fragmentos de cerámica y herramientas de piedra, pero todo fuera de contexto”, reconoce Dantas. El sitio de Poço Redondo constituye lo que los sergipanos denominan “tanque”. Son depresiones naturales del terreno llenas de sedimentos acumulados durante miles de años. Y se aloja en él un tesoro para los paleontólogos: esqueletos de animales que murieron en las cercanías y que las lluvias arrastraron hacia allí. Dantas y sus colegas hallaron fósiles de 13 especies distintas, cuyas edades variaban entre 27mil y 11 mil años. “Pero el agua revuelve todo, mezclando fósiles y artefactos con edades distintas”, explica el investigador, quien espera poder mapear un día las marcas en el diente del perezoso valiéndose de un microscopio electrónico, para reconstruir mejor la manera en que se hicieron. “Un estudio así, pondría punto final a la discusión”.

Artículo científico
DANTAS, M. A. T. et al. Dated evidence of the interaction between humans and megafauna in the late Pleistocene of Sergipe state, Northeastern Brazil. Quaternary International.  v. 352, p. 197-99. oct. 2014.

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