Nelson ProvaziDurante las últimas cuatro décadas, sucesivas crisis económicas llevaron a que miles de empresas bajasen sus persianas. Para preservar su trabajo, muchos trabajadores fundaron cooperativas y asumieron el control de las fábricas quebradas, de manera tal de mantenerlas en actividad. En mayo de 2016, por ejemplo, los obreros ocuparon Karmann Ghia, en São Bernardo do Campo (SP), y están intentando recuperar la compañía. Y no son los únicos que avanzan por ese camino: según el Ministerio de Trabajo, en 2014 se crearon 324 cooperativas en Brasil. En 2015, esa cifra trepó a 444.
Los intentos por hallar una salida colectiva a las dificultades económicas nacieron por fuera del Estado. De acuerdo con Jacob Carlos Lima, docente del Departamento de Sociología de la Universidad Federal de São Carlos (UFSCar) e investigador de las áreas de sociología del trabajo y sociología económica, fue así con las cooperativas agrícolas de los sin tierra en los años 1980, con el movimiento de fábricas recuperadas en la década de 1990 y con las asociaciones de recolectores de material reciclable durante esta misma década. De entrada contaron con el apoyo de organismos de la Iglesia Católica (tales como la Comisión Pastoral de la Tierra y Cáritas), de sindicatos y organizaciones no gubernamentales. Pero sólo empezaron a contar con el respaldo del Estado en 2003, cuando se creó la Secretaria Nacional de Economía Solidaria (Senaes) en el Ministerio del Trabajo, comenta Lima. Más recientemente, en 2012, se instituyó el programa de fomento a las cooperativas de trabajo.
El investigador explica que “las cooperativas siempre estuvieron presentes en los momentos de crisis”, pero hoy en día “se han convertido efectivamente en una política social para ocupar a las personas, para insertarlas en el mercado y generar ingresos”. Diversas categorías laborales se benefician con estas asociaciones. Según el Departamento Intersindical de Estadística y Estudios Socioeconómicos (Dieese), en el último sondeo realizado sobre este tema, entre 2009 y 2013 se registraron en todo Brasil 19.708 emprendimientos gestionados por los propios trabajadores, que congregaban a 1.423.631 personas, entre las cuales había agricultores, artesanos, artistas, cartoneros, buscadores de metales y piedras preciosas y profesionales liberales.
Las cooperativas pueden dividirse en tres grandes bloques, según sostiene el sociólogo Luiz Inácio Gaiger, docente de la Universidad de Vale do Rio dos Sinos, en un artículo publicado en 2013 en la Revista Brasileira de Ciencias Sociais, intitulado “La economía solidaria y la revitalización del paradigma cooperativo”: las organizaciones genuinas de trabajadores o consumidores, que funcionan mediante instancias colectivas y paritarias de decisión; las cooperativas empresariales, en las cuales los socios son propietarios que se asocian para elevar su productividad o para reforzar su posición en el mercado; y las cooperativas de fachada, que usan el marco legal de las cooperativas para intermediar la oferta de mano de obra barata. Dentro de cada bloque, aclara Gaiger en su artículo, existen enormes contrastes: las cooperativas de las fábricas recuperadas, organizadas por trabajadores sindicalizados, son muy distintas a las llamadas cooperativas populares de costureras o recolectores de material reciclable, o a aquéllas formadas por trabajadores rurales.
Si bien las distinciones son en teoría relativamente claras, las cooperativas en ocasiones se deslizan de una categoría a otra. Dificultades en la colocación de sus productos pueden inducir a una cooperativa de trabajadores a convertirse una organización de fachada, que suministra mano de obra barata a otra empresa. Esto ya ha ocurrido con asociaciones de costureras que pasaron a trabajar para empresas de confecciones. Con todo, en la mayor parte de los casos es la propia empresa la que crea una cooperativa para subcontratar a una parte de su fuerza de trabajo, evitando una serie de cargas y responsabilidades determinadas por la Consolidación de las Leyes del Trabajo (CLT). “La cooperativa es muy interesante para la empresa, pues con ella se libra de los problemas que la gestión de la mano de obra acarrea”, subraya Jacob Lima.
Aline Suelen Pires, profesora adjunta del Departamento de Sociología de la UFSCar, publicó recientemente el libro As fábricas recuperadas no Brasil – O desafio da autogestão [Las fábricas recuperadas en Brasil. El desafío de la autogestión] (EdUFSCar), en el cual lleva a cabo un estudio de nueve fábricas brasileñas recuperadas por sus trabajadores y compara esas iniciativas con experiencias en Argentina. La socióloga muestra en su trabajo que los obstáculos para salvar a una compañía cuya quiebra ha sido decretada son inmensos: en general las mismas operan con máquinas obsoletas y están muy endeudadas, los procesos judiciales para hacerse con el control de la empresa son lentos, y el esfuerzo para reinsertarla en el mercado y gestionarla en régimen de autogestión no siempre tienen éxito.
Nelson ProvaziEstas dificultades también quedan claras en la tesis intitulada “Empresas recuperadas por trabajadores en Brasil y en Argentina”, de Flávio Chedid Henriques, defendida en 2013 en el Programa de Posgrado en Planificación Urbano y Regional de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ). El Grupo de Investigación en Empresas Recuperadas por Trabajadores (GPERT), del cual forma parte, listó 67 empresas recuperadas por trabajadores en actividad y otras 78 que ya habían desaparecido, ya sea porque fueron vendidas por los socios o porque cerraron definitivamente. Chedid Henriques le explicó a Pesquisa FAPESP que esos datos en ninguna hipótesis indican un fracaso de los procesos de recuperación, ya que “muchos de esos 78 casos preservaron durante un tiempo inesperado los puestos de trabajo”. En algunas firmas, las quiebras fueron resultado sencillamente de la obsolescencia del producto, tal como sucedió con Facit y Remington, fabricantes de máquinas de escribir. “En otros casos, el cierre de las industrias resultó sobre todo de la apertura del mercado nacional a la competencia extranjera, cosa que no afectó sólo a las cooperativas”. Brasil entero pasó por un acentuado proceso de desindustrialización: de 1986 a 1998, el peso de la industria de transformación en el PIB cayó del 32,1% al 19,7%, de acuerdo con el estudio intitulado “¿Ocurrió una desindustrialización en Brasil?”, publicado en el sitio web del Instituto de Estudios para el Desarrollo Industrial (Iedi), con sede en São Paulo. Ese trabajo lleva la firma de los economistas Carmen Aparecida Feijó, docente del Centro de Estudios Sociales Aplicados de la Universidad Federal Fluminense, Júlio Sérgio Gomes de Almeida, del Instituto de Economía de la Universidad de Campinas (IE-Unicamp), y Paulo Gonzaga de Carvalho, del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE).
Una de las empresas cerradas fue Makerli, gran fabricante de calzados de Franca (São Paulo). Fragilizada por la apertura del mercado y la depreciación de la moneda brasileña después del Plan Collor, la fábrica anunció su cierre en 1991. Con el apoyo del Sindicato de los Zapateros de Franca y del Dieese, los obreros se hicieron cargo de la compañía en 1992, pero no lograron renovar los préstamos bancarios y cesaron sus actividades en 1995. Pero en otros casos las recuperaciones fueron exitosas. Los trabajadores que ocuparon Cooperminas en Criciúma (Santa Catarina) enfrentaron a la policía y un juicio que se extendió durante 10 años (de 1987 a 1997). Desde entonces, la empresa modernizó las instalaciones, elevó los sueldos, redujo la jornada de trabajo a 30 horas semanales e invirtió en la preservación ambiental.
Pese a las dificultades para administrar una empresa mediante la autogestión, Chedid Henriques subraya que, más allá de la disminución de diferencias salariales entre las diversas funciones, en las cooperativas existen “un mayor espacio para la toma de decisiones colectivas sobre temas estratégicos de las empresas; rotación de funciones; menor cantidad de accidentes, en general relacionados con la posibilidad de que los trabajadores definan sus ritmos de trabajo; cambios en el diseño de las empresas, que acercan el sector administrativo al sector de producción, y cambios en la relación de la empresa con la comunidad de sus alrededores”. Y hace hincapié en que se basa en la investigación realizada con casos en Brasil y en Argentina.
Para el economista Paul Singer, quien organizó la Secretaría Nacional de Economía Solidaria en 2003 y la dirigió hasta 2016, las cooperativas constituyen el embrión de un modo de producción caracterizado por la igualdad: “La economía solidaria es totalmente democrática porque nadie manda en las cooperativas”, declaró Singer a Pesquisa FAPESP. El economista, que organizó el libro A economia solidária no Brasil: Autogestão como resposta ao desemprego [La economía solidaria en Brasil: la autogestión como respuesta al desempleo], en colaboración con el sociólogo André Ricardo de Souza, del Núcleo Multidisciplinario e Integrado de Economía Solidaria de la UFSCar, explica que, cuando las empresas son pequeñas, no existen distinciones significativas entre el personal, y en ellas las decisiones las toman los cooperadores en asambleas. Cuando las compañías se vuelven más grandes, los cargos de dirección deben ser ocupados por representantes elegidos, que se encargan de la administración diaria.
La simple participación de los socios en las decisiones tiene un impacto profundo en el ambiente de trabajo, asevera el economista Henrique Tahan Novaes, autor de O fetiche da tecnologia: A experiência das fábricas recuperadas (Expressão Popular). Docente de la Facultad de Filosofía y Ciencias de la Universidade Estadual Paulista (Unesp) con sede en la localidad de Marília, Tahan Novaes dice que “los trabajadores de las empresas recuperadas promueven diversas modificaciones en la tecnología y en los procesos decisorios y de trabajo”, además de alterar en forma significativa los criterios de remuneración y de uso del excedente. Pero el investigador recuerda que esas empresas están insertas en el mercado capitalista, que impone restricciones a la adopción de una organización paritaria y democrática.
Cooperminas, por ejemplo, se vio obligada a limitar la cantidad de cooperados: actualmente tiene 400 socios y 400 asalariados. No puede aceptar más cooperadores porque ya prevé el agotamiento de una mina y debe ajustar su fuerza de trabajo a esa futura disminución. Asimismo, la dirección de la empresa observa que la gran cantidad de socios dificulta la toma de decisiones.
Nelson ProvaziOtra gran dificultad reside en concientizar a los socios de que todos son responsables de los resultados de la empresa. Según Jacob Lima, uno de los investigadores principales del proyecto temático intitulado “Contradicciones del trabajo en el Brasil actual: Formalización, precariedad, tercerización y regulación”, la preservación del ideal de buscar la autogestión obrera en una empresa que depende del mercado es una tarea difícil. “No se puede andar aumentando los sueldos y hay que imponer disciplina, porque no se logra hacer que la fábrica funcione sin la misma. Algunas de las que cerraron fueron por ese camino: como las personas pensaban que eran las dueñas, creían que podían hacer lo que querían.”
Paradójicamente, el éxito del emprendimiento también crea problemas. Si la compañía empieza a expandirse, al menos en teoría debe incorporar a nuevos socios para dar cuenta de los pedidos. Pero no todos los que trabajan quieren convertirse en cooperadores, porque para eso deberían de desistir de algunos derechos laborales como el Fondo de Garantía de Tiempo de Servicio (FGTS). Singer pone de relieve eso: “Un empleado registrado está a salvo, tiene derechos adquiridos suceda lo que suceda con la empresa. Si la empresa quiebra, será uno de los primeros que cobrará”. Por eso, dice Singer, algunas personas rechazan el cooperativismo. “Por ejemplo, la cooperativa invita a un ingeniero a ser socio, pero éste quiere seguir siendo empleado. El cooperador manda en la cooperativa, pero prefiere la seguridad de la legislación laboral”.
“Si la cooperativa es un éxito, en general tiene dificultades para seguir siendo tal en función de ese éxito”, afirma Jacob Lima. El investigador menciona el caso de Uniforja, de la ciudad de Diadema (São Paulo): “Existía un anhelo de transformar a todos en cooperadores. Cuando surge un pedido grande, basta con contratar trabajadores. Con la disminución de la producción, es fácil despedir a los trabajadores asalariados, pero no se puede echar a un socio”. Y menciona a las cooperativas del Complejo Cooperativo de Mondragón, en el País Vasco, una región de España, que funciona como una multinacional. Las empresas del complejo se internacionalizaron, pero no como cooperativas”, Una de ellas, de gran éxito internacional, fabrica carrocerías de autobuses (incluso en Brasil), pero salió del Complejo Cooperativo.
Flávio Chedid Henriques disiente, y argumenta que las empresas pueden expandirse aun sin contratar asalariados. Según informa, un estudio realizado en 2013 apuntó que en el 60% de las empresas recuperadas en Brasil no había más de 10 asalariados. En Argentina, por ejemplo, la contratación de empleados en las cooperativas está prohibida, con excepción de los casos de prácticas a prueba. Y en ese país, la cantidad de empresas recuperadas por trabajadores es mucho mayor: 295 en funcionamiento, frente a 67 de Brasil y 50 en Uruguay, según datos recabados por Henrique Tahan Novaes.
Existe actualmente dentro de las universidades un debate acerca de la naturaleza de las cooperativas. Para algunos teóricos como Paul Singer, éstas abren el camino hacia una sociedad más democrática e igualitaria. Para otros, como el sociólogo Ginez Leopoldo Rodrigues de Campos, docente del Instituto de Filosofía y Ciencias Humanas de la Universidad de Paso Fundo, en Rio Grande do Sul, constituyen tan sólo una forma de inclusión social precaria que fragiliza a los trabajadores. En 2006, la tesis doctoral de Rodrigues de Campos defendida en la Universidad Federal de Santa Catarina fue sobre este tema: “Trabajo precario, tercerización y cooperativas de trabajo: Cuando ‘estar juntos’ se convierte en una forma colectiva y precaria de inclusión social”.
Para Aline Pires, aun con limitaciones, las cooperativas, en el caso de las fábricas recuperadas, permitieron mantener puestos de trabajo y, en general, la implementación de prácticas de gestión más inclusivas y democráticas. En el caso de las cooperativas populares, de acuerdo con la investigadora, aumentaron los ingresos de categorías sociales que estaban excluidas del mercado. Según datos del Ministerio de Trabajo de Brasil, alrededor de un millón y medio de personas se benefician con estas asociaciones.
Proyectos
1. Las contradicciones del trabajo en el Brasil actual: Formalización, precariedad, tercerización y regulación (nº 2012/20408-1); Modalidad Ayuda a la Investigación – Temático; Investigadora responsable Marcia de Paula Leite (FE-Unicamp); Inversión R$ 967.823,39
2. Las fábricas recuperadas y los trabajadores: La autogestión entre la teoría y la práctica (nº 2009/54878-1); Modalidad Beca en Brasil – Doctorado; Investigador responsable Jacob Carlos Lima (CECH-UFSCar); Beneficiaria Aline Suelen Pires; Inversión R$ 157.846,70
Artículos científicos
LIMA, J. C. Economia solidaria: De movimento social a política pública. En: Leite, M. P.; Araújo, A. M. C.; Lima, J. C. O trabalho na economía solidaria: Entre precariedade e emancipação. São Paulo: Annablume, 2014, 402 p.
LIMA, J. C. O trabalho autogestionário em cooperativas de produção: O paradigma revisitado. São Paulo: Revista Brasileira de Ciências Sociais, 2004, v. 19, n. 56. oct/ 2004, p. 45-62.
LIMA, J. C. Paradoxos do trabalho associado. São Paulo: Tempo Social, revista de sociología de la USP, 2009, v. 21, n. 1, p. 113-32.
GAIGER, Luiz Inácio. A economia solidária e a revitalização do paradigma cooperativo. São Paulo: Revista Brasileira de Ciências Sociais, 2013, v. 28, p. 211-28.
SINGER, P. A Economia solidária no governo federal. Ipea, 2004. .
FEIJÓ, C. A; Carvalho, P. G; Almeida, J. S. G. (2005). “Ocorreu uma desindustrialização no Brasil?”. São Paulo: Iedi, 2005, mimeografía. .
Libros
PIRES, A. S. As fábricas recuperadas no Brasil: O desafio da autogestão. São Carlos: EdUFSCar/ FAPESP, 2016, 241 p.
NOVAES, H. T. O fetiche da tecnología – A experiência das fábricas recuperadas. São Paulo: Expresión Popular/FAPESP, 2007, 351 p.
SOUZA, André Ricardo de; SINGER, Paul (comp.). A economia solidária no Brasil: A autogestão como resposta ao desemprego. São Paulo: Contexto, 2003, v. 1, 360 p.
LIMA, J. C. As artimanhas da flexibilização: O trabalho tercerizado em cooperativas de produção. São Paulo: Terceramargem, 2002, 160 p.